Manual de instrucciones a la Casa Blanca para acabar una guerra
Tras el retorno de EE UU a Irak, destacados expertos debaten c¨®mo terminar con ¨¦xito un conflicto
El retorno de militares estadounidenses a Irak, junto a la inestabilidad permanente en Afganist¨¢n a dos a?os de la salida definitiva de Estados Unidos, reavivan los fantasmas en Washington sobre las guerras que nunca acaban.
Desde que a principios de junio los yihadistas del Estado Isl¨¢mico lanzaron una r¨¢pida ofensiva en Irak, se ha abierto el debate sobre si EE UU se equivoc¨® al sacar a finales de 2011 a todas sus tropas del pa¨ªs ¨¢rabe. El debate coincide con los planes de la Administraci¨®n de Barack Obama de retirar todas sus fuerzas armadas de Afganist¨¢n a finales de 2016, lo que habr¨¢ prolongado 15 a?os la presencia de la primera potencia mundial en esa naci¨®n. La cifra es inferior a los 18 a?os de presencia de militares estadounidenses en Vietnam (1955-1973), y a los ocho en Irak (2003-2011) sin contar el retorno de alrededor de 800 asesores y soldados anunciado desde mediados de junio.
Los conflictos de Afganist¨¢n e Irak habr¨¢n costado cerca de 4.000 billones de d¨®lares a las arcas p¨²blicas de EE UU y se han cobrado, de momento, la muerte de 6.820 militares estadounidenses, seg¨²n las estad¨ªsticas de iCasualties. Pero el temor a las guerras inconclusas no es nuevo. Otros gobiernos estadounidenses lo han sufrido en el pasado m¨¢s reciente y lejano. El debate sobre c¨®mo acabar una guerra es poli¨¦drico y fue abordado este lunes en unas jornadas organizadas por el Instituto de la Paz de EE UU. Estas son las principales conclusiones que se extrajeron:
Tener objetivos claros
El teniente general Mark Milley -que lleva 32 a?os en el Ej¨¦rcito y ha servido en Bosnia, Afganist¨¢n e Irak- cree que existen tres motivos por los que siempre Washington se ha adentrado en aventuras b¨¦licas. ¡°Miedo, honor e inter¨¦s¡±, repiti¨® como un mantra. Y los tres, junto al coste econ¨®mico, suponen, a su juicio, los factores que determinan la duraci¨®n de una contienda.
Una tesis que compartieron los otros expertos en las jornadas, pero a la que a?adieron muchos m¨¢s factores, como la planificaci¨®n previa o la especificidad interna de cada pa¨ªs.
Gideon Rose, director de la revista Foreign Affairs y autor de un libro de cabecera en este campo -How wars end (C¨®mo acaban las guerras)-, puso el foco en la disfunci¨®n entre el mundo civil y el militar, la cl¨¢sica tensi¨®n entre los departamentos de Estado y el de Defensa, y con la Casa Blanca de por medio. ¡°La naturaleza dual de la guerra lo complica, lo hace muy confuso. Tratamos de separarlo, pero todo en la guerra es tanto civil como militar¡±, subray¨®.
Rose lamenta que raramente la terminaci¨®n de un conflicto sea un objetivo en s¨ª mismo sino que se entremezcla en distintas fases y se suele recurrir a metas gen¨¦ricas. ¡°Queremos libertad, democracia y seguridad¡±, se?al¨® en alusi¨®n a los objetivos de las intervenciones en Afganist¨¢n e Irak impulsadas por el expresidente republicano George W. Bush en 2001 y 2003, respectivamente. ¡°Sin embargo, ?c¨®mo instrumentalizas esos objetivos vagos?¡±.
La planificaci¨®n previa
Rose coincidi¨® con Milley y otro militar -el teniente general Robert Caslen, que hasta hace un a?o era el jefe de la oficina de seguridad en Irak y con 39 a?os de experiencia castrense- en que las guerras pueden ser sorprendentes y fluctuantes, y que por ello, enfatiz¨®, son necesarios planes de contingencia y las decisiones previas en los despachos resultan definitorias.
¡°Muy raramente se utiliza el sentido com¨²n. No hab¨ªa ning¨²n plan de futuro en Irak y ahora estamos haciendo frente a ello¡±, critic¨® en referencia al polvor¨ªn actual en el pa¨ªs, sumido en una lucha entre yihadistas sun¨ªes y el gobierno de la mayor¨ªa chi¨ª.
Un diagn¨®stico que comparti¨® a grandes rasgos James Jeffrey, que fue embajador en Irak entre 2010 y 2012 bajo la Administraci¨®n del dem¨®crata Obama, y viceasesor de seguridad nacional de Bush entre 2007 y 2008. ¡°[La guerra] no estuvo pensada profundamente por gente dentro [de la Administraci¨®n], no se sab¨ªa si se iba entregar el control a los locales o mantenerlo durante un tiempo, como en Jap¨®n o Alemania¡±, deplor¨®.
El rol de la poblaci¨®n local
Y a continuaci¨®n, traz¨® una diferencia determinante en el ¨¦xito o el fracaso en acabar un conflicto: el rol de la poblaci¨®n local. ¡°En Jap¨®n y Alemania la respuesta era positiva. En zonas de Afganist¨¢n e Irak algunos ven a los soldados de EE UU como protecci¨®n, pero en muchas otras zonas, igual que sucedi¨® en Vietnam, los perciben como enemigos¡±, sostuvo.
