¡°Las protestas muestran que salir de la miseria es el inicio de otras demandas¡±
¡°Ning¨²n otro pa¨ªs ha logrado el volumen de licitaciones que Brasil¡± ¡°Si no soy exigente, no lograr¨¦ entregar en cuatro a?os lo que debo entregar¡± ¡°El Gobierno de EEUU estaba bastante avergonzado por el espionaje¡±
Casi al final de esta entrevista, que no fue una entrevista sino una conversaci¨®n cuya duraci¨®n, sin saber muy bien c¨®mo, se acab¨® extendiendo m¨¢s de lo previsto, la presidenta Dilma Rousseff me repiti¨®, entre risas, una idea que ya hab¨ªa esbozado a mitad de la charla y que, seg¨²n ella, explica extraordinariamente bien algunas paradojas brasile?as.
¨C No te olvides de que por aqu¨ª tienes que tener cuidado, porque te detienen por tener un perro y por no tenerlo.
Una de esas paradojas, quiz¨¢ la m¨¢s llamativa, se produjo hace unos meses. Brasil vivi¨® en junio pasado una catarsis nacional. Centenares de miles de brasile?os ocuparon las calles de las principales ciudades del pa¨ªs, las mayores protestas en una generaci¨®n, cansados, seg¨²n coincidieron numerosos analistas independientes, de las deficiencias cr¨®nicas de los servicios p¨²blicos, educaci¨®n, sanidad, y la percepci¨®n de una clase pol¨ªtica plagada por la corrupci¨®n y la desidia. Puesto que millones de personas han abandonado la pobreza en Brasil en los ¨²ltimos a?os con las pol¨ªticas primero de Luiz In¨¢cio Lula da Silva y luego de la propia Rousseff, las motivaciones ¨²ltimas de los manifestantes no resultaban obvias de inmediato. El movimiento sorprendi¨® tanto al Gobierno como al resto del mundo, pese a que protestas aparentemente similares hab¨ªan estallado tambi¨¦n en otros pa¨ªses. Los inversores internacionales agudizaron los o¨ªdos, temerosos siempre de la estabilidad institucional. Cierta prensa internacional comenz¨® a dudar de Brasil como pa¨ªs de ¨¦xito. No pocos de los gobernantes cuestionados en otros pa¨ªses por sus ciudadanos, especialmente por los m¨¢s j¨®venes, se mostraban acorralados y desorientados. Rousseff fue la ¨²nica en advertir de inmediato la importancia de lo que estaba sucediendo, la ¨²nica en tomar la iniciativa pol¨ªtica de escuchar a la calle y la ¨²nica en remontar en pocos meses el desplome de popularidad que aconteci¨® durante aquellos d¨ªas extraordinarios. As¨ª que comienzo la conversaci¨®n pregunt¨¢ndole en qu¨¦ momento preciso fue consciente de la gravedad de la situaci¨®n y de la necesidad de reaccionar pol¨ªticamente.
¨C Al inicio. Nos dimos cuenta de que hab¨ªa un aspecto importante en las manifestaciones, que era un descontento con la calidad de los servicios p¨²blicos. Nadie estaba en esas manifestaciones pidiendo una marcha atr¨¢s. Un retroceso. Lo que se ped¨ªa era que hubiese un avance.
Estamos sentados en un sof¨¢ del amplio y luminoso despacho de la presidenta en el vanguardista palacio de Planalto, en Brasilia, el lunes por la ma?ana, una visita con motivo de la aparici¨®n este martes de la edici¨®n de EL PA?S en portugu¨¦s para Brasil. Le ense?o en el iPad las pruebas que la redacci¨®n en S?o Paulo est¨¢ realizando.
