Las recientes abdicaciones en B¨¦lgica y Holanda mostraron el camino
Pa¨ªses Bajos limit¨® a¨²n m¨¢s el poder pol¨ªtico del rey tras el relevo en el trono
B¨¦lgica vive con especial inter¨¦s las novedades de monarqu¨ªa espa?ola, casi como una secuela de los ¨²ltimos momentos del rey Alberto II. Con algo m¨¢s de un a?o de retraso, la abdicaci¨®n de don Juan Carlos recuerda en buena medida a la de su entonces hom¨®logo belga. Tanto el ejemplo de Alberto II como el de la reina Beatriz de Holanda, que cedi¨® el trono a su hijo Guillermo en abril de 2013, hab¨ªan normalizado el gesto de abdicar como un modo de renovaci¨®n de las monarqu¨ªas contempor¨¢neas. Desde entonces, todas las miradas apuntaban al monarca espa?ol como el siguiente en la lista.
Alberto II se fue en medio de esc¨¢ndalos fiscales, amorosos y problemas de salud
En julio de 2013, Alberto II decidi¨® abdicar en su hijo, tambi¨¦n llamado Felipe, tras unos a?os marcados por la debilidad f¨ªsica del monarca, algunos borrones fiscales que empa?aron la imagen de la realeza y ciertos episodios amorosos del pasado que emergieron poco antes de abandonar la jefatura de Estado. De forma paralela a estos episodios, la prensa belga ha relatado pormenorizadamente los esc¨¢ndalos que acosaban al rey de Espa?a para concluir que minaban la excelente imagen que hab¨ªa tenido hasta el momento y que deb¨ªa dejar paso a su hijo Felipe.
Al igual que en Espa?a, la monarqu¨ªa ofrece una importante imagen de solidez en B¨¦lgica, un pa¨ªs muy dividido. Pero la Corona belga llevaba tiempo sufriendo turbulencias. En primer lugar, la reina Fabiola fue acusada de crear una fundaci¨®n para sus herederos que le permit¨ªa evadir el impuesto de sucesiones. M¨¢s tarde el Gobierno recort¨® la elevada asignaci¨®n que recib¨ªa la Casa Real en momentos de crisis. Las reverberaciones de una hija secreta y de la historia de amor que llevaba asociada acosaron al rey cuando la que hab¨ªa sido su compa?era sentimental en la sombra durante 20 a?os decidi¨® relatarlo. Finalmente el rey esgrimi¨® su mala salud para dejar el trono a los 79 a?os. Y pese a todos los temores sobre la inestabilidad venidera, B¨¦lgica ha acogido bien a su nuevo monarca, que en su estreno carec¨ªa de la popularidad de Felipe de Borb¨®n en Espa?a.
Menos tormentosa result¨® la abdicaci¨®n en Holanda. Cuando Beatriz, siguiendo la senda de su madre Juliana y su abuela Guillermina, la anunci¨® el 29 de enero de 2013 ten¨ªa 75 a?os, llevaba 32 en el trono y Holanda estaba inmersa en las celebraciones del 200? aniversario de la monarqu¨ªa. ¡°Es un momento precioso para tomar distancia¡±, dijo la reina. Vestida de azul oscuro, con pocas joyas y en la esquina de un sal¨®n palaciego, animaba as¨ª a sus compatriotas a dar la bienvenida a su hijo y nuera, Guillermo Alejandro y M¨¢xima de Holanda.
Beatriz de Holanda sigui¨® la senda de sus antecesoras al renunciar al trono
Pero el relevo conllev¨® cambios en su posici¨®n constitucional. Antes del acceso de Guillermo al trono, el Parlamento holand¨¦s decidi¨® tomar las riendas de la formaci¨®n de Gobierno. Esos momentos de consulta eran los favoritos de la antigua reina Beatriz. Hasta entonces, el monarca pod¨ªa nombrar a pol¨ªticos de su confianza para que guiaran un proceso que ha llegado a prolongarse meses dado el sistema de mujer muy preparada intelectualmente cuyo rigor y ritmo de trabajo eran legendarios. El rey Guillermo ya no podr¨¢ llamar a palacio a los pol¨ªticos, pero si las negociaciones para cerrar una coalici¨®n se encallaran en el futuro, los diputados que le han apartado podr¨ªan pedir su presencia.
Desde entonces, Guillermo Alejandro y M¨¢xima han demostrado que su hora hab¨ªa llegado. Son populares, est¨¢n imprimiendo poco a poco su sello a la monarqu¨ªa y no han cometido errores graves. No ha habido crisis pol¨ªticas ni revueltas sociales, situaciones extremas donde un monarca constitucional puede dejar su sello mediador. As¨ª que, de momento, el consenso es amplio: lo est¨¢n haciendo bien. Guillermo y M¨¢xima cumplieron el pasado abril un a?o en el trono de su pa¨ªs, con una popularidad que ronda el 80%.
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