Ventanas rotas en Nueva York
La muerte de un hombre negro al ser detenido ha reabierto el debate sobre la brutalidad policial
El caso Garner es una est¨²pida y desgraciada historia con personajes dispares, una controvertida teor¨ªa social y un debate sembrado de minas. Los personajes son un afroamericano que muri¨® asfixiado en plena calle cuando se resist¨ªa a ser detenido por vender cigarrillos, un agente que aplic¨® una llave de estrangulamiento prohibida, un jefe de polic¨ªa y un fiscal partidarios del orden a cualquier precio, un reverendo negro experto en movilizar masas y un alcalde progresista que prometi¨® mantener segura la ciudad sin vulnerar derechos civiles. La teor¨ªa es la de las ventanas rotas: si una ventana de un edificio se rompe y no se repara, al poco tiempo el resto de ventanas aparecer¨¢n rotas, es decir, que la intolerancia con los delitos menores es la base de una convivencia segura. El debate espinoso es si se puede reducir la criminalidad en Nueva York sin cometer excesos. O, dicho de otro modo, ?lo sucedido con Garner fue un error o la manifestaci¨®n de un problema m¨¢s profundo?
Los sucesos de Ferguson han alimentado el debate estos d¨ªas en Nueva York, y puesto en guardia a las autoridades, que, aunque se congratulan de que la ciudad haya respondido con civismo a un suceso que conten¨ªa nitroglicerina, temen el efecto contagio en los barrios m¨¢s conflictivos. Hasta ahora, las protestas han sido pac¨ªficas, pero el temor permanece. Para el s¨¢bado est¨¢ prevista otra marcha en Staten Island que preocupa mucho a la polic¨ªa.
Eric Garner muri¨® el pasado 17 de julio mientras era detenido por varios agentes de polic¨ªa en plena calle del barrio de Staten Island por vender cigarrillos. Garner, de 43 a?os, seis hijos, 150 kilos de peso y m¨¢s de 1,80 metros de altura, se resisti¨® a ser arrestado. Uno de los agentes, Daniel Pantaleo, le redujo con una llave de estrangulamiento prohibida por la polic¨ªa desde 1994. Antes de fallecer, la v¨ªctima grit¨® ¡°?No puedo respirar?¡± en once ocasiones. Todo ello fue grabado en v¨ªdeo por el tel¨¦fono m¨®vil de un amigo de Garner. El forense determin¨® que, pese a los problemas de salud de la v¨ªctima (obesidad, diabetes, asma¡), la causa de su muerte fue el estrangulamiento. La polic¨ªa y Garner eran viejos conocidos. Anteriormente hab¨ªa sido detenido decenas de veces por la venta ilegal de pitillos. La v¨ªctima hab¨ªa denunciado a los agentes por lo que consideraba un acoso injustificado para un delito menor.
Hasta aqu¨ª, lo hechos. Las consecuencias no tardaron en llegar. La familia de la v¨ªctima, temiendo que el fiscal del distrito, Daniel M. Donovan, echara tierra sobre el suceso dadas sus buenas relaciones con los mandos policiales, acudi¨® al reverendo, pol¨ªtico y activista afroamericano Al Sharpton, de 59 a?os, 40 de ellos denunciando abusos policiales contra la poblaci¨®n de color. Sharpton, uno de los l¨ªderes civiles m¨¢s influyentes y pol¨¦micos de Estados Unidos, moviliz¨® su organizaci¨®n, la National Action Network, en Harlem, para convocar protestas en demanda del procesamiento de los agentes implicados. La hoguera prendi¨® cuando los sindicatos policiales salieron en defensa de sus colegas por el ¡°vil, vergonzoso e injustificable¡± trato que estaban recibiendo. Y en medio, sentado sobre el barril de p¨®lvora, el nuevo alcalde, el dem¨®crata Bill de Blasio, que afronta su primera gran crisis desde que accedi¨® al cargo.
