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Columna
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La ¡®no gente¡¯ que no vive en el Tapaj¨®s

La extraordinaria saga de Montanha e Mangabal, de la esclavitud en plantaciones de caucho a la propaganda del Gobierno de que pretende poner una hidroel¨¦ctrica en la tierra habitada hace 150 a?os

Eliane Brum

De repente, la comunidad de Montanha-Mangabal apareci¨® en las noticias. El 27 de agosto, el ministro de Desarrollo Agrario, Miguel Rosetto, anunci¨® en un acto que el Gobierno federal destinar¨ªa ¡°3,2 millones de hect¨¢reas para reforma agraria y preservaci¨®n medioambiental¡± en la Amazonia. Entre los destinos de esas tierras, se citaba la creaci¨®n de un ¡°Proyecto de Asentamiento Agroextractivisita (PAE) Montanha-Mangabal¡±, en el municipio de Itaituba, en Par¨¢. El anuncio fue destacado en Muda Mais, un ¡°website de apoyo a la candidatura para la reelecci¨®n de Dilma Rousseff¡±, en un momento en el que la presidenta recib¨ªa cr¨ªticas por su pol¨ªtica para la Amazonia. D¨ªas despu¨¦s, el Gobierno se?al¨® la fecha del 15 de diciembre para la concesi¨®n de la primera de las grandes hidroel¨¦ctricas planeadas para la regi¨®n, S?o Luiz do Tapaj¨®s. Merece la pena poner la lupa sobre esos dos nombres bastante enigm¨¢ticos ¨C Montanha-Mangabal ¨C para establecer la necesaria relaci¨®n entre las noticias producidas por el Gobierno en tiempo electoral y ampliar la compresi¨®n sobre la gesti¨®n de la Amazonia. En la comunidad de Montanha-Mangabal se contiene la extraordinaria lucha de un pueblo para volverse visible al Brasil que lo desconoce. Y, para existir a los ojos del pa¨ªs, preservar su tierra y su vida.

El pueblo de Montanha-Mangabal hace frente hoy al momento m¨¢s cr¨ªtico en casi 150 a?os de una trayectoria poblada por momentos ¨¦picos. Si el Complejo Hidroel¨¦ctrico de la Cuenca del Tapaj¨®s se implantase, como Dilma Rousseff pretende, pertenecer¨¢ al pasado. En el territorio en el que vive la comunidad, as¨ª como otras poblaciones ribere?as e ind¨ªgenas, se est¨¢ gestando la m¨¢s feroz lucha socioambiental despu¨¦s de la hisdroel¨¦ctrica Belo Monte. Es en las m¨¢rgenes del Tapaj¨®s donde se va a escribir el pr¨®ximo cap¨ªtulo de lo que ser¨¢ el futuro Brasil. Y tambi¨¦n si pueblos como Montanha-Mangabal estar¨¢n en ¨¦l.

Seguir la trayectoria de hombres y mujeres a lo largo de 70 kil¨®metros de las azuladas aguas del Tapaj¨®s, uno de los r¨ªos m¨¢s bellos del mundo, es una clase de anatom¨ªa sobre la ocupaci¨®n de la Amazonia. Y tambi¨¦n dar testimonio de una de las victorias m¨¢s bellas de un pueblo que, en pleno mundo de la palabra escrita, construy¨® su memoria a trav¨¦s del lenguaje oral. Una victoria siempre provisional, como ellos han aprendido desde que los primeros investigadores ¨Cbi¨®logos, arque¨®logos, antrop¨®logos, soci¨®logos etc. ¨C aparecieran con la misi¨®n de hacer un estudio de la zona para el emplazamiento de las hidroel¨¦ctricas de S?o Luiz do Tapaj¨®s y Jatob¨¢.

