Los medios de comunicaci¨®n respetan el duelo de Newtown
La prensa no asediar¨¢ la ciudad para conmemorar el aniversario de la matanza Sus vecinos siguen atrapados en la tristeza pero luchan por recuperar la normalidad
Llegu¨¦ a Newtown el pasado domingo para comprobar c¨®mo encaraba el dif¨ªcil aniversario del tiroteo en la escuela de primaria de Sandy Hook. Al fr¨ªo del atardecer se sum¨® la frialdad de los vecinos, inc¨®modos al saber que era periodista. En Newtown los medios de comunicaci¨®n no son bienvenidos. La ciudad ha sido muy clara a la hora de advertir de que no tolerar¨¢ la avalancha de camiones de televisi¨®n, antenas y micr¨®fonos que el a?o pasado asediaron la localidad para recoger el dolor de las v¨ªctimas y la estupefacci¨®n de sus habitantes, incapaces de asimilar una matanza incomprensible.
El lunes, la alcaldesa, Pat Llodra, ped¨ªa a los medios de comunicaci¨®n que tuvieran consideraci¨®n hacia la privacidad y el recogimiento con los que sus ciudadanos y las familias de las v¨ªctimas han decidido honrar a las 26 personas que perdieron su vida en la matanza. Los representantes de los afectados por el tiroteo y de las distintas organizaciones municipales que comparecieron en el encuentro con la prensa aseguraron que ¨¦sas ser¨ªan las ¨²ltimas palabras que ofrecer¨ªan a los periodistas y nos pidieron que respet¨¢ramos su duelo. La localidad no ha planeado ning¨²n acto espec¨ªfico para conmemorar esa fecha, el peso del dolor de cada uno de sus 28.000 habitantes es tan aplastante que no requieren de ning¨²n fasto para rememorar una tragedia que es improbable que consigan arrancar alguna vez de su memoria. Los testimonios que se recogen en este reportaje se obtuvieron antes de la petici¨®n de Llodra.
Muchos de los aparcamientos que el diciembre pasado fueron tomados por las furgonetas de las cadenas televisivas han puesto carteles en los que niegan el espacio a los veh¨ªculos de los reporteros. La mayor¨ªa de las principales emisoras de televisi¨®n y de los peri¨®dicos de tirada nacional han ido confirmando a lo largo de la semana que no har¨¢n ning¨²n despliegue informativo por el aniversario y que recoger¨¢n las noticias que brinde la agencia Associated Press, una unanimidad ins¨®lita que no se hab¨ªa suscitado a la hora de rememorar aniversarios de otras tragedias.
La alcaldesa ped¨ªa a los medios de comunicaci¨®n que tuvieran consideraci¨®n hacia la privacidad de los familiares de las v¨ªctimas
¡°Desde luego, esperamos que no venga tanta prensa y, en todo caso, nosotros no la permitiremos aqu¨ª¡±, cuenta una empleada del Sandy Hook Deli, un establecimiento a menos de dos manzanas de donde murieron los ni?os y que se llen¨® de decenas de periodistas, apelotonados en el local para aprovechar su wifi y poder enviar sus historias. Hace un a?o, en las primeras horas posteriores a la masacre, muchos vecinos de Newtown no tuvieron reparo en hablar con los medios, al contrario, parec¨ªan ¨¢vidos de poder compartir con personas ajenas a la ciudad su angustia, como si as¨ª pudieran exorcizar sus miedos.
Ahora, sin embargo, todos prefieren guardar para s¨ª su pena y se muestran reacios a expresar sus opiniones p¨²blicamente, temerosos de atraer una tristeza de la que solo quieren sobreponerse. Muchas ventanas de establecimientos cercanos a donde se alzaba el colegio Sandy Hook est¨¢n adornadas con estrellas con mensajes de ¨¢nimo. ¡°Hay que seguir adelante¡±, ¡°?Vamos!¡±, un aliento callado en pos de ese esfuerzo com¨²n.
