La enquistada brecha econ¨®mica entre negros y blancos en EE UU
La disparidad en pobreza y desempleo apenas ha variado en 40 a?os. Por cada d¨®lar de riqueza de una familia blanca, una negra tiene cinco c¨¦ntimos La ONU denuncia que la discriminaci¨®n racial se da de forma constante en todas las esferas de la sociedad estadounidense
![Reparto de comida en Anacostia](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/DC24SCMXJ4U6KE5DISQAF3T2IU.jpg?auth=e1bb44bde110c6c47f1adc57480579c1e9db3ccb25fbca41994e1b233a988620&width=414)
En ocasiones nada es m¨¢s revelador que la crudeza de las cifras para comprender con detalle una problem¨¢tica y darse de bruces con una desigualdad enquistada. En 1970 la tasa de pobreza en Estados Unidos entre los ciudadanos negros era del 33,6%. En 2012 fue del 35%. Entre los blancos tambi¨¦n se ha producido un ligero incremento en esos 42 a?os -del 10% al 13%- , pero lo m¨¢s acuciante es que la brecha entre ambas razas se ha mantenido intacta. Mientras, los latinos han experimentado un aumento a¨²n m¨¢s severo, del 24,3% al 33%. Este patr¨®n racial se replica en el desempleo: desde 1972, cuando arranc¨® la estad¨ªstica diferenciada, la tasa entre los negros ha sido siempre un 60% m¨¢s alta que la de los blancos. En marzo la tasa global fue del 6,7; la de los blancos del 5,8% y la de los negros del 12,4%.
Martin, un hombre negro de unos sesenta a?os, dice desconocer el detallismo de estas cifras -que llevaron a la ONU a denunciar en marzo que "en la pr¨¢ctica" la discriminaci¨®n se da de forma constante en todas las esferas de la sociedad estadounidense-, pero asegura ver continuamente su traslaci¨®n real. "Sin duda, que la discriminaci¨®n ha empeorado", clama en una mezcla de exaltaci¨®n e impotencia. Sentado pl¨¢cidamente en un banco en el que parece llevar horas, cuenta que est¨¢ sin trabajo, que hace equilibrios para sobrevivir con ayudas del Gobierno y que lleva toda su vida viviendo en un apartamento en esta esquina de las calles 7 y U, al noreste del centro de Washington DC. Un barrio que lleva un par de a?os experimentado una dr¨¢stica transformaci¨®n: los humildes establecimientos, edificios y residentes afroamericanos van siendo gradualmente sustituidos por locales e inmuebles modernos habitados por j¨®venes blancos de clase media. "El cambio es bonito pero el racismo persiste y est¨¢ dispersando a la gente por lo escandalosos que son los alquileres. Esto antes era el Broadway negro de EE UU", se queja con la mirada perdida.
Pero lo que m¨¢s molesta a Martin es que el cambio apenas le beneficie -como tampoco lo hace que las econom¨ªas de EE UU y Washington crezcan- y genere, adem¨¢s, un doble rasero policial, fundamentado seg¨²n ¨¦l en un racismo intr¨ªnseco. "Si estoy bebiendo una cerveza en la calle me para un polic¨ªa, pero si lo hace un joven blanco de los que viven por aqu¨ª no le dicen nada", denuncia. Reh¨²ye contar su historia personal, pero deja caer que estuvo preso por drogas y que despu¨¦s, pese a estar licenciado en una profesi¨®n t¨¦cnica, el lastre de la c¨¢rcel le ha impedido encontrar trabajos de calidad: "Fuera de la prisi¨®n el Gobierno no te ayuda, te lanza de nuevo a las calles. ?Y qu¨¦ haces? Es muy f¨¢cil volver a hacer lo que hac¨ªas antes, delinques y vuelves a la c¨¢rcel".
En ese momento se une a la conversaci¨®n Paul, un amigo negro de Martin de edad similar, que deambulaba por la calle y que tambi¨¦n ha estado preso. "La educaci¨®n es lo m¨¢s importante", afirma. "Hay que ayudar a los j¨®venes. Por el barrio algunos te cuentan que para qu¨¦ van a trabajar por 500 d¨®lares si vendiendo drogas se sacan 800. Ese es el problema, pero qu¨¦ le vamos a hacer". Es un c¨ªrculo perverso que tiene su origen en el entorno socioecon¨®mico y en la educaci¨®n, que la polic¨ªa y la justicia pueden agravar, y que merma a la postre el desarrollo de esa persona. Y que el tiempo no cura: la movilidad social se mantiene estancada 50 a?os despu¨¦s de la aprobaci¨®n de la Ley de Derechos Civiles.