Pero Rousseff insiste en que no vamos a mantener una entrevista formal ¨C¡°no, no, yo hoy no voy a hablar; voy a decir la importancia que tiene para Brasil la llegada de EL PA?S por su calidad editorial, por su posicionamiento internacional; creo que es un gran paso para nuestro pa¨ªs; puedes hacerme dos o tres preguntas, pero no voy a hacer una rueda de prensa hoy¡±¨C. Me promete una entrevista en profundidad en un futuro sin determinar, y accede a mantener una breve conversaci¨®n sobre los dos o tres asuntos que m¨¢s me interesan y por los que Brasil ha ocupado espacio este a?o en la prensa internacional: las protestas de junio, el espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA, en sus siglas en ingl¨¦s) y la desaceleraci¨®n econ¨®mica del pa¨ªs que, hasta que ocurri¨®, presentaba un crecimiento chino del 7,5% en 2010, la tasa m¨¢s robusta en el ¨²ltimo cuarto de siglo. El a?o pasado acab¨® con un crecimiento del 0,9%, que acaba de ser revisado al alza.
Democracia, crecimiento y protestas
Pero de momento, seguimos hablando de las protestas de junio. No pocos las descalificaron como un subproducto de grupos antisistema y aun otros aprovecharon para presentarlas como una desautorizaci¨®n de la presidenta, su Gobierno y sus pol¨ªticas, aunque pronto qued¨® claro que era la inmensa clase media de este pa¨ªs de dimensiones continentales, o m¨¢s bien sus v¨¢stagos, comprendidos y no pocas veces alentados por sus mayores, los que reivindicaban un nuevo contrato social pese al fort¨ªsimo crecimiento econ¨®mico de los ¨²ltimos a?os, o precisamente a causa de ello. Esta ¨²ltima idea es la que defiende Rousseff.
¨C Esas manifestaciones fueron fruto de dos procesos: la democratizaci¨®n y el crecimiento. El crecimiento del salario, del empleo, del crecimiento de las pol¨ªticas sociales que elevaron a la clase media a millones de personas. Esas personas que salieron de la miseria ten¨ªan reivindicaciones relacionadas con cuestiones de salud, de educaci¨®n, de movilidad urbana.
¨C Usted dir¨ªa que b¨¢sicamente se trataba de la clase media.
¨C ?La que hizo las manifestaciones? Nuestra clase media no tiene los mismos patrones de renta que puede tener la estadounidense, ?no?. Hablamos de la nueva clase media. Porque hay una cosa interesante en Brasil. Si sumas la clase media que hoy es mayoritaria en Brasil en t¨¦rminos porcentuales, con las clases alta y media alta, tienes un 60% del pa¨ªs. Nosotros nos centramos mucho en las clases m¨¢s pobres. Pero tambi¨¦n tenemos que tener una pol¨ªtica para las clases medias en lo que se refiere a la calidad de los servicios p¨²blicos.
¨C ?Y qu¨¦ aprendi¨® usted, como gobernante, de aquellas protestas?
¨C Dos cosas. Primero, aprendemos que las personas, siempre, cuando tienen democracia quieren m¨¢s democracia. Cuando tienen inclusi¨®n social, quieren m¨¢s inclusi¨®n social. O sea, que en pol¨ªtica y en la acci¨®n de Gobierno, cuando obtienes una meta, solo es el principio. Salir de la miseria solo es el principio. Es el principio de otras reivindicaciones. Eso es que las protestas muestran. Segundo, que un Gobierno tiene que escuchar la voz de las calles. Un Gobierno no puede quedarse aislado escuch¨¢ndose a s¨ª mismo. Ser capaz de convivir con manifestaciones es intr¨ªnseco a la democracia. No es un episodio fortuito, o un punto fuera de la curva: es la curva.
Rousseff abandona por un momento el aire de seriedad extrema que ha empleado desde que arranc¨® la conversaci¨®n. No s¨¦ si se dispone a poner fin al encuentro, pero con la idea de la curva sonr¨ªe abiertamente mientras se acerca al borde del sill¨®n, parece animarse, y comienzo a albergar esperanzas de que la charla tenga m¨¢s recorrido del que la presidenta le augur¨® en el arranque. Mientras, ella contin¨²a de forma decidida.