¡°No nos vemos como v¨ªctimas y lo que queremos es ser capaces de construir un futuro de esperanza¡±, son las escasas palabras que los pocos medios de comunicaci¨®n congregados en el Centro Municipal de Newtown logramos arrancar a la alcaldesa de la localidad tras la rueda de prensa. Un a?o despu¨¦s de que Adam Lanza abriera fuego en la escuela de primaria de Sandy Hook y acabara con la vida de 20 ni?os y seis profesoras, la ciudad vive atrapada en la tristeza
Newtown, quiere evitar quedar asociado para siempre a la matanza de la escuela, una masacre que todos los vecinos eluden mencionar
Con todo, Newtown, quiere evitar quedar asociado para siempre a la matanza de la escuela, una masacre que todos los vecinos eluden mencionar. Las palabras tiroteo o disparos han desaparecido de las conversaciones, sustituidas por per¨ªfrasis del tipo ¡°lo sucedido ese d¨ªa¡±, ¡°la cadena de acontecimientos¡±... Frases vagas para alejar de manera intencionada una desgracia a la que tratan de sobreponerse mientras encuentran la mejor manera de olvidar.
Los vecinos, entonces, tambi¨¦n mostraron su solidaridad con las v¨ªctimas escribiendo mensajes, encendiendo velas y depositando regalos y peluches bajo el ¨¢rbol de Navidad de Sandy Hook. El abeto se convirti¨® en un santuario de condolencias a donde peregrin¨® todo Newtown. Un a?o despu¨¦s, del ¨¢rbol solo penden las luces decorativas. ¡°Las familias han pedido que no dejen nada¡±, asegura Maria Ruggiero, una camarera de la cafeter¨ªa Village Perk Cafe.
El vac¨ªo del ¨¢rbol es un ejemplo m¨¢s de la normalidad a la que tratan de aferrarse los vecinos de Newtown. ¡°Hay que hacer entender a la gente que esos gestos pod¨ªan tener un significado hace un a?o y, ahora, lo siguen teniendo, pero deben hacerse de otra manera¡±, explica el reverendo Mathew Crebbin, coordinador de la Asociaci¨®n Interreligiosa de la localidad y que ha tenido un papel muy activo en la asistencia de los parientes de las v¨ªctimas de la localidad.
Recuperar la normalidad cuando todo ha cambiado
¡°Cada familia ha afrontado problemas muy diferentes. Algunas han perdido a seres queridos, otras tienen ni?os que est¨¢n traumatizados porque fueron testigos directos de lo que ocurri¨®, otras no son capaces de asimilar que una cosa as¨ª haya sucedido en su comunidad¡±, explica Crebbin. En esa pugna por sobreponerse a la tragedia, varios padres y vecinos han puesto en marcha asociaciones y fundaciones para recaudar fondos para mejorar la investigaci¨®n de enfermedades mentales, para prevenir la violencia armada o para promover actos de amabilidad, como la iniciativa, ?Qu¨¦ har¨ªa Daniel?, impulsada por Mark Barden, un m¨²sico de la localidad que perdi¨® a su hijo, Daniel, en el tiroteo y que estuvo presente en la Casa Blanca, junto al presidente Barack Obama, cuando el Senado fue incapaz de aprobar una legislaci¨®n para reforzar el control de las armas de fuego.
Uno de los principales retos a los que se han enfrentado las familias de los alumnos de Sandy Hook es mantener la normalidad anterior a la matanza, ¡°necesaria para garantizar la estabilidad que los menores necesitan aliviar los traumas, sin ignorar el hecho de que todo es diferente¡±, sostiene el reverendo.
Un ejemplo de que todo ha cambiado es la desaparici¨®n de la escuela donde tuvo lugar la matanza. La ciudad vot¨® a favor de su demolici¨®n en mayo de 2013. El recinto est¨¢ cercado y rodeado de extremas medidas de seguridad para ahuyentar el morbo de los curiosos. Entre los robles fr¨ªos que circundan el solar se atisban varias palas y camiones que retiran los ¨²ltimos restos del colegio. Newtown ha pretendido enterrar entre los escombros el horror que se vivi¨® el 14 de diciembre de 2012 pero no ha logrado sepultar el fantasma del sinsentido de esa tragedia que arrebat¨® la vida de 26 personas inocentes y, con ellas, la inocencia de esa localidad.