¡°Volvemos a caminar como una ciudad unida, solidaria y justa¡±, dijo De Blasio el d¨ªa que tom¨® posesi¨®n de su cargo. Ni unida, ni solidaria, ni justa. El alcalde intenta mantener un equilibrio imposible. Por un lado, calmar los ¨¢nimos de la poblaci¨®n negra y de sus l¨ªderes, que denuncian el poco inter¨¦s de las autoridades por procesar a los polic¨ªas implicados y reclaman al alcalde que sea consecuente con sus promesas. Por otro lado, agradar a una polic¨ªa que desconf¨ªa de ¨¦l por su ret¨®rica socialdem¨®crata, alejada de la mano dura defendida por los exalcaldes republicanos Rudolph Giuliani y Michael Bloomberg.
De Blasio, padre de una familia interracial (su mujer y sus hijos son negros), se opone al stop-and-frisk (detener y registrar), tan practicado en la etapa de Bloomberg, y aplaude la decisi¨®n del fiscal de Brooklyn de no procesar a los poseedores de peque?as cantidades de marihuana, algo que molesta a la polic¨ªa. Su diferencias con los sindicatos del cuerpo sobre cuestiones laborales tampoco ayudan. El caso es que los 35.000 agentes de Nueva York tienen estos d¨ªas un ojo en las calles y otro en De Blasio, muy atentos a todo lo que dice y hace.
¡°Voy a hacer todo lo que est¨¦ a mi alcance para que los responsables de esta muerte sean procesados. Despu¨¦s de tanto tiempo, seguimos luchando contra el uso excesivo de la fuera. Ya basta. Vamos a seguir celebrando m¨ªtines y marchas, y vamos a mantener la presi¨®n porque ning¨²n hombre o mujer debe morir a manos de los que han jurado protegerle. El crimen no puede ser combatido si tenemos que temer tanto a la polic¨ªa como a los delincuentes¡±, escribi¨® en su blog, como si de un serm¨®n se tratara, el reverendo Sharpton.
La gran cuesti¨®n que plantea la muerte de Garner es la excesiva intervenci¨®n de la polic¨ªa en los barrios de color" Alex Vitale, profesor asociado del Departamento de Sociolog¨ªa del Brooklyn College
¡°No fue la llave de estrangulamiento lo que mat¨® a Garner, fue la ret¨®rica antipolicial, que env¨ªa a los delincuentes el mensaje de que se pueden resistir a un arresto. Es una falta de respeto a la ley el trato injusto que los agentes est¨¢n recibiendo por parte de agitadores raciales, pol¨ªticos, expertos y funcionarios¡±, le respondi¨® Patrick J. Lynch, presidente del sindicato Patrolmen¡¯s Benevolent Association. ¡°El oficial Pantaleo no fue a trabajar con la intenci¨®n de matar a nadie. Simplemente trataba de hacer su trabajo. Los hombres y mujeres de la polic¨ªa de Nueva York est¨¢n siendo atacados. Esto debe terminar. La gente que trabaja duro en esta ciudad debe apoyar a la polic¨ªa¡±, a?adi¨® su colega Edward D. Mullins, de la Sergeants Benevolent Association.
De momento, el alcalde no ha contentado a nadie. La protesta convocada para el pr¨®ximo s¨¢bado por el reverendo Sharpton en Staten Island es una prueba de ello y el ¨²ltimo cap¨ªtulo de un asunto que ha despertado viejos fantasmas.
Pase lo que pase, sobre la mesa hay otra cuesti¨®n de tanto o mayor calado que los problemas de De Blasio para sostener de forma cre¨ªble su discurso sobre la igualdad, la justicia social y la atenci¨®n a las minor¨ªas rezagadas. En el centro de la hoguera est¨¢ el debate sobre uno de los grandes pilares de la pol¨ªtica policial seguida durante dos d¨¦cadas de Administraciones republicanas: la teor¨ªa de las ventanas rotas, presentada en sociedad en 1982, a?o r¨¦cord de criminalidad en Nueva York, en un art¨ªculo de la revista The Atlantic firmado por los profesores George L. Kelling y James Q. Wilson. Kelling, de 78 a?os, ya retirado, colabora en un think tank conservador, el Manhattan Institute, y asesora a la polic¨ªa de Nueva York. El segundo, que fue profesor en Harvard y en UCLA, falleci¨® en 2012.