¨C Es la curva. Y esa es una cuesti¨®n importante. ?Por qu¨¦? Porque el Estado tiene poder represor y de coerci¨®n. Entonces, si no sabe tratar con las manifestaciones, cae en un equ¨ªvoco pol¨ªtico serio. Fueron manifestaciones pac¨ªficas. ?Que hubo grupos infiltrados que eran violentos? Los hubo. Ahora, esos grupos no pueden ser la raz¨®n para descalificar las manifestaciones. Hoy hay en Brasil la conciencia de que esa violencia no tiene nada que ver con la democracia. Esa gente de caras tapadas que destruye propiedades p¨²blicas y privadas y hiere a las personas no est¨¢ ejerciendo la democracia: est¨¢ ejerciendo la barbarie. Eso es una cosa. Ahora, las manifestaciones pac¨ªficas... ?sabes lo que hacen? Rejuvenecer al pa¨ªs. Hacen que el pa¨ªs sea m¨¢s capaz de tratar con sus caracter¨ªsticas, con su diversidad, con sus diferencias¡ Y ser capaz de tratar con las diferencias, lo quiera o no la gente, es intr¨ªnseco a la democracia. Entonces, mirar a las manifestaciones como algo que tienes que escuchar y no reprimir es fundamental.
El ¡®shock¡¯ de la violencia policial
Fundamental o no, lo cierto es que la polic¨ªa actu¨® con una cierta violencia no justificada por el transcurso de las manifestaciones, que las im¨¢genes de los agentes golpeando a grupos de j¨®venes sorprendieron e irritaron a amplias capas de la poblaci¨®n, y contribuyeron a reforzar el movimiento de protesta. No por los hechos en s¨ª, seguramente, sobre todo en un pa¨ªs donde la polic¨ªa se emplea a fondo y no siempre con la forma debida en las favelas y otras zonas desfavorecidas, sino porque por primera vez muchos ciudadanos ve¨ªan c¨®mo las v¨ªctimas esta vez eran j¨®venes de las clases medias urbanas. Eso supuso un shock no menor para muchos, le digo a Rousseff.
¨C S¨ª. Hubo, de hecho, momentos de exageraci¨®n en la represi¨®n policial, principalmente al comienzo, ?no? Hubo tambi¨¦n violencia por parte de las manifestaciones. Pero como te he dicho, creo que a partir de un determinado momento, todos intentaron evitar la confrontaci¨®n. Hubo momentos equivocados, al principio, pero despu¨¦s todo el mundo aprendi¨®.
La que m¨¢s aprendi¨® fue, sin duda, la propia presidenta, que remont¨® de forma extraordinaria en la apreciaci¨®n popular por su reacci¨®n ante los acontecimientos de junio y a quien la ¨²ltima encuesta publicada le otorga, ahora mismo, el triunfo en las pr¨®ximas elecciones presidenciales ya en la primera vuelta. Una capacidad de reacci¨®n que a estas alturas de su mandato ya no deber¨ªa sorprender a nadie, si es que alguna vez alguien dud¨®, al principio, de las capacidades pol¨ªticas de Rousseff, que durante a?os ejerci¨® de eficaz funcionaria p¨²blica sin mostrar deseo alguno, al contrario de tantos otros, de lanzarse a una carrera pol¨ªtica por el primer sill¨®n de la Rep¨²blica.
La oportunidad de las reformas
Al hilo de las protestas, la presidenta propuso al pa¨ªs cinco grandes reformas con la intenci¨®n de utilizar el clima pol¨ªtico generado en el pa¨ªs para sacar adelante su ambiciosa agenda en temas sociales, sanidad, infraestructuras de transporte, as¨ª como cambios pol¨ªticos tendentes a frenar la corrupci¨®n, end¨¦mica, y favorecer la transparencia. En un sistema pol¨ªtico como el brasile?o, con una multiplicidad de peque?os partidos (solo la coalici¨®n que sostiene a la presidenta, lo que se conoce como la base, cuenta con diez formaciones), cualquier intento de reforma tiene asegurado, para empezar, la oposici¨®n de muchos, si no de casi todos. Pero Rousseff no iba a desaprovechar la oportunidad. ?Se puede arreglar el malestar ciudadano tal como se expres¨® en junio con estas cinco grandes reformas?, le pregunto.