Seg¨²n el exembajador Jeffrey, es muy dif¨ªcil fomentar ¡°por medios militares¡± la estabilidad socio-pol¨ªtica en pa¨ªses con profundas disputas hist¨®ricas. ¡°Tu enemigo [Al Qaeda o los talibanes] est¨¢ en un pa¨ªs con el cual no est¨¢s en guerra¡±, agreg¨®, como dificultad adicional, el teniente Caslen. ¡°Las disputas en Irak y Afganist¨¢n van m¨¢s all¨¢ de nuestra capacidad para cambiarlas. Son distintas a la violencia directa contra EE UU¡±, terci¨®, por su parte, el general Milley.
La met¨¢fora del gato callejero: ¡°adoptar¡± o ¡°acoger¡± un pa¨ªs
En la misma l¨ªnea, Rose -que entre 1994 y 1995 asesor¨® a la Casa Blanca en cuestiones de seguridad- efectu¨® una dicotom¨ªa, recorriendo como met¨¢fora al trato que se dispensa a un gato callejero, entre ¡°adoptar¡± un pa¨ªs tras una contienda -como hizo Washington con Jap¨®n y Alemania tras la Segunda Guerra Mundial- o ¡°acogerlo temporalmente¡± -los casos de Vietnam, Afganist¨¢n e Irak.
La distinci¨®n, que ¨¦l basa en intereses geopol¨ªticos, tiene consecuencias significativas a largo plazo. Como tampoco lo fue Irak, Afganist¨¢n no ser¨¢ Alemania ni Jap¨®n, donde, casi siete d¨¦cadas despu¨¦s del final de la Segunda Guerra Mundial, siguen estacionadas decenas de miles de tropas estadounidenses.
El riesgo del pesimismo
?Hay, por tanto, causas perdidas? Milley, fiel a su perfil, cree que solo la planificaci¨®n militar puede lograr una exitosa reconstrucci¨®n ¡°amplia¡± de una naci¨®n devastada. Rose tambi¨¦n duda de la capacidad de los altos cargos civiles para conseguir estabilizar un pa¨ªs y evitar arrastrar guerras infinitas. Pero hay otros analistas civiles, como James Kunder, vicedirector de la agencia de desarrollo de EE UU entre 2006 y 2009, que urgen a mirar m¨¢s all¨¢ de los fracasos actuales para no caer en el pesimismo.
¡°Hay muchas historias de ¨¦xito en acabar una guerra. La mayor¨ªa de veces funciona. Cuando era un ni?o cre¨ªa que nunca ver¨ªa un final a la Guerra Civil en El Salvador (1979-1992), pero se logr¨® y ahora es un pa¨ªs con una democracia estable¡±, destac¨® antes de recordar tambi¨¦n los casos de Panam¨¢ y Filipinas.
Aunque no existe una receta m¨¢gica, son factores clave, a juicio de este experto, que el pa¨ªs goce de un s¨®lido liderazgo pol¨ªtico y de vecinos estables, y que EE UU disponga de una s¨®lida planificaci¨®n civil y militar.
Los eternos intangibles
Sin embargo, pese a todos estos factores, siempre hay otros que van m¨¢s all¨¢ de la racionalidad y la planificaci¨®n. Todo conflicto b¨¦lico m¨¢s reciente o lejano est¨¢ repleto de intangibles, como se record¨® en las jornadas. ¡°No puedes predecirlo. El presidente [Abraham] Lincoln no ten¨ªa ni idea de c¨®mo iba a acabar la Guerra Civil¡±, dijo el teniente Milley. La Guerra Civil, que enfrent¨® los estados del norte de EE UU con los del sur, dur¨® cuatro a?os y termin¨® en 1865 con la victoria de la Uni¨®n liderada por Lincoln.
La historia se repiti¨® unas d¨¦cadas despu¨¦s: ¡°En la Primera Guerra Mundial no se sab¨ªa en qu¨¦ acabar¨ªa el conflicto. Y hasta el desembarco de Normand¨ªa en junio de 1944 no se empez¨® a pensar en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)¡±, agreg¨®. Es decir, resulta casi imposible hacer previsiones precisas sobre el fin de una guerra, lo que tiene traslaciones actuales.
Varios legisladores republicanos, como el veterano de guerra John McCain, le reprocharon a finales de mayo a Obama que pusiera fecha al fin de la presencia militar estadounidense en Afganist¨¢n como ya hizo en el pasado en Irak porque, aducen, no se puede predecir cu¨¢l ser¨¢ la evoluci¨®n de la contienda y establecer un marco temporal concreto supone dar demasiadas pistas al enemigo.
Entonces, al anunciar el plan de retirada en Afganist¨¢n, el presidente afirm¨® que los "estadounidenses han aprendido que es m¨¢s dif¨ªcil acabar guerras que empezarlas" y que ¨¦se era el modo "c¨®mo acaban las guerras en el siglo XXI". "No [acaban] con ceremonias con signaturas sino con golpes decisivos a nuestros adversarios, transiciones hacia gobiernos elegidos y fuerzas de seguridad que han sido entrenadas para asumir el liderazgo y eventualmente la completa responsabilidad", agreg¨®.
Bush, en cambio, tard¨® mucho menos en declarar el supuesto fin de la guerra de Irak. En su pol¨¦mico discurso a bordo de un portaaviones, el 1 de mayo de 2003, 40 d¨ªas despu¨¦s del inicio de la intervenci¨®n estadounidense, el entonces presidente republicano anunci¨® la finalizaci¨®n de las operaciones de combate en el pa¨ªs bajo un cartel que rezaba "misi¨®n cumplida". La inestabilidad posterior y actual en Irak demuestran que err¨® profundamente en el vaticinio.
En resumen, las jornadas supusieron un manual de posibles lecciones para Obama ante el caos actual y los escasos indicios de un final pac¨ªfico en Afganist¨¢n e Irak.
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