?Qu¨¦ Brasil resurgir¨¢ de los escombros de la Copa?
El Mundail era la ocasi¨®n para revitalizar las infraestructuras de movilidad urbana que no corresponden, con sus deficiencias cr¨®nicas de tercer mundo, al Brasil de la modernidad
?C¨®mo ser¨¢ el Brasil que renacer¨¢ de las ruinas de la Copa?
Por muchos esfuerzos que se quieran hacer, la imagen de Brasil ha quedado hecha escombros despu¨¦s de la Copa que deber¨ªa haber servido para consagrar definitivamente la fuerza del mayor pa¨ªs del continente latinoamericano con un triunfo final en el recinto sagrado del Maracan¨¢.
Si es cierto, y lo es, que fueron los brasile?os de a pie los que de verdad ganaron el hexa por su ejemplar comportamiento de pa¨ªs civilizado y acogedor, deber¨ªan ser tambi¨¦n ellos y no los perdedores los que limpien los escombros y empiecen a reconstruir una nueva imagen del f¨²tbol y de Brasil.
Brasil no perdi¨® una guerra, pero perdi¨® la oportunidad de demostrar dentro y fuera del pa¨ªs que la imagen creada del ¡°gigante americano¡± era verdadera.
?Pero el f¨²tbol y la Copa no son s¨®lo un juego? No, y menos en Brasil donde el bal¨®n se ha identificado con su idiosincrasia, con su cultura. El f¨²tbol es parte consustancial de la met¨¢fora brasile?a.
En Brasil, esta Copa, jugada en casa despu¨¦s de 64 a?os, lleg¨® revestida de pol¨ªtica. Lula la conquist¨® como premio, se dijo, al resurgir del nuevo Brasil econ¨®mico ya sin pobres y con ganas de contar en la geopol¨ªtica mundial.
Ganar la Copa hubiese sido refrendar la imagen boyante de Brasil.
La Copa deb¨ªa haber sido tambi¨¦n la ocasi¨®n para revitalizar las infraestructuras de movilidad urbana que no corresponden, con sus deficiencias cr¨®nicas de tercer mundo, al Brasil de la modernidad.
Todos saben que hoy, despu¨¦s de la Copa, los brasile?os no van a moverse para ir al trabajo con mayor comodidad. Todo ser¨¢ igual porque su ¨²nico legado han sido los estadios y no los nuevos metros o los nuevos trenes.
Los brasile?os de a pie, que ganaron la Copa con su sentido com¨²n que les hizo aparcar las protestas para poder disfrutar de la fiesta que era de todos, ahora seguir¨¢n con sus mismas angustias para poder moverse en los avisperos embotellados de las ciudades.
Toca a hora a esos brasile?os, alabados en todas las lenguas por los turistas llegados para la Copa, poner las bases para que lo que se ha revelado ser s¨®lo un sue?o se convierta ahora en realidad.
Nada en los pueblos se ha construido de grande sin el esfuerzo de la sociedad que puede ser o connivente con los poderes o resistente y rebelde para abrir nuevas esperanzas.
Brasil perdi¨® la Copa en los palacios y la gan¨® en la calle. Ahora deber¨¢n ser estimulados los habitantes de esos palacios para que en las pr¨®ximas elecciones, que ser¨¢ la disputa de otra Copa y m¨¢s importante que la del f¨²tbol, en vez de sue?os y promesas hueras, presenten programas concretos capaces de transformar la vida de los brasile?os en una alegr¨ªa y felicidad parecida a la que vivieron disfrutando en los estadios.
Ahora se trata de ganar la Copa de la vida, que esa no es cada cuatro a?os, es cada ma?ana que amanece. Es la Copa de la realidad cotidiana, la que preparar¨¢ a nuestros hijos para una sociedad m¨¢s igual, con jerarqu¨ªas de valores, con conquistas quiz¨¢s menos espectaculares pero m¨¢s realistas, con m¨¢s humildad y menos fantas¨ªas de grandezas.
Al final, lo que desean los brasile?os es vivir sin agobios econ¨®micos y sin deudas, trabajar para vivir y no vivir para trabajar y saber disfrutar no s¨®lo de las construcciones fara¨®nicas sino de las peque?as felicidades de cada d¨ªa.
Los brasile?os perdieron la Copa, que era un sue?o de grandeza. Ahora deben conquistar- y si quieren saben hacerlo- un Brasil m¨¢s moderno, donde el vivir cotidiano no se convierta para la gran mayor¨ªa en pesadilla y martirio.
Ese ser¨¢ el nuevo Brasil que ya hab¨ªa empezado a ser distinto y m¨¢s consciente despu¨¦s de las manifestaciones de protesta de hace un a?o, y que sale de nuevo transformado por el dolor y el luto, no tanto de haber perdido la Copa sino por la amarga sensaci¨®n de haber sido enga?ado.
Hubo Copa, pero no hubo equipo. Hubo Copa, pero no obras que aliviaran la vida de los ciudadanos. Hubo alegr¨ªa y pasi¨®n siguiendo los juegos porque el f¨²tbol corre por las venas de los brasile?os, pero les dej¨® con la boca amarga a dos pasos de volver a precipitar por la pendiente del complejo de perro callejero que parec¨ªa haber sido sepultado para siempre.
No hubo hexa, pero de las cenizas de la derrota podr¨¢ ahora surgir un pa¨ªs m¨¢s maduro, quiz¨¢s m¨¢s cr¨ªtico, m¨¢s resistente en el futuro contra quienes pretendan de nuevo enga?arle.
Las derrotas pueden hundirnos o hacernos resurgir con mayor fuerza. Brasil tiene hoy una baza a su favor: ha perdido el miedo a cambiar y ha aprendido a decir no. Y como dec¨ªa el Nobel de Literatura portugu¨¦s, Jos¨¦ Saramago, ¡°el no puede ser a veces m¨¢s eficaz y m¨¢s constructivo que el s¨ª¡±.
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