¨C Creo que s¨ª. Contribuy¨® a que hubiera una salida, institucional, a esas manifestaciones. En el caso de la salud, nosotros hicimos el programa M¨¢s M¨¦dicos. Todo lo que nosotros prometimos en los cinco pactos lo hemos cumplido. Prometimos una mejora considerable en la cuesti¨®n de la salud p¨²blica. No solo inversiones en centros de salud, puestos de urgencia, atenci¨®n en hospitales, pero tambi¨¦n en m¨¦dicos. En Brasil ten¨ªamos una cantidad inmensa de zonas sin atenci¨®n m¨¦dica: las periferias de las grandes regiones metropolitanas, las ciudades del interior... Y en las m¨¢s lejanas era peor: las situadas en las fronteras, y en el norte y noreste del pa¨ªs. Tambi¨¦n escaseaban los m¨¦dicos para determinadas poblaciones: la poblaci¨®n ind¨ªgena, y poblaci¨®n quilombola [n¨²cleos rurales formados en el siglo XIX por esclavos negros huidos]. Por el lado de los servicios p¨²blicos: el Pacto por la Movilidad Urbana result¨® en una inversi¨®n de 143.000 millones de reales (45.000 millones de euros) en transporte urbano: metro, VLT [tranv¨ªa], BRT [sistema r¨¢pido de autobuses, como el Transmilenio de Bogot¨¢], y carriles exclusivos para autobuses. Es la primera vez que un Gobierno federal hace ese volumen de inversiones. Es bueno recordar que en Brasil no se consideraba adecuado invertir en metro en la d¨¦cada de los noventa. ?Por qu¨¦ no? Porque se dec¨ªa lo siguiente: el pa¨ªs no tiene renta suficiente para invertir en metro. [M¨¢s] el pacto de educaci¨®n. Y el pacto por la reforma pol¨ªtica, que hemos enviado al Congreso, y que creo que es fundamental, porque implica una reforma electoral que trate de todo: de financiaci¨®n de campa?as, pero tambi¨¦n, como consecuencia, una mejora sistem¨¢tica en la cuesti¨®n ¨¦tica que es la corrupci¨®n. Ahora bien, la condici¨®n de esos pactos es la estabilidad fiscal.
¨C ?Y eso est¨¢ asegurado?
¨C La semana pasada, la base de apoyo pol¨ªtico que el Gobierno tiene en el Congreso, que es mayoritaria, propuso un pacto por la responsabilidad fiscal, de tal manera que no va a haber ni aumento de gastos ni reducci¨®n de ingresos. Todos ellos han firmado un documento.
Disciplina y socios parlamentarios
El compromiso de los socios parlamentarios de la presidenta de no aumentar el gasto es importante, lo que no evita, sin embargo, que afloren las cr¨ªticas sobre la idoneidad y el equilibrio entre las distintas partidas del presupuesto. Brasil recauda un 36% del PIB en impuestos, pero los servicios que ofrece a sus ciudadanos no son los europeos, al menos en infraestructuras. En pensiones, por el contrario, gasta en proporci¨®n igual que algunos pa¨ªses de Europa del sur, en los que la proporci¨®n de ancianos es tres veces mayor. En determinados casos, se pueden lograr pensiones elevadas a edades relativamente tempranas, mientras todos los agentes econ¨®micos coinciden en la necesidad de invertir m¨¢s en infraestructuras.
¨C No debe ser f¨¢cil asegurarse la disciplina, con una coalici¨®n de gobierno tan amplia y tan dispar.
¨C Mi base est¨¢ muy tranquila. Nunca una coalici¨®n fue tan activa y proactiva.
¨C ?C¨®mo lo ha logrado?
