Examen a una Europa en crisis
M¨¢s de 400 millones de europeos dictar¨¢n un veredicto retrospectivo de la gesti¨®n de la crisis
Las elecciones como tribunal de ¨²ltima instancia. La UE est¨¢ atascada en una crisis econ¨®mica devastadora, entorpecida por una gobernanza ineficaz que no consigue conciliar intereses nacionales divergentes, agobiada por un goteo constante de inmigrantes que no sabe c¨®mo absorber, aturdida por un d¨¦ficit democr¨¢tico que lleva a la gente a plantearse de qu¨¦ sirve la pol¨ªtica si los elegidos deciden poco (aquel ¡°no podemos elegir¡± del presidente Rajoy sobre los recortes).
Comienza la carrera del 25-M, que llevar¨¢ a 413 millones de electores a dictar un veredicto retrospectivo sobre la gesti¨®n de la crisis, y a la vez a examinar las opciones pol¨ªticas llamadas a trazar el camino en el pr¨®ximo lustro. La Uni¨®n necesita valent¨ªa tras los primeros y d¨¦biles signos de recuperaci¨®n, que no esconden ni las feroces tensiones sociales en algunos pa¨ªses ni las dudas sobre la credibilidad de las instituciones. Los partidos aspiran a virar, al menos unos grados, el rumbo del transatl¨¢ntico europeo en las grandes pol¨ªticas (econ¨®mica, exterior, inmigraci¨®n) y en los endiablados detalles: c¨®mo gestionar la reestructuraci¨®n griega, c¨®mo lidiar con la negativa alemana a los eurobonos, c¨®mo regular la banca, esas cosas.
Los manifiestos electorales de los grandes partidos se parecen con matices: los populares insisten en las reformas; los socialdem¨®cratas enfatizan m¨¢s el crecimiento que la austeridad. Compiten con las propuestas de partidos potentes pero con menos opciones (liberales, verdes, izquierda) y la pujanza de los populismos. Atr¨¢s quedan los d¨ªas de las decisiones a puerta cerrada: el tratado obliga a tener en cuenta los resultados electorales para nombrar al presidente de la Comisi¨®n, pero con la habitual y estomagante ambig¨¹edad europea. Estas elecciones son de verdad: ¡°Si el presidente no es uno de los cabezas de lista, ser¨¢ dif¨ªcil decirle a la gente que su voto vale algo¡±, avisa una fuente europea.
Pol¨ªtica econ¨®mica: Austeridad y crecimiento, crecimiento y austeridad
Un estancamiento secular en el horizonte, un paro en m¨¢ximos con picos dignos de Gran Depresi¨®n, un problema de deuda excesiva agravado por el riesgo de deflaci¨®n. Las constantes vitales de la econom¨ªa europea chocan con el optimismo profesional de los eur¨®cratas. Pero los programas electorales demuestran que la crisis sigue ah¨ª, muy viva: la econom¨ªa es el espinazo de todos los manifiestos de los partidos, tras un lustro de austeridad ¡°convertida en un eufemismo apenas velado para designar el acta de defunci¨®n de la solidaridad como valor inspirador de la UE¡± (La estrategia del malestar, Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao). Populares y socialdem¨®cratas votan lo mismo el 70% de las veces en la Euroc¨¢mara; no es de extra?ar que sus programas se parezcan. ¡°Hay diferencias de matiz, pero los dos grandes partidos consideran que los mercados se han calmado y con eso se acab¨® la crisis¡±, critica el economista alem¨¢n Fritz Scharpf, del Instituto Max Planck.
