La escalera
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¡°Cuanto m¨¢s arriba subo, m¨¢s malo me pongo y cuando llego al piso once (del Edificio de la Administraci¨®n Provincial de Donetsk) se me hace insoportable ver a esos jefecillos sentados en sus sillones, reparti¨¦ndose puestos de un gobierno que no han conquistado y esperando a que haya un buen n¨²mero de muertos para que los rusos intervengan y les saquen las casta?as del fuego. Mientras ellos discuten, otros van voluntarios a Slavinsk a jugarse la vida¡±. Quien as¨ª habla en una conversaci¨®n informal es un veterano de las tropas de intervenci¨®n especial (las ex BERKUT). Mi interlocutor se refiriere a algunos personajes concretos del organismo colectivo de gobierno de la llamada ¡°Rep¨²blica Popular de Donetsk¡± (RPD), que ha planteado un refer¨¦ndum ilegal de autodeterminaci¨®n, par¨¢ndose por el momento en una sola pregunta sobre la propia soberan¨ªa de esta regi¨®n de Ucrania. Al expresar sus sentimientos, el veterano militar alude de paso a un espacio que se ha hecho cotidiano para quienes cubrimos unos acontecimientos que, de cerca, resultan dom¨¦sticos y ex¨®ticos a la vez. Se trata de esa escalera que, debido al bloqueo de los ascensores en el edifico ocupado, es la ¨²nica forma de llegar al piso once, donde por lo general dos veces al d¨ªa los l¨ªderes de la RPD celebran reuniones y conferencias de prensa. El trayecto vertical, que para los no entrenados y fumadores va acompa?ado de resoplidos y paradas en los rellanos, no deja de tener inter¨¦s, porque cada piso ha cobrado ya una atm¨®sfera particular. En las primeras plantas, muy concurridas, se reparte comida y bebida de una forma que recuerda a los manifestantes del Euromaid¨¢n en la sede de los sindicatos de Kiev: Las mismas abundantes conservas caseras y el mismo olor a ajo como muestra de una cultura que,tanto en el Este como en el Oeste, da gran importancia a la comida dom¨¦stica.
M¨¢s arriba, comienzan los misterios, que se custodian detr¨¢s de los cerrojos, los enmascarados de guardia y los muebles atrancando las puerta, a modo de barricadas. En la escalera, las se?ales entre tramo y tramo, m¨¢s bien son de circulaci¨®n. En el piso sexto se apuntan voluntarios para las ¡°milicias populares¡± y, en el acceso a la planta cuelga una lista de quince ciudades en las que se busca representantes para ¡°difundir informaci¨®n y coordinar a los habitantes¡±. En el piso s¨¦ptimo colgaba hasta hace poco una octavilla dando consejos sobre c¨®mo organizar un mitin para atraer al m¨¢ximo a los periodistas. La declaraci¨®n del mitin deb¨ªa ser le¨ªda por ¡°una chica o una mujer de 25-30 a?os¡±, que deb¨ªa ¡°ensayar¡±. ¡°Lo m¨¢s importante es que esa mujer, cuando lea la carta, infunda confianza¡± y por supuesto ¡°hasta el mitin nadie debe saber sobre esta carta-declaraci¨®n excepto los organizadores y la mujer que leer¨¢¡±.
En todo el edificio vive gente, que se ha hecho con un espacio propio. Hay representantes de los pueblos mineros, de las organizaciones prorrusas, y cada uno se instala donde puede. Y algunos hasta encontraron forma de darse una ducha en lo que fue la peluquer¨ªa de la Administraci¨®n. En cada rellano, hay chicos en traje de camuflaje. En los ¨²ltimos d¨ªas la RPD parece haber hecho progresos en la recogida de basura y de colillas. Por lo menos, en la escalera hay bolsas de pl¨¢stico que acumulan los desperdicios. El rellano del piso octavo es la ¡°plaza de Lenin¡±. En el piso noveno, un retrato del presidente de Ucrania V¨ªctor Yanuk¨®vich con el nombre transformado en un conjunto de t¨¦rminos soeces. A lo largo de toda la escalera se repite el aviso de reclutamiento de ¡°milicias populares¡± y tambi¨¦n las barricadas y barras de hierro que impiden entrar sin pase en las diferentes plantas. Los pases,seg¨²n un aviso son de tres clases y solo la tercera da acceso general y posibilidad de guiar hasta 10 personas por los controles y ¡°puestos de filtraci¨®n¡±. Como en el Euromaid¨¢n, abundan las m¨¢scaras y los palos, solo que aqu¨ª no suelen ser bates de b¨¦isbol de madera, sino barras met¨¢licas forradas de piel. Por la escalera, esta corresponsal ha visto subir cajones de madera marcados con cifras y hasta un saco de patatas. Tambi¨¦n ha visto c¨®mo se bajaban bolsas y cajas de expedientes y ordenadores, que en una ocasi¨®n pertenec¨ªan a la redacci¨®n de una revista municipal instalada en el edificio y en otra, a la administraci¨®n provincial. ¡°Nos llevamos los documentos para poder trabajar¡±, manifest¨® una de las funcionarias de esta instituci¨®n, que por lo dem¨¢s se qued¨® sin p¨¢gina de web al tener que desalojar el edificio ocupado y ha dispersado a sus funcionarios por varios locales de la ciudad, en parte secretos, no vaya a ser que a la RPD se le ocurra tomarlos. En la ¨²ltima planta del edificio ocupado, el piso once, hay una caricatura de Obama. Al presidente de EEUU lo representan como un orangut¨¢n con una cr¨ªa en los brazos caracterizada como el primer ministro de Ucrania, Arseni Yatseniuk. En un rellano, una foto y una advertencia: ¡°no dar dinero a esta mujer. Es una estafadora¡±, y salpicando las paredes fotos de supuestos ¡°provocadores¡±. No pod¨ªa faltar una famosa foto de la Guerra Civil Espa?ola y un lema cl¨¢sico: ¡°No pasar¨¢n¡±. Por las salida angosta del edificio, entre barricadas, se turnan los que salen y los que entran. En la calle por los altavoces suenan marchas patri¨®ticas rusas y canciones de la ¨¦poca sovi¨¦tica, como ¡°Raditelski dom¡± (La casa de los padres), una composici¨®n de principios de los ochenta del siglo pasado: Sobre las cubiertas de neum¨¢ticos amontonadas flota la voz de Lev L¨¦schenko: ¡°La casa de los padres¡±, ¡°?El principio del principio¡±, ¡°Un puerto seguro en mi vida¡±¡.
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