Comisi¨®n Juncker
En pocas ocasiones los equipos de comisarios de Bruselas merecen llevar el nombre de quien les preside. Normalmente son otros, en las capitales europeas, los que hacen la selecci¨®n de los nombres, y el presidente, al final, se limita a repartir las cartas entre quienes encuentra sentados alrededor de la mesa. El m¨¦todo europeo tradicional, hip¨®crita por definici¨®n, tentaba a los primeros ministros a deshacerse de los descartes pol¨ªticos, viejas glorias o adversarios sumisos y merecedores de una canonj¨ªa, con la encomienda de vigilar por los intereses nacionales, aunque a ser posible acomod¨¢ndose a la ficci¨®n, una vez ya instalados en la Comisi¨®n, de que defienden los intereses europeos en general.
Esta vez no ha sido as¨ª. Jean-Claude Juncker, el veterano zorro luxemburgu¨¦s, se ha presentado ante los primeros ministros y jefes de Gobiernos con ideas precisas sobre el tipo de nombres que necesitaba para su proyecto de Comisi¨®n. Los pol¨ªticos en activo cotizan m¨¢s que los veteranos desubicados. Las mujeres m¨¢s que los hombres. Cuenta tambi¨¦n la edad. Ha habido prima para los nuevos socios de la Europa de los 28. Y ha sido generoso para quien se adaptara a su pedido y r¨¢cano con quien se encastill¨® en su designio inicial.
La construcci¨®n de esta Comisi¨®n emite un mensaje contundente. Juncker quiere mandar y ha mostrado ya en la negociaci¨®n cu¨¢nto puede mandar. Entre los grandes, no salen bien parados Alemania, Francia o Espa?a, pues quedan fuera de la Supercomisi¨®n. Pero todos, perdedores incluidos, han contado con un premio de consolaci¨®n: Energ¨ªa, la cartera de Ca?ete, es perfecta para un pa¨ªs que necesita conectar su red a la europea. Italia es el ¨²nico pa¨ªs de aquella Vieja Europa de Rumsfeld que coloca bien sus piezas, con Frederica Mogherini como jefa de la Acci¨®n Exterior, gracias a que Matteo Renzi fue el gran vencedor de las elecciones europeas.
La nueva Comisi¨®n y tambi¨¦n la presidencia del Consejo reflejan el desplazamiento del centro de gravedad europeo del Rin hacia el Oder. Si Javier Solana fue en su nd¨ªa el emblema de la moda mediterr¨¢nea y espa?ola, Donald Tusk, que se entiende con Juncker en alem¨¢n pero no en franc¨¦s, lo es ahora del momento polaco y oriental, especialmente necesario ante la voracidad territorial del resucitado oso ruso.
Como suele suceder en muchos campos de la vida, lo importante es el comienzo, y este no es el de un presidente d¨¦bil, ni el de alguien sometido a un servomecanismo alem¨¢n. Es, realmente, la Comisi¨®n Juncker.
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