Combustible para el contrabando
La pobreza lleva a habitantes de Maracaibo a la venta en Colombia de gasolina subvencionada
El Impala modelo 79 ¡ªuna mole de lat¨®n con motor de ocho cilindros y una proa infinita¡ª que maneja Alexis desde Maracaibo no es el ¨²nico que recorre la Troncal del Caribe, la carretera de dos carriles que une la capital del estado petrolero de Zulia, en el Occidente de Venezuela, con Maicao, en Colombia. Es in¨²til contar cu¨¢ntos coches de ese modelo u otros similares ¡ªFairlane 500, LTD, Caprice Classic, muy demandados en este pa¨ªs en las d¨¦cadas de los 70 y 80 del pasado siglo¡ª desandan la v¨ªa que bordea la fachada occidental del mar Caribe venezolano. A la procesi¨®n que viene de frente hay que sumar los que esperan para cruzar la carretera desde las calles perpendiculares, los que est¨¢n aparcados en los solares de las viviendas precarias, o los que quedan chamuscados entre las salinas y los matorrales densos de la vera del camino.
Los conductores no solo llevan y traen pasajeros entre una y otra ciudad. En casi todos los casos son bachaqueros, el nombre que reciben quienes transportan y revenden productos subsidiados en Venezuela a precio de mercado en los pa¨ªses vecinos. Las enormes capacidades de los tanques de los coches ¡ª105 litros en promedio¡ª permiten a los ch¨®feres conducir hasta cerca de la frontera para vender en promedio unos tres ¡°puntos¡± (garrafas) de gasolina: cada punto equivale a unos 23 litros. Alexis est¨¢ feliz. Aqu¨ª s¨ª rige la ley de la oferta y la demanda y el precio del punto de gasolina se ha incrementado al doble desde que el presidente Nicol¨¢s Maduro intensific¨® la vigilancia en la frontera el 11 de agosto.
En Maicao los pimpineros, nombre que reciben los que venden combustible en envases de distintas capacidades, est¨¢n parados en las esquinas de las calles 12 y 13 del centro de la ciudad. Alexis solo tiene que bajar la ventanilla del Impala para escuchar las ofertas. ¡°Veinticinco, el punto a veinticinco¡±, grita uno. Cien metros m¨¢s adelante dice otro: ¡°Veintis¨¦is¡±.
Pero Alexis no est¨¢ dispuesto a vender por menos de 28.000 pesos, as¨ª que responde: ¡°Veintinueve, veintinueve¡±. Despu¨¦s de 15 minutos acepta los 84.000 pesos colombianos que le ofrece un cliente por tres puntos de gasolina. Por cada 23 litros vendidos Alexis se ha ganado 28.000 pesos (1.272 bol¨ªvares al cambio no oficial que se aplica en la frontera), con lo cual ha multiplicado por 570 la inversi¨®n que hizo en Venezuela. Esos mismos 23 litros le hab¨ªan costado en Maracaibo 2,23 bol¨ªvares. El litro de gasolina est¨¢ congelado desde hace 18 a?os en 0,097 bol¨ªvares (0,01 euros, al cambio oficial).
El dep¨®sito del Impala ha quedado casi vac¨ªo, as¨ª que Alexis deber¨¢ reponer combustible seg¨²n vuelva a cruzar la frontera. El viaje se repite, mientras el intenso tr¨¢fico lo permita, hasta que cierra la frontera.
Alexis trabaj¨® hasta hace dos a?os como escolta de un importante hacendado local, pero encontr¨® en el bachaqueo ¡ªuna actividad declarada ilegal en la ¨²ltima semana por el Gobierno, que ha prohibido mediante un decreto la comercializaci¨®n fuera de Venezuela de productos de la cesta b¨¢sica¡ª una forma de canalizar sus deseos de trabajar por cuenta propia.
