Los l¨ªderes negros intentan asumir el control en Ferguson
Las autoridades est¨¢n desbordadas por los disturbios, que persisten con la Guardia Nacional
La frontera que separa la paz de la violencia en Ferguson (Misuri) es fr¨¢gil.
A las nueve de la noche el capit¨¢n Ron Johnson, responsable de la seguridad de las protestas por la muerte el 9 de agosto de Michael Brown, un adolescente negro desarmado por los tiros de Darren Wilson, un polic¨ªa blanco, se siente confiado. Las protestas son pac¨ªficas y alegres. ¡°S¨ª, estoy satisfecho¡±, dice.
Una hora m¨¢s tarde, centenares de polic¨ªas se apelotonaban en medio de la West Florissant Avenue, la avenida de este suburbio de San Luis donde ha estallado el ¨²ltimo episodio de tensi¨®n racial en Estados Unidos. Enfrente, centenares de manifestantes.
Era el proleg¨®meno de otra noche, la del lunes al martes, que acab¨® con 31 detenidos, dos heridos de bala, pistolas incautadas, c¨®cteles molotov, gases lacrim¨®genos y la impresi¨®n de que las autoridades locales ¡ªde la ciudad, el condado y el estado¡ª no saben qu¨¦ hacer con unas protestas que las han desbordado y amenazan con convertirse en una crisis nacional con efectos en la imagen internacional de EE UU.
La crisis refleja un problema pol¨ªtico y administrativo. Los gobernados no se sienten representados ni defendidos por los gobernantes. El 67% de la poblaci¨®n de Ferguson ¡ªuna ciudad de 21.000 habitantes¡ª es negra, pero s¨®lo tres de los 53 agentes de la polic¨ªa local lo son. En el Consejo Municipal s¨®lo uno de los seis miembros es negro. Y s¨®lo uno de los siete miembros del organismo que regula las escuelas es negro.
Los l¨ªderes afroamericanos, locales y nacionales, intentan tomar las riendas de la crisis. El presidente Barack Obama ha criticado la dureza policial. El titular del Departamento de Justicia, Eric Holder, que como Obama es negro, viaja el mi¨¦rcoles Ferguson.
Los l¨ªderes negros -locales y nacionales- intentan tomar las riendas de la crisis de Ferguson, pero las acciones de v¨¢ndalos y la err¨¢tica respuesta policial no logran controlar la situaci¨®n
El capit¨¢n Johnson tiene algo de alter ego de Obama. Es afroamericano, tiene 51 a?os, dotes de liderazgo e ideas claras sobre los problemas raciales que persisten en EE UU 50 a?os despu¨¦s del final de la segregaci¨®n racial y casi siete despu¨¦s de la llegada de un afroamericano a la Casa Blanca.
¡°Todo esto nos har¨¢ mucho mejores¡±, dice. ¡°Todo esto har¨¢ a la polic¨ªa mucho mejor¡±.
Acompa?ar al capit¨¢n Johnson por Ferguson durante las horas crepusculares, cuando la calle puede encenderse o seguir en calma, es asistir a los equilibrismos ¡ªy, al final, al fracaso¡ª de alguien que a la vez ejerce de l¨ªder comunitario y de representante de las fuerzas del orden.
El jueves el gobernador de Misuri, el dem¨®crata Jay Nixon, coloc¨® a Johnson, criado en la zona de Ferguson, al frente de la seguridad tras los excesos de la polic¨ªa local en los primeros d¨ªas de disturbios.
Los manifestantes ven al capit¨¢n como a uno de los suyos. Y ¨¦l se deja querer. Se mezcla con ellos. Coordina el mantenimiento del orden con l¨ªderes de organizaciones afroamericanas como el Partido de las Nuevas Panteras Negras, que comparte nombre con el grupo radical de los a?os sesenta, y la Naci¨®n del Islam.
¡°Quiero que la gente pueda traer a sus hijos aqu¨ª¡±, dice.
¡ª?C¨®mo les explica que el polic¨ªa que dispar¨® siga libre?
¡ªEs como si algo ocurriese en su pa¨ªs: yo no puedo decir lo que ocurra all¨ª. Esto [la investigaci¨®n del caso] implica a otra agencia policial ¡ªresponde Johnson.
¡ªPero usted se uni¨® a los manifestantes. Piden justicia. ?Necesita m¨¢s justicia este pa¨ªs?
¡ªTenemos que asegurarnos de que sepan que se respetar¨¢n sus derechos fundamentales y que, si tienen problemas, tengan derecho a protestar. Es lo que estamos haciendo.
Algunos de los que protestan ¡ªmayoritariamente negros¡ª se le acercan y le felicitan por los esfuerzos por pacificar la calle y preservar el derecho a manifestarse. Otros le recriminan su papel al frente de la polic¨ªa, que ha usado gases lacrim¨®genos. ¡°Yo confiaba en usted hasta anoche. Pero usted minti¨®: dijo que hab¨ªamos lanzado c¨®cteles molotov¡±, le dice un joven.
¡°No permitir¨¦ que me llame mentiroso y cuestione mi integridad¡±, replica el capit¨¢n. Y jura que ¡°los v¨¢ndalos¡± ¡ªpersonas ajenas de Ferguson, seg¨²n Johnson¡ª lanzaron c¨®cteles molotov y hab¨ªan disparado.
Despu¨¦s recuerda que estos d¨ªas el reverendo Jesse Jackson, colaborador de Martin Luther King en el movimiento por los derechos civiles y una de las voces m¨¢s influyentes en la izquierda afroamericana, le aconsej¨®: ¡°No permitas que los matones tomen Ferguson¡±.
Otros l¨ªderes negros que estos d¨ªas han desfilado por Ferguson, como el reverendo Al Sharpton, de Nueva York, han insistido en el mismo mensaje: ninguna tolerancia con los violentos.
En los momentos m¨¢s tensos, dirigentes de la comunidad local y l¨ªderes religiosos se interponen entre la polic¨ªa antidisturbios y la multitud.
Pero estos l¨ªderes, Sharpton, Jackson, Johnson, incluso Holder y Obama, topan con otra realidad. Los ¡°matones¡± regresan cada noche. Y las t¨¢cticas policiales ¡ªcada d¨ªa distintas: err¨¢ticas¡ª siguen proyectando la imagen de una polic¨ªa violenta. Ferguson y el mundo son demasiado complejos para arreglarlos con buenas palabras.
Por la ma?ana, vecinos y comerciantes de West Florissant Avenue recogen los escombros de la noche anterior, en una nueva rutina que nadie aqu¨ª pronostica cu¨¢ndo acabar¨¢.
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