El gran salto adelante
Durante tres meses, los venezolanos fuimos espectadores y v¨ªctimas de una farsa que el farsante mayor llam¨® "el sacud¨®n"
"La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa". Qui¨¦n nos iba a decir que una de las frases m¨¢s tra¨ªdas, llevadas y manidas de Karl Marx iba a ser tan ¨²til para describir los desaguisados de un Gobierno de seudo marxistas. Marx no lo dijo pero es factible creer que no le hubiese molestado una tercera posibilidad, la tragicomedia, verbigracia en el caso venezolano. Hasta hace algunos d¨ªas, el causahabiente de Hugo Ch¨¢vez ¡ªNicol¨¢s Maduro¡ª se hab¨ªa dedicado a repetir la historia del hundimiento de la Cuba fidelista, seg¨²n el patr¨®n dictado por el causante. As¨ª se llama en derecho a quien deja una herencia pero, en el caso espec¨ªfico de Ch¨¢vez, habr¨ªa que entenderlo adem¨¢s como aquel que caus¨® la cat¨¢strofe econ¨®mica y social de Venezuela. Maduro ha sido el sepulturero.
Sin embargo, parec¨ªan soplar vientos de cambio. Durante tres meses, oficialistas y opositores fuimos espectadores y m¨¢s tarde v¨ªctimas de una farsa que el farsante mayor llam¨® "el sacud¨®n". Sus anuncios har¨ªan estremecer los cimientos de la naci¨®n. Rafael Ram¨ªrez, el segundo hombre m¨¢s poderoso del pa¨ªs despu¨¦s de Ch¨¢vez, a¨²n en vida de ¨¦ste; aquel que usufructuaba tres cargos: presidente de la petrolera estatal PDVSA, vicepresidente del ¨¢rea econ¨®mica y ministro de Petr¨®leo y Miner¨ªa, se hab¨ªa reunido con inversionistas internacionales y aseguraba que Venezuela iba hacia la unificaci¨®n cambiaria y la apertura econ¨®mica. ?Ahhh!, y que era inevitable el aumento del precio de la gasolina, la m¨¢s barata del globo.
Los economistas y opinadores de oficio estuvieron distra¨ªdos todo ese tiempo debatiendo sobre cu¨¢l deb¨ªa ser la cotizaci¨®n del d¨®lar ¨²nico y las consecuencias inflacionarias. A la par, se creaban comit¨¦s y circulaban por Internet peticiones para protestar contra el aumento del combustible. De vez en cuando aparec¨ªa alg¨²n capitoste de la hidra de mil cabezas y una sola corrupci¨®n, que es el partido de Gobierno, rebatiendo a Ram¨ªrez y sus propuestas burguesas y neocapitalistas. En el ¨®rgano oficioso de la revoluci¨®n chavomadurista ¡ªAporrea¡ª se peleaban los marxistas radicales con aquellos que reconoc¨ªan que por el camino trazado por Maduro y su caterva, ¨ªbamos directos al precipicio.
Con la destituci¨®n de Rafael Ram¨ªrez y su confinamiento a la canciller¨ªa muri¨® toda esperanza de rectificaci¨®n
Para incrementar el suspense, Maduro continuaba anunciando que ven¨ªa el "sacud¨®n". La gente hac¨ªa el esfuerzo sobrehumano que se requiere para ver y o¨ªr sus cadenas radiotelevisivas, a la espera de los anuncios que pondr¨ªan a temblar a la patria bolivariana. Pero el aposentado en la silla presidencial se iba por las ramas, trepaba hacia las copas de los ¨¢rboles, escalaba monta?as y no soltaba prenda. A las personas de juventud prolongada o en la edad de oro, es decir, a los viejos, nos parec¨ªa un remake de El derecho de nacer, aquella radionovela cubana que de verdad sacudi¨® los sentimientos de miles de escuchas en los a?os 50. Don Rafael del Junco, el abuelo del h¨¦roe Albertico Limonta, hab¨ªa agotado no menos de 30 episodios de la serie tratando de revelar una dram¨¢tica verdad, sin poder articular palabra. Y ahora, por culpa de otros cubanos, el presidente venezolano no terminaba de sacudirnos. Pero lleg¨® al fin la noche del 2 de septiembre. Maduro habl¨® como si ¨¦l fuera Konrad Adenauer al frente de un pa¨ªs parecido a Suiza. Hizo unos cambios no de caras sino de cargos al mejor estilo de Lampedusa: "Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, despu¨¦s, todo ser¨¢ igual pese a que todo habr¨¢ cambiado".
Con la defenestraci¨®n esa noche del otrora poderoso Rafael Ram¨ªrez y su confinamiento a la canciller¨ªa ¡ªtan disminuida desde tiempos de Ch¨¢vez¡ª muri¨® toda esperanza de rectificaci¨®n. Parad¨®jicamente, el hombre que contribuy¨® a que Hugo Ch¨¢vez hundiera a Venezuela sin emitir entonces una s¨ªlaba de protesta o desaprobaci¨®n, parec¨ªa estar dispuesto a reflotarla. Pero se impusieron, m¨¢s que los ide¨®logos marxistas, los militares cuya ¨²nica ideolog¨ªa es mantener el statu quo que les permite continuar el saqueo sistem¨¢tico del erario p¨²blico.
Para organizar un Estado comunal se requiere planificaci¨®n y un m¨ªnimo de eficiencia, cualidades inexistentes en estos marxistas tropicales y amantes de la vida burguesa
?Seguir¨¢ todo igual, nada cambiar¨¢? Ojal¨¢ los venezolanos tuvi¨¦semos la suerte de seguir tan mal como antes del sacud¨®n de Maduro, porque la realidad que se avecina es la del gran salto adelante de Mao Zedong. Como se recuerda, el mismo fue el prop¨®sito de transformar la econom¨ªa agraria china en una sociedad comunista mediante la industrializaci¨®n y el colectivismo. El resultado fue una hambruna que caus¨® la muerte de 30 millones de chinos, en su mayor¨ªa ni?os y ancianos. Por supuesto que una parte de esa historia no podr¨ªa repetirse en Venezuela ni en la versi¨®n comedia. Imposible pensar en una industrializaci¨®n tan desastrosa como aquella de Mao ya que, en diecis¨¦is a?os, la revoluci¨®n bolivariana no ha logrado producir un tornillo. El quid est¨¢ en la colectivizaci¨®n para lo que Maduro design¨® Ministro de Comunas a El¨ªas Jaua, un comunista irredimible en cuyo curriculum destaca como lo m¨¢s loable, su pasado de terrorista urbano. Nuestras esperanzas est¨¢n cifradas en que para organizar un Estado comunal se requiere alg¨²n sentido de la planificaci¨®n y un m¨ªnimo de eficiencia, cualidades inexistentes en estos marxistas tropicales y amantes de la vida burguesa.
Clamemos pues al cielo para que nada cambie y para que la historia no se repita en ninguna de sus versiones. Solamente recordemos que al desastre del gran salto adelante de Mao, le sigui¨® la revoluci¨®n cultural con su secuela de persecuciones, asesinatos, suicidios y destrucci¨®n. Fue la venganza del gran timonel por el fracaso de su Salto. Maduro no es Mao Zedong ni Venezuela es la China de entonces, pero el hambre y la represi¨®n son iguales en cualquier parte.
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