El califa pretencioso
La reaparici¨®n del califato en Mosul parece una astracanada, pero amenaza a todo el islam
Sube los escalones lentamente, como las personas de edad. Luce un reloj de pulsera, quiz¨¢s un Rolex, pero el resto de su vestimenta pertenece al pasado: t¨²nica negra, como el turbante, a juego con su oscura y deshilachada barba. Si no fuera por el micro, el reloj, el ventilador y las lamparillas el¨¦ctricas, podr¨ªa ser la estampa de un viernes cualquiera de hace 900 a?os, cuando se construy¨® la mezquita Al Nuri de Mosul.
Osama Bin Laden us¨® trucos similares, escenograf¨ªas y disfraces sacados de los ba¨²les de un islam primigenio para embaucar a ignorantes e incautos, formas untuosas y modestas de los piadosos ancestros para justificar las bombas. No hay novedad en la escenificaci¨®n del pasado viernes, el primero del mes sagrado del Ramad¨¢n, grabada y producida en un v¨ªdeo por el Estado Isl¨¢mico de Irak y el Levante. La diferencia radica en las pretensiones. En Abubaker al Bagdadi son m¨¢ximas.
De entrada, el uso del t¨ªtulo califal, el primero en la jerarqu¨ªa seg¨²n un dicho atribuido a Mahoma: ¡°Despu¨¦s de m¨ª habr¨¢ califas; despu¨¦s de los califas, emires; despu¨¦s de los emires, reyes; y despu¨¦s de los reyes, tiranos¡±. Nadie lo hab¨ªa utilizado desde que la Rep¨²blica Turca lo suprimi¨® en 1924. Es el vicario y sucesor del profeta, que une autoridad religiosa y pol¨ªtica, trasunto musulm¨¢n del imperio romano y el papado y m¨¢xima autoridad universal que hace cumplir la ley cor¨¢nica.
Bruce Ridel, especialista en terrorismo isl¨¢mico de Brookings (brookings.edu), el think tank de Washington, ha detectado gui?os a pu?ados: el nombre adoptado, Abubaker, del primer sucesor de Mahoma; el t¨ªtulo elegido de califa Ibrahim, que es el del profeta Abraham, primer musulm¨¢n, constructor de la Kaaba en la Meca y enterrado en Hebr¨®n, en la Cisjordania ocupada; la imposible genealog¨ªa exhibida para legitimarse como descendiente de la tribu de Mahoma, los qurays¨ªes, y de su familia, los hachemitas; la vestimenta y la bandera negras, de los abasidas que crearon el mayor imperio isl¨¢mico de la historia con capital en Bagdad; e incluso la mezquita de la primera predicaci¨®n, construida por la dinast¨ªa de Saladino, que venci¨® a los cruzados y recuper¨® Jerusal¨¦n.
Toda esa escenificaci¨®n puede parecer una astracanada. Pero el Estado Isl¨¢mico del que Al Bagdad¨ª se ha declarado califa no lo es. No lo son tampoco sus pretensiones pol¨ªticas, que se dirigen a todos los musulmanes sunnitas desde Marruecos hasta Malasia, con prop¨®sitos de deslegitimaci¨®n de todos los dirigentes civiles y religiosos y de reclutamiento de la yihad en contra de los chiitas.
M¨¢s lejos que Bin Laden, porque se asienta ya en un territorio conquistado. Y m¨¢s lejos que los remotos talibanes y su modesto mul¨¢ Omar, porque ha declarado el califato en el coraz¨®n de Oriente Pr¨®ximo, justo donde el Profeta empez¨® su conquista militar y religiosa.
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