¨C Porque nos quedamos af¨®nicos de tanto escuchar y discutir. Yo hoy tengo una reuni¨®n a las seis de la tarde, y puede durar hasta las 10 de la noche, el tiempo que sea necesario. Nunca un Gobierno ha conseguido de los parlamentarios en esta ¨¦poca del a?o, que es cuando m¨¢s se gasta, una firma colectiva [de compromiso para no gastar].
¨C Y respecto a las cr¨ªticas de que con un 36% del PIB de carga fiscal no alcanza para las necesidades m¨¢s imperiosas, ?en qu¨¦ se va el dinero, presidenta?
¨C No es lo que pasa ahora. Porque ahora, a nosotros se nos critica por haber bajado los impuestos. No s¨¦ si usted lo sabe.
¨C Lo s¨¦.
¨C Entonces, ellos deben resolver si nos detienen por tener un perro o por no tenerlo. Por las dos cosas no se puede [la presidenta r¨ªe abiertamente]. Tienen que resolver si nos critican por reducir los impuestos o por no reducirlos. Aqu¨ª en Brasil es complicado.
¡ª Eso del lado de los ingresos. ?Y del lado de los gastos, hay algo en lo que deba recortar? Pensiones, funcionarios p¨²blicos¡
¨C Nosotros no estamos en esa fase, no tenemos una deuda como la de Espa?a. Tenemos un 35% de deuda neta [el 58%, seg¨²n la metodolog¨ªa internacionalmente aceptada]. Tenemos super¨¢vit primario. La discusi¨®n en Brasil es si el super¨¢vit primario ser¨¢ del 1,8%, 1,9% o 2%. Esa es la discusi¨®n. No es si aumentamos la deuda. Es diferente, aqu¨ª. Yo quiero tener un paro del 5,2%. Y no lo quiero aumentar. Y me dicen que hay que aumentarlo. ?Que lo aumenten ellos! Nosotros seguiremos evitando que crezca el desempleo. Por eso hemos desgravado las n¨®minas [las cotizaciones a la Seguridad Social han pasado de retirarse de las n¨®minas a retenerse de los ingresos brutos de las empresas]. No hemos reducido los derechos sociales. La renta est¨¢ creciendo. Aqu¨ª es as¨ª.
¨C Aunque ahora han pasado unos a?os de bajo crecimiento, no ve riesgos.
¨C Esta semana han recalculado el PIB. Y el crecimiento del PIB del a?o pasado, que era del 0,9%, ha pasado a ser de un 1,5%. Y nosotros sab¨ªamos que no era del 0,9%. Que estaba subestimado. Y eso pasa en otros pa¨ªses tambi¨¦n. En Estados Unidos siempre est¨¢n revisando su PIB. Nosotros este a?o vamos a crecer bastante m¨¢s del 1,5%.
Nadie discute que Brasil es una historia de ¨¦xito y que se trata de una historia de ¨¦xito que dispone todav¨ªa de mucho recorrido, lo que no quita para que tambi¨¦n se escuchen voces de alerta, o de queja, o peticiones de reformas profundas en el complejo sistema burocr¨¢tico del pa¨ªs, asuntos todos que en conjunto pueden restar atractivo a la afluencia de capital externo, imprescindible para afrontar las enormes obras de infraestructura necesarias para asegurar en el futuro pr¨®ximo tasas elevadas de crecimiento y riqueza. Un informe del banco central calcula que una empresa promedio necesita unas 2.600 horas al a?o para calcular el pago de sus impuestos, cinco veces m¨¢s que la media en Am¨¦rica Latina y diez veces m¨¢s que la media mundial. Por otra parte, basta pasar unos d¨ªas en el pa¨ªs para comprobar el elevado nivel de precios en las grandes ciudades, en las que los alquileres de oficinas en las mejores zonas no tienen rival en todo el continente, incluido Estados Unidos. Seg¨²n la revista The Economist, Brasil es el segundo mercado, despu¨¦s de Jap¨®n, donde m¨¢s cuesta encontrar mano de obra cualificada por la enorme demanda, y donde, en las escalas m¨¢s altas de las empresas, las multinacionales a veces acaban pagando m¨¢s a los ejecutivos brasile?os que a sus jefes en Londres o Nueva York. Antes, hablando de las protestas de junio pasado, la presidenta me asegur¨® que no cree que el real est¨¦ excesivamente sobrevaluado.
