Extorsiones y robos financian al califato
Pol¨¦mica en Berl¨ªn porque un ministro culpa a Qatar de sostener al Estado Isl¨¢mico
El Gobierno alem¨¢n desautoriz¨® el viernes al ministro que atribuy¨® a Qatar la financiaci¨®n del Estado Isl¨¢mico (EI). Pero el desliz del titular de Desarrollo, Gerd M¨¹ller, ha sacado a la luz una sospecha que a menudo se repite en Irak. Incluso su primer ministro, ahora en funciones, Nuri al Maliki, ha se?alado al rico emirato y a Arabia Saud¨ª como culpables de la situaci¨®n actual. ?En qu¨¦ se funda esa grave alegaci¨®n?
Por supuesto, los dos pa¨ªses, ambos aliados de EE UU ¡ªde quien dependen para su defensa¡ª, rechazan esas acusaciones. Existen sin embargo algunos elementos que permiten a sus enemigos establecer conexiones que, aunque embarazosas, no prueban la causalidad que buscan.
Tanto Qatar como Arabia Saud¨ª siguen la doctrina wahab¨ª (ellos prefieren llamarla salafista), una interpretaci¨®n del islam sun¨ª en la que muchos analistas encuentran la base doctrinal del radicalismo religioso que barre el mundo isl¨¢mico. Aunque no todos los piadosos wahab¨ªes apoyan el uso de la violencia, todos los grupos islamistas violentos han bebido de fuentes salafistas.
Esa ideolog¨ªa result¨® extremadamente ¨²til a EE UU en los a?os ochenta del siglo pasado cuando justific¨® la llamada a frenar a la infiel y comunista Uni¨®n Sovi¨¦tica en Afganist¨¢n. A los entregados saud¨ªes y otros musulmanes que respondieron se les llam¨® muyahid¨ªn, literalmente ¡°los que hacen la yihad¡±, t¨¦rmino religioso imprecisamente traducido como guerra santa. Ellos fueron la semilla de Al Qaeda.
Algo similar estar¨ªa sucediendo ahora. Cuando se hizo evidente que EE UU (y Occidente por extensi¨®n) no ten¨ªa intenci¨®n de intervenir en Siria para frenar la brutal represi¨®n con que Bachar el Asad acall¨® las iniciales protestas pac¨ªficas, Riad y Doha ¡ªespecialmente entusiasta con las primaveras ¨¢rabes¡ª facilitaron financiaci¨®n y armas al revoltijo de grupos que intentaban formar el Ej¨¦rcito Libre de Siria, con la aprobaci¨®n m¨¢s o menos t¨¢cita de Washington.
Nadie sabe con certeza ad¨®nde fue a parar todo aquello. En el fragor del combate, las posiciones se radicalizaron y los diferentes grupos empezaron a competir por la ayuda. Siria se convirti¨® en una pieza apetitosa para Al Qaeda, adem¨¢s de un im¨¢n para musulmanes extremistas con prisa por llegar al cielo, o simples idealistas deseosos de ayudar a los hermanos sirios. En la prensa, empezamos a llamarles yihadistas; brigadistas hubiera sido m¨¢s adecuado, aunque al final se han revelado meros terroristas.
Tal como ha documentado Rania Abouzeid en The Jihad Next Door (La yihad de al lado), los dirigentes de Al Qaeda encargaron inicialmente a su afiliado iraqu¨ª, el Estado Isl¨¢mico en Irak (EII), que formara un grupo similar en Siria. Fue as¨ª como surgi¨® el Al Nusra, cuyo ¨¦xito termin¨® produciendo una fractura en el frente yihadista. Cuando la central de Al Qaeda pidi¨® al l¨ªder del EII, Abubaker al Bagdadi, que dejara Siria y se concentrara en Irak, ¨¦ste respondi¨® creando, en abril de 2013, el Estado Isl¨¢mico en Irak y el Levante (EIIL, ahora Estado Isl¨¢mico) y adopt¨® una l¨ªnea a¨²n m¨¢s dura que la de sus mentores.
Entretanto, el grupo fue ampliando su negocio de extorsi¨®n con el control de campos de petr¨®leo en Siria y, el pasado junio, con los dep¨®sitos de la c¨¢mara acorazada del Banco de Irak en Mosul. Hoy, despu¨¦s de que por casualidad se interceptaran varios l¨¢pices de memoria con las cuentas del grupo, sus activos se estiman en 2.000 millones de d¨®lares (unos 1.500 millones de euros).
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