La prisi¨®n de Huntsville esconde sus secretos
La c¨¢rcel texana es la ¨²ltima parada de decenas de presos antes de recibir la pena capital en el Estado norteamericano
Quienes han visto su interior lo describen como un sitio l¨²gubre, fr¨ªo y antiguo, pero sus secretos est¨¢n reservados solo para los condenados a muerte. La prisi¨®n de Huntsville es la ¨²ltima parada antes de la inyecci¨®n letal, el destino para unas quince personas cada a?o en Texas.
La unidad de las paredes en Huntsville es un lugar plagado de protocolos. Cada paso est¨¢ ensayado: la s¨¢bana que se colocar¨¢ sobre la cara del ejecutado, los trajes que utilizar¨¢n el gendarme y el capell¨¢n en el interior del pabell¨®n de la muerte, la llamada para pronunciar las ¨²ltimas palabras.
As¨ª ha ocurrido en 515 ejecuciones desde 1976. La prisi¨®n de Huntsville es el coraz¨®n de la pena capital en el estado de Texas.
La prisi¨®n de Huntsville es el coraz¨®n de la pena capital en el estado de Texas. Desde 1976 se ha ejecutado a 515 personas
Sus paredes de ladrillo e imponente exterior ofrecen solo algunas se?ales de su rutina. ¡°Aqu¨ª no se da acceso a la c¨¢rcel a menos que alguien en su interior quiera verla, quiz¨¢s eso ocurre en otros estados, pero no en Texas¡±, dice el portavoz de la prisi¨®n Jason Clark.
Pero eso no detiene a los miles de turistas que pasean curiosos por sus aceras en una visita al pueblo ni a los manifestantes en contra y a favor de la pena de muerte, que se congregan en su exterior cada vez que ocurre una ejecuci¨®n.
Todo se inicia cuando cae la tarde, unas pocas horas antes de las 18.00, el horario autorizado para administrar la inyecci¨®n letal en Texas. Los guardias cierran el acceso, los manifestantes sacan sus meg¨¢fonos y pancartas, normalmente contra del gobernador Rick Perry.
Si la ejecuci¨®n involucra a una v¨ªctima policial, el ambiente es a¨²n m¨¢s tenso, sobre todo porque a las 18.00 horas, uniformados retirados y en servicio rodean la c¨¢rcel con sus motocicletas haciendo rugir sus motores. Es una se?al para que apuren la ejecuci¨®n, pero normalmente los ¨²ltimos recursos legales interpuestos por los abogados del reo retrasan el momento. El ensordecedor rugido se repite cada hora, en medios de rezos y protestas.
En el segundo piso que da a la entrada principal de la prisi¨®n, se alcanza a vislumbrar a reos vestidos de blanco por las ventanas. Deambulan de un lado a otro, algunos incluso dejan escapar sus voces, con frases ininteligibles.
Una vez dentro, hay quienes gritan a todo pulm¨®n por el asesinato que ocurrir¨¢ en la Unidad de las Paredes. Mientras unos lo llaman justicia, lo cierto es que es una experiencia fuerte a nivel humano. As¨ª lo ha sido para Cody Stark, periodista de The Huntsville Item, quien lleva cuatro a?os siendo testigo de ejecuciones. Los reporteros en general entran a la habitaci¨®n donde est¨¢ la familia del preso.
La primera vez que ingres¨® a Huntsville, Stark se sorprendi¨® por la cantidad de rejas que debi¨® atravesar. ¡°Son cinco o seis, todas un poco espeluznantes. Antes de entrar nunca hab¨ªa visto morir a alguien, es duro ; pero es mi trabajo. Me toc¨® un pandillero que hab¨ªa matado a otros dos. No hab¨ªa familiares en la habitaci¨®n y eso lo hizo un poco m¨¢s f¨¢cil¡±, cuenta.
¡°Los funcionarios siguen paso a paso la rutina y nunca hay excepciones. En general el ambiente que uno vive como reportero es el que prevalece en los familiares del reo, porque el mayor impacto que percibes es su reacci¨®n¡±, dice.
Patty Estrada, periodista de Semana News, se imaginaba la prisi¨®n de Huntsville como un lugar mucho m¨¢s ruidoso, pero cuando presenci¨® la muerte del mexicano Edgar Tamayo se encontr¨® con algo diferente. ¡°El silencio es enorme, rotundo, incluso cuando he estado fuera de las ejecuciones he escuchado a la gente gritar desde las ventanas, pero adentro no se oye nada de eso¡±, asegura.
¡°Los guardias tienen un rostro parco, no se observa ninguna reacci¨®n de su parte. Lo que m¨¢s me llam¨® la atenci¨®n es un jardincito que est¨¢ antes de entrar a la Unidad de las Paredes. Parece un oasis, se ve que es un lugar agradable donde tienen varias plantas¡±, comenta.
Pedro Rojas, periodista de Univisi¨®n 45, explica que la mayor¨ªa de los guardias que vio dentro de la prisi¨®n son afroamericanos. En fila y en un camino estrictamente supervisado pas¨® las primeras puertas de seguridad y control, luego observ¨® el ¨¢rea de visitas, dos puertas m¨¢s y vio el pasillo que lleva al cuarto de ejecuci¨®n, que tiene un peque?o jard¨ªn aleda?o. El lugar posee tres puertas de acceso, una para el reo, otra para los familiares de la v¨ªctima y otra para los del victimario.
¡°Cuando entramos la persona est¨¢ lista, acostada y amarrada, los brazos extendidos, la cama parece una cruz, su brazo derecho ya tiene conectada una l¨ªnea de suero y lleva una s¨¢bana blanca encima. Hay un micr¨®fono, el capell¨¢n est¨¢ a los pies y el funcionario a la cabeza, es entonces cuando le piden la ¨²ltima declaraci¨®n¡±, cuenta.
¡°Luego de colocarle la inyecci¨®n, en 10 minutos entra un m¨¦dico a revisar los signos vitales y determina si est¨¢ muerto. Mi ¨²nico punto referencia eran pel¨ªculas o situaciones desastrosas como lo que pas¨® en Ohio, pero simplemente ac¨¢ parec¨ªa que se fueron a dormir¡±, dice.
Lo que ni los medios de comunicaci¨®n ni los visitantes pueden ver es la vida que llevan los reos antes de llegar a la Unidad de las Paredes en Huntsville. La mayor¨ªa viene de la c¨¢rcel de m¨¢xima seguridad llamada Unidad Polunsky y llegan a Huntsville para ser ejecutados.
Muchos han pasado d¨¦cadas de espera que se han traducido en tallados hechos a mano, confecciones o dibujos, lo que sea para matar el tiempo. La mayor¨ªa de esos objetos va a parar al Museo de la Prisi¨®n de Huntsville, que tambi¨¦n re¨²ne reliquias de las otras c¨¢rceles del pueblo, que alojan a cerca de 9.000 reclusos.
Otro ritual de Huntsville que tampoco se puede presenciar es el entierro de los cuerpos. Cuando se trata de extranjeros, los consulados se encargan de los tr¨¢mites de repatriaci¨®n, pero cuando son estadounidenses y la familia lo decide, o simplemente no se presenta, se llevan al cementerio municipal Joe Byrd, donde vuelven a encerrarlos juntos, ahora bajo tierra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.