El manifiesto de los populares reclama seguir con la austeridad para volver al crecimiento a trav¨¦s de reformas y m¨¢s reformas, un latigazo ling¨¹¨ªstico que se cita 33 veces en el texto y que en muchos casos puede traducirse por recortes. El programa socialdem¨®crata, plagado de ambig¨¹edades, usa el mismo lenguaje de madera, pero con un acento distinto: se centra en el crecimiento y promete incluso elevar el gasto en pol¨ªticas contra el paro juvenil, siempre con un ojo en el agujero fiscal. ¡°Hay que reducir el d¨¦ficit¡±, dice el documento, que pasa de puntillas sobre la reestructuraci¨®n de la deuda griega o los eurobonos. Su l¨ªder, Martin Schulz, ha ido m¨¢s all¨¢: considera un disparate el mantra del d¨¦ficit cero y apuesta por equilibrar las cuentas p¨²blicas, pero sin olvidar el crecimiento, a trav¨¦s de est¨ªmulos en infraestructuras y una pol¨ªtica monetaria menos ortodoxa (Europa: la ¨²ltima oportunidad). Schulz es partidario de dar m¨¢s margen a Francia para el d¨¦ficit, a diferencia del popular Jean-Claude Juncker; esa ser¨¢ la piedra filosofal de la pol¨ªtica europea en los pr¨®ximos tiempos.
El Gobierno socialista franc¨¦s acaba de dar un viraje en sentido contrario al que propone Schulz, con la congelaci¨®n de pensiones y sueldos de funcionarios. ¡°Comisi¨®n y BCE llevan a?os exigiendo reformas y pol¨ªticas de oferta, un desastre cuando el problema es claramente de demanda. Ahora Francia se suma a esa locura. La pol¨ªtica econ¨®mica europea de los ¨²ltimos a?os es la historia de un error¡±, dice Paul de Grauwe, de la London School of Economics.
La apuesta de los liberales es reforzar el mercado ¨²nico; los Verdes prometen est¨ªmulos con pol¨ªticas energ¨¦ticas y de infraestructuras. La Izquierda Unitaria es el ¨²nico partido que habla abiertamente de ¡°acabar con los programas de austeridad¡±. ¡°Han salvado a los bancos y destruyen la sociedad: pura barbarie. Hay que convocar una cumbre como la de 1953, en la que se cancel¨® el 60% de la deuda alemana¡± (El Sur pide la palabra, pr¨®logo de Alexis Tsipras).
Todas las formaciones, sin excepci¨®n, apuestan por reforzar la regulaci¨®n del sistema financiero, principal responsable de la crisis, y abogan por conseguir que la banca vuelva a prestar a trav¨¦s del BCE o del Banco Europeo de Inversiones.
Energ¨ªa: La mejor pol¨ªtica es la que no existe (hasta Rusia)
M¨¢s de la mitad del abastecimiento energ¨¦tico de la UE procede del exterior, y esa cifra no har¨¢ m¨¢s que aumentar, en ausencia de cambios, hasta alcanzar el 70% en 2040, seg¨²n la Agencia Internacional de la Energ¨ªa. La Uni¨®n carece de combustibles f¨®siles y tiene ante s¨ª un escenario de creciente rivalidad energ¨¦tica, pero ni aun as¨ª ha logrado hacer los deberes; ni siquiera se han eliminado elementos de irracionalidad como la falta de interconexi¨®n gas¨ªstica de Espa?a.
Solo el desaf¨ªo de Rusia en Ucrania ha activado las alarmas: Europa quiere ahora reducir su dependencia de Rusia y mejorar las interconexiones. Los partidos son un¨¢nimes: con distinto ¨¦nfasis, apoyan las inversiones en energ¨ªas limpias y apuestan por diversificar las fuentes. Los Verdes son, de largo, los m¨¢s activos y los m¨¢s ambiciosos en la reducci¨®n de emisiones, un aspecto en el que los grandes partidos se han relajado ante las dificultades para reactivar la econom¨ªa.
Inmigraci¨®n: Contorsiones pol¨ªticas y miedo
Naciones Unidas calcula que existen 214 millones de emigrantes en todo el mundo; en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, el alza de la inmigraci¨®n en Europa ha sido del 40%. El continente envejece a toda velocidad y necesita esa marea de inmigrantes, pero los miedos al respecto vienen de lejos: cuando a ra¨ªz de las guerras de Yugoslavia empezaron a llegar refugiados de centroeuropa, uno de los partidos alemanes fij¨® por todo el pa¨ªs carteles con la leyenda La barca est¨¢ llena. Hoy, el UKIP brit¨¢nico se anuncia en las vallas con un lema inequ¨ªvoco: ¡°26 millones de personas en Europa est¨¢n en paro. ?Qu¨¦ puestos de trabajo est¨¢n buscando?¡±, reza un anuncio en el que un enorme dedo ¨ªndice se?ala a quien lee esa frase.
