Brasil reivindica un proyecto de futuro
El pa¨ªs parece sentir ahora una especie de crisis de madurez, entre el desaliento tras el ¨¦xito y un deseo a¨²n impreciso de cambios
Acabadas las vacaciones de verano en el Atl¨¢ntico Sur, los partidos pol¨ªticos brasile?os comienzan a tomar posiciones ante las elecciones presidenciales de octubre. El primero ha sido el PT, el partido de la presidenta Dilma Rousseff, con el cl¨¢sico juego de sillas para colocar sus peones en las listas electorales y remodelar su Gobierno ¨Creforzando sobre todo el ¨¢rea de comunicaci¨®n- ante la pr¨®xima cita con las urnas. La oposici¨®n hace lo propio -disimulando su debilidad y divisi¨®n- mientras se despeja la inc¨®gnita del futuro papel de Marina Silva, tal vez la pol¨ªtica m¨¢s valorada del actual escenario brasile?o por su fama de incorruptible.
El partido se va a jugar en cierta forma entre herederos de Lula -empezando por Dilma, a cuyo servicio el ex presidente pondr¨¢ todo su carisma en campa?a, y siguiendo por sus ex ministros Eduardo Campos, l¨ªder del Partido Socialista Brasile?o (PSB), y la propia Marina-, el candidato del PSDB, Aecio Neves, y la aut¨¦ntica caja de Rubik que es el sistema de partidos brasile?os con sus intrincadas y parad¨®jicas alianzas regionales. Y todos ellos contra un sistema electoral que privilegia a los Estados menos poblados, creando enormes distorsiones en la representaci¨®n de los brasile?os y sobre cuya urgente reforma lleva habl¨¢ndose desde hace 15 a?os.
Ya se sabe que no hay democracia perfecta y todas estas maniobras de los partidos son las habituales en los inicios de un a?o de elecciones. Pero una cosa son los pol¨ªticos y otra la gente, como una cosa es lo que marca el term¨®metro y otra la sensaci¨®n t¨¦rmica como se dice en este pa¨ªs.
Brasil, que ha vivido bajo los mandatos de Henrique Cardoso y de Lula la etapa de mayor prosperidad y democracia de su historia, parece sentir ahora una suerte de crisis de madurez, entre el desaliento tras el ¨¦xito y un deseo de cambio a¨²n borroso. El crecimiento econ¨®mico se ha ralentizado, las infraestructuras han quedado obsoletas, el fracaso escolar es inocultable, la corrupci¨®n se ha hecho viral y la desigualdad y la impunidad, intolerables. La felicidad est¨¢ ya definitivamente en otra parte. El humor de la naci¨®n ha cambiado y la protesta, a¨²n minoritaria, sectorial o vand¨¢lica, de la mano de las redes sociales, marca cada vez m¨¢s la agenda.
El gigante suramericano, con sus dimensiones continentales y su inmensa diversidad, busca tambi¨¦n en esta encrucijada un lugar en el mundo acorde a su potencia econ¨®mica y a la fuerza creativa de su poblaci¨®n. El tiempo de esconderse detr¨¢s de sus socios de Mercosur o de la m¨¢scara de los BRIC parece vivir sus ¨²ltimos d¨ªas. Dentro de 10 meses, los brasile?os elegir¨¢n un presidente que ya no puede ser un gestor ni un testaferro sino un conciliador que encarne un nuevo proyecto nacional para el futuro. Eso es lo que est¨¢ reclamando la sociedad y ese es el desaf¨ªo de sus pol¨ªticos.
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