Carlos Manuel de C¨¦spedes, alma de Cuba
Hombre de di¨¢logo y de consensos, el vicario de La Habana es parte de la historia de la isla

Llevaba sobre sus hombros con elegancia y naturalidad el mismo nombre y apellido de su famoso tatarabuelo, Carlos Manuel de C¨¦spedes, ilustre hacendado bayam¨¦s que el 10 de octubre de 1868 concedi¨® la libertad a los esclavos en su plantaci¨®n de La Demajag¨¹a y los invit¨® a sumarse a la lucha por la libertad de Cuba, dando inicio as¨ª a las guerras de Independencia en su pa¨ªs, que tardaron 30 a?os en fructificar. Ser tataranieto del padre de la Patria era para ¨¦l un orgullo y sin duda marc¨® su vida, pero jam¨¢s condicion¨® su sencillez, una de sus virtudes m¨¢s queridas junto a la tolerancia y la sabidur¨ªa. Sus amigos lo llamaban cari?osamente Monse?or, si bien nunca fue nombrado obispo pese a ser una de las figuras m¨¢s destacadas y con m¨¢s personalidad de la Iglesia cat¨®lica cubana. Ensayista, escritor, licenciado en Teolog¨ªa y miembro de n¨²mero de la Academia Cubana de la Lengua, al morir ten¨ªa 77 a?os y ostentaba la orden Isabel la Cat¨®lica.
Sus amigos lo llamaban
Desde hac¨ªa a?os luchaba contra un c¨¢ncer y llevaba bastante bien la batalla gracias a su gran ¨¢nimo, pero la causa de su fallecimiento fue un ¡°tromboembolismo¡± que le sorprendi¨® en la parroquia de San Agust¨ªn, donde ejerci¨® el sacerdocio durante los ¨²ltimos 20 a?os. All¨ª, las puertas de su sencillo despacho siempre estaban abiertas a todo el que deseaba hablar con ¨¦l, pobres, acomodados de la burgues¨ªa roja, ateos, santeros, disidentes, militantes comunistas y en muchas ocasiones una larga cola de periodistas extranjeros y diplom¨¢ticos que lo persegu¨ªan en busca de claves para entender la enrevesada realidad cubana, que ¨¦l dominaba como pocos. Carlos Manuel de C¨¦spedes atend¨ªa a todos y ten¨ªa amigos en todos lados, y por su vasta cultura e integridad era respetado tanto por el exilio de Miami como en las oficinas del Comit¨¦ Central.
Carlos Manuel era un hombre de di¨¢logo y de consensos, un esp¨ªritu libre que igual presentaba un libro sobre la divinidad afrocubana Chango de su amiga antrop¨®loga Natalia Bolivar ¡ªpese a que este tipo de tolerancia con las religiones no hac¨ªa gracia a la jerarqu¨ªa cat¨®lica¡ª, que manten¨ªa la interlocuci¨®n con Fidel Castro en los momentos m¨¢s tormentosos de las relaciones Iglesia-Estado. Monse?or C¨¦spedes era un personaje muy especial, querido por Dulce Mar¨ªa de Loynaz, Cintio Vitier, Lezama Lima o Fina Garc¨ªa Marruz, entre otros grandes nombres de ¡°la cuban¨ªa¡±, su gran pasi¨®n, que le ven¨ªa de familia pues las historias de Cuba y de Carlos Manuel estaban llenas de vasos comunicantes; si su tatarabuelo fue Mayor General del Ej¨¦rcito Libertador y primer presidente de la Rep¨²blica en Armas, tambi¨¦n era nieto de dos presidentes de la Rep¨²blica ¡ªMario Garc¨ªa Menocal y Carlos Manuel de C¨¦spedes¡ª. A ¨¦l nunca le interes¨® el camino de la pol¨ªtica, sino servir a Cuba de otro modo.
Era un personaje muy especial,
Nacido en La Habana el 16 de julio de 1936, en su infancia y adolescencia estudi¨® en colegios de los Hermanos Maristas y lleg¨® a matricularse en la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana antes de decidirse por el camino de la religi¨®n. Sus primeros estudios eclesi¨¢sticos los hizo en el seminario habanero de El Buen Pastor, y en 1959 viaj¨® a Roma para concluir su formaci¨®n en la Pontificia Universidad Gregoriana, en la que obtuvo el grado de licenciado en Teolog¨ªa en 1963, orden¨¢ndose como sacerdote el 23 de diciembre de 1961. A su regreso a La Habana fue vicerrector del Seminario El Buen Pastor, y rector del Seminario de San Carlos y San Ambrosio entre 1966 y 1970. Desde julio de 1970 y hasta 1991 fue director del Secretariado General de la Conferencia de Obispos Cat¨®licos de Cuba. En el momento de su fallecimiento se desempe?aba como vicario general de La Habana y era miembro del consejo de redacci¨®n de la revista Palabra Nueva, donde publicaba asiduamente ensayos y art¨ªculos de hondura singular.
Su entrada a la Academia Cubana
Su entrada a la Academia Cubana de la Lengua, en 2005, fue todo un acontecimiento. Su discurso de ingreso lo dedic¨® al presb¨ªtero y fil¨®sofo F¨¦lix Varela, diputado a las Cortes espa?olas de 1822, ¡°uno de los inventores de la nacionalidad cubana¡±, del que C¨¦spedes era un gran experto. Sus palabras aquel d¨ªa fueron una apasionada defensa de la tolerancia y el sentido com¨²n, a trav¨¦s del ejemplo de un hombre de Iglesia que supo conjugar su formaci¨®n cat¨®lica con la asimilaci¨®n de las corrientes filos¨®ficas m¨¢s avanzadas. C¨¦spedes admiraba de Varela que critic¨® duramente la Espa?a retrasada de la ¨¦poca ¡°pero sin dejar de quererla¡±. Para ¨¦l era de especial relevancia esa ¡°vinculaci¨®n ¨ªntima, existencial, e intelectual con la Espa?a de las esencias, que no puede ser reducida a uno u otro r¨¦gimen pol¨ªtico o a una situaci¨®n coyuntural¡±. Era tambi¨¦n lo que ¨¦l pensaba de Cuba.
Un d¨ªa, al comentar uno de los cap¨ªtulos m¨¢s inquietantes de ?rase una vez en La Habana, novela que public¨® en 1998, Carlos Manuel resumi¨® con humor la historia reciente de su querida Cuba: ¡°Debe saber que aqu¨ª despu¨¦s de la tormenta siempre viene la calma; y luego otra vez la tormenta¡±.
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