Quejas, fundadas o no
Ahora le pregunto por los temores sobre la seguridad jur¨ªdica, por la excesiva burocracia o por las condiciones draconianas de algunas licitaciones que airean determinadas empresas extranjeras, que por otra parte ven la inmensa oportunidad de negocio que suponen las decenas de miles de millones de d¨®lares que Brasil va a licitar en obras p¨²blicas para los pr¨®ximos a?os para asegurarse crecimiento econ¨®mico y progreso social.
¨C Pues s¨ª, pero las condiciones se han revelado bastante atractivas. Y mira, no voy a hablar de las [licitaciones] pasadas. Ya hab¨ªamos licitado cuatro aeropuertos. Voy a hablar s¨®lo de las m¨¢s recientes. Nosotros hemos licitado una carretera; el mayor campo de petr¨®leo que jam¨¢s ha tenido Brasil, el de Libra, con una participaci¨®n muy significativa de empresas como Shell, Total y las dos mayores chinas, la CNOOC y la CNPC. Enseguida hemos licitado otros dos aeropuertos [en R¨ªo de Janeiro y Belo Horizonte]. Todas las empresas que participaron eran de primer nivel en gesti¨®n aeroportuaria. De Espa?a, Ferrovial; la que gan¨® fue una de Singapur, Changi, con la [brasile?a] Odebrecht, y la CCR con los aeropuertos de M¨²nich y Z¨²rich. Y adem¨¢s estaban A¨¦roports de Paris, Schiphol [Holanda], Fraport [que opera el aeropuerto de Fr¨¢ncfort]¡ En fin, las mayores operadoras del mundo. Nosotros consideramos que tuvimos mucho ¨¦xito, fue un resultado muy bueno. Para solo un aeropuerto, 19.000 millones (de reales, 6.090 millones de euros), un 243% o 245% sobre el precio inicial. Entonces, las condiciones de rentabilidad no eran tan malas. ?C¨®mo alguien paga un 243%, 245% por encima del precio inicial? La puja m¨ªnima estaba en 4.000 millones [de reales, 1.280 millones de euros] y gan¨® quien pag¨® 19.000, y entre los cuatro mil y los 19.000, hubo [pujas por] 13.000, 14.000, 16.000 millones. ?Est¨¢ bien la historia, no?
¨CS¨ª est¨¢ bien, s¨ª.
¨CEsta semana tenemos [licitaciones de] carreteras, y campos de gas. En los campos de gas, si no me equivoco, 12 empresas ya han pagado la garant¨ªa para participar. Y el de las carreteras, no estaba cerrado, pero creo que hasta hace poco ya hab¨ªa siete grandes grupos interesados. Y creemos que durante diciembre habr¨¢ varias subastas. Vamos a terminar este a?o con un balance muy positivo en las licitaciones. No creo que haya otro pa¨ªs que haya hecho esto. Quisiera saber d¨®nde se han sacado adelante tantas licitaciones. Y eso que no he hablado de las licitaciones de las l¨ªneas de transmisi¨®n el¨¦ctrica, que se subastaron en la semana anterior a la pasada, ni las licitaciones de generaci¨®n de energ¨ªa, que siempre ocurren en esta ¨¦poca del a?o.
¨C ?C¨®mo es en general su relaci¨®n con los empresarios?
¨C Yo considero que es muy buena, porque he hablado con la gran mayor¨ªa de los que han participado [en las licitaciones].
¨C Digo con los brasile?os.
¨C ?Pero si todos los [empresarios] brasile?os est¨¢n en esto!
¨C ?Puede que ellos, pese a todo, se llevaran mejor con el presidente Lula que con la presidenta Rousseff? ?Es usted m¨¢s exigente?
