G¨¦nero, reportaje y agenda propia
Si la prensa puede vadear el tsunami que la ahoga ser¨¢ privilegiando el mejor periodismo
El debate sobre los g¨¦neros period¨ªsticos me recuerda la querella de las investiduras de por ah¨ª el siglo XI, entre el Papado y el poder de la realeza, que era puramente nominalista. No necesitamos sino decir que hay muchos sistemas de divisi¨®n en g¨¦neros, yo tengo el m¨ªo, y que los profesionales deben servirse de ellos como les acomode. En lo esencial opino, sin embargo, que hay dos grandes ¨¢reas de g¨¦nero: indirecto y directo. En la gran prensa internacional el g¨¦nero directo, aquel en el que el periodista consigue directa y personalmente la informaci¨®n, es ya casi exclusivo, pero en diarios de Am¨¦rica Latina y Espa?a que no se lo pueden permitir porque, evidentemente, es m¨¢s caro en tiempo y recursos, el indirecto sigue ocupando gran parte del texto period¨ªstico.
El g¨¦nero directo es, por antonomasia, el reportaje, aquel que lleva a cabo el reportero person¨¢ndose en el lugar de lo que llamamos hechos, ¡ªcuesti¨®n sobre la que habr¨¢ que volver alg¨²n d¨ªa¡ª, o reconstruyendo lo sucedido a trav¨¦s de testimonios fiables y significativos. Y si la prensa, tanto impresa como digital, puede vadear el tsunami que nos ahoga, ser¨¢ privilegiando el reportaje y dentro del mismo, la agenda propia; aquello que el lector encontrar¨¢ tan solo en el peri¨®dico de sus preferencias. Y la mayor¨ªa de los diarios en espa?ol est¨¢ hoy mortalmente lejos de esa pr¨¢ctica, dif¨ªcil y cara.
Ya no puede haber diarios no interpretativos y el reportaje es el veh¨ªculo natural de lo interpretativo.
Son numerosos los peri¨®dicos que por lo exiguo de sus redacciones, y ante la obligaci¨®n de llenar cada d¨ªa un fajo de p¨¢ginas nunca peque?o, tienen que acudir a todas las ruedas de prensa, publicar todos los comunicados, apenas maquillados con una photo-shop redaccional, para cumplir su cuota cotidiana de informaci¨®n. Y as¨ª ya no se hacen los peri¨®dicos. Yo he propuesto en unos cuantos diarios de Am¨¦rica Latina que se constituyera una especie de doble redacci¨®n, una parte encargada del diarismo, y la otra, con un aire mucho m¨¢s libre, dedicada a la investigaci¨®n, ¨²nica salida que tenemos para disfrutar de agenda propia; y siempre tratando de que ambos bloques funcionen como vasos comunicantes, de forma que, aunque muy paulatinamente, se vaya vaciando la parte del diarismo en beneficio de la investigaci¨®n. El diarismo, que no digo que haya de desaparecer, ser¨ªa el apogeo del g¨¦nero indirecto. Pero comprendo que una cosa es predicar y otra dar trigo.
Ya no puede haber diarios no interpretativos y el reportaje es el veh¨ªculo natural de lo interpretativo. En una ocasi¨®n, dando una charla en un peri¨®dico de provincias, alguien habl¨®, porque entiendo que as¨ª se enunciaba en alguna facultad de periodismo, del reportaje no interpretativo, y yo me pregunt¨¦ c¨®mo pod¨ªa hacerse eso, si no fuera dejando la p¨¢gina en blanco. Por definici¨®n, el reportero, desde su subjetividad est¨¢ interpretando lo que cuenta, porque lo que ve, oye y palpa ser¨¢ siempre expresado por su visi¨®n particular, y en ning¨²n caso puede haber dos visiones id¨¦nticas de dos periodistas distintos. Pero lo que ocurre con la interpretaci¨®n es que hemos de definir muy precisamente en qu¨¦ consiste.
El reportaje, saco sin fondo del que habr¨¢ que seguir hablando,
debe ser hoy, por ello, nuestro
oscuro objeto de deseo.
De nuevo, como en el caso de los g¨¦neros, no hay que perderse en el mi-sistema-es-mejor-que-el-tuyo, sino determinar el contenido de cada enunciado. En mi sistema, interpretar es explicar por qu¨¦ pasan las cosas que pasan, cu¨¢les son las motivaciones, circunstancias, contextos en que los acontecimientos se producen, sin entrar en calificaciones o descalificaciones morales o pol¨ªticas. La opini¨®n, en cambio, abunda en esa terminolog¨ªa aprobadora o desaprobadora. Y aqu¨ª abordamos territorio proceloso. Yo no llego a decir que en el reportaje de agenda propia el periodista no pueda opinar, aunque personalmente me tentar¨ªa la ropa antes de hacerlo, porque la opini¨®n m¨¢s s¨®lida es la que se expresa con la investigaci¨®n; pero si el periodista sustenta suficientemente su opini¨®n con lo averiguado, no discutir¨¦ que lo haga. Pero si no damos al lector una versi¨®n interpretativa, es decir, explicativa antes que opinativa, de lo que sabemos, es mejor que nos dediquemos a otra cosa.
El reportaje es, por tanto, el gran escaparate del mejor periodismo contempor¨¢neo. El g¨¦nero indirecto ya no aporta casi nada, entre otras cosas porque obedece a razones comerciales de quien emite el comunicado o convoca la rueda de prensa, o se remite a unos cables de agencia que el lector interesado puede conocer de antemano. Pero, repito, que no se trata de suprimir esa parte del peri¨®dico sino de irla sustituyendo por material propio, hasta dejarla en proporciones adecuadas. Ese ser¨ªa un primer paso para la renovaci¨®n del periodismo, tanto digital como impreso. El reportaje, saco sin fondo del que habr¨¢ que seguir hablando, debe ser hoy, por ello, nuestro oscuro objeto de deseo.
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