Desde el estallido de la crisis, los euroesc¨¦pticos han hecho virar el debate hacia la inmigraci¨®n. La Francia de Sarkozy ¡ªy la de Hollande¡ª, el Gobierno conservador brit¨¢nico e incluso la Alemania de Merkel llevan meses quej¨¢ndose de la presunta masa de inmigrantes europeos que les invade y que abusan de los Estados de bienestar. No hay cifras que avalen esa denuncia. La Comisi¨®n trata de salvar a toda costa la libre circulaci¨®n ¡ªuno de los pilares sagrados de la UE¡ª, pero la tendencia en varias capitales apunta a la activaci¨®n de barreras administrativas para tratar de disuadir as¨ª a los inmigrantes. Los programas electorales pasan de puntillas por ah¨ª, pero los fantasmas aparecen en otros ¨¢mbitos: varias formaciones proponen endurecer la pol¨ªtica de asilo, la v¨ªctima propiciatoria ante el ascenso de partidos populistas o abiertamente xen¨®fobos.
Los populares quieren reforzar Frontex (el mecanismo de control de fronteras) y prevenir la inmigraci¨®n ilegal; los socialdem¨®cratas apuestan por gastar m¨¢s en la integraci¨®n de inmigrantes; la izquierda radical, en cambio, aboga por suprimir Frontex y perseguir a quienes emplean a ilegales. La palma se la llevan los Le Pen y compa?¨ªa: ¡°Lo de Melilla se acaba quitando a los ilegales la sanidad, la escolarizaci¨®n de sus hijos, las ayudas sociales¡±, dijo Marine Le Pen hace unos d¨ªas. Su Frente Nacional sac¨® 6,4 millones de votos en las presidenciales francesas.
Pol¨ªtica exterior: Adi¨®s, Cathy, adi¨®s
Los grandes partidos coinciden en la necesidad de reforzar el perfil exterior de la UE tras una legislatura marcada por la discutida labor de la alta representante, Catherine Ashton. De Hait¨ª a Siria, la pol¨ªtica exterior ha brillado ¡ªen general¡ª por su ausencia; su actuaci¨®n ha sido lenta, reactiva, a menudo err¨¢tica, plagada de problemas de coordinaci¨®n. Y ha dado escasos resultados, pese a alguna notabil¨ªsima excepci¨®n (Ir¨¢n, por ejemplo). La crisis ucrania es una suerte de despertador: da nuevos br¨ªos a una OTAN moribunda y obliga a la UE a espabilar, aun cuando los cuatro grandes (Alemania, Francia, Italia y Espa?a) siguen de perfil a la espera de que el temporal amaine.
¡°Hemos llamado a la pol¨ªtica exterior com¨²n, m¨¢s como aspiraci¨®n que como realidad. Sigue siendo una pol¨ªtica intergubernamental. ?C¨®mo evitar espect¨¢culos de nuestra debilidad en situaciones como la implosi¨®n de Yugoslavia o la paz en Oriente Pr¨®ximo?¡±, se preguntaba el expresidente Felipe Gonz¨¢lez en Mi idea de Europa. Esa cuesti¨®n sigue abierta, m¨¢s all¨¢ de las hermosas consignas de un cierto europe¨ªsmo a la vez incauto y declarativo. Conservadores y socialdem¨®cratas abogan por una acci¨®n unitaria que haga de Europa ¡°un agente global¡±. Pero Londres y Par¨ªs tienen sus propias agendas, Berl¨ªn solo ahora empieza a asomar la cabeza y, entre el resto de los socios, apenas Italia, Espa?a, Suecia y Polonia tienen reflejos m¨¢s bien regionales.
