Mam¨¢, yo quiero un cadete
El apoyo de partidos de izquierda a los gobiernos militarizados de Ch¨¢vez y Maduro en Venezuela es oprobioso
Habr¨ªa que retroceder en el tiempo para encontrar algunas respuestas al harakiri de los venezolanos que eligieron presidente a un militar golpista. ?Qu¨¦ pasaba por la mente de la mayor¨ªa que vot¨® por Hugo Ch¨¢vez en diciembre de 1998? ?C¨®mo fue que esa mayor¨ªa crey¨® el cuento de que el mismo que quiso usurpar el poder por la fuerza de las armas y asesinar a un presidente constitucional, acabar¨ªa con la corrupci¨®n, la pobreza, la exclusi¨®n social y muchos otros lunares en el rostro de la democracia venezolana?
Desde su independencia hasta mediados del siglo XX, la presencia militar fue constante en la vida venezolana. Solo entre 1830 y 1903 hubo un total de 166 revueltas armadas y casi cincuenta a?os de guerra. Como hecho curioso un dictador militar, Juan Vicente G¨®mez, quien gobern¨® con mano de hierro a Venezuela durante 27 a?os y llen¨® la c¨¢rceles de presos pol¨ªticos, se rode¨® de ilustres juristas y profesionales de otras ¨¢reas para pacificar al pa¨ªs y comenzar a dar forma a la institucionalidad venezolana. Era militar, pero su gobierno no lo fue. A G¨®mez lo sigui¨® el general Eleazar L¨®pez Contreras, designado a dedo por ¨¦l, quien abri¨® unas rendijas a la democracia. Lo sigui¨® otro general, Isa¨ªas Medina Angarita, dem¨®crata en su condici¨®n humana pero negado a permitir que los venezolanos decidieran con el voto su destino pol¨ªtico. Ambos gobernaron con civiles de reconocidos m¨¦ritos. Fueron militares pero no militaristas. La negativa de Medina Angarita a permitir el voto universal, secreto y directo para elegir al sucesor, provoc¨® el golpe c¨ªvico militar o revoluci¨®n de octubre en 1945. Los dos tenientes coroneles que compartieron el poder con el presidente civil R¨®mulo Betancourt, simularon aceptar el compromiso de no aspirar ninguno de los tres a la elecci¨®n presidencial. Pero antes de un a?o de estar en el cargo R¨®mulo Gallegos, el primer presidente electo de manera democr¨¢tica, fue derrocado por esos militares.?
Marcos P¨¦rez Jim¨¦nez instaur¨® una dictadura de diez a?os, los militares tuvieron salvoconducto para abusos de todo tipo: bastaba una gorra militar colocada en la parte trasera de alg¨²n veh¨ªculo para que los dem¨¢s conductores supieran a qu¨¦ atenerse. La dictadura de P¨¦rez Jim¨¦nez fue militar, pero los militares estaban en sus cuarteles, no desfilaban con proclamas y juramentos de fidelidad al dictador ni se llamaban a s¨ª mismos perezjimenistas. Eran militares a secas. Fueron esos militares quienes precipitaron la huida del dictador el 23 de enero de 1958 y abrieron el camino hacia la democracia que durar¨ªa cuarenta a?os. La huelga general de los d¨ªas 21 y 22 de ese mes de enero, fueron determinantes en la ca¨ªda del r¨¦gimen. Pero P¨¦rez Jim¨¦nez no habr¨ªa abandonado el poder si sus compa?eros de armas no le quitan la alfombra. Imposible pasar por alto que las Fuerzas Armadas leales al dictador durante diez a?os, fueron las mismas que combatieron con ¨¦xito y sin vacilaciones, la guerrilla castrocomunista que quiso acabar con el sistema democr¨¢tico en los a?os 60 y comienzos de los 70.
