Aqu¨ª muri¨® Europa, dos veces. En Sarajevo. Esta es una tierra roja de tanta sangre. El 28 de junio de 1914 bastaron dos disparos de pistola, casi nada: y hace 20 a?os, fueron mil d¨ªas en los que los b¨¢rbaros derramaron sangre como si fuese agua. S¨ª, el veneno de Sarajevo ha llegado hasta nosotros. Este es el coraz¨®n de las tinieblas, en el que, desde entonces, agoniza la conciencia europea bajo las ruinas de su universo. Hay que venir aqu¨ª, a los Balcanes, para comprender los obtusos ego¨ªsmos que asesinaron a Europa, en este campo de batalla atravesado por el choque no solo entre ej¨¦rcitos, sino entre pueblos hostiles. La guerra, que hace mejor a los buenos, disuade a los d¨¦biles y animaliza a los malvados. Y realza todas las realidades humanas.
Sin embargo, esta ciudad, anunciadora desmesurada de la degradaci¨®n universal, es pl¨¢cida, gris y amarilla, tendida en abanico sobre monta?as escarpadas, mara?as de casitas, grupos de techos min¨²sculos, una red demasiado intrincada para poderla distinguir, en la que solo destacan las c¨²pulas de cebolla de la catedral ortodoxa y los minaretes como lanzas en alto.
Los muecines ya no hacen o¨ªr su vibrante llamada. Pero no lejos de aqu¨ª, en Gornia Maucia, est¨¢n los wahhab¨ªes, los barbudos fudamentalistas, que viven con arreglo a la sharia. En la neblina gris, suspendida en serpentinas entre los montes que lo rodean, el bosque parece recoger el calor de todo el d¨ªa, conservar la bondad de la naturaleza para estos hombres que tanto la necesitan. S¨ª, la monta?a extiende los brazos y envuelve las casas. Pero es en la periferia gris, l¨²gubre, que poco a poco se enciende, empieza a palpitar y, tras alg¨²n gesto inesperado, cobra vida, donde todav¨ªa cuentan, al cabo de los a?os, las heridas de Sarajevo, en los edificios inmensos de cemento desgastado, sobre los que apetece pasar la mano para acariciar, una a una, las cicatrices de las bombas y la metralla, sobre las costuras hechas a toda prisa, a lo pobre, con ladrillos distintos, que desde lejos parecen costras. En la calle principal los ni?os mendigos nos siguen sin descanso, delante del monumento a los ca¨ªdos situado en la calle del mariscal Tito, golfillos atrevidos que se calientan mientras r¨ªen al fuego de los h¨¦roes. En el mercado de los m¨¢rtires, en Markale, todo est¨¢ escondido, incluso la l¨¢pida con los nombres de las v¨ªctimas, por las cajas de naranjas y verduras. Frente a esta serenidad que cubre las tragedias, algo en nuestro interior protesta, como si el olvido no fuese una ley natural que nos permite vivir, sino una injusticia voluntaria de los hombres.
La ciudad es el coraz¨®n de las tinieblas, en el que, desde entonces, agoniza la conciencia europea bajo las ruinas de su universo
Era una ciudad que no ten¨ªa una naci¨®n pero abarcaba todas, como ocurre a veces milagrosamente en la historia, cada una con su raza, sus costumbres y su lengua. Hoy ya no existe, y fueron aquellos disparos de hace 100 a?os los que la mataron.
Escojo dos lugares para recordar, ambos a lo largo del curso del Miljiacka, que emite desde el agua d¨¦biles resplandores como de metal antiguo. En esta esquina, en el desgraciado verano de hace 100 a?os, el destino deposit¨® la suerte del mundo, durante un vertiginoso instante, en las manos nada fiables de un menudo estudiante serbio, tuberculoso y enloquecido, que mat¨® al heredero de un imperio milenario. Una fecha que a partir de entonces dej¨® de ser un d¨ªa en el calendario para convertirse en una se?al imperiosa del fin y el inicio de periodos opuestos.
