Donetsk no encuentra la salida del pozo
La guerra arruina una zona minera en lenta recuperaci¨®n tras el fin de la URSS
Las calles de Donetsk esperan semidesiertas que suceda algo horrible. La ciudad mantiene la ilusi¨®n de que Poroshenko comience su mandato decidido a convertirse en el presidente de la paz. Pero la escasa predisposici¨®n que ha mostrado Kiev a dialogar con las provincias del este, envueltas en un proceso secesionista, es un jarro de agua fr¨ªa para toda esperanza. Pasan los d¨ªas y crece la impresi¨®n, alentada por los llamamientos b¨¦licos de la autoproclamada Rep¨²blica Popular de Donetsk, de que la batalla final de la guerra ucrania ser¨¢ en estas avenidas.
Solo hace dos a?os, la revista econ¨®mica Forbes eligi¨® Donetsk como mejor ciudad de Ucrania para hacer negocios. Grandes estadios, hoteles¡ A pesar de los terribles problemas de desempleo y desigualdad que acumulaba, la capital minera comenzaba a sacudirse los kilos de hulla que la sepultaron en el pozo de la pobreza possovi¨¦tica. Pero la inestabilidad pol¨ªtica ha rematado un ictus econ¨®mico durante el que la grivnia, moneda local, ha ca¨ªdo el 20%.
Donetsk fue fundada por John Hughes, un industrial gal¨¦s con la complicidad de Catalina la Grande. Pero para entender bien el peso del carb¨®n en la zona lo mejor es conducir unos minutos (y cruzar tres controles rebeldes) hasta la vecina Makiivka, donde sobrevive un conglomerado estatal con nueve minas y 17.000 empleados.
¡°La clase media que se estaba formando ha desaparecido¡±, dice un empresario
La historia de la llamada cuenca minera del Donb¨¢s es la del esplendor ruso y sovi¨¦tico. En esta regi¨®n de Ucrania no hab¨ªa nada, ni cultivos ni asentamientos ni recuerdos, en contraste con el rico oeste que se disputaban las potencias europeas. Fue cuando en el siglo XVIII comenzaron a explotarse sus minerales que llegaron trabajadores rusos. Alrededor del carb¨®n se organizaron metal¨²rgicas y el tren. A principios de los setenta se extra¨ªan en Makiivka 17.000 toneladas diarias de mineral, lo que ahora se consigue en 15 d¨ªas. Entonces el Gobierno sovi¨¦tico distingui¨® a la zona con 14 condecoraciones a los H¨¦roes del Trabajo, su mayor honor. Pero al fin de esta misma d¨¦cada el hallazgo de minas en Siberia conden¨® al Donb¨¢s. En 1989 la regi¨®n protagoniz¨® la primera huelga minera de la URSS. Y un par de a?os despu¨¦s, al desaparecer el imperio, se vieron solos, con todos sus problemas por resolver.
¡°La gente comenz¨® a irse del pa¨ªs¡±, explica una representante de la corporaci¨®n Makiivka. ¡°Pero nos recuperamos gracias a una razonable pol¨ªtica de inversi¨®n estatal¡±. Ahora la extracci¨®n sostiene unas 13 empresas, incluidos dos resorts para que los hijos de los mineros vean el mar en verano. Sin embargo, su producci¨®n se ha desplomado este a?o despu¨¦s de un accidente en una torre de extracci¨®n con 11 v¨ªctimas. ¡°El Gobierno nos prometi¨® repararla, pero lleg¨® el Maid¨¢n y el presupuesto se cerr¨®. Estamos esperando a que terminen los ataques de Kiev para reconstruir¡±.
Serg¨¦i, un minero de la mina Zasyadko, en la que en 2007 murieron 101 trabajadores en el peor desastre de la historia del pa¨ªs, pone cara al hast¨ªo: ¡°En dos a?os mi salario pas¨® de 8.000 grivnias a 4.000 [unos 300 euros]¡±. ?l preferir¨ªa formar parte de Rusia. ¡°Las pensiones all¨ª son mejores, y con lo duro que es mi trabajo sue?o en el d¨ªa que me jubile¡±, dice.