Comunidad de Montanha e Mangabal en Alto Tapaj¨®s, en la Amazonia
Comunidad de Montanha e Mangabal en Alto Tapaj¨®s, en la AmazoniaLilo Clareto

Los investigadores, para los pueblos de la selva, son una especie de actualizaci¨®n de las carabelas de los portugueses asomando en el horizonte. Cuando los indios Munduruku retuvieron a tres bi¨®logos, en julio de 2013, parte de los brasile?os de otros brasiles pens¨® que los indios hab¨ªan cometido una atrocidad. Salvajes, se public¨®, en un salto atr¨¢s de 500 a?os. Para los Munduruku, era exactamente al contrario. Ellos solo sab¨ªan, por la historia grabada durante generaciones, que se anunciaba el fin del mundo; el fin de su mundo.

El 27 de agosto, la Sociedad de Arqueolog¨ªa Brasile?a redact¨® una nota instando a los arque¨®logos a ¡°no participar en actividades relacionadas con la licencia ambiental de las presas de la cuenca del Tapaj¨®s mientras este proceso se desarrolle en un contexto de violaci¨®n de los derechos de las comunidades afectadas¡±. Entre las afirmaciones: ¡°El proceso de estudio de impacto ambiental y de construcci¨®n de una serie de presas vinculadas al Complejo Teles Pires y Tapaj¨®s se hace realidad con manifiesto desprecio a los derechos de los pueblos de la selva que viven en la regi¨®n. El argumento de que el impacto de las presas ser¨¢ peque?o debido a un supuesto vac¨ªo demogr¨¢fico no se sustenta, a¨²n m¨¢s cuando consideramos la prolongada ocupaci¨®n humana de la cuenca que se pone de relieve en el registro arqueol¨®gico de la regi¨®n¡±.

Hasta ahora, la Sociedad de Arqueolog¨ªa Brasile?a ha sido la ¨²nica entidad que ha mostrado preocupaci¨®n por el hecho de que sus asociados contribuyan con la destrucci¨®n de pueblos, culturas, especies animales y vegetales y registros arqueol¨®gicos. Las dem¨¢s parecen creer que no existe impedimento ¨¦tico alguno en el hecho de ¡°investigar¡± acompa?ados por hombres armados de la Fuerza Nacional, reprimiendo a la poblaci¨®n ¡°investigada¡±, lo que dice bastante del material humano formado en las universidades brasile?as.

El encuentro entre los ribere?os y los entrevistadores responsables de la recogida de informaciones ofreci¨® escenas de surrealismo expl¨ªcito. Era un total desencuentro de brasiles. Las preguntas del cuestionario no ten¨ªan sentido alguno para la mayor¨ªa de los habitantes de Montanha-Mangabal. Chico Augusto, por ejemplo, es uno de los hombres m¨¢s respetados de la comunidad. Su fama de curandero corre m¨¢s que el r¨ªo. Cumplidos los 80 a?os, vive solo. Su casa est¨¢ a horas de remo de la casa m¨¢s cercana. Pero es una soledad habitada la de Chico Augusto, porque la selva y el r¨ªo y todo lo que en ellos habita, visible o invisible, hablan con ¨¦l.

Entonces lleg¨® el entrevistador, o como se dice por all¨ª ¡°aquella gente de los Di¨¢logos Tapaj¨®s¡±, que es como se presentan. Cualquier papel ya pone nervioso a don Chico Augusto. ¡°Hum hum¡±, dice. Las preguntas eran incomprensibles para ¨¦l. Obligado a dar una respuesta, tuvo que decidirse por una: ¡°?Qu¨¦ hacen usted y su familia en su tiempo libre?¡±. Don Chico mand¨® marcar la opci¨®n que dec¨ªa: ¡°Ir a la ciudad o al centro de la ciudad¡±. ¡°Horas libres¡± es un concepto inexistente en la vida de don Chico Augusto, y a la ciudad fue por primera vez a los 78 a?os para hacer su certificado de nacimiento. El m¨ªtico viaje ya forma parte de la memoria oral de la comunidad.

Otra pregunta: ¡°?Qu¨¦ hace con la basura?¡±. Y don Chico, sin saber qu¨¦ diablos le est¨¢n preguntando, manda marcar: ¡°Tirarla en terreno bald¨ªo o plaza p¨²blica¡±. All¨ª, en mitad del r¨ªo, don Chico da lo que es comida a los perros y el resto lo aprovecha todo. Cuando le preguntaron sobre Correos, dijo que iba a Itaituba en caso de necesitar usar el servicio. ¡°?Qu¨¦ es correo?¡±, me preguntar¨ªa despu¨¦s. Don Chico guard¨® los documentos bajo llave, en una caja de madera heredada de un viejo amigo. Es all¨ª donde tiene las cosas importantes y tambi¨¦n las cosas amenazadoras, las que no deben salir por ah¨ª asustando al mundo.

