La Econom¨ªa es ?tica (II)
La corrupci¨®n impacta a millones en el mundo y no importa su fuente o modalidad: es una sola
Mois¨¦s Naim nos brinda una brillante aportaci¨®n cuando afirma que una fuente importante de la desigualdad econ¨®mica se debe a que en pa¨ªses donde viven la gran parte de los pobres del mundo, Rusia, Nigeria, Brasil y China entre ellos, ¡°hay demasiados ladrones en el gobierno y el sector privado que pueden robar con gran impunidad.¡± Bien har¨ªamos en extender esta gran verdad a varios pa¨ªses de altos ingresos.
Sin duda, ofende comprobar que hay millones de pobres cuyas necesidades de educaci¨®n, salud, seguridad alimentaria, vivienda, agua potable y luz el¨¦ctrica se sacrifican en el altar de la venalidad. He aqu¨ª una nueva tarea para el se?or Piketty: en pa¨ªses donde la corrupci¨®n causa mayor desigualdad econ¨®mica y pobreza, ?qu¨¦ precio paga la sociedad por la extracci¨®n ilegal de ingresos que bien podr¨ªan aplicarse a fortalecer las capacidades productivas de los pobres? El c¨¢lculo debe ser enorme y es entonces leg¨ªtimo denunciarlos por tolerarla. Pero hay un precio que el se?or Piketty nunca podr¨¢ estimar: aquel que paga una sociedad por permitir la mercantilizaci¨®n de servicios que son pilares de la confianza p¨²blica. Son los servicios que ofrecen, por ejemplo, pol¨ªticos y funcionarios p¨²blicos honestos que anteponen el bien colectivo al provecho propio. Son servicios que deben armonizar, en un todo indisoluble, la econom¨ªa y sus condicionamientos morales. Y es precisamente en pa¨ªses de altos ingresos donde su mercantilizaci¨®n indebida avanza a paso vivo, donde la intangibilidad del comportamiento correcto cede ante la promesa para hoy o ma?ana del beneficio individual. A la cabeza de ellos los Estados Unidos, el vaticano del libre mercado.
Deje que el libre mercado defina las normas de los servicios que apuntalan la vida c¨ªvica y ver¨¢ c¨®mo pierden su valor incalculable. Sucede, y de manera burda, en los pa¨ªses que todav¨ªa no han construido una institucionalidad competente y a prueba de todo tipo de soborno, pero en los Estados Unidos se expresa en la tolerancia hacia la corrupci¨®n legalizada. El punto de partida, por supuesto, es la facultad legal que tienen las corporaciones para gastar a su antojo en el financiamiento de campa?as pol¨ªticas y los privilegios y favores que a cambio se extraen. Nada mejor ilustra esta realidad que el nombramiento durante el primer gobierno del presidente Obama del mismo equipo econ¨®mico que sancion¨® la desregulaci¨®n insana del sistema financiero con sus consecuencias que hoy todos conocemos. Abundan los ejemplos de las licencias libertinas y perversas que se suscitaron pero todo lo podemos resumir en la captura del marco regulador, vale decir, en la ¡°compra¡± de pol¨ªticos y funcionarios p¨²blicos por parte de las entidades financieras. He aqu¨ª la ra¨ªz del desmadre colosal que hasta hizo posible el dispendio de bonificaciones descomunales a ejecutivos responsables cuando las instituciones viv¨ªan del ox¨ªgeno de los contribuyentes. Hoy son estos mismos responsables los que se oponen a las reformas que se necesitan para evitar otro colapso. Y que no se sorprenda por qu¨¦ lo pueden hacer: muchos, tal vez la mayor¨ªa de ellos, se encuentran entre las 85 personas m¨¢s ricas del mundo que seg¨²n la directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional controlan igual riqueza que la mitad m¨¢s pobre del mundo.
A esta situaci¨®n se le llama gobierno de oligarqu¨ªas o plutocracias, punto. En nada lo diferencia de lo que existe en Rusia, Nigeria, Brasil o China. Y la corrupci¨®n que engendran es una sola, legalizada o no. Es una sola porque el libre mercado uniformiza normas y comportamientos de lo que est¨¢ bien como de lo que no lo est¨¢, porque avanza ajeno a condicionamientos morales acercando a ricos y pobres con c¨®digos que se descifran en un tris. Mire, cuando JP Morgan intenta fichar a un pariente de un alto funcionario del gobierno chino es m¨¢s importante buscar la manera legal de hacerlo que reflexionar sobre sus implicancias ¨¦ticas y lo ¨²nico que hay que acordar es el precio. Ah¨ª lo ve, la corrupci¨®n legalizada de Wall Street hermanada con la aparentemente m¨¢s repudiable por darse en un pa¨ªs como China. La corrupci¨®n impacta a millones en el mundo y no importa su fuente o modalidad: es una sola.
A la corrupci¨®n se le combate, claro est¨¢, con reglas claras y con la disposici¨®n para hacerlas valer. Pero esto no es suficiente porque donde la corrupci¨®n legalizada campea, la efectividad de las reformas tiene su l¨ªmite. De nuevo, basta ver lo que actualmente sucede con el comportamiento perverso de la industria financiera en el mundo entero. Qu¨¦ iron¨ªa, de ah¨ª precisamente se originan los dineros que dan vuelta al mundo sin importar la desigualdad y pobreza que siembran ni las conciencias que compran. Cu¨¢n necesario es entonces recordar que la ¨¦tica importa, que hay mucho m¨¢s en la vida que los c¨¢lculos de costo-beneficio que la teor¨ªa econ¨®mica estrechamente propone. Vamos, no se desanime, los tiempos que vivimos son pasajeros: en la historia de la humanidad el sometimiento de la sociedad entera por los valores o falta de valores del libre mercado es un asunto que no tiene m¨¢s de 200 a?os, nada m¨¢s.
Pero el cambio nunca viene solo. Hay que actuar y proponer. Le doy una idea: busque detener el retroceso de las humanidades en la ense?anza escolar y universitaria. En la ciencia econ¨®mica esto significa rescatar a los cl¨¢sicos ¨C Adam Smith, Marx, John Stuart Mill ¨C que nunca separaron a la econom¨ªa de la ¨¦tica. Demande que se les ense?e a fondo. Y no se preocupe de la oposici¨®n que pueda encontrar: a los capitanes de la industria financiera se les puede ofrecer un jugoso escudo tributario a cambio del financiamiento de las c¨¢tedras de humanidades. Claro, es el lenguaje que mejor entienden pero con el correr del tiempo sus descendientes y todos los beneficiados podr¨¢n tomar conciencia de que no se requiere de un incentivo para hacer el bien.
Jorge L. Daly ejerce c¨¢tedra en la Universidad Centrum ¨C Cat¨®lica de Lima. Se le puede seguir en @jorgeldaly
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