Los mineros, un colectivo caracterizado por su car¨¢cter reivindicativo, no tienen estos d¨ªas ganas de hablar. Serg¨¦i asegura que el due?o de su empresa, Etim Zwyagilski, un diputado del Partido de las Regiones de Yanuk¨®vich, no les deja participar en manifestaciones. Aun as¨ª, su versi¨®n debe ser recibida con precauci¨®n: son las tres de la tarde, acaba de salir a la superficie y ya es visible que lleva unas cervezas de m¨¢s. Es lo que suele hacer hasta que se acuesta temprano para a las seis de la ma?ana subir de nuevo al ascensor que desde hace 16 a?os lo lleva cada d¨ªa bajo tierra.
En la f¨¢brica de puertas Interwood cuentan otra historia muy distinta: de resurrecci¨®n tras el colapso. ¡°Empezamos con esto¡±, se?ala Rostislaw un hangar abandonado. All¨ª se ubicaba la f¨¢brica de cajones de madera en la que trabaj¨® hasta el fin de la URSS. ¡°Todo se hab¨ªa hundido e intent¨¢bamos construirnos nuestros propios negocios como fuera¡±, explica. Rostislaw y unos amigos compraron el solar y la maquinaria rota por 1.500 euros. Empezaron a fabricar puertas. ¡°Entonces todas eran iguales, y la gente que ten¨ªa dinero se las hac¨ªa en Italia o Espa?a¡±, recuerda. A los siete a?os ya hab¨ªan ahorrado algo y en esos mismos pa¨ªses adquirieron m¨¢quinas para copiar sus dise?os y acabados.
El camino no fue sencillo. Entre otras cosas, tuvieron que esquivar a los oligarcas que controlan gran parte de la econom¨ªa local. Ahora el hangar lo rodean edificios m¨¢s grandes. ¡°El plan era hacer una planta nueva, pero lo hemos parado¡±, cuenta: ¡°Ni siquiera tengo trabajo para mis 70 obreros¡±. Rostislaw considera la estabilidad vital para la construcci¨®n. ¡°Nuestros productos son caros y la gente no invierte¡±, dice: ¡°No se construyen casas, hoteles ni hospitales¡±. Desde su empresa este antiguo obrero ha presenciado todos los cambios de la sociedad: ¡°Estos a?os la clase media que estaba form¨¢ndose ha desaparecido. Ya s¨®lo le vendemos puertas a oligarcas que piden muebles pintados en pan de oro¡±.
Farmacias vac¨ªas
Los habitantes de Donetsk salen solo para lo b¨¢sico. No consumen, temiendo que vayan a necesitar el dinero o su trabajo cierre. ¡°Mire los estantes vac¨ªos¡±, pide una farmac¨¦utica. ¡°Comienzan a faltar medicinas b¨¢sicas. Especialmente extranjeras¡±. La Rep¨²blica Popular de Donetsk asegura que Kiev impide el suministro, pero la farmac¨¦utica explica c¨®mplice que son las propias farmacias quienes no tienen para pagar a los proveedores. ¡°En abril las medicinas subieron el 7% en todo el pa¨ªs por los impuestos, y esto es lo que nos faltaba¡±.
Un recorrido por tiendas de comestibles ofrece similar impresi¨®n de pobreza. "Tras el ataque al aeropuerto nadie nos trajo suministros durante tres d¨ªas", cuentan en un ultramarinos. "Nos llegan cada vez menos diarios", abunda una kiosquera de nombre Galina. "S¨®lo la gente mayor sigue comprando la revistas con la programaci¨®n televisiva".
Tatyana Nosovskaya, la due?a de la cadena de salones de belleza y de lencer¨ªa Nosovski, asegura que ha perdido el 80% de sus ventas. "Dicen que unas 50.000 personas han dejado la ciudad, pero son las que m¨¢s consumen".
Parte de sus 70 empleados ha abandonado la ciudad, y para los que trabajan en oficinas preparan un sistema con el que hacerlo desde casa y no exponerse a salir. ¡°Mis empleadas se llevaron un susto de muerte el d¨ªa que unos rebeldes armados entraron en una tienda a mirar lencer¨ªa. No compraron nada¡±.
Nosovskaya y su equipo suelen hacer planes de venta anuales. ¡°Ahora no somos capaces ni de planificar la semana que viene¡±, explica. Se plante llevar sus tiendas a otra ciudad.
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