Maduro radicaliza la revoluci¨®n chavista
El presidente venezolano aprovecha su renovada fuerza pol¨ªtica para espolear la lucha de clases, laminar cualquier oposici¨®n y avanzar hacia el modelo cubano
El d¨ªa de Reyes marca el fin de la tregua que impone el fin de a?o en Venezuela. Para el presidente Nicol¨¢s Maduro la fecha tambi¨¦n significa mucho. Ser¨¢ el primer a?o que inicia sin la presencia tutelar de su padre pol¨ªtico, Hugo Ch¨¢vez ¡ªfallecido el pasado 5 de marzo v¨ªctima del c¨¢ncer tras una dolorosa agon¨ªa¡ª y con la responsabilidad de llevar sin su consejo las riendas del pa¨ªs. No es poca cosa para un hombre a¨²n inexperto en el manejo de los asuntos del Estado. Maduro se ha repuesto de un inicio tambaleante, con acusaciones de fraude en la elecci¨®n presidencial de abril, en la que dilapid¨® la holgada ventaja de los ¨²ltimos comicios disputados por Ch¨¢vez, para terminar mandando con mano firme y asomando rasgos distintivos en su mandato. En 2014 buscar¨¢ profundizar su revoluci¨®n.
Siempre se podr¨¢ decir para justificar el actual panorama pol¨ªtico y econ¨®mico que las decisiones del gobernante venezolano responden a un mandato del comandante Ch¨¢vez. Esto no es del todo cierto. El caudillo sab¨ªa cu¨¢ndo y c¨®mo detenerse si intu¨ªa que pod¨ªa caer en el abismo. Algunos tienen la sensaci¨®n de que Maduro ha ido demasiado lejos en su intento de profundizar la autodenominada revoluci¨®n bolivariana, tomando riesgos que podr¨ªan llevarlo a salir del poder mucho antes de lo pautado. En realidad, su actual situaci¨®n es el resultado de una ecuaci¨®n de aciertos y errores de sus adversarios. Con el paso de los meses las primeras palabras del n¨²mero dos, Diosdado Cabello, tras la muerte del l¨ªder comienzan a cobrar sentido: ¡°Ch¨¢vez era el muro de contenci¨®n para las ideas locas que se nos ocurr¨ªan. Ustedes debieron ligar [desear] que viviera por muchos a?os¡±.
Aunque a Maduro se le consideraba un pragm¨¢tico, en realidad era un enigma c¨®mo pod¨ªa comportarse tras ser nombrado como el heredero el 8 de diciembre de 2012. Al principio pareci¨® responder a esa primera impresi¨®n. Le rest¨® poder al ide¨®logo de la pol¨ªtica econ¨®mica chavista, el ministro de Planificaci¨®n, Jorge Giordani, y sum¨® a la cartera de Finanzas a un hombre mucho m¨¢s pragm¨¢tico como Nelson Merentes. Tambi¨¦n orden¨® la restituci¨®n de la unidad del tesoro al recuperar las competencias quitadas por Ch¨¢vez al Banco Central de Venezuela para coordinar el manejo de los fondos en d¨®lares en manos de otras oficinas del Estado. Pero, cuando el reclamo de la oposici¨®n ¡ªque asegura haber ganado las elecciones¡ª fue desestimado por los tribunales locales y la efervescencia de la protesta se fue diluyendo, Maduro se apart¨® del camino de la supuesta conciliaci¨®n que hab¨ªa buscado con el sector privado cuando su mandato era muy cuestionado.
La magnitud del poder chavista permite toda clase de interpretaciones sobre su composici¨®n. Hoy parece m¨¢s que claro que all¨ª dentro o no existen los moderados o estos cultivan un perfil muy bajo. Tal vez no haya surgido un liderazgo de esas caracter¨ªsticas con el suficiente respaldo para proponer una lectura distinta del legado de su l¨ªder. A menos que las circunstancias lo obliguen, el Gobierno no cejar¨¢ en su empe?o de seguir promoviendo la lucha de clases, de imponer un modelo de inspiraci¨®n cubana en el pa¨ªs y de aplastar a la oposici¨®n, a quienes concibe como enemigos y no adversarios. Los radicales interpretan la obra de Ch¨¢vez como un mandato para aumentar el control del Estado sobre todos los aspectos de la actividad econ¨®mica, poner a su servicio a todos los dem¨¢s poderes p¨²blicos y mantener una alta clientela pol¨ªtica a base de los subsidios, restando su libertad para elegir entre una variada oferta. Despu¨¦s de todo manejan una generosa chequera petrolera que les permite la arrogancia de despreciar cualquier acuerdo con casi la mitad del pa¨ªs que se le opone.
A la oposici¨®n le esperan entonces meses muy duros. No solo porque est¨¢n en pleno proceso de relanzamiento de su plataforma unitaria. La l¨ªnea revolucionaria est¨¢ en su esplendor a pesar de las amenazas a la supervivencia que representa la inminente crisis econ¨®mica que se avecina. Aplicar el Plan de la patria, un programa de acci¨®n perge?ado por Ch¨¢vez, es la nueva condici¨®n para dialogar con los alcaldes contrarios al Gobierno electos en los comicios municipales. En la presentaci¨®n, el propio Ch¨¢vez escribi¨®: ¡°Este es un programa de transici¨®n al socialismo y de radicalizaci¨®n de la democracia participativa y protag¨®nica [¡] No nos llamemos a enga?o: la formaci¨®n socioecon¨®mica que todav¨ªa prevalece en Venezuela es de car¨¢cter capitalista y rentista y el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Este es un programa para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresi¨®n de la l¨®gica del capital¡±.
Esa misma declaraci¨®n de intenciones es la que obliga a Maduro a no ofrecer ning¨²n gesto distinto de la convocatoria de ese di¨¢logo condicionado. No se avizora el regreso de los venezolanos expatriados por motivos pol¨ªticos o la liberaci¨®n de aquellos que por las mismas razones pagan condena en las c¨¢rceles venezolanas. En un iluminador art¨ªculo publicado en el diario El Nacional, el periodista Fausto Mas¨® razonaba en esa misma direcci¨®n: ¡°No se trata de la falta de coraz¨®n de Maduro, sino de su desprecio por una oposici¨®n a la que se le niega la condici¨®n de venezolana. Su apuesta es que la oposici¨®n no responder¨¢ al desprecio con el desprecio; prefiere atemorizarla, sobornarla, corromperla¡±.
Muerto el l¨ªder, los sucesores buscan convertir al chavismo en una corporaci¨®n como el PRI mexicano, que estuvo 70 a?os en el poder hasta 2000. Es decir, gobernar con la fachada de la democracia pero traicion¨¢ndola en la pr¨¢ctica.
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