Hay un peque?o museo en la esquina fat¨ªdica, uno de los pocos abiertos en la ciudad: en los dem¨¢s la lluvia cae dentro, han recortado los fondos en este af¨¢n de corrupci¨®n, de deseo de recuperar el tiempo perdido con el socialismo y la guerra insensata. Escasos objetos, m¨ªnimos letreros que no reproducen nada de la inmensidad tr¨¢gica de aquel gesto y sus consecuencias. Y aun as¨ª... La fuga de ideas es imposible, porque estas se convierten aqu¨ª en representaciones, y el veloz mecanismo es misterioso: las columnas de j¨®venes masacrados por el mazo ensangrentado de la Muerte convertida en industria, una generaci¨®n entera, la flor y la nata de Europa aniquilada por la guerra que se detuvo en las trincheras durante a?os y se pudri¨® como las aguas, el grito de los nacionalismos y el odio ¨¦tnico.
Aqu¨ª, en este rinc¨®n, comenz¨® el siglo infeliz, muri¨® asesinada la idea de que, el mal est¨¢ arraigado en el mundo, por supuesto, y es imposible eliminarlo del todo, pero es un hermoso consuelo luchar en nombre del bien; de que el progreso es inevitable y el ego¨ªsmo, al final, tendr¨¢ que plegarse a la generosidad. Aqu¨ª surgieron el sibaritismo de la venganza y las acusaciones imperdonables.
Ser¨¢ por eso por lo que el aniversario sigue causando divisiones. Del 19 al 21 de junio se celebrar¨¢ un gran congreso, pero hay algunos pa¨ªses, como Serbia, que han organizado otro con Francia (la vieja alianza de los tiempos de Sarajevo se renueva...) En Belgrado, todo se vive con gran fervor nacionalista, no quieren que al h¨¦roe Gavrilo, sobre el que florecen libros y espect¨¢culos, se le describa como un terrorista culpable de la Gran Matanza. Husnija Kamberovic, director del Instituto de Historia que organiza el congreso, y un hombre apacible, que habla de manera cordial y razonable, pero llena de doctrina, uno de esos profesores que gustan a los estudiantes, sigue avanzando sin descorazonarse por el laberinto de estas interpretaciones opuestas: ¡°Alguno se ha retirado, es verdad. ?No importa! Contamos ya con 140 ensayos hist¨®ricos de 27 pa¨ªses, no est¨¢ mal para una instituci¨®n local como la nuestra. Gavrilo Princip ser¨¢ siempre un h¨¦roe para los serbios y un terrorista para los dem¨¢s, pero ese no es un enfoque hist¨®rico. El autor del atentado fue manipulado por los c¨ªrculos militares serbios. Y los c¨ªrculos militares austriacos tambi¨¦n deseaban la guerra. El problema, sobre todo para nosotros aqu¨ª, es la memoria. No podemos cambiar la historia e inventarnos un pasado mejor, pero tampoco podemos ignorarlo, porque no estaremos informados. Una alumna m¨ªa ha escrito una tesis en la que quer¨ªa contar los cr¨ªmenes cometidos por los serbios contra Sarajevo, y yo le suger¨ª que contara tambi¨¦n los que se cometieron aqu¨ª, dentro de la ciudad¡±.
¡°Para ustedes, la crisis es un momento hist¨®rico, aqu¨ª es un estado de ¨¢nimo. Todos se consideran v¨ªctimas, los bosnios, los serbios, los croatas. Como en la Primera Guerra Mundial: todos hab¨ªan sido agredidos. Pero tarde o temprano habr¨¢ que encontrar alg¨²n culpable...¡±
De la otra guerra, la que termin¨® hace nada, se habla con una especie de l¨²gubre orgullo, como se habla en Europa de la peste negra.
Los d¨ªas de la sanguinaria epopeya se han marchitado de tanta decepci¨®n. En el caf¨¦ Boris Smoje, donde se re¨²nen los chicos de la Academia de Bellas Artes, la elocuencia insistente y expresiva de la lengua serbia llega como un chorro de agua fresca. La calle lleva el nombre de Stepan Radic, un diputado croata asesinado en los a?os veinte por un serbio. M¨¢s cr¨ªmenes... ¡°El problema es que, en Sarajevo, todos piensan en el pasado, y nadie mira hacia delante¡±. Marin Bersic es un joven periodista que trabaja para Al Jazeera-Balcanes. ¡°Para ustedes, la crisis es un momento hist¨®rico, aqu¨ª es un estado de ¨¢nimo. Todos se consideran v¨ªctimas, los bosnios, los serbios, los croatas. Como en la Primera Guerra Mundial: todos hab¨ªan sido agredidos. Pero tarde o temprano habr¨¢ que encontrar alg¨²n culpable...¡±
Hace dos meses encontraron en Tomascica una fosa com¨²n, y siguen excavando.
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