Tanta y tan seguida fue la primac¨ªa de los hombres de uniforme que hasta los civiles m¨¢s civiles se contagiaron con la enfermedad cr¨®nica del militarismo. De mi remota infancia guardo el recuerdo de una canci¨®n que nos ense?aban en la escuela: ¡°Plan ratapl¨¢n los soldados pasaron, plan ratapl¨¢n redoblando tambores, marchan los soldados al comp¨¢s de su tambor¡±. El himno del partido socialdem¨®crata Acci¨®n Democr¨¢tica, fundado en 1941, dice en su primera estrofa: ¡°Adelante a luchar milicianos, a la voz de la revoluci¨®n¡±. Su autor fue Andr¨¦s Eloy Blanco, el poeta m¨¢s querido y popular de Venezuela y el ser humano m¨¢s pac¨ªfico y pacifista que uno pudiese encontrar. Al lado de ese himno, est¨¢ otro no menos solemne y hermoso con letra tambi¨¦n de dos insignes y m¨¢s que pac¨ªficos poetas: Luis Pastori y Tom¨¢s Alfaro Calatrava. Ese himno que hemos cantado con emoci¨®n todos los que pasamos por la Universidad Central de Venezuela, dice en su primera estrofa: ¡±Campesino que est¨¢s en la tierra, marinero que est¨¢s en el mar, miliciano que vas a la guerra con un canto infinito de paz¡±. ?Miliciano y guerra? ?D¨®nde, cu¨¢ndo y c¨®mo? ?Por qu¨¦? All¨ª no queda la cosa, la Venezuela de mis a?os mozos, la misma que sufr¨ªa la dictadura militar de P¨¦rez Jim¨¦nez, bail¨® y core¨® entusiasmada una canci¨®n de la orquesta m¨¢s popular, la Billo¡¯s Caracas Boys, que dec¨ªa ¡°Mam¨¢, yo quiero un cadete de la escuela militar, a ver si se compromete porque me quiero casar¡±.?
Aunque resulte duro reconocerlo, los gobiernos de las cuatro d¨¦cadas democr¨¢ticas, tuvieron siempre un trato de m¨ªrame y no me toques con los militares. Los sab¨ªan dem¨®cratas pero no hasta cu¨¢ndo Y con esos gobiernos comenz¨® la pr¨¢ctica de colocar militares en cargos de apagafuegos en gobernaciones y organismos o empresas del Estado. Algunos de esos militares, aunque muy contados, tuvieron ¨¦xito. Con Ch¨¢vez se inaugura no solo la militarizaci¨®n del gobierno , sino tambi¨¦n la politizaci¨®n del mundo militar. La inspiraci¨®n para ese modelo no hay que buscarla en Cuba ni en la mayor¨ªa de las dictaduras militares que pisotearon los derechos humanos y ciudadanos en distintos pa¨ªses de la Am¨¦rica latina. La m¨¢s cercana sea quiz¨¢ la de Chapita Trujillo en Rep¨²blica Dominicana y la m¨¢s parecida la de Corea del Norte desde Kim Il -Sung, hasta Kim Jung-Un, pasando por Kim Jong -Il. El culto a la personalidad, la transformaci¨®n de los hombres de armas en la guardia pretoriana del gobernante y la presencia atropellante de militares en cargos p¨²blicos, con licencia para robar, comenzaron con Hugo Ch¨¢vez y son una realidad opresiva con su incremento en el gobierno del civil Nicol¨¢s Maduro. Tan opresiva que el presidente es el primer prisionero del poder militar.?
Es oprobioso, por decir lo menos, el apoyo de partidos e individualidades de izquierda a los gobiernos de Ch¨¢vez y Maduro. Argentinos y uruguayos que vivieron exiliados en Venezuela por causa de las dictaduras militares de sus pa¨ªses, hoy miran para otro lado ante la obscena militarizaci¨®n de la vida venezolana. Ni se enteran de c¨®mo, paso a paso, han sido los militares quienes han organizado la represi¨®n brutal de las protestas ciudadanas. La explicaci¨®n es muy simple: Ch¨¢vez se declar¨® antiimperialista y Maduro contin¨²a esa misa en escena. Si Hitler en vez de ser anticomunista se hubiese manifestado antiimperialista, esa izquierda seria nazi. Y volviendo a los militares ?qu¨¦ pasar¨¢ cuando Venezuela retome la senda democr¨¢tica? Mutar¨¢n, tienen esa cualidad.
Paulina Gamus es abogada y analista pol¨ªtica venezolana
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