?Existe Europa?
Los Estados-naci¨®n europeos hacen imposible la federaci¨®n del continente
Una minor¨ªa de europeos votar¨¢ el domingo entre apat¨ªa y aton¨ªa generalizadas, por y contra Europa; en Catalunya pocos o muchos lo har¨¢n por una Europa que no es f¨¢cil que los acoja en el desider¨¢tum que persiguen. Pero ?cu¨¢ntas europas, si m¨¢s de una o ninguna, existen?
En el siglo XVIII Voltaire hablaba de una Europa de valores ilustrados que, desde el Atl¨¢ntico a los Urales, hablaba y se carteaba en franc¨¦s; una Europa epistolar de solo unos millares de privilegiados. Y la Revoluci¨®n Francesa se inspirar¨ªa tanto como guillotinar¨ªa a unos cuantos de esos pr¨®ceres. La primera versi¨®n que existi¨® de lo europeo fue el imperio romano con la creaci¨®n de la latinidad; pero la expansi¨®n de las armas de Roma se detuvo en Teotoburgo (Germania) y el muro de Adriano (Britania), y esa Europa apenas romanizada complet¨® su viaje al exterior con la reforma luterana del siglo XVI; desde la Alta Edad Media medraba, sin embargo, una Europa bizantina, entre el catolicismo romano y la disidencia ortodoxa, con un salpic¨®n de islamismo. Tres imperios, austriaco, ruso y otomano, fabricaron una Europa, en ocasiones marca, puente o falla geol¨®gica, entre el mundo occidental y el oriental.
La Europa moderna y contempor¨¢nea rechaz¨® la formaci¨®n de poderes hegem¨®nicos, fueran los de Felipe II, Luis XIV, Napole¨®n o Hitler, todos ellos grandes europe¨ªstas de la dominaci¨®n excluyente. Y el equilibrio geopol¨ªtico que sobrevivi¨® a esas tentativas solo desapareci¨® con la destrucci¨®n bipolar, ruso-americana, de las antiguas potencias imperiales.
De una Europa en ruinas, en 1945, nace el proyecto de una nueva europeidad, hoy la UE. ?Por qu¨¦ esta Europa trufada de reglamentos, normativas y europarlamentarios no emociona a nadie? La aspiraci¨®n federal, como afirma el polit¨®logo franc¨¦s Sami Na?r (El desenga?o europeo, 2014) parece haber fracasado, y sobre el mosaico de tantas europas son los Estados-naci¨®n quienes retienen alg¨²n grado de soberan¨ªa, aunque m¨¢s negativa que proactiva, para hacer imposible la federaci¨®n del continente. El vacilante patriotismo europeo, en medio de la crisis econ¨®mica que nos aqueja, no tiene nada de metaf¨ªsico. La UE s¨®lo interesa al ciudadano com¨²n por los bienes materiales que le depare, y no al contrario, seg¨²n la conocida jaculatoria de Kennedy. Si Europa no tiene ubres que orde?ar el personal se instala en el mejor de los casos en la abstenci¨®n, y en el peor sufragando contra la idea europea a esos partidos que llaman a la malquerencia escepticismo.
?Hay forma de escapar de ese mezquino laberinto? Na?r, seguramente partidario de una Europa gaullista, la de las patrias, es menos eficaz cuando propone una ¡®Europa europea¡¯, que solo identifica como portadora de los valores de ¡°solidaridad, ciudadan¨ªa e inter¨¦s general¡±, as¨ª como que asumir¨ªa un ¡°calado estrat¨¦gico¡±, el imperio socialdem¨®crata, quiz¨¢s, presunto productor de equilibrio y justicia universales. El gran soci¨®logo, desaparecido, Pierre Bourdieu, dec¨ªa que Francia, Espa?a y Portugal ¡ªaquella primera Europa romana¡ª sent¨ªan su europe¨ªsmo como ¡°nostalgia de imperio¡±. Por nada ni remotamente parecido votar¨¢ el d¨ªa 25 una minor¨ªa de europeos.
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