La gran conspiraci¨®n
Putin, Erdogan, El Asad y Maduro denuncian una confabulaci¨®n global
Vlad¨ªmir Putin, Recep Tayyip Erdogan, Bachar el Asad, Nicol¨¢s Maduro y Robert Mugabe la han denunciado: una gran conspiraci¨®n internacional est¨¢ en marcha. Seg¨²n ellos, quienes protestan en las calles de Kiev, Estambul, Alepo, Caracas y Harare son, en realidad, mercenarios ap¨¢tridas al servicio de oscuros intereses for¨¢neos. O tontos ¨²tiles manipulados por esas mismas fuerzas. ?Y qui¨¦n, de acuerdo a estos aut¨®cratas, est¨¢ detr¨¢s de esta funesta conspiraci¨®n planetaria? Las democracias occidentales.
Seguramente, Putin, Erdogan, Mugabe y los dem¨¢s suponen que hay todo tipo de esfuerzos secretos para desestabilizarlos o incluso sacarlos del poder. Pero lo m¨¢s curioso es que los l¨ªderes autoritarios parecen temerle tanto o m¨¢s a las organizaciones internacionales que act¨²an abiertamente y de manera muy p¨²blica. Son las fundaciones filantr¨®picas y los activistas que promueven la democracia, documentan las violaciones a los derechos humanos u observan elecciones para detectar y denunciar trampas. Para los gobiernos propensos a socavar la democracia, encarcelar opositores, perseguir periodistas y trampear elecciones, los nobles objetivos de estas organizaciones son una hip¨®crita m¨¢scara que oculta su verdadera misi¨®n desestabilizadora. Por eso las proh¨ªben o les hacen la vida imposible.
Antes de continuar creo importante indicar que formo parte del directorio de dos de ellas: el National Endowment for Democracy (NED) ¡ªFondo Nacional para la Democracia¡ª y la Open Society Foundation (OSF) ¡ªFundaci¨®n para la Sociedad Abierta¡ª y que no percibo remuneraci¨®n alguna por estas actividades. Ambas financian a organizaciones en casi todo el mundo que luchan en favor de la democracia y los derechos humanos. Inevitablemente, las dos son blanco de constantes ataques y denuncias por parte de gobiernos autoritarios y de quienes simpatizan con ellos. Sobra decir que ni estas dos organizaciones ni yo recibimos instrucciones ni estamos al servicio de gobierno alguno. Y tambi¨¦n est¨¢ dem¨¢s anticipar que quienes creen en ¡°la gran conspiraci¨®n¡± jam¨¢s van a aceptar que lo que acabo de afirmar sea cierto.
La raz¨®n por la que menciono todo esto es que mi v¨ªnculo con estos organismos me ha permitido ser sido testigo directo de los esfuerzos que hacen las autoridades para acallar, reprimir o neutralizar a quienes luchan por la democracia en pa¨ªses donde no existe o es muy imperfecta. Los medios de los que se valen son muchos y variados. El m¨¢s eficaz, sin embargo, es el control que muchos de estos gobiernos ejercen sobre el poder legislativo y el judicial. Es frecuente, por ejemplo, toparse con leyes que proh¨ªben o dificultan que las organizaciones no gubernamentales reciban fondos de instituciones extranjeras. Seg¨²n los investigadores Darin Christensen y Jeremy Weinstein, en 12 pa¨ªses se proh¨ªbe y en 39 se restringe la financiaci¨®n externa de las ONG. La iron¨ªa es que en muchas de estas naciones que limitan las subvenciones para grupos que luchan por la democracia, es com¨²n que los gobernantes de turno gocen del apoyo monetario de oligarcas, carteles criminales y otras fuentes inconfesables de dinero y recursos. Adem¨¢s, la desproporci¨®n de las cifras en juego es espeluznante: el presupuesto de un a?o de muchas ONG es lo que puede gastar un oligarca o un cartel criminal en una noche de fiesta para su pol¨ªtico favorito. Y mientras que las operaciones de organizaciones internacionales como NED y OSF son totalmente transparentes y abiertas al escrutinio p¨²blico, la financiaci¨®n de los pol¨ªticos progubernamentales en pa¨ªses como Rusia, Turqu¨ªa, o Venezuela es muy opaco.
Y cuando no son las leyes, son los jueces. Un tribunal egipcio sentenci¨® con penas de c¨¢rcel de hasta cinco a?os a 43 miembros extranjeros de ONG que trabajaban impulsando la democracia en ese pa¨ªs. En Ecuador, el Supremo impuso una multa de 40 millones de d¨®lares al diario El Universo por una demanda por injurias interpuesta por el presidente Rafael Correa.
Otro m¨¦todo es impedir la entrada de los enviados de las ONG para observar elecciones, documentar torturas o investigar la corrupci¨®n. Y, por si fuera poco, siempre quedan las arengas nacionalistas. Acusar a organizaciones locales que se ocupan de la vigilancia electoral o la defensa de presos pol¨ªticos de ser agentes de potencias extranjeras es tan com¨²n en Malasia como en Rusia, en Bangladesh y Venezuela.
En el estudio m¨¢s amplio que se ha hecho sobre todo esto, Thomas Carothers y Saskia Brechenmacher concluyen que el impacto de estos esfuerzos para asfixiar a las ONG ha sido significativo, lo cual no es una sorpresa. La sorpresa es su otra conclusi¨®n: a pesar de todo lo que hacen los gobiernos autoritarios para neutralizar a la sociedad civil organizada, en m¨¢s de la mitad de los 100 pa¨ªses que ellos analizaron es a¨²n posible ayudar desde afuera a quienes luchan por la libertad.
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