?D¨®nde est¨¢n sus padres?
El ¨¦xodo infantil representa uno de los cap¨ªtulos m¨¢s obscuros en la historia de la regi¨®n
Para miles de ni?os centroamericanos, la ¨²nica esperanza de un mejor futuro se encuentra a m¨¢s de mil 600 kil¨®metros al norte, en los Estados Unidos. Durante a?os han desafiado la corrupci¨®n, el crimen y los peligros que plagan cada tramo del recorrido hasta la frontera pero, nunca en las cantidades que vemos actualmente.
Las se?ales de alarma fueron ignoradas hasta que la realidad desbord¨® a las autoridades. Desde 2007 el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), advirti¨® sobre el incremento en los ¨ªndices de violencia y el desplazamiento de poblaciones enteras en pa¨ªses como Honduras, El Salvador y Guatemala. Las bandas criminales diversificaron sus negocios, incrementaron sus ganancias y tomaron el control de los territorios desde donde intentan escapar estos peque?os refugiados.
Si la violencia, en todas sus expresiones empuja a los menores desde el sur, la promesa de reunirse con el pap¨¢ o la mam¨¢ que apenas conocen por fotograf¨ªas, los llama hacia el norte. Con los ataques del 11 de Septiembre, m¨¢s de 12 millones de indocumentados que viven y trabajan en Estados Unidos, quedaron atrapados. Si salen, es casi imposible regresar. Adentro, mantienen los jardines, las cocinas y los campos de una sociedad que los utiliza pero, rechaza su presencia. Todo bajo la constante amenaza de ser deportados, destino que han encontrado m¨¢s de 2 millones de personas durante la administraci¨®n del Presidente Obama.
Nadie sabe con exactitud cu¨¢ntos ni?os salen desde Centroam¨¦rica porque muchos mueren en el intento por alcanzar la frontera o terminan reclutados por el crimen organizado pero, el gobierno estadounidense calcula que para finales de este a?o, hasta 90 mil menores de edad ingresar¨¢n a territorio americano sin la compa?¨ªa o la protecci¨®n de un adulto.
Este ¨¦xodo infantil representa uno de los cap¨ªtulos m¨¢s obscuros en la historia de una regi¨®n que ha visto su buena cuota de tragedias. Los gobiernos centroamericanos son incapaces de generar condiciones m¨ªnimas de bienestar para los m¨¢s necesitados. M¨¦xico expulsa y explota a los migrantes, mientras el encono pol¨ªtico en Estados Unidos, enreda hasta la operaci¨®n humanitaria en la frontera.
Los j¨®venes que se entregan a las autoridades migratorias, pasan d¨ªas hacinados, durmiendo en el piso helado, sin la posibilidad de limpiarse el sudor del trayecto, bajo la custodia de agentes armados. Ah¨ª permanecer¨¢n hasta reunirse con sus familiares como ocurre en la mayor¨ªa de los casos o hasta ser entregados a casas hogar mientras se resuelve su situaci¨®n jur¨ªdica. Ante la falta de ayuda oficial, las familias que llegan con ni?os a la frontera, terminan en refugios montados por grupos religiosos o en las estaciones de autob¨²s, dibujando una postal inesperada para un pa¨ªs construido por inmigrantes.
Ni la Casa Blanca, ni los republicanos quieren aceptarlo pero, la realidad es que la mayor¨ªa se quedar¨¢ en los Estados Unidos, aprovechando los vac¨ªos legales de un sistema migratorio caduco, que el congreso ha sido incapaz de actualizar.
La crisis humanitaria no empieza y desafortunadamente, no terminar¨¢ con los ni?os de la frontera. Su presencia simplemente hace visible una situaci¨®n que lleva a?os cocin¨¢ndose a fuego lento, llenando de billetes las bolsas de delincuentes, autoridades y empresarios de uno y otro lado de la frontera.
Todos se enriquecen en la ruta del migrante menos quienes la recorren. Primero los criminales a cargo de una sofisticada operaci¨®n que les permite ofrecer paquetes de tr¨¢nsito que van desde el modesto paso a pie, hasta la renta de lugares en aviones privados. Las autoridades que toleran la existencia de estas redes criminales siempre y cuando reciban parte de las ganancias y finalmente, los contratistas privados en Estados Unidos que reciben millones para asegurar una frontera militarizada y albergar, en condiciones oprobiosas, a cientos de miles de inmigrantes criminalizados por el sistema que mantiene su cabildeo en Washington.
D¨®nde est¨¢n sus padres, nos preguntamos todos. Est¨¢n aqu¨ª, atrapados entre la necesidad y la angustia de no contar con otra opci¨®n m¨¢s que arriesgar la vida de sus hijos para salvarla.
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