Comisi¨®n Juncker
El nuevo organigrama refleja el desplazamiento del centro de gravedad europeo hacia el Este
En pocas ocasiones los equipos de comisarios de Bruselas merecen llevar el nombre de quien les preside. Normalmente son otros, en las capitales europeas, los que hacen la selecci¨®n de los nombres, y el presidente, al final, se limita a repartir las cartas entre quienes encuentra sentados alrededor de la mesa. El m¨¦todo europeo tradicional, hip¨®crita por definici¨®n, tentaba a los primeros ministros a deshacerse de los descartes pol¨ªticos, viejas glorias o adversarios sumisos y merecedores de una canonj¨ªa, con la encomienda de vigilar por los intereses nacionales, aunque a ser posible acomod¨¢ndose a la ficci¨®n, una vez ya instalados en la Comisi¨®n, de que defienden los intereses europeos en general.
Esta vez no ha sido as¨ª. Jean-Claude Juncker, el veterano zorro luxemburgu¨¦s, se ha presentado ante los primeros ministros y jefes de Gobiernos con ideas precisas sobre el tipo de nombres que necesitaba para su proyecto de Comisi¨®n. Los pol¨ªticos en activo cotizan m¨¢s que los veteranos desubicados. Las mujeres m¨¢s que los hombres. Cuenta tambi¨¦n la edad. Ha habido prima para los nuevos socios de la Europa de los 28. Y ha sido generoso para quien se adaptara a su pedido, y r¨¢cano con quien se encastill¨® en su designio inicial.
Juncker tambi¨¦n ha jugado astutamente para ofrecer prendas de amistad a quien pretendi¨® vetarle, como David Cameron, y muestras de independencia a quien le apadrin¨®, como Angela Merkel. Al comisario de Reino Unido, el euroesc¨¦ptico Jonathan Hill, le han correspondido los servicios financieros, tan apreciados en la City. Alemania queda fuera del primer c¨ªrculo de supercomisarios, y el suyo, G¨¹nther Oettinger, con la cartera de la econom¨ªa digital, pierde la categor¨ªa de vicepresidente y queda a las ¨®rdenes del estonio Andrus Ansip.
La construcci¨®n de esta Comisi¨®n emite un mensaje contundente. Juncker quiere mandar y ha mostrado ya en la negociaci¨®n cu¨¢nto puede mandar. Entre los grandes, no salen bien parados Alemania, Francia o Espa?a, pues quedan fuera de la supercomisi¨®n. Pero todos, perdedores incluidos, han contado con un premio de consolaci¨®n: Energ¨ªa, la cartera de Ca?ete, es perfecta para un pa¨ªs que necesita conectar su red a la europea. Italia es el ¨²nico pa¨ªs de aquella Vieja Europa de Rumsfeld que coloca bien sus piezas, con Frederica Mogherini como jefa de la Acci¨®n Exterior, gracias a que Matteo Renzi fue el gran vencedor de las elecciones europeas.
La nueva Comisi¨®n y tambi¨¦n la presidencia del Consejo reflejan el desplazamiento del centro de gravedad europeo del Rin hacia el Oder. Si Javier Solana fue en su d¨ªa el emblema de la moda mediterr¨¢nea y espa?ola, Donald Tusk, que se entiende con Juncker en alem¨¢n pero no en franc¨¦s, lo es ahora del momento polaco y oriental, especialmente necesario ante la voracidad territorial del resucitado oso ruso. Como suele suceder en muchos campos de la vida, lo importante es el comienzo, y este no es el de un presidente d¨¦bil, ni el de alguien sometido a un servomecanismo alem¨¢n. Es, realmente, la Comisi¨®n Juncker.
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