Kelling sigue convencido de que mantener el orden en las calles, la intolerancia hacia delitos menores, evita problemas mayores. ¡°En una sociedad urbana, donde todos somos extra?os, el civismo y el orden son un fin en s¨ª mismos. Cuidando de las ventanas se reduce la criminalidad; cuidando de la seguridad, se reduce el n¨²mero de ventanas rotas¡±, declar¨® recientemente a The New York Times.
Sin embargo, Kelling no es partidario de una aplicaci¨®n maximalista de su doctrina. Considera que las autoridades deben decidir, barrio por barrio, qu¨¦ comportamientos suponen un peligro para la comunidad y cu¨¢les no. Es decir, si vender cigarrillos de forma ilegal, como hac¨ªa Eric Garner, es algo tan grave que merece la detenci¨®n como respuesta porque atenta contra los negocios locales o los derechos de otros ciudadanos, o si es una actividad que no merece el empleo un castigo tan severo. Porque, ?es un vagabundo una ventana rota? ?Qu¨¦ comportamientos deben culminar con un arresto y el consiguiente y costoso proceso judicial?
Para los cr¨ªticos, la teor¨ªa de las ventanas rotas es un producto neocon, que ampara excesos policiales y encarcelaciones masivas por delitos de escasa relevancia, dirigido a negros, hispanos y pobres en general. Aseguran que no hay evidencia cient¨ªfica que pruebe su bondad y consideran que no tiene relaci¨®n alguna con la ca¨ªda de la delincuencia experimentada por la ciudad de Nueva York en los ¨²ltimos a?os. Y ofrecen cifras: el 80% de los 400.000 arrestos al a?o en Nueva York son por delitos menores, como la venta ilegal. La mitad de esos arrestos se producen en barrios donde negros e hispanos son mayor¨ªa. La Civilian Complaint Review Board, una agencia independiente de Nueva York que investiga denuncias de abusos policiales, registr¨® el a?o pasado unas 6.000 quejas, de las que un 4,4% se refer¨ªan al uso de la llave de estrangulamiento prohibida.
El 80% de los 400.000 arrestos al a?o en Nueva York son por delitos menores, como la venta ilegal
Steven Zeidman, profesor de Derecho y director del programa de Defensa Criminal de la City University of New York School of Law, es muy cr¨ªtico con las ventanas rotas. ¡°La criminalidad ha descendido en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, pero hay que analizar otros factores, como los cambios demogr¨¢ficos o la ca¨ªda del consumo de crack. Adem¨¢s, poner a miles de agentes a practicar detenciones, que luego acaban en un juzgado, es muy caro. Y est¨¢ el da?o social. Los detenidos suelen ser negros e hispanos. ?C¨®mo les afectan esos arrestos por delitos menores a la hora de encontrar empleo y casa, a sus familias y sus comunidades? No se trata s¨®lo de arreglar la ventana, sino de mejorar todo el edificio y hacerlo asequible¡±, declar¨® en un texto enviado a EL PA?S por correo electr¨®nico.
Alex Vitale, profesor asociado del Departamento de Sociolog¨ªa del Brooklyn College, es mucho m¨¢s cr¨ªtico. ¡°No comparto la teor¨ªa de las ventanas rotas. Es s¨®lo una hip¨®tesis. Se usa para resolver problemas aislados de desorden p¨²blico criminalizando a unos y contentando a otros, pero no hay una relaci¨®n clara entre eso y reducir la delincuencia. Debemos dejar de confiar en la polic¨ªa como la principal herramienta para reducir determinados delitos y comportamientos¡±, se?ala a EL PA?S.
¡°La gran cuesti¨®n que plantea la muerte de Garner¡±, a?ade, ¡°es la excesiva intervenci¨®n de la polic¨ªa en los barrios de color. Esta muerte tiene que ver con la teor¨ªa de las ventanas rotas en la medida en que los agentes se acercan a Garner en aplicaci¨®n de esa pol¨ªtica. Esta es la primera gran crisis de De Blasio, y la lecci¨®n que debe extraer es que tiene que dejar de apoyar un enfoque exclusivamente policial sobre la delincuencia¡±. Seg¨²n Vitale, ¡°la clave para mejorar las relaciones entre la polic¨ªa y la ciudadan¨ªa y para garantizar los derechos civiles es reducir nuestra dependencia de la polic¨ªa. Ayudando a los j¨®venes en lugar de criminalizarlos, por ejemplo¡±.
