La nueva ruta de la seda acaba en Duisburgo
El tren que llega de China a la ciudad alemana refleja la adaptaci¨®n del puerto, muy castigado por la crisis de los ochenta
Cerca de 10.300 kil¨®metros. Medio centenar de contenedores. Un tren de 650 metros de largo que atraviesa seis pa¨ªses tres veces a la semana. La l¨ªnea que une la ciudad china de Chongqing con el coraz¨®n industrial de Alemania se ha convertido en una de las conexiones ferroviarias directas m¨¢s largas del mundo, superando al m¨ªtico Transiberiano. Pero ahora no se trata de transportar a burgueses desde Mosc¨² a la costa del Pac¨ªfico. El convoy Yuxinou avanza a trav¨¦s de Asia y Europa repleto de iPhones, ordenadores de Hewlett Packard y repuestos de Acer.
El puerto de Duisburgo, una localidad de 500.000 habitantes, sirve de parada final para esta infraestructura que simboliza la capacidad de adaptaci¨®n a la econom¨ªa moderna de una zona en decadencia. Tras pasar por China, Kazajist¨¢n, Rusia, Bielorrusia y Polonia, los productos llegan a una ciudad que a mediados del siglo pasado era la m¨¢s rica de Alemania. Ahora, en cambio, arrastra una tasa de paro de casi el 14% en un pa¨ªs que acaricia el objetivo del pleno empleo.
El presidente chino eligi¨® esta ciudad de provincias para su visita a Alemania
La vida de Erich Schauder ha corrido paralela a la del puerto en el que confluyen el Rin y el Ruhr, dos r¨ªos que han modelado la historia y la esencia de Alemania. Nacido en una ciudad en ruinas ¡ªla II Guerra Mundial destruy¨® Duisburgo casi por entero¡ª, el Erich ni?o se maravillaba al observar desde el otro lado del r¨ªo la inmensa gr¨²a que presid¨ªa el escenario industrial. Desde entonces, ha presenciado el auge, ca¨ªda y renacimiento del mayor puerto fluvial del mundo, que se prepara para cumplir 300 a?os en 2016.
Schauder comenz¨® a trabajar como ingeniero en la empresa que tanto admiraba. Pero los problemas no tardaron en llegar. La globalizaci¨®n y la p¨¦rdida de competitividad trajeron una reconversi¨®n industrial dram¨¢tica. Las protestas multitudinarias, probablemente las mayores vividas en el pa¨ªs, no lograron evitar la destrucci¨®n de decenas de miles de puestos de trabajo. ¡°La f¨¢brica de acero cerr¨® y dej¨® en la calle a 2.500 personas. Fue uno de los d¨ªas m¨¢s tristes de mi vida¡±, recuerda este jubilado desde el Puente de la Solidaridad, bautizado as¨ª en 1987 despu¨¦s de que empleados del Grupo Krupp lo tomaran como protesta.
Los trabajadores formaron a finales de los ochenta una cadena humana a lo largo de los 60 kil¨®metros que separan Duisburgo de Dortmund. Perdieron esa batalla, pero un cuarto de siglo m¨¢s tarde el puerto se las ha apa?ado para adaptarse a los nuevos tiempos. Un negocio basado en la extracci¨®n y almacenamiento de rocas y metales se ha reconvertido en un gigantesco centro log¨ªstico que ofrece todo tipo de servicios. Las empresas que all¨ª operan dan trabajo a m¨¢s de 20.000 personas y generan otros tantos empleos indirectos. Los contenedores han sustituido al carb¨®n.
Duisburgo es una ciudad acostumbrada a no dar buenas noticias. Cuando aparece en los medios, suele hacerlo en la secci¨®n de sucesos, ya sea por la tragedia de la Love Parade que en 2010 dej¨® 21 muertos, por tiroteos de la mafia calabresa en plena calle o por el hacinamiento de inmigrantes gitanos. Todo ello hizo m¨¢s sorprendente a¨²n que el nuevo presidente chino, Xi Jinping, eligiera esta ciudad de provincias en su primera visita oficial a Alemania.
Los m¨¢s optimistas quieren ver en este logro la met¨¢fora de un pa¨ªs que ha dejado atr¨¢s la baja competitividad y crecimiento an¨¦mico que padec¨ªa a finales del siglo pasado para convertirse en la potencia ¨²nica e indiscutida en Europa. Los cr¨ªticos prefieren destacar que, pese a esta apuesta por las nuevas tecnolog¨ªas, la ciudad sigue a¨²n lej¨ªsimos de los niveles de riqueza y de empleo que la industria pesada le proporcion¨® en los a?os cincuenta y sesenta del siglo pasado. ¡°Duisburgo arrastra una leyenda negra porque se le sigue asociando con sectores que hoy han perdido su importancia econ¨®mica. Es cierto que el puerto es una historia de ¨¦xito. Pero la ciudad sigue teniendo muchos problemas de los que no ha logrado recuperarse¡±, explica Rudolf Juchelka, profesor de Geograf¨ªa Econ¨®mica de la Universidad de Duisburgo-Essen.
Un balance dual
? El puerto fluvial de Duisburgo, el mayor del mundo, se ha convertido en los ¨²ltimos 15 a?os en un importante centro log¨ªstico que emplea de forma directa o indirecta a m¨¢s de 40.000 personas.
? La reconversi¨®n del puerto no ha bastado para impulsar la econom¨ªa de Duisburgo, que arrastra una tasa de paro de casi el 14%, cuando en Alemania es del 6,8%.
¡°Cuando empec¨¦ a trabajar aqu¨ª, a finales de los a?os noventa, hab¨ªa inversores de cuatro nacionalidades distintas. Ahora provienen de 25 pa¨ªses distintos. El tren Yuxinou es la culminaci¨®n de un proceso que nos ha colocado en la primera l¨ªnea de la log¨ªstica internacional¡±, defiende con entusiasmo desde su magn¨ªfico despacho con vistas a todo el puerto el presidente de la compa?¨ªa gestora de la infraestructura, Erich Staake.
La visita del l¨ªder chino a Duisburgo el pasado mes de marzo sirvi¨® para mostrar este aspecto poco conocido de la cuenca del Ruhr. Xi habl¨® del trayecto Chongqing-Duisburgo como de ¡°la nueva ruta de la seda¡±. Operado por las compa?¨ªas ferroviarias de Alemania y Rusia, el Yuxinou tarda 16 d¨ªas en recorrer gran parte de Asia y Europa. Si fueran por mar, los iPhones, iPads y dem¨¢s cacharros tardar¨ªan el doble de tiempo. Y si viajaran en avi¨®n, el transporte ser¨ªa el doble de caro. El trayecto dura medio mes, pero ning¨²n operario lo hace entero, ya que en las cinco fronteras que traspasa el personal es reemplazado por trabajadores del pa¨ªs.
Observar el mar de contenedores que duerme junto al r¨ªo puede dar una idea de la mara?a de procedencias y destinos de estas cajas gigantescas. ¡°China Shipping¡±, se puede leer en unos contenedores. Otros est¨¢n escritos con ideogramas asi¨¢ticos. Ante este paisaje, el jubilado Schauder recapitula toda una vida relacionada con el puerto. ¡°Es verdad que lo hemos pasado muy mal. Pero ver c¨®mo todo esto ha vuelto a brillar es una de mis grandes alegr¨ªas de los ¨²ltimos a?os¡±, concluye.
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