La pol¨ªtica exterior de la ¨²ltima etapa ha sido una especie de cascar¨®n vac¨ªo con algunos descuidos imperdonables. ¡°Cuando en 2008 la OTAN debati¨® una futura entrada de Georgia y Ucrania, la reacci¨®n de Rusia no se hizo esperar: entr¨® en guerra con Georgia. Lejos de tomar nota, la Uni¨®n sigui¨® adelante con las pol¨ªticas de asociaci¨®n con del Este, hasta ofrecer a Ucrania un acuerdo; la respuesta de Rusia ha sido otra vez fulminante¡±, apunta un diplom¨¢tico, ¡°y cabe pensar en un error de los rus¨®logos del equipo de Ashton¡±.
El cap¨ªtulo de defensa merece la atenci¨®n de todos los grupos. Socialistas y populares abogan por una mayor integraci¨®n militar, pero no hablan de integrar fuerzas armadas. En el otro extremo, Izquierda Unitaria defiende la ¡°salida inmediata¡± de los socios europeos de la OTAN (y su disoluci¨®n) y pide recortes de gasto militar. Los Verdes se centran en promocionar los derechos humanos y desandar algunos pasos ya dados: la colaboraci¨®n con la CIA en la lucha contra el terrorismo, por ejemplo.
Euroescepticismo: Fuerte subida de los populismos, que pueden marcar agendas
La desafecci¨®n hacia la UE se ha multiplicado exponencialmente desde el comienzo de la crisis. Eso vale para Espa?a y otros pa¨ªses del Sur, pero tambi¨¦n los llamados ¡°acreedores¡± (Alemania, Holanda, Finlandia): el 60% de los europeos desconf¨ªa ya de la UE, seg¨²n el eurobar¨®metro. Los euroesc¨¦pticos y eur¨®fobos (y en alg¨²n caso hasta los partidos xen¨®fobos y filonazis) se sientan ya en las bancadas de varios Parlamentos, e incluso han llegado a formar parte de Gobiernos de coalici¨®n. En Francia las encuestas dan al Frente Nacional m¨¢s votos que a los socialistas, solo ligeramente por debajo de los conservadores.
En Reino Unido, el antieuropeo UKIP cosechar¨¢ tambi¨¦n un 20% de los votos y ser¨¢ la segunda fuerza, por encima de los conservadores. Alternativa para Alemania, Aurora Dorada en Grecia, los Verdaderos Finlandeses y partidos del m¨¢s diverso pelaje en B¨¦lgica, Holanda, Austria y casi todos los pa¨ªses ¡ªpero no en Espa?a¡ª demuestran que el antieurope¨ªsmo se contagia: si la UE no logra resolver sus problemas econ¨®micos se arriesga a a?adir una regresi¨®n democr¨¢tica al estancamiento y al paro. Las encuestas dan a los euroesc¨¦pticos entre el 17% y el 27% de los votos el 25-M: ¡°Su impacto ser¨¢ limitado en el Parlamento por sus dificultades para aliarse, pero tienen talento para marcar las agendas e influir¨¢n en la pol¨ªtica nacional, como se ha visto en Francia y Reino Unido¡±, seg¨²n el an¨¢lisis de Mujtaba Rahman, de Eurasia Group.
Divisi¨®n regional: La fractura Norte-Sur y la siesta del BCE
¡°Los pa¨ªses acreedores, y Alemania en particular, han impuesto sus intereses y una lectura moral de la crisis: la ¨²nica soluci¨®n a los problemas era una devaluaci¨®n interna, social, de quienes vivieron por encima de sus posibilidades¡±, critica el economista Charles Wyplosz. En 2008, la Comisi¨®n edit¨® un extenso informe para celebrar el d¨¦cimo aniversario del euro: ¡°La moneda es un ¨¦xito, un s¨ªmbolo de estabilidad e integraci¨®n¡±. Seis a?os despu¨¦s, todo ha cambiado. La fractura Norte-Sur se agrava.