En un terreno m¨¢s templado est¨¢ Gary Orfield, profesor e investigador de la Universidad de California-Los ?ngeles y codirector del Proyecto de Derechos Civiles de la citada universidad. ¡°La muerte de Eric Garner no es atribuible a las pr¨¢cticas policiales basadas en la teor¨ªa de las ventanas rotas. Una polic¨ªa exigente y vigilante no tiene por qu¨¦ ser brutal. Lo de Garner fue un trabajo mal hecho¡±, afirma a este peri¨®dico. ¡°Tragedias como esta tienen un tremendo coste para la convivencia, ya que uno de los ingredientes necesarios para reducir la criminalidad es que la poblaci¨®n no tema a la polic¨ªa. Para eso hay que construir s¨®lidas relaciones comunitarias. Creo que es posible encontrar un equilibrio entre derechos civiles y efectividad policial, pero siempre habr¨¢ tensiones¡±, advierte.
En la misma l¨ªnea se manifiesta Pedro Noguera, profesor e investigador de la New York University (NYU) especializado en temas de igualdad, educaci¨®n, cultura y desarrollo. ¡°No tengo ninguna objeci¨®n a la teor¨ªa de las ventanas rotas. En este caso la polic¨ªa se ha excedido. La reducci¨®n de la criminalidad en Nueva York es producto de una mayor presencia policial en ¨¢reas conflictivas. Esto es algo positivo. Pero es necesario que la polic¨ªa sea capaz de manejar determinadas situaciones de forma pac¨ªfica para que su trabajo sea efectivo con las minor¨ªas¡±. Sobre la actitud de los sindicatos polic¨ªas, Noguera lamenta que traten de ¡°defender lo indefendible¡±. En su opini¨®n, la obligaci¨®n de De Blasio es encontrar un equilibrio entre seguridad y respeto por los derechos civiles: ¡°Vistos los abusos que se cometieron con Bloomberg, va a ser necesario tiempo para que ese equilibrio se alcance¡±.
El ¡®hijo¡¯ de James Brown
El reverendo Al Sharpton es un tipo peculiar, repleto de aristas, admirado y odiado a partes iguales, del que nadie duda de su capacidad para movilizar la calle y del que muchos temen y critican sus m¨¦todos. Orlando Patterson, un soci¨®logo experto en segregaci¨®n, le calific¨® en su momento de "pir¨®mano racial". Nada en la biograf¨ªa de Alfred Charles Sharpton Jr., deja indiferente.
En ella se mezclan una precoz capacidad de atracci¨®n p¨²blica (con cuatro a?os dio su primer serm¨®n y con diez fue ordenado ministro pentecostal) y una peculiar conciencia social salpicada de esc¨¢ndalos. Con 18 abraz¨® la causa de los derechos civiles, que altern¨® durante a?os con fracasados intentos de ser alcalde, senador e incluso candidato dem¨®crata a la Casa Blanca. Su condici¨®n de topo del FBI, sus problemas con la Hacienda p¨²blica o el intento de asesinato que sufri¨® en 1991 no le han impedido ser una de las voces m¨¢s o¨ªdas en cualquier caso de abusos policiales. Su activa presencia en los medios, como presentador de radio, bloguero o tertuliano en televisi¨®n agranda su figura. Aseguran quienes le conocen que Tom Wolfe se inspir¨® en Sharpton para su agitador reverendo Bacon de La hoguera de las vanidades.
Sea cierto o no, Sharpton no defrauda. Durante a?os fue productor de las giras del cantante James Brown. "Fue un padre para m¨ª. ?l me ense?¨® a ser un hombre", proclama a menudo. "Recuerdo cuando el gran James Brown me cont¨® c¨®mo unos agentes tirotearon su coche sin motivo y casi le matan. Yo ten¨ªa 18 a?os. A?os despu¨¦s, tenemos que seguir soportando abusos de la polic¨ªa. Ya basta", escribi¨® hace d¨ªas en su blog.
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