La ola de Paz
¡°Mi vida con la ola¡± pretende sumarse al centenario del nacimiento de Octavio Paz y recordarle a sus lectores que hay poes¨ªa donde la palabra fluye como marea
En 1949 Octavio Paz public¨® un breve volumen de relatos en prosa titulado Arenas movedizas. Poeta hasta en sus ensayos, los cuentos reunidos en ese librito no niegan el oficio ni la luz que transpira un escritor al hilar s¨ªlabas imaginadas en verso. No s¨¦ si Arenas movedizas es m¨¢s bien un cuaderno, de tres que quedaron reunidos en el libro ??guila o Sol??publicado en 1951, en Fondo de Cultura Econ¨®mica con varias ediciones y reimpresiones que afortunadamente dejan intacta la portada y tres ilustraciones obras de Rufino Tamayo. Lo cierto es que entre las movedizas arenas de estos poemas en prosa pura apareci¨® el cuento ¡°Mi vida con la ola¡±.
Se trata de un magn¨ªfico relato con apenas siete p¨¢ginas de extensi¨®n que narra la azarosa aventura de un ba?ista vacacional que sale del mar acompa?ado por una ola que se niega a despedirse de ¨¦l. Emparentado con el mejor ¨¢nimo de los relatos fant¨¢sticos que nos embelesan como si fueran antojo y con evidentes ecos de toda la jugueter¨ªa y neblina on¨ªrica del surrealismo, ¡°Mi vida con la ola¡± pronto confunde al lector con los encantos femeninos del agua para hacernos leer que en realidad se podr¨ªa tratar de una met¨¢fora sobre la mujer y las relaciones imposibles, o bien cuando se enreda la espuma de su trama, en un relato sobre el desahucio de las parejas que se cre¨ªan infalibles aun sabiendo que la navegaci¨®n de ambas partes era divergente por definici¨®n. En alguna ocasi¨®n se me ocurri¨® comentarle que a m¨ª me parec¨ªa que el cuento era entre otras cosas la bit¨¢cora de un divorcio y contest¨® ¡°Eso es bastante obvio, ?no le parece?¡± y s¨ª, pero hace unos d¨ªas escuch¨¦ una nueva m¨¢xima de nuestros tiempos que afirma ¡°Si realmente quieres conocer a alguien, div¨®rciate de ¨¦l o ella¡± y as¨ª, el cuento entreteje por p¨¢rrafos la verdadera personalidad que lleva mojada en su alma la ola infatuada con un nadador que asume llev¨¢rsela en tren de regreso a la ciudad donde vive y luego, acondicionar su casa para que sea el hogar de ambos, no sin antes haber pasado a la c¨¢rcel por hab¨¦rsele ocurrido guardar a su nueva amiga ola en el dep¨®sito de agua potable para pasajeros del tren. Acusado de haber vertido sal en los bebederos el viajero es detenido, mientras a la ola la vaciaron en la caldera de la locomotora y pasa a convertirse en vapor y luego, leve llovizna sobre los lomos de los vagones hasta reconstituirse en la necia enamorada que atraviesa la ciudad al llegar y se aparece en casa de su nadador.
El cuento ofrece tambi¨¦n otra lectura: la de imaginar que no es s¨®lo met¨¢fora de una mujer, con la que el amor se vuelve un juego, una creaci¨®n perpetua. ?Claro que lo es y m¨¢s cuando el poeta narra casi en murmullo que ¡°Si la abrazaba, ella se ergu¨ªa, incre¨ªblemente esbelta, como tallo l¨ªquido de un chopo; y de pronto esa delgadez florec¨ªa en un chorro de plumas blancas, en un penacho de risas que ca¨ªan sobre mi cabeza y mi espalda y me cubr¨ªan de blancuras¡±, sino tambi¨¦n una manera de hablarle al paisaje, al pa¨ªs de pecho descubierto que ilustraban en los antiguos libros de civismo como una dama erguida y soberbia, que se hace ovillo envuelta en las banderas y ¡°humilde y transparente, echada a mis pies como un animalito, agua mansa¡±, tan transparente que parece que le leemos los pensamientos mejor que los pol¨ªticos, la ojerosa y pintada Matria que muge y suspira, que ruge cuando se enoja, como ¡°sujeta a la luna, las estrellas, al influjo de la luz de otros mundos, cambiaba de humor y de semblante de una manera que a m¨ª me parec¨ªa fant¨¢stica, pero que era tal como la marea¡±.
Escribe el poeta que ¡°Nada conmueve tanto a las mujeres como la posibilidad de salvar a un hombre¡± y as¨ª parece que hay no pocos hombres que se conmueven convencidos de que pueden en verdad salvar a al Patria y as¨ª tambi¨¦n, en el constante rumor de un vaiv¨¦n a veces er¨®tico y otras maternal, la vida con la ola pudiendo beberse como la utop¨ªa perfecta de convivencia y salvoconducto de eternidades, se vuelve tambi¨¦n una pesadilla posible, un mar que cabe en una cubeta o bien en toda la habitaci¨®n y exige peces alquilados o caracoles y redes compradas en el mercado como escenarios de emergencia para evitar que intente huir por las ventanas o correr qui¨¦n sabe hacia qu¨¦ puertos por las tuber¨ªas, hasta que incluso el m¨¢s paciente de los nadadores, el m¨¢s solidario surfista sabe que siempre queda como soluci¨®n la ley del hielo, el silencio total y la soledad de las partes que convierten en t¨¦mpano al m¨¢s ardiente coraz¨®n.
Un cuento perfecto que pretende sumarse tambi¨¦n al centenario del nacimiento de Octavio Paz y recordarle a sus lectores que hay poes¨ªa donde la palabra fluye como marea y duerme en las costas de nuestro paisaje m¨¢s ¨ªntimo, a la orilla de las almohadas y se convierte en la espuma de la saliva donde depende de cada quien y su posibilidad plural para volverse entrelazados, juntos, una ola infinita convertida en horizonte, hecha silencio compartido, sinuosa, curva y plena, cabellera al vuelo, envueltos en m¨²sica de un oleaje ya com¨²n o, por el contrario, la triste inundaci¨®n de quienes s¨®lo hablan de naufragios. En un pa¨ªs donde se ha instalado la dolorosa costumbre de repetir sin cesar las crecientes o decrecientes olas de violencia diversa, me parec¨ªa un alivio dedicarle estos p¨¢rrafos a la Ola de Paz.
*Jorge F. Hern¨¢ndez es escritor.
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