En el municipio Mara, tres de cada cuatro habitantes viven en pobreza o pobreza extrema
Que los maracuchos (gentilicio de Maracaibo) sean contrabandistas es un fen¨®meno reciente. Desde siempre los ind¨ªgenas wayuu han trasegado alimentos y productos desde y hacia Colombia. Hay una raz¨®n muy poderosa que explica el cambio. La inflaci¨®n en Venezuela, como lo reconoce Gilberto Gonz¨¢lez Mill¨¢n, presidente de la Uni¨®n Empresarial del Comercio y los Servicios del Estado Zulia (UCEZ), est¨¢ acabando no s¨®lo con el salario, sino tambi¨¦n con el incentivo que en otras econom¨ªas representa trabajar bajo relaci¨®n de dependencia. ¡°Los bachaqueros han descubierto que comprar alimentos subsidiados o vender gasolina es mucho m¨¢s rentable que cumplir un r¨¦gimen de ocho horas diarias y recibir un pago quincenal¡±, explica.
A esta coyuntura se suman las particularidades de la zona de frontera. Desde hace dos a?os el Gobierno limita a 42 litros diarios la venta de combustible a los veh¨ªculos particulares. A la sombra de esta medida, que ha encontrado mucha resistencia en las provincias fronterizas, ha florecido el negocio de la reventa de combustible fuera de las gasolineras, que permite subsistir al grueso de la poblaci¨®n.
El bachaqueo es una actividad declarada ilegal en la ¨²ltima semana por el Gobierno
Los dos municipios que atraviesa la Troncal del Caribe son de los m¨¢s pobres de Venezuela. En el municipio Mara, tres de cada cuatro habitantes viven en pobreza o pobreza extrema, seg¨²n los datos del Instituto Nacional de Estad¨ªstica. En el municipio de Guajira, el 70,4% de sus pobladores son pobres y el 60% de las viviendas tiene servicios deficitarios.
La Troncal del Caribe puede ser en ciertos tramos tan desoladora como una escena de La Carretera, la novela de Cormac McCarthy. Cifras oficiales indican que Maicao tiene alrededor de 3.000 negocios registrados, de los cuales el 98% son comercios. Los burros tiran de una carreta que a su vez traslada dos cisternas de agua por calles de tierra. Nunca se sabe cu¨¢ndo llegar¨¢ el agua por las tuber¨ªas. En Maicao, un empresario comentaba a este diario que, en medio de condiciones tan agrestes, los pobres solo pueden sobrevivir bachaqueando. Es lo que tiene que hacer Herm¨¢goras P¨¦rez, que en la v¨ªa de regreso a Maracaibo coloca combustible al Impala de Alexis.
Herm¨¢goras vende gasolina en envases de cinco litros a 70 bol¨ªvares. Con lo que gana mantiene a una familia de cinco hijos, esposa, nieta y yerno, que tambi¨¦n viven de esta actividad. ¡°?Qu¨¦ m¨¢s puede hacer uno si aqu¨ª no hay trabajo? Si nos niegan esta posibilidad moriremos de hambre¡±, dice en el patio de su vivienda, a orillas de la carretera.
En una esquina, tapados por l¨¢minas de cinc, dos de sus hijos organizan el cargamento de combustible. Al lado del Impala se aparca su viejo Chevrolet Biscayne modelo 73, con 100 litros de dep¨®sito. Desde hace d¨ªas est¨¢ averiado; por esa raz¨®n no ha podido salir a vender gasolina. Depende de los otros viejos carros que pasan por la carretera ofreciendo su cargamento.
Alexis cree que con cinco litros puede llegar hasta Maracaibo. Pero el denso tr¨¢fico altera sus c¨¢lculos. A 20 kil¨®metros de la segunda ciudad m¨¢s importante de Venezuela, el Impala rojo comienza a perder velocidad. Con agilidad y precisi¨®n Alexis aparca el coche en un claro del camino. Despu¨¦s de revisar el filtro de la gasolina lanza una sentencia inapelable. Se ha quedado varado sin combustible.
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