El s¨¢bado, a las nueve y media de la ma?ana -cuando comenz¨® el tiroteo-, a petici¨®n del gobernador de Connecticut, las campanas de todas las iglesias del Estado repicar¨¢n 26 veces, una por cada una de las v¨ªctimas de la matanza -el Centro Municipal de Newtown ha dado libertad a las iglesias para que se toquen las suyas si as¨ª lo desean y, en principio, no se oponen, ha confirmado su portavoz a este diario-. Son los 26 ¨¢ngeles de Sandy Hook, que se recuerdan a trav¨¦s de lazos verdes -como el color del colegio-, prendidos en las solapas de los vecinos, pegados en la parte trasera de los coches, clavados en los ¨¢rboles o en los dinteles de las casas...
En esta ciudad la carcajada de un ni?o todav¨ªa provoca amargura
El tiroteo arrebat¨® la Navidad a Newtown. Este a?o, las luces que iluminan las entradas de las casas son peque?os destellos de normalidad. Los adornos aqu¨ª no son rojos, son blancos y verdes, el color de Sandy Hook y el color de la esperanza a la que los vecinos se aferran para zafarse del dolor. En esta ciudad la carcajada de un ni?o todav¨ªa provoca amargura. ¡°Los cr¨ªos tienen el derecho a ser felices, deben tener la oportunidad de re¨ªr y disfrutar, debemos dejar de convertir esta ciudad en un templo, en un recuerdo permanente de tristeza¡±, explica la encargada de una tienda de juguetes, mientras deja pasar a dos ni?as que se adentran a la secci¨®n de mu?ecas.
EL ?NGEL OLVIDADO
Un lazo verde con 26 cruces es el s¨ªmbolo con el que Newtown recuerda y honra a los fallecidos de la matanza de Sandy Hook. Son sus 26 ¨¢ngeles. La madre del asesino, Nancy Lanza, no se encuentra entre esos ¨¢ngeles, pese a que ella fue la primera v¨ªctima del tirador, la n¨²mero 27. Su hijo Adam le descerraj¨® varios tiros en la cabeza mientras a¨²n estaba en la cama. Las campanas no repicar¨¢n en su honor. Muchos en Newtown se?alan a la afici¨®n por las armas de la se?ora Lanza, que ten¨ªa varias de ellas en su casa, como un elemento esencial que deton¨® la tragedia.
Los buzones de las casas unifamiliares que se extienden por la ciudad est¨¢n adornados con lazos verdes y blancos y en la avenida Yogananda son mucho m¨¢s visibles y profusos, en todos salvo en el n¨²mero 36, donde viv¨ªa la se?ora Lanza con su hijo y donde aqu¨¦l comenz¨® su locura letal. All¨ª el buz¨®n se yergue solitario y vac¨ªo, como la vivienda de los Lanza, de madera amarillo lim¨®n y techo de teja y semiescondida en lo alto de una peque?a colina. El camino de piedra que lleva hasta la puerta tiene un punto siniestro para quien conoce lo que all¨ª pas¨®, pero sus cortinas blancas, todas bajadas salvo las de una ventana del segundo piso, ofrecen cierta sensaci¨®n de candor que se vuelve insoportable sabiendo el joven atormentado y enfermo que se ocultaba del otro lado.
El vecino de enfrente no sabe si alguien, alg¨²n familiar o amigo, adem¨¢s de la polic¨ªa, ha visitado la casa en estos ¨²ltimos 12 meses. ¡°No s¨¦ ni quiero saber¡±, se?ala mientras retira los restos de la nevada de la noche anterior. Algunos de los inquilinos de la avenida Yogananda han liderado iniciativas para promover leyes que prevengan la violencia de las armas.
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