¨C No creo que sea as¨ª. Creo que hay un poco de leyenda.
EE UU y sus espionajes
El 1 de septiembre pasado, un canal de televisi¨®n revel¨®, bas¨¢ndose en documentos del ex analista de la NSA Edward Snowden, que Estados Unidos hab¨ªa espiado el tel¨¦fono m¨®vil particular de la presidenta Rousseff. Dos meses antes, en julio, el diario O Globo ya hab¨ªa detallado la magnitud del espionaje de los estadounidenses en Brasil. La reacci¨®n de la presidenta fue contundente, hizo saber su malestar en p¨²blico, exigi¨® explicaciones y disculpas a Washington y cancel¨® una visita al poderoso vecino del norte. Pasado un tiempo, y calmadas las aguas, le pregunto a Rousseff si el espionaje afectar¨¢ a medio plazo a sus relaciones con EE UU.
¨CEsta es una cuesti¨®n hoy global. Es evidente que el grado de espionaje hecho por Estados Unidos fue bastante variado y diverso. Nosotros no consideramos que por causa de ese espionaje haya un problema en la relaci¨®n econ¨®mica y comercial o de inversiones. No lo vemos as¨ª.
La presidenta endurece ahora el tono.
¨CCreemos que es importante cada vez m¨¢s la concienciaci¨®n de que eso no es posible. Una relaci¨®n como la de Brasil y Estados Unidos, que los dos pa¨ªses quieren que sea estrat¨¦gica, no puede tener como caracter¨ªstica una violaci¨®n, ni de los derechos civiles de mi poblaci¨®n ni de mi soberan¨ªa. Lo que nosotros dijimos al Gobierno estadounidense fue justamente eso: que no cab¨ªa, en ese momento, una visita. Primero, porque ellos no sab¨ªan qu¨¦ datos ten¨ªa Snowden. Ni mucho menos nosotros. Porque nosotros no tenemos la m¨¢s m¨ªnima capacidad de tener esa informaci¨®n. Como ellos no la ten¨ªan¡
¨C?Usted supo del espionaje solo cuando se public¨®?
¨CNosotros no lo sab¨ªamos.
¨CNo tuvo un informe de sus servicios secretos advirti¨¦ndole¡
¨C No, no. Creo tambi¨¦n que en el caso de Angela Merkel debe haber pasado lo mismo, en el caso de Francia, debe haber sucedido lo mismo, no s¨¦ lo que pas¨® en Espa?a. Entonces, ?qu¨¦ ha ocurrido? Ha pasado en cualquier momento, sobre cualquier cosa, puede aparecer otra denuncia. ?Y qu¨¦ pedimos al Gobierno de Estados Unidos? Primero, una petici¨®n de disculpas formal, y segundo, una declaraci¨®n de que no volver¨ªa pasar. Ellos estaban, te voy a decir, ellos estaban bastante avergonzados, lo lamentaron mucho, no hubo ninguna actitud, dir¨ªa as¨ª, que faltase al respeto de ninguna norma diplom¨¢tica. Al contrario, hubo una manifestaci¨®n del Gobierno estadounidense diciendo que lo lamentaba, pero no estaban condiciones de resolver el problema solo con Brasil, ya que el problema afectaba a otros amigos.
¨C?Y c¨®mo se siente usted al saber que su tel¨¦fono personal hab¨ªa sido espiado?
¨CYo, como persona, no tengo lo que los estadounidenses llaman bad feelings, pero como presidenta tengo que indignarme. Porque no se trata de una invasi¨®n de mi privacidad; se trata de una invasi¨®n de la privacidad de la presidenta de la Rep¨²blica. Ah¨ª, el indignarme es una cuesti¨®n de honrar a mi pa¨ªs, porque es una violaci¨®n de derechos personales m¨ªos, pero sobre todo de la soberan¨ªa de mi pa¨ªs. Eso es algo que no se admite. Que no se puede admitir.
