El peligro de que nos roben la calle
Un peligro se cierne sobre la democracia de este pa¨ªs despu¨¦s de la muerte violenta y cobarde del periodista Santiago Andrade: el que puedan robar la calle y la libertad de manifestarse en ella a los ciudadanos que pretenden reivindicar pac¨ªficamente mejores condiciones de vida.
Engendrar el miedo a salir a la calle es un t¨®pico de todos los dictadores que prefieren ver a la gente encerrada en sus casas, viendo de manera pasiva la televisi¨®n. Ning¨²n regalo mejor para los que albergan sue?os autoritarios que generar miedo a manifestarse alegando que es peligroso salir a protestar porque ello se ha revestido de violencia.
El hecho de que la presidenta Dilma Rousseff haya decidido renunciar, seg¨²n Folha de S. Paulo, a asistir a la apertura del estadio Amaz?nia en Manaus ¡°por miedo a posibles manifestaciones¡± contra ella, con motivo de la Copa, o que no vaya a encontrarse con los 12 gobernadores de los Estados que albergar¨¢n los partidos del Mundial para discutir medidas de seguridad, es un hecho grave y alarmante. Como lo es el que periodistas profesionales de diferentes medios se vean obligados a esconder su identidad por miedo a ser agredidos por los grupos violentos, algo que no ocurre ni en las guerras donde hay leyes internacionales que protegen y vigilan para que puedan trabajar en libertad.
Si el fruto de la muerte de Andrade, en lugar de abrir con su sacrificio nuevos espacios de libertad, es impedir que los ciudadanos pac¨ªficos puedan salir de nuevo a la calle, sin miedo, para reivindicar mejores condiciones de vida, estar¨ªamos cultivando g¨¦rmenes para tentaciones dictatoriales.
No hay mejor sue?o para el poder que haber encontrado la clave, a trav¨¦s del miedo, para poner fin en este pa¨ªs a las manifestaciones democr¨¢ticas. Ser¨ªa la mayor ofensa a los cientos de miles de ciudadanos que en junio pasado tomaron la calle para reivindicar sus derechos de manera pac¨ªfica.
Si la muerte del periodista sirviera como mecha para impedir que, con motivo del Mundial, puedan tener lugar nuevas manifestaciones masivas, estar¨ªamos ante la peor de las tragedias y manipulaciones.
El miedo a la calle, los toques de queda, los abusos policiales, el miedo infundido en los ciudadanos para que se encierren en sus casas, es la levadura que hace fermentar todas las dictaduras.
Fue un solo tiro el que provoc¨® la Primera Guerra Mundial. Y puede ser a veces la simple mecha de un cohete que arranca la vida de un periodista la que acabe frustrando los anhelos de libertad de una sociedad como la brasile?a, que se enorgullece de ser una de las democracias m¨¢s consolidadas de los pa¨ªses emergentes.
Miedo a la calle y batalla abierta o germinal contra los medios de comunicaci¨®n que acaban siendo cerrados o censurados por los dictadores de turno suelen ser siempre presagio de sombr¨ªos autoritarismos.
En otros pa¨ªses del mundo, la acci¨®n violenta de los Blak Bloc ha sido neutralizada por las fuerzas del orden convenientemente amaestradas, sin que consigan impedir las manifestaciones pac¨ªficas.
Si en Brasil estos grupos violentos contin¨²an actuando sin que el Gobierno sea capaz de frenarles y neutralizarles, hasta el punto de impedir a los ciudadanos verdaderamente democr¨¢ticos ejercer su derecho de ocupar la calle para gritar sus anhelos de libertad y sus justas reivindicaciones, podr¨ªa abrirse la sospecha de que esa situaci¨®n acaba sirviendo al poder.
Todo lo que sea incitar la ira de los ciudadanos contra los medios de comunicaci¨®n acus¨¢ndoles de ejercer con libertad su derecho de cr¨ªtica al poder, o dejar libres a los violentos como muro eficaz para que la gente tema salir de nuevo a la calle, ser¨ªa la mejor demostraci¨®n de que est¨¢ en curso una involuci¨®n autoritaria que podr¨ªa acarrear graves perjuicios a la imagen del pa¨ªs dentro y fuera de ¨¦l.
Ya he vivido en mi carne, durante la dictadura franquista de Espa?a, el oprobio de tener que sufrir que un censor del r¨¦gimen decidiera gratuitamente si publicar mis cr¨®nicas o si mutilarlas a su antojo.
Ya he vivido no el miedo, sino el terror de salir a la calle para protestar pac¨ªficamente durante dicha dictadura, donde las manifestaciones se pagaban con la tortura y la muerte.
Brasil es un pa¨ªs que dej¨® atr¨¢s la dictadura militar para dar paso a una democracia real que los ciudadanos disfrutan desde hace casi 30 a?os. Y todas las veces que en estos a?os la gente sali¨® en masa a la calle fue para fortalecer los valores democr¨¢ticos.
Impedirle ahora manifestarse, sea por los grupos violentos o por el deseo subliminal del poder de evitar protestas que preferir¨ªan ver enmudecer, ser¨ªa asesinar dos veces al periodista, primera v¨ªctima del deber sagrado de informar.
Ning¨²n ant¨ªdoto mejor contra la barbarie y el autoritarismo que la informaci¨®n libre de toda censura o de cualquier otro control por social que pueda ser.
A la presidenta Dilma Roussef se le puede criticar por muchas cosas, pero una la honra sobre todo: su postura intransigente contra el control de los medios de comunicaci¨®n. En sus ya casi cuatro a?os de gobierno ha sido firme a su promesa realizada durante su discurso de toma de posesi¨®n: ¡°Prefiero el ruido de los peri¨®dicos al silencio de tumba de las dictaduras¡±. Ella apoy¨® el cl¨¢sico dicho que en democracia es ¡°mejor un mal peri¨®dico¡± que la ausencia del mismo.
El miedo a la informaci¨®n, el acoso a los periodistas dejados a su merced en manos de los violentos, podr¨ªa convertirse en un?bumer¨¢n contra los que con ello pretenden sentirse m¨¢s seguros, menos vigilados y criticados.
Ese?bumer¨¢n ya parece estar actuando, si es cierto que hasta la presidenta est¨¢ con miedo de aparecer en p¨²blico para inaugurar un estadio de futbol.
Nada m¨¢s quebradizo, en efecto, que una democracia y nada m¨¢s dif¨ªcil de derrotar que una dictadura.
Y cuando en una democracia, desde la m¨¢xima autoridad hasta a los simples ciudadanos manifiestan miedo de salir a la calle, significa que las libertades empiezan a ser amordazadas de forma abierta o disimulada.
De ah¨ª el peligro de que puedan robar la calle a los ciudadanos que aman la democracia y que en este pa¨ªs, felizmente, son la inmensa mayor¨ªa.
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