Holanda se moviliza contra los insultos de Wilders a los marroqu¨ªes
La sociedad civil condena en un acto ecum¨¦nico las ideas del l¨ªder xen¨®fobo
Amin Lachir, un chico holand¨¦s de origen marroqu¨ª de 11 a?os, regres¨® el pasado jueves a su casa en Tilburg (al sur del pa¨ªs), hecho polvo. Mientras ve¨ªa con sus compa?eros de clase el informativo juvenil, emitido por la cadena estatal de televisi¨®n (NOS), ¨¦stos le cantaron a coro ¡°menos, menos, menos¡±. Los ni?os, de primaria, repitieron el mismo son entonado un d¨ªa antes, en pleno escrutinio de las elecciones municipales, por los seguidores de Geert Wilders, l¨ªder pol¨ªtico antimusulm¨¢n. Wilders les pregunt¨® cu¨¢ntos ¡°marroqu¨ªes¡± quer¨ªan en Holanda y obtuvo la misma respuesta que coreaban los ni?os.
El 72% de los votantes considera inaceptables sus palabras ¡ªseg¨²n el ¨²ltimo sondeo¡ª. Desde entonces, y al ver que no se retractaba, el resto del Parlamento le ha hecho el vac¨ªo y le han abandonado tres diputados de su grupo. Pero lo m¨¢s significativo es la reacci¨®n de la sociedad civil considerada aut¨®ctona. Los holandeses blancos, por decirlo claramente. Al margen de las manifestaciones antirracistas, ayer por primera vez un servicio religioso ecum¨¦nico abierto al p¨²blico rechaz¨® las ideas del pol¨ªtico.
Convocado en La Haya por la iglesia protestante, acudieron representantes cat¨®licos, jud¨ªos, musulmanes e hind¨²es, entre otros credos. El alcalde de la ciudad, el liberal Jozias van Aartsen, record¨® que la Constituci¨®n ¡°iguala a todos los ciudadanos ante la ley¡±. Tambi¨¦n ha dicho que la convivencia y el respeto mutuos, ¡°pasan por algo tan simple como no hacerle al otro lo que no quisieras para ti mismo¡±. Dos ideas universales aprovechadas por un regidor que fue ministro de Exteriores, y tiene singular inter¨¦s en arrinconar a Wilders.
La Haya gusta de presentarse ante el mundo como el lugar de la paz y la justicia, gracias a los tribunales internacionales que alberga. Aqu¨ª est¨¢n el de Justicia de la ONU, la Corte Penal, el de la antigua Yugoslavia y el de L¨ªbano. Adem¨¢s, cerca de la mitad de su medio mill¨®n de habitantes es de origen inmigrante, o bien expatriados temporales. As¨ª que las soflamas del l¨ªder extremista rechinan aqu¨ª especialmente.
Hay otro detalle relevante en una sociedad donde una disculpa p¨²blica a tiempo salva carreras pol¨ªticas. Wilders ha dicho que solo se refer¨ªa a los ¡°delincuentes marroqu¨ªes¡±, y no al resto de esa comunidad. En consecuencia, no piensa pedir perd¨®n. ¡°He seguido nuestro programa electoral, que confirma el elevado n¨²mero de marroqu¨ªes con problemas policiales. Para que haya menos, siempre hemos propuesto frenar la inmigraci¨®n y fomentar las repatriaciones. Seguir¨¦ adelante sin disculparme por algo que no he hecho¡±, dijo. Las comparaciones de los ¨²ltimos d¨ªas, que le emparejan con figuras como Hitler, le parecen ¡°abyectas¡± y ¡°una caza de brujas¡±. ¡°Si el Parlamento impone un cord¨®n sanitario a mi alrededor, arremeter¨¢ contra una formaci¨®n que representa casi a un mill¨®n de personas¡±, concluye.
Aunque su partido fue el segundo m¨¢s votado de las municipales en La Haya, y gan¨® en Almere, la otra ciudad donde concursaba, el mismo sondeo de ¨²ltima hora le resta cinco esca?os virtuales. Wilders tiene hoy 12 diputados en un Parlamento de 150. Una semana antes de la consulta local, la intenci¨®n de voto le daba 27 esca?os. Ahora ser¨ªan 22. Una rebaja considerable, pero de convertirse en realidad en unos comicios legislativos, le situar¨ªan como el tercer partido m¨¢s votado del pa¨ªs. Por detr¨¢s del empate entre liberales de izquierda y socialistas radicales.
Que el extremismo del pol¨ªtico tiene gancho en Holanda es innegable. Wilders siempre apela a la libertad de expresi¨®n, y exhibe la decena de guardaespaldas que le protege como el precio pagado ¡°por decir la verdad¡±. En su momento, los candidatos a la expulsi¨®n fueron los inmigrantes polacos, rumanos y b¨²lgaros. Los ¡°marroqu¨ªes¡±, de todos modos, son su bestia negra. En La Haya, hasta hay tenderos que prefieren decir que son de ascendencia turca, otra comunidad mayoritaria, pero menos visible en su radar. Con todo, la frase m¨¢s escuchada estos d¨ªas es que ¡°se ha pasado de la raya¡±. Hasta sus correligionarios, dispuestos a apoyar el ideario del grupo, admiten que el l¨ªder ha ido demasiado lejos. En privado, los m¨¢s indulgentes apuntan que ¡°lo de los marroqu¨ªes induce a error y no deber¨ªa formularlo as¨ª¡±. Ahora, la pregunta es si su jefe conseguir¨¢ legitimar ante el electorado la expulsi¨®n de un grupo ¨¦tnico concreto, nacido en Holanda y con pasaporte del pa¨ªs.
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