Dura y exigente, con matices
Los 25 minutos acordados han finalizado. Aun as¨ª, convenzo a la presidenta, cuyos gestos indican que la conversaci¨®n ha llegado a su fin, de que aclare una ¨²ltima cuesti¨®n. Rousseff tiene fama de exigente con sus subordinados, de que las reuniones con los funcionarios son de una extraordinaria dureza, de que alguno sali¨® de cierta sesi¨®n de trabajo con las orejas gachas e incluso con l¨¢grimas en los ojos. En una entrevista hace a?os, cuando a¨²n era ministra, le preguntaron si era cierto que sus broncas a los ministros eran legendarias, incluso al entonces presidente Lula.
¨C No, al presidente, no, contest¨® ella.
Esa capacidad de imponerse con inflexibilidad cuando considera que el trabajo no se ha hecho correctamente o cuando los resultados no son los que espera, se ha constituido, seg¨²n algunos conocedores del gobierno, en una de las claves del ¨¦xito de su gesti¨®n, pero contrasta vivamente con la imagen relajada, sonriente, amable y cercana que Rousseff ha ofrecido a lo largo de la conversaci¨®n. Naturalmente, no es lo mismo sentarse con un periodista que presidir una reuni¨®n de trabajo con funcionarios. As¨ª que le pregunto directamente qu¨¦ hay de cierto en la fama que la precede de ser implacable con sus funcionarios.
¨C Yo soy muy exigente, s¨ª. Porque yo¡
¨C ?Porque lo es consigo misma tambi¨¦n?
¨C No, no, no es por eso. Yo no estoy aqu¨ª para quedarme eternamente. Yo estoy aqu¨ª para hacer un trabajo y marcharme. Vivo en una democracia. Por lo tanto, si no soy exigente, no lograr¨¦ cumplir en cuatro a?os lo que debo cumplir. Es una raz¨®n pol¨ªtica. Y tiene tambi¨¦n que ver con el hecho de que soy mujer. Antes se dec¨ªa que yo era muy dura, no que era muy exigente. Y entonces dije una vez que era una mujer muy dura rodeada de hombres tiernos. Todos los hombres son tiernos.
¨C ?Y entonces?
¨C Exigentes y duras son las mujeres. Tiernos y flexibles son los hombres.
¨C Pero, ?es cierto o no que de reuniones que tuvo con funcionarios alguno sali¨® llorando?
¨C Esa es una historia con [Sergio] Gabrielli¡
¨C ?Es una leyenda entonces?
¨C Dec¨ªan que Gabrielli, que era presidente de Petrobras, fue a llorar al cuarto de ba?o, y despu¨¦s dijeron que era un se?or soberbio. En la misma semana dijeron que fue a llorar al cuarto de ba?o, y que era un hombre muy soberbio. Y le empezamos a llamar el Soberbio Llor¨®n [r¨ªe abiertamente] ?Conoces a Gabrielli?
¨C No.
¨C Pues fue con Gabrielli. Puedes comprobarlo. Al principio de la semana fue a llorar en el ba?o, y al final de la semana era un hombre soberbio. Y nosotros le llam¨¢bamos ?Soberbio Llor¨®n! Con su estatura! Y yo le preguntaba: ?entonces, fuiste a llorar al ba?o? Se enfadaba mucho.
Y vuelve a re¨ªr. La historia es, pues, una leyenda. Pero, pese a los esfuerzos de la presidenta de difuminar con iron¨ªas las aristas de su car¨¢cter, ello no cambia mi percepci¨®n de que, pese al envoltorio, Dilma Rousseff lleva el Gobierno de su pa¨ªs con una determinaci¨®n, un conocimiento del detalle y una energ¨ªa que explican sin dificultad su triunfo en las urnas primero, y su sostenida popularidad en el tiempo en una era en la que los liderazgos se deshilachan con facilidad y los gobernantes tienen cada vez m¨¢s dif¨ªcil renovar sus mandatos y aun ejercer su poder. Nada de eso, sin embargo, parece estar sucediendo en Brasil en estos momentos.
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