En las cifras: frente a tasas de paro superiores al 25% en Grecia y Espa?a, Alemania y Austria presentan el 5%. Y en las ideas: la negativa del Norte a los eurobonos o a la reestructuraci¨®n de deudas, sin crecimiento ni inflaci¨®n, condena al Sur a un ajuste doloroso en el que es discutible que, a la responsabilidad que ha mostrado con los recortes, Europa haya respondido con verdadera solidaridad. ?Qu¨¦ hace el BCE? ¡°Con la inflaci¨®n en un nivel preocupante, lleva ech¨¢ndose la siesta desde noviembre¡±, dice una fuente comunitaria; se resiste a acometer medidas extraordinarias pese a la fragmentaci¨®n financiera y a que las bajas tasas de inflaci¨®n en el Norte impiden que los recortes del Sur cosechen los resultados previstos. ¡°Hay que tender puentes entre Norte y Sur¡±, apunta Juncker sin concretar m¨¢s. ¡°La UE y el BCE no pueden seguir dando la espalda a esa fractura¡±, a?ade el socialista Ram¨®n J¨¢uregui.
Ampliaci¨®n: El hechizo de una Uni¨®n m¨¢s grande se desvanece
¡°?La promesa de una UE m¨¢s grande y pr¨®spera es insostenible?¡±, se preguntaba el historiador Tony Judt en un libro extraordinario, Una gran ilusi¨®n. Frente a sus instintos naturales desde hace d¨¦cadas, Europa corre ¨²ltimamente la tentaci¨®n de encerrarse en s¨ª misma. Desde la ¨²ltima oleada de ampliaci¨®n ¡ª12 nuevos miembros entre 2004 y 2007, b¨¢sicamente del bloque del Este¡ª se multiplican las quejas acerca de la sobredimensi¨®n de la UE, por las dificultades de gobernarse a Veintiocho. M¨¢s a¨²n con la peor crisis en varias generaciones, con las dudas acerca de la vigencia del modelo social; con la sospecha, en fin, de que la Uni¨®n ya no puede ofrecerse ni a s¨ª misma determinadas seguridades.
La experiencia de la ampliaci¨®n al Este dej¨® lecturas muy desiguales: miedo en la derecha por unas razones (inmigraci¨®n) y en la izquierda por otras (deslocalizaciones industriales y dumping social). Los programas de los partidos reflejan esos temores. Se acab¨® el hechizo: solo los liberales defienden sin fisuras la expansi¨®n como una se?a de identidad que debe continuar.
M¨¢s recelosos, en las filas populares y socialdem¨®cratas se deja sentir la fatiga de la ampliaci¨®n: los conservadores descartan nuevos ingresos en el pr¨®ximo lustro; los socialistas son m¨¢s ambiguos, pero van en la misma l¨ªnea. El PP cierra las puertas del club: en su programa deja claro que un potencial ingreso requerir¨¢ no solo que el pa¨ªs candidato cumpla los criterios pol¨ªticos y econ¨®micos exigidos, sino que la UE conserve la capacidad para integrarlo. ¡°Si esa capacidad de integrar est¨¢ en riesgo¡±, y eso creen los l¨ªderes, ¡°no se acometer¨¢n nuevas incorporaciones¡±, resume el manifiesto de los conservadores. Islandia, Macedonia, Montenegro, Serbia y sobre todo Turqu¨ªa ¡ªque pr¨¢cticamente se descarta a s¨ª misma con los ¨²ltimos recortes de libertades¡ª, candidatos oficiales, ven congelado as¨ª su acceso hasta nueva orden.
Liderazgo en el seno de la uni¨®n: Merkel y Draghi, o qui¨¦n manda en Europa
Corren por ah¨ª maravillosas definiciones de Europa y su Uni¨®n. ¡°Una nueva ciudad en la colina¡± (Jeremy Rifkin), ¡°El ¨²nico programa a medida de nuestro mundo y de nuestra ¨¦poca¡± (Pierre Uri), ¡°Patrimonio democr¨¢tico de la humanidad¡± (Lula da Silva), ¡°Viaje inacabado¡± (Yehudi Menuhin). Y menos buc¨®licas: ¡°Invento en fase de fracaso cr¨ªtico¡± (Felipe Gonz¨¢lez), ¡°Gentil monstruo¡± (Hans Magnus Enzensberger) y, sobre todo, aquel dardo del cineasta Wim Wenders: ¡°La idea de Europa ha quedado reducida a la burocracia, y ahora la gente cree que la burocracia es la idea¡±.
