El coraz¨®n de Brasil
El Gobierno y las dem¨¢s instituciones existen solo en funci¨®n de la sociedad, para ayudarla a desarrollarse en libertad y con justicia
?Qui¨¦n es el coraz¨®n de Brasil? ?El Gobierno? ?Las fuerzas del orden? ?La Bolsa o el capital? ?El ej¨¦rcito de los violentos que nos atemorizan? No, el motor que mueve al pa¨ªs es la sociedad, lo somos todos, sin distinci¨®n. Y lo somos si ese coraz¨®n palpita al un¨ªsino.
Los Gobiernos pasan, pero la sociedad permanece y la sociedad somos todos, incluidos los pol¨ªticos, aunque a veces ellos se olviden y crean vivir en otra galaxia, latiendo con un coraz¨®n privilegiado distinto al de la gente.
El Gobierno y las dem¨¢s instituciones existen solo en funci¨®n del coraz¨®n de la sociedad, para ayudarla a desarrollarse en libertad y con justicia. La sociedad existir¨ªa sin Gobierno, mientras que los pol¨ªticos ser¨ªan ca?as burladas por el viento sin la sociedad y su apoyo.
Ha hecho bien el diario O Globo en crear una nueva secci¨®n bajo el ep¨ªgrafe de Sociedad. Es a ella a la que deben dirigirse todos los apremios, el inter¨¦s y el cari?o de la informaci¨®n, porque en la sociedad y no en las intrigas del palacio se encuentran todos los dolores y alegr¨ªas del coraz¨®n del mundo.
Sociedad son todos los que luchan para abrir mayores espacios de libertad y democracia, los que se esfuerzan para ampliar los derechos humanos. Son todos los que habitan el pa¨ªs, sean nobles o plebeyos, sabios o analfabetos, artistas y creadores, famosos o an¨®nimos.
Sociedad no son solo los que brillan en las pantallas de televisi¨®n. No lo son solo los fuertes sino tambi¨¦n los d¨¦biles, los aplastados y sin voz. Lo son los millones de mujeres y varones, de madres y padres de familia que en el silencio, con honradez, sin dejarse vender por un plato de lentejas, van construyendo con sacrificio e ilusi¨®n un presente y un futuro mejor para sus hijos.
Lo son los segregados en las favelas y los blindados en el asfalto. Son la sociedad los millones de funcionarios p¨²blicos sin brillo, incapaces de corromperse, que llevan a cabo con ah¨ªnco un trabajo indispensable para que la m¨¢quina de la sociedad funcione.
Son sociedad no solo los sanos sino tambi¨¦n los enfermos, sobre todo los abandonados en hospitales, a veces carentes de todo. Lo son no solo los atletas sino todos los minusv¨¢lidos, los despojados de dignidad, los moradores de la calle.
Sociedad son no solo los empresarios, indispensables para crear riqueza para todos, sino tambi¨¦n todos los trabajadores a sueldo que se sacrifican el mes entero, a veces en tareas duras, desagradables y hasta peligrosas, para poder llevar el pan a sus hijos.
Toda esa gente, la que disfruta y la que llora en p¨²blico o en privado; los que acuden a las fiestas y los enfermos de soledad, los que tienen suerte y los que nunca la tuvieron... todos son la sociedad.
Pertenecen a lo m¨¢s ¨ªntimo de coraz¨®n de Brasil todos los olvidados y burlados por el poder, todas las mujeres que desean abortar en conciencia y que por ser pobres tienen que hacerlo en t¨²neles de la ilegalidad arriesgando sus vidas. Los ni?os de escuelas precarias a quienes les espera un negro futuro.
Lo son tambi¨¦n, tristemente, los saqueadores, los falsos, los especuladores, los sin escr¨²pulos, los que desprecian la vida de los otros, v¨ªctimas unas veces de su propia maldad y otras de una sociedad que acab¨® margin¨¢ndolos sin abrirles caminos alternativos a su loca violencia. A ellos no les podemos, sin embargo, linchar a nuestro antojo. No son cucarachas, siguen siendo seres humanos con derecho.
Por esa sociedad, que es el coraz¨®n palpitante de Brasil, debemos interesarnos todos ya que nos salvamos o nos destruimos juntos.
En el bien y en el mal, la sociedad, compuesta por ese gran caleidoscopio humano, es todo lo que somos y tenemos. Todos somos responsables de sus luces y sus sombras.
Creerse por encima de esa sociedad, fuera de ella, o contra ella, es una vana ilusi¨®n. Somos muchos y diferentes y somos uno porque nos mantiene vivos un mismo coraz¨®n. Si falla el coraz¨®n de la sociedad infartamos todos.
?Entienden eso los pol¨ªticos que tantas veces se consideran ellos el coraz¨®n del mundo en lugar de estar al servicio de esa sociedad, para que su coraz¨®n pueda funcionar con m¨¢s ox¨ªgeno, m¨¢s justicia y mayores espacios de felicidad?
Cuando se den cuenta de que acabar¨ªan asfixi¨¢ndose si se creyesen capaces de respirar sin sentirse parte del coraz¨®n del pa¨ªs, quiz¨¢s se decidan a preguntar a la gente, escuh¨¢ndola de cerca, c¨®mo quiere vivir para sentirse menos infeliz, y dejar¨¢n de ofrecerles el plato ya cocinado seg¨²n su propio gusto e inter¨¦s.
Al final, la sociedad -en la que deben caber todos, cada uno con su propia identidad, su cordura o su locura- es la que har¨¢ que el pa¨ªs siga adelante ganando batallas, en vez de servir de pe¨®n para las guerras que ellos inventan y nadie les ha pedido.
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