La dolorosa caravana de los sin nombre
Los trabajadores pobres que pasan a nuestro lado sin que pronunciemos su nombre son tambi¨¦n carne y sangre de nuestra sociedad
En nuestro mundo en el que todo est¨¢ expuesto al sol de la plaza p¨²blica a trav¨¦s de Internet, donde es f¨¢cil saberlo todo de cada uno, existe a¨²n la triste caravana de los sin nombre. No viven en los desiertos ni fuera del mundo. Conviven codo a codo con nosotros. Son los que realizan los trabajos m¨¢s humildes. Ellos tambi¨¦n son alguien, cultivan sue?os y est¨¢n escribiendo la historia junto con nosotros.
Llegan hasta la puerta de nuestra casa; bajan a veces desde las suburbios de la violencia, ayudan a resolver nuestros peque?os problemas del d¨ªa a d¨ªa, pero ignoramos sus nombres, ni nos interesan demasiado: son el mozo del mercado, el cartero, el vendedor de chucher¨ªas, el que nos trae la bombona de gas, o nos limpia la fosa del retrete, el ujier de la oficina.
Es el que nos entrega las plantas que hemos comprado para el jard¨ªn, la cajera del supermercado, el polic¨ªa de la esquina. Todos ellos, cercanos a nuestra vida y hasta a nuestra piel, de quienes podemos sentir su respiraci¨®n, pasan por nuestra vida como sombras, sin identidad.
Es algo que me ayud¨® a pensar d¨ªas atr¨¢s mi mujer Roseana, cuando me cont¨® que el chico que hab¨ªa venido a traernos la compra del mercado de al lado, se sorprendi¨® y emocion¨® cuando ella le pregunt¨® qui¨¦n era: "soy el del mercado Yegue", le dijo. S¨ª, pero quiero saber como se llama. El chico se qued¨® extra?ado y tras unos segundos se atrevi¨® a pronunciar su nombre, casi en voz baja, como si estuviera revelando un secreto: "Me llamo Richard"
Mi mujer me cont¨® que tras unos momentos de extra?eza, se le iluminaron los ojos y se atrevi¨® a decir: "Da gusto venir aqu¨ª".
Yo llegaba de la calle cuando ¨¦l sal¨ªa y sin conocer la historia, me extra?¨® que me dijera con voz ya confiada: "Si el se?or necesita algo m¨¢s basta que llame al mercado y yo le se lo traigo enseguida". Era su forma de agradecernos el haber querido conocer su nombre.
?Qu¨¦ dimesiones tiene esa caravana de los que se identifican s¨®lo con aquello o aquellos para los que trabajan, los que pueden pasar entre nosotros una vida sin oir pronunciar su nombre?
La an¨¦cdota me ha hecho recordar que la palabra caravana deriva etimol¨®gicamente del persa (karawan), que significa fila de animales de carga. Hoy, sin embargo, hasta a los animales les llamamos por nombre, mientras que esa caravana de trabajadores pobres pasa por la vida sin que nadie les reconozca como personas.
Las caravanas siguen evocando en nuestro mundo actual los ¨¦xodos forzosos, las multitudes de refugiados, las huidas en masa del infierno de las guerras, los genocidios, las tumbas sin nombre.
Y sin embargo, esas caravanas de hombres y mujeres que pasan a nuestro lado sin que nos preocupemos de conocer como se llaman, son carne y sangre de nuestra sociedad y encierran en su soledad interior, esa grandeza que otorga el dolor y el olvido injusto de la sociedad.
A ellos, si les sirviera de consuelo, habr¨ªa que recordarles, que en la Biblia, Dios es el "sin nombre". Los jud¨ªos no pod¨ªan ni pronunciar ni escribir el nombre de Dios. Lo consideraban demasiado importante para pronunciarlo. Y nosotros, a los que nos sobran nombres y apellidos no deber¨ªamos olvidar que cada ser humano an¨®nimo que pasa a nuestro lado es tan indispensable en el Universo, como el que aparece cargado de nombres y t¨ªtulos gloriosos.
Mi mujer, que es poeta, escribi¨® en un poema recordando la alegr¨ªa que sinti¨® Richard al o¨ªr pronunciar su nombre aquella ma?ana en que nos trajo la compra a casa:
Os sem nome,
os invisiveis,
passam como poeira
e nem deixam rastro
em nossa pele,
em nosso rosto.
Mas possuem olhos,
m?os,
sorrisos, l¨¢grimas,
sonhos
e uma historia que deveria
se entrela?ar com a tua,
com a minha.
Alguien escribi¨® que nos salvamos o nos perdemos juntos, los bautizados y los sin nombre. Quiz¨¢s no sea in¨²til recordarlo en estos tiempos en que vuelven a ponerse en camino, huyendo de la violencia, las dolorosas caravanas de gentes sin presente y sin futuro.
Cuando vayamos a colocar nuestro voto en las urnas no estar¨ªa de m¨¢s recordar que deber¨ªa servir tambi¨¦n y sobre todo a esa caravana de invisibles de una sociedad donde lo que parece contar es m¨¢s bien el brillar y aparecer.
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