Si no hay acuerdo en la definici¨®n, al menos s¨ª hay consenso sobre qui¨¦n manda aqu¨ª: la canciller Angela Merkel y el jefe del BCE, Mario Draghi. ¡°Por primera vez, Francia es claramente el n¨²mero dos, y Alemania, el l¨ªder indiscutido¡±, apunta el analista Charles Grant. Merkel ha gobernado con mano de hierro la UE hasta convertirla en lo que Ulrich Beck denomina ¡°una Europa alemana¡±, con una respuesta a una crisis eminentemente financiera basada en la austeridad fiscal. Y muy discutida hasta por sus intelectuales de cabecera: ¡°Berl¨ªn ha sido el catalizador de la erosi¨®n de la solidaridad europea¡± (La crisis de la UE, J¨¹rgen Habermas). Junto a Merkel, Draghi es ya el verdadero soberano europeo: ha convertido a los Gobiernos con problemas ¡°en marionetas en manos del BCE, que act¨²a en funci¨®n de una extra?a mezcla de dogmatismo ideol¨®gico e intereses de los pa¨ªses acreedores¡±, dice el soci¨®logo Ignacio S¨¢nchez-Cuenca. Es improbable que el papel de Merkel y Draghi cambie; Par¨ªs atraviesa una delicada situaci¨®n interna; Londres tiende a la irrelevancia ante su creciente eurofobia. ¡°Nadie le tose a Merkel en las cumbres¡±, resume un diplom¨¢tico, ¡°y el BCE no ha hecho m¨¢s que ganar parcelas de poder durante la crisis¡±, aunque una Comisi¨®n diferente ¡°podr¨ªa virar al menos unos grados el rumbo del transatl¨¢ntico¡±.
Telecomunicaciones: ¡®Lobbies¡¯, presiones y retrasos
Los desaf¨ªos digitales concitan un alto nivel de acuerdo entre los partidos pol¨ªticos. Todos los candidatos abogan por unas telecomunicaciones m¨¢s seguras, m¨¢s baratas y con menos barreras para el ciudadano. Ese consenso no ha impedido que los proyectos digitales se hayan quedado a medio camino en esta legislatura debido a que los Estados miembros ¡ªm¨¢s vulnerables a la presi¨®n de las grandes empresas¡ª han rehusado avanzar en este terreno.
Europa no tiene un aut¨¦ntico mercado ¨²nico de telecomunicaciones. Y sus empresas tienen una dimensi¨®n muy inferior a las de EE UU. Eso ¨²ltimo puede cambiar en funci¨®n de qui¨¦n se siente en la silla de presidente de la Comisi¨®n: el popular Jean-Claude Juncker ha asegurado que la Uni¨®n tiene que ¡°repensar sus reglas de competencia¡±, que hasta ahora han frenado las fusiones por los potenciales perjuicios para los consumidores: m¨²sica para los o¨ªdos de las grandes del sector.
El Parlamento ha sido muy beligerante en las agendas de ese sector relacionadas con el mercado interior y las libertades civiles. Hay dos grandes tareas pendientes. La m¨¢s controvertida es la norma de protecci¨®n de datos, que se hizo imprescindible con el estallido del esc¨¢ndalo de la vigilancia masiva ejercida por EE UU. La presi¨®n de Washington y de los gigantes tecnol¨®gicos ha retrasado el proceso. Con matices, los partidos abogan por endurecer las transferencias de datos de los ciudadanos a terceros, y piden multas m¨¢s duras para las compa?¨ªas que hagan mal uso de la informaci¨®n. Las presiones de los lobbies y los consiguientes retrasos son tambi¨¦n la norma en lo relativo al final del roaming (coste por el uso del m¨®vil en el extranjero) y con la reorganizaci¨®n del mercado de telecomunicaciones. Los partidos abogan por desterrar esa pr¨¢ctica en 2015 e impedir que los operadores bloqueen servicios como las llamadas telef¨®nicas de Skype.
