Termodin¨¢mica
El nuevo l¨ªder chino, Xi Jinping, ense?a las u?as por primera vez El desplazamiento del eje geopol¨ªtico traslada la tensi¨®n militar hacia Asia
Ser¨ªa una muy mala noticia que la tensi¨®n geopol¨ªtica siguiera la primera ley de la termodin¨¢mica o principio de la conservaci¨®n (la energ¨ªa ni se crea ni se destruye, solo se transforma). As¨ª podr¨ªa sugerirlo la escalada protagonizada por Pek¨ªn en el mar de China Oriental, que se produce con exacta simultaneidad al acuerdo nuclear de las seis grandes potencias con Ir¨¢n, como si al alivio obtenido en Oriente Pr¨®ximo correspondiera, como respuesta de la naturaleza, un incremento del riesgo en los confines mar¨ªtimos disputados entre la segunda y la tercera econom¨ªas mundiales que son China y Jap¨®n.
No hay equivalencia entre ambos puntos de tensi¨®n, pero ambos son estrat¨¦gicos. Uno en abierto declive, a pesar de Siria; el otro en abierta progresi¨®n, con momentos de intensidad creciente como los que se han registrado estos d¨ªas: el s¨¢bado, cuando el acuerdo con Ir¨¢n estaba ya saliendo del horno, China public¨® el mapa de una nueva zona de control a¨¦reo, ADIZ en la jerga aeron¨¢utica (Air Defense Identification Zone), en la que se incluye el espacio a¨¦reo de unos islotes y pe?ascos deshabitados disputados con Jap¨®n, Senkaku en japon¨¦s, Diaoyu en chino; el lunes Estados Unidos desenfund¨® sus dos B-52, los enormes bombarderos de la guerra fr¨ªa, de la misma familia que los que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, con la misi¨®n de sobrevolar la nueva ADIZ china para desafiar la amenaza impl¨ªcita de Pek¨ªn y demostrar su compromiso con la seguridad y el statu quo de la regi¨®n.
Todo responde, como es habitual, a una jugada sutil de la c¨²pula china. El nuevo l¨ªder Xi Jinping, al que se le supone m¨¢s duro y afirmativo en su pol¨ªtica exterior que su antecesor, Hu Jintao, ense?a las u?as por primera vez. Lo hace con un movimiento del juego del Go, una jugada de intimidaci¨®n gradualista que solo en apariencia es insignificante: los vuelos en direcci¨®n a China que entren en esta ¨¢rea deben avisar, como ciertamente exigen todos los pa¨ªses en sus ADIZ, aunque en este caso se desliza la advertencia de que as¨ª deber¨¢ actuar cualquier avi¨®n, incluso si no se dirige a China. Es una forma de marcar el territorio y transmitir un mensaje inequ¨ªvoco: soy una superpotencia con derecho unilateral a seguir arrellan¨¢ndome en mis inmediaciones terrestres y mar¨ªtimas.
Oriente Pr¨®ximo y el mar de la China, como zonas de crisis e incluso de amenaza b¨¦lica, corresponden a dos ¨¦pocas, pasado y futuro. Estamos tan acostumbrados a un Oriente Pr¨®ximo permanentemente inflamado que se nos hace dif¨ªcil imaginar un mapa del mundo en el que el principal foco de tensi¨®n e incluso de guerra abierta se haya movido hacia el Pac¨ªfico. As¨ª ser¨¢ en las pr¨®ximas d¨¦cadas, seg¨²n nos augura la cadencia de acontecimientos cruzados de este pasado fin de semana. El desplazamiento del eje geopol¨ªtico hacia Asia arrastra consigo la tensi¨®n militar. La afirmaci¨®n de los pa¨ªses emergentes, como sucede con la globalizaci¨®n, no es pac¨ªfica por definici¨®n. M¨¢s que a la inexistente ley de la termodin¨¢mica geopol¨ªtica el sarpullido del mar de la China tiene toda la pinta de responder a un designio del nuevo liderazgo chino, que quiere someter a prueba a su socio, deudor y sin embargo adversario de Washington con una salva de aviso, simplemente para verificar su compromiso en Asia.
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