La creciente desigualdad de ingresos en EE UU y el freno del ascensor social afectan al conjunto de la poblaci¨®n, pero como todo golpean con m¨¢s dureza a las minor¨ªas raciales. Antes del estallido de la crisis en 2007, la renta media de una familia blanca era de 135.000 d¨®lares (muy inflada por los m¨¢s ricos), mientras la de una de color de 12.000, seg¨²n un estudio de Darrick Hamilton, profesor de econom¨ªa en The New School en Nueva York. Esto significaba que por cada d¨®lar de riqueza de una familia blanca, una negra ten¨ªa nueve c¨¦ntimos. Pero tras la crisis la distancia se ha multiplicado: cinco c¨¦ntimos por cada d¨®lar. Y han salido a traslucir divergencias a¨²n m¨¢s may¨²sculas: el 85% de las familias negras y latinas gozan de una renta total inferior a la media de todos los blancos.
La poblaci¨®n es muy consciente de la brutalidad de estas disparidades. Seg¨²n una encuesta de 2013, un 57% de los blancos consideran que existe alg¨²n tipo de discriminaci¨®n hacia los negros, mientras entre los negros la proporci¨®n sube al 88%. ?Pero qu¨¦ es, en definitiva, lo que explica estas tristes diferencias econ¨®micas? "Mientras no ha habido apenas reducci¨®n en la brecha de riqueza en los ¨²ltimos 50 a?os, hubo una mejora laboral hasta mediados de los a?os 70 gracias a varias leyes, programas de afirmaci¨®n positiva y mejoras en el acceso a la educaci¨®n", apunta Hamilton por tel¨¦fono. "Pero desde entonces la brecha se ha mantenido por una falta de ¨¦nfasis contra la discriminaci¨®n". En paralelo, han influido los otros factores que, en general, han acrecentado la desigualdad de ingresos en el pa¨ªs, como el desplome de los sindicatos, el auge de la competencia global, la disparidad salarial o las elevadas ganancias del capital, que han beneficiado a lo m¨¢s ricos.
Y al margen, sostiene el profesor, se ha incrustado una suerte de prejuicio racial permanente en algunas esferas. Como ejemplo, menciona un estudio que demostr¨® que en un proceso de selecci¨®n de un trabajo una persona de color que env¨ªa un mejor curr¨ªculum tiene menos opciones de ser contratada que una blanca con peor expediente. Por ello, pide tomar m¨¢s medidas, como que el Gobierno contrate m¨¢s trabajadores y a mejores condiciones para forzar al sector privado a mejorar las suyas, que se cree un fondo de ayuda para los ni?os pobres al cual solo puedan acceder como adultos para "nivelar el terreno de juego" con los m¨¢s ricos, y que el sistema fiscal sea m¨¢s progresivo para que las familias con bajos ingresos no permanezcan "encerradas en la pobreza".
Desde que accedi¨® a la presidencia de EE UU en 2009, Barack Obama, ha evitado poner el foco directamente en la discriminaci¨®n racial. Salvo algunas iniciativas, ha insistido en que el verdadero debate debe centrarse en la creaci¨®n de puestos de trabajo y ha irritado a algunos sectores afroamericanos al hablar de "responsabilidad personal" y de no abrazar el victimismo. En los ¨²ltimos meses, la lucha contra la desigualdad se ha convertido en el epicentro discursivo de Obama, que anunci¨® en febrero un aumento del salario m¨ªnimo federal de 7,25 d¨®lares por hora a 10,10.
Aunque ahora recobren protagonismo, los reclamos econ¨®micos de los negros no son nada nuevo. Basta recordar que la marcha a Washington de agosto de 1963, que culmin¨® con el famoso discurso de Martin Luther King, reclamaba m¨¢s trabajo y mejores sueldos. Entonces se ped¨ªa que el salario m¨ªnimo pasara de 1,15 d¨®lares por hora a 2. Seg¨²n la evoluci¨®n de la inflaci¨®n, esos 1,15 d¨®lares supondr¨ªan hoy unos 8,80. Al a?o siguiente la vergonzosa segregaci¨®n racial termin¨® oficialmente, pero medio siglo despu¨¦s a¨²n queda mucho recorrido: la crudeza de las cifras hace innegables los efectos econ¨®micos de la discriminaci¨®n.
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