Tratado comercial con EE UU: S¨ª mayoritario al acuerdo, pero con condiciones
Con 26 millones de parados y una aton¨ªa econ¨®mica que se avecina larga, las instituciones comunitarias han publicitado un acuerdo comercial con EE UU como fuente de empleo y riqueza para los dos territorios. Las negociaciones se han visto entorpecidas por dos elementos. El primero es intr¨ªnseco al proceso: las dudas sobre la hipot¨¦tica rebaja de los est¨¢ndares de calidad en Europa que supondr¨ªa establecer un libre comercio con los norteamericanos, am¨¦n de las resistencias de Francia en el ¨¢rea cultural. El segundo es ajeno, pero ha logrado ralentizar las discusiones durante meses: la desconfianza hacia Washington a ra¨ªz del esc¨¢ndalo de las escuchas masivas en la Uni¨®n.
Conscientes de que el electorado es sensible a ambos argumentos, los partidos se han puesto en guardia ante un pacto que, de otra manera, no habr¨ªa provocado mayores resistencias. Con la excepci¨®n de los liberales, que abogan abiertamente por firmarlo en la pr¨®xima legislatura, el resto de partidos matizan ¡ªo rechazan directamente, en el caso de la izquierda radical¡ª el acuerdo. Los conservadores saludan el libre comercio con EE UU ¡°siempre que se salvaguarden los altos est¨¢ndares europeos y los elementos de la identidad europea¡±. Los socialdem¨®cratas lo vinculan al cumplimiento de derechos sociales, laborales y medioambientales.
Con argumentos parecidos, Los Verdes van un paso m¨¢s all¨¢ y se oponen al acuerdo ¡°en su forma actual¡± porque debilita la protecci¨®n europea. Al contrario de lo que ocurre en otros asuntos, la Comisi¨®n deber¨¢ tomar muy en consideraci¨®n los reparos de los partidos. Sin el visto bueno de la Euroc¨¢mara no es posible aprobar ning¨²n acuerdo comercial. M¨¢s all¨¢ de los complejos detalles t¨¦cnicos, ¡°el pacto requiere de un empuj¨®n pol¨ªtico; ahora mismo falta voluntad de avanzar¡±, admit¨ªa hace unos meses un alto cargo del Ejecutivo comunitario.
CANDIDATOS A PRESIDIR LA COMISI?N EUROPEA
El incombustible Jean-Claude Juncker (Redange, Luxemburgo, 1954) pilota la candidatura de los populares, protagonistas de la crisis por su gran peso en la Comisi¨®n y el Consejo.
El presidente de la Euroc¨¢mara, Martin Schulz (Hehlrath, Alemania, 1955), lidera a los socialdem¨®cratas. Cr¨ªtico con Merkel, este exlibrero se dice ¡°insatisfecho¡± con la actual UE.
El ex primer ministro de B¨¦lgica y presidente del grupo liberal Guy Verhofstadt (Dendermonde, 1953) es la cara de los liberales. Su partido podr¨ªa ejercer de bisagra.
El seductor Alexis Tsipras (Atenas, 1974) representa a Izquierda Unitaria. Sus mensajes, a veces contradictorios, levantan pasiones, amor y odio, dentro y fuera de Bruselas.
El t¨¢ndem franco-alem¨¢n formado por el sindicalista Jos¨¦ Bov¨¦ (Talence, 1953) y Ska Keller (Brandeburgo, 1981) es la gran apuesta de Los Verdes.
Marine Le Pen (Neuilly-sur-Seine, 1968) es la cara m¨¢s conocida de un abanico de grupos dif¨ªciles de etiquetar: euroesc¨¦pticos, eur¨®fobos, fascistas, xen¨®fobos y populistas.
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