Eterno Juncker
Hay al menos dos caras del expresidente del Eurogrupo: el posibilista y el socarr¨®n
Hay al menos dos Jean-Claude Juncker en los zapatos de ese tipo que lleva m¨¢s de un cuarto de siglo en puestos de responsabilidad, que tiene la historia reciente de Europa en la cabeza, que representa lo mejor de la democracia cristiana (liberal en lo econ¨®mico, progresista en lo social) y que a menudo ofrece una visi¨®n refrescante de la gris escena comunitaria con un sentido del humor muy, muy particular.
Est¨¢ el Juncker posibilista que este viernes lanz¨® un discurso complaciente con su legado al frente del Eurogrupo ¨C¡°hice todo lo posible para evitar la cat¨¢strofe¡±¡ª y fue impecablemente diplom¨¢tico con su partido ¨C¡°somos nosotros quienes hemos hecho las pol¨ªticas para acabar con la crisis fiscal¡±¡ª, en busca de los ¨²ltimos votos que le permitieran ser el candidato conservador a las elecciones europeas de mayo.
Y est¨¢ tambi¨¦n el hombre socarr¨®n, agudo, ir¨®nico y lenguaraz que dej¨® sus responsabilidades en enero del a?o pasado al frente de los ministros de Finanzas de la zona euro con un furibundo ataque contra Alemania (cuya canciller le ha ofrecido un apoyo que huele a tacticismo: a Angela Merkel no le gusta Jean-Claude Juncker) y contra la gesti¨®n de la crisis del euro que han pilotado las figuras de su partido, incluido ¨¦l mismo. ¡°Tengo muchos interrogantes sobre el ritmo de ajuste que hemos impuesto a muchos pa¨ªses, que han hecho un descomunal esfuerzo que no se ve compensado por la solidaridad europea¡±, dijo entonces. ¡°El ajuste recae en los d¨¦biles simplemente porque son m¨¢s numerosos¡±. ¡°Berl¨ªn minusvalora el drama del paro¡±. Y el rej¨®n final: ¡°Europa¡±, la Europa alemana, ¡°est¨¢ solo para castigar, no para ayudar¡±.
Hijo de un trabajador de la industria acerera, Juncker (1954) fue primer ministro del Gran Ducado desde 1995 hasta el a?o pasado, cuando un esc¨¢ndalo relacionado con los servicios secretos luxemburgueses le descabalg¨® del poder. ¡°Siempre entretenido, a veces honesto¡±, seg¨²n la feliz definici¨®n de la europarlamentaria Sharon Bowles, el nuevo candidato del PPE tiene una indudable habilidad para la negociaci¨®n: ayud¨® a reconciliar a Chirac y Kohl cuando no consegu¨ªan ponerse de acuerdo para acordar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, y en general se ha volcado en la pol¨ªtica europea ¨Ces uno de los testigos de una generaci¨®n que construy¨® el euro y unific¨® Europa de una manera artesanal¡ª a la vista de que el provincianismo de la pol¨ªtica luxemburguesa (un pa¨ªs de 400.000 habitantes) tend¨ªa a aburrirle soberanamente.
Juncker, por cierto, fuma; y bebe de vez en cuando ¨Ctal como ha recordado alg¨²n supuesto socialdem¨®crata¨C, a veces incluso en las interminables reuniones de Bruselas, seg¨²n las malas lenguas. Y se irrita como un ogro cuando se critica el modelo econ¨®mico de Luxemburgo: un para¨ªso fiscal en toda regla.
Extravertido y capaz de expresarse con fluidez en varias lenguas ¨Cpas¨® al alem¨¢n en cuanto pronunci¨® las palabras ¡°consolidaci¨®n fiscal¡±¨C, Juncker tiene un indudable atractivo; tal vez le falte fineza, pero le sobra carisma. Y sorna: ¡°Cuando me reun¨ª con el primer ministro chino le dije: cuando pienso que t¨² y yo representamos a un tercio de la humanidad, no puedo dejar de sentirme impresionado¡±. Es parad¨®jico que su futuro pol¨ªtico est¨¢ condicionado una de esas frases ingeniosas que tanto le gustan: ¡°Sabemos qu¨¦ hacer para salir de la crisis; lo que no sabemos es c¨®mo ganar las elecciones despu¨¦s¡±. Pese a que es muy discutible que el PPE supiera de veras c¨®mo ense?ar la salida de la crisis; llega el momento de que Juncker muestre c¨®mo es capaz de ganar el 25-M.
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