Y los que muerden el alma ?qu¨¦?
Nuestra sociedad mejorar¨ªa si la justicia fuese severa e inapelable, como lo fue con Luis Su¨¢rez, con todas las otras mordidas morales, que no hacen sangrar pero duelen y humillan m¨¢s que las de la boca
Los hay que muerden con sus dientes el cuerpo de los otros, como el jugador de Uruguay, Luis Su¨¢rez y tambi¨¦n los que muerden el alma del pr¨®jimo.?Son los que hieren con su intolerancia, su racismo y su falta de sensibilidad social, los mordedores de los derechos de los dem¨¢s.
El castigo infligido al jugador de Uruguay, Luis Su¨¢rez, por haber dado una dentellada en el hombro del compa?ero italiano, ha sido r¨¢pido, ejemplar, severo y sin derecho a apelaci¨®n. Castigo que alcanza a toda la selecci¨®n que queda debilitada para seguir compitiendo en la Copa.
No entro en la pol¨¦mica sobre la posible excesiva condena de la FIFA. Psic¨®logos, psiquiatras y psicoanalistas han analizado ya por activa y por pasiva esa fea pasi¨®n del futbolista por morder a sus compa?eros en el estadio. Es una disfunci¨®n del comportamiento de la que Su¨¢rez deber¨¢ ser tratado. La justicia deportiva estaba sin embargo obligada a intervenir. Y lo ha hecho con rapidez.
Lo que me gustar¨ªa es que sentencias igual de severas y fulminantes se aplicasen en nuestra sociedad a todos aquellos, personas o instituciones, que muerden nuestra alma, nuestros leg¨ªtimos derechos y hasta nuestros sentimientos m¨¢s ¨ªntimos.
Hace algunos d¨ªas, como creo que ya cont¨¦ en otra columna, me mordi¨® a traici¨®n un perro mientras caminaba por la calle. Me clav¨® todos sus dientes en la mu?eca, que acab¨® sangrando. Me doli¨®. Sin embargo m¨¢s da?o me caus¨® la actitud del due?o del perro, un se?or educado, que conversando conmigo me confi¨®: ¡°Mi perro, que est¨¢ al d¨ªa con las vacunas, no suele morder, pero eso s¨ª, odia a los negros¡±.
Su confesi¨®n hizo sangrar mi alma de blanco, sin necesidad de que me clavara sus dientes. Y lo hizo con su voz c¨¢lida, como si me hubiese confiado algo normal. ?Qu¨¦ ten¨ªa de extra?o que su perro odiase a los negros? No tengo dudas de que su perro hab¨ªa absorbido sus sentimientos racistas. ?No son los negros y pardos para esas personas poco m¨¢s que una especie de perros que hablan?
Nuestra sociedad mejorar¨ªa si la justicia fuese severa e inapelable, como lo fue con el jugador, con todas las otras mordidas morales, que no hacen sangrar pero duelen y humillan m¨¢s que las de la boca.
Cada ni?o muerto de bala perdida en cualquier favela del mundo es un desgarr¨®n en el coraz¨®n de su madre.?Cada vez que una mujer es considerada inferior al var¨®n, como el se?or del perro consideraba a los negros, la estamos mordiendo no en su carne, sino m¨¢s hondo. O cuando las leyes le impiden decidir sobre su libertad sexual y sobre su cuerpo. Cada estupro es m¨¢s feroz que la dentellada del jugador. As¨ª como cada violencia contra ella en el seno de la familia. Tantos maridos no s¨®lo las muerden f¨ªsicamente, tambi¨¦n las matan. En Espa?a, una cada dos d¨ªas. ?Y en Brasil?
Cada injusticia social, cada ni?o que pierde la oportunidad de desarrollar sus capacidades por falta de recursos p¨²blicos est¨¢ siendo mordido en su alma.?Cada analfabeto en un pa¨ªs rico y en desarrollo, en tiempos de internet y de las mayores invenciones en el estudio del aprendizaje, es una violencia mucho mayor que morder el hombro de un jugador. Cada dentellada al dinero p¨²blico hurtado en las org¨ªas de la corrupci¨®n, es otra violencia social y moral.?Los que esperan meses en cola para poderse curar est¨¢n siendo mordidos en uno de los derechos m¨¢s leg¨ªtimos.
Cuando el rey de Espa?a, que acaba de abdicar de su trono a favor de su hijo, el hoy Felipe VI, tuvo el resbal¨®n de irse a ?frica para darse el gusto de matar a un elefante, una gesta que le cost¨® 75.000 d¨®lares, y de la que pidi¨® perd¨®n a los ciudadanos, una mujer colombiana escribi¨® dolorida en mi blog. Dec¨ªa que con la mitad de aquel dinero para darse el gusto de matar a un elefante, podr¨ªa salvar la vida de su hija de cinco a?os, enferma de un mal que s¨®lo pod¨ªa ser tratado en los Estados Unidos y para el que ella carec¨ªa de recursos.
Ojal¨¢ que la justicia pueda llegar a ser tan severa no s¨®lo con un jugador que muerde a un compa?ero, algo condenable, sino tambi¨¦n con todos los pol¨ªticos, banqueros, especuladores financieros y con cuantos muerden la dignidad humana. Que lo sea tambi¨¦n con todos los que usan sus dientes afilados para defender los prejuicios raciales o de g¨¦nero, algo que deja en esas personas las marcas del sufrimiento del alma que no son menores que el del cuerpo, porque adem¨¢s de doler, humillan. Se muerde tambi¨¦n con la lengua del desprecio por el pr¨®jimo.
No me dan miedo los vampiros de verdad. Me lo dan los falsos, los simb¨®licos, los que fingen y ofrecen protecci¨®n mientras en las noches sombr¨ªas de sus especulaciones mafiosas se alimentan con la sangre robada de los m¨¢s desprotegidos. impidi¨¦ndoles a veces hasta poder sobrevivir como humanos.
?Existir¨¢ alguna vez, para esos vampiros del alma, justicia de verdad, r¨¢pida y severa como la infligida al jugador de Uruguay? Esa justicia se echa de menos incluso en el seno de nuestras flamantes democracias, roncas de tanto proclamar la defensa de los derechos humanos, y que despu¨¦s eternizan los procesos judiciales con sus eternos ritos burocr¨¢ticos, apelaciones infinitas y enredos jur¨ªdicos cuando se trata de los imputados del poder.??Necesitaremos tambi¨¦n aqu¨ª exigir para esos vampiros de lujo una justicia ¡°padr¨®n FIFA¡±?
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