Erdogan no quiere cambiar la hora
El primer ministro turco ha virado desde el pragmatismo para garantizarse una base electoral conservadora
Turqu¨ªa no cambi¨® este domingo al horario de verano, como hicieron los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea a la que aspira a pertenecer. El Gobierno de Recep Tayyip Erdogan no adelant¨® esta vez el reloj en la madrugada del domingo con el pretexto de no perturbar el desarrollo de una jornada electoral en la que, como de costumbre, estuvo prohibida la venta de alcohol. Pero la era de hegemon¨ªa pol¨ªtica de Erdogan, que arranc¨® hace 20 a?os al conquistar la alcald¨ªa de Estambul y que culmin¨® con tres mayor¨ªas absolutas consecutivas en el Parlamento a partir de 2002, tendr¨¢ que ajustarse forzosamente al calendario que le marcan las urnas: comicios presidenciales, en agosto, y legislativos, como muy tarde en junio de 2015.
El poder municipal es la base de toda la acci¨®n pol¨ªtica en una Turqu¨ªa donde persisten las redes clientelares de tradici¨®n otomana y en la que los Ayuntamientos controlan los servicios sociales. El auge del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan se asienta precisamente en esas dos d¨¦cadas de control de las ¨¢reas metropolitanas de Estambul y Ankara y de las grandes ciudades del interior de Anatolia. En v¨ªsperas de las municipales, los consistorios del AKP se han afanado en repartir combustible, alimentos y medicinas dentro de sus programas sociales. Con el mismo esmero con el que organiza en los barrios populares las comidas que ponen fin al ayuno durante el Ramad¨¢n, la formidable maquinaria electoral islamista se ha encargado de recordar a los votantes m¨¢s desfavorecidos de d¨®nde procede la ayuda.
Por eso Erdogan ha tenido que esperar a las elecciones locales para medir sus fuerzas antes de decidir si afronta el desaf¨ªo de convertirse el pr¨®ximo verano en el primer presidente de la Rep¨²blica elegido directamente por los ciudadanos (hasta ahora el jefe del Estado era designado por el Parlamento). El AKP obtuvo los 50% de los sufragios en las ¨²ltimas legislativas, celebradas en 2011. Pero el desgaste sufrido por el primer ministro tras la explosi¨®n de protestas ciudadanas del a?o pasado y la ola de esc¨¢ndalos de corrupci¨®n que le salpican en los ¨²ltimos meses parecen haberle alejado del list¨®n de popularidad que le garantiza el acceso al palacio presidencial de ?ankaya en Ankara.
Tambi¨¦n es previsible que Erdogan intuya el final del ciclo de crecimiento y bonanza que han marcado, con la excepci¨®n de la crisis global de 2009, sus 11 a?os al frente del Gobierno. El ministro de Finanzas, Mehmet Simsek, acaba de reconocer que el Gobierno se replantea a la baja sus previsiones de crecimiento para 2014. Tras un incremento del PIB del 9% en 2012 ¨Cen l¨ªnea con el desarrollo experimentado por Turqu¨ªa en la ¨²ltima ¨¦poca¨C, se estima que la tasa correspondiente a 2013, que debe ser confirmada oficialmente el lunes, se sit¨²e en un 4%. El clima de inestabilidad generado por las tensiones sociales y los casos de corrupci¨®n han obligado al Gobierno a subir los tipos de inter¨¦s para impedir que la lira turca se siga desplomando frente al d¨®lar y el euro.
De la mano del actual presidente turco, Abdul¨¢ G¨¹l, y de otros dirigentes religiosos moderados, Erdogan fund¨® en 2001 el AKP para convertirse en alternativa s¨®lida de poder. Para ello reuni¨® a sectores conservadores y nacionalistas desencantados del modelo de coaliciones ineficientes y d¨¦biles que imperaba en Turqu¨ªa tras el golpe militar de 1980 junto a los supervivientes del islamismo pol¨ªtico que ejerci¨® ef¨ªmeramente el poder entre 1996 y 1997 en el Gobierno de Necmettin Erbakan, forzado a dimitir por un golpe militar "blando". El propio Erdogan fue entonces apeado de la alcald¨ªa de Estambul, condenado por "incitar al odio religioso" ¨Cley¨® en p¨²blico unos versos otomanos que equiparan a "minaretes y bayonetas"¨C y encarcelado durante varios meses.
En una especie de compromiso hist¨®rico a la turca, el pragmatismo de las propuestas reformadoras del AKP atrajo a muchos votantes laicos y liberales que no compart¨ªan su ideolog¨ªa, pero que ve¨ªan en Erdogan al l¨ªder capaz de devolver a los militares a los cuarteles, desarrollar la econom¨ªa y acercar Turqu¨ªa a Europa al tiempo que se consolidara como potencia regional emergente. Lo hizo. Y por ello las urnas le recompensaron con mayor¨ªas parlamentarias sin precedentes.
El primer ministro turco sabe que ya no cuenta con esos votos prestados desde los sectores laicos y pro occidentales. Desde hace tiempo se ha centrado en consolidar su base electoral m¨¢s tradicional y religiosa, que sigue siendo mayoritaria en las zonas rurales de Anatolia y en las barriadas de aluvi¨®n de las grandes ciudades. Pero la deriva autoritaria de su Gobierno ¨Ca imagen y semejanza de un chavismo que mima a las capas sociales que le a¨²pan en las urnas e ignora a las ¨¦lites que no conciben crecimiento sin libertades¨C ha acabado por polarizar a la sociedad turca hasta el l¨ªmite de la ruptura. As¨ª que Erdogan no ha cambiado la hora del reloj de su ideolog¨ªa, pero las hojas del calendario pasan, tarde o temprano, para los l¨ªderes que solo gobiernan para seguir en el poder.
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