Chico Augusto
Chico AugustoLilo Clareto

Al anunciarse que ¡°las primeras hidroel¨¦ctricas del tipo plataforma (S?o Luiz y Jatob¨¢, en el Tapaj¨®s) ser¨ªan licitadas antes de acabar 2014¡±, la Agencia Brasil entrevist¨® a Mauricio Tomasquim, presiente de la Empresa de Investigaci¨®n Energ¨¦tica (EPE, por las siglas en portugu¨¦s), responsable de la realizaci¨®n de los estudios para la planificaci¨®n del sector energ¨¦tico. Explic¨® que ese tipo de hidroel¨¦ctrica ¡°se usar¨¢ en ¨¢reas de selva amaz¨®nica en las que no hay ocupaci¨®n humana¡±. La explicaci¨®n se hace eco de uno de los esl¨®ganes de la dictadura c¨ªvico-militar para la Amazonia en los a?os 70: ¡°Tierra sin hombres para hombres sin tierra¡±. O la famosa expresi¨®n, tambi¨¦n muy popular en aquellos a?os tenebrosos: ¡°Desierto verde¡±. O incluso: ¡°Ocupar para no entregar¡±. ?Entregar a qui¨¦n?, es la pregunta obvia, y lamentablemente, todav¨ªa actual en la democracia tan duramente conquistada, incluso por la actual presidenta. Tal vez sea para no entregar a los indios, a los ribere?os, a los quilombolas, aquellos vistos como ¡°extranjeros¡± por la parte de Brasil a la cual le conviene no conocerlos.

La condici¨®n de no gente, de no existir en la categor¨ªa de humanos, parece ser el estatus de los pueblos de la selva en el camino de las grandes obras amaz¨®nicas a lo largo de la historia de Brasil. Que esa idea permanezca, en el ejercicio de los gobiernos y en la indiferencia de parte de la poblaci¨®n brasile?a, es algo que dice mucho de la violencia y del racismo de esa sociedad a¨²n hoy. Para ser reconocidos como gente, parte del mundo de los humanos y parte de Brasil, el pueblo de Montanha-Mangabal ha hecho un largo camino. Las fotos del ecosistema que protege Montanha-Mangabal, as¨ª como las de hombres, mujeres y ni?os que all¨ª viven, muestran la belleza del mundo que ser¨¢ destruido y el rostro humano de aquellos que como humanos no son reconocidos. Fueron generosamente cedidas para formar parte de este art¨ªculo por el fot¨®grafo Lilo Clareto, que hace m¨¢s de una d¨¦cada se dedica a documentar conmigo las poblaciones invisibles amenazadas de extinci¨®n simb¨®lica, y tambi¨¦n f¨ªsica. Las im¨¢genes se hicieron durante las semanas que permanecimos en Montanha -Mangabal, en agosto de 2013, financiados por nosotros mismos, para un reportaje todav¨ªa in¨¦dito.

La extraordinaria historia de esa comunidad, hoy compuesta por casi dos centenares de personas, comienza en la segunda mitad del siglo XIX. Comienza es una forma de decir, porque los antepasados de la actual generaci¨®n ya ven¨ªan de una larga trayectoria de exclusi¨®n. Buscar las ra¨ªces de los ribere?os de las varias Amazonias, as¨ª como de los peque?os agricultores que all¨ª viven en proyectos de asentamiento, es trazar una genealog¨ªa de la constante expulsi¨®n de los pobres que atraviesa la historia de Brasil. Son habitantes de un caminar, m¨¢s que de una tierra. Hasta alcanzar el norte del pa¨ªs, su territorio es el ¨¦xodo.

La Amazonia emerge como la ¨²ltima posibilidad de un lugar y de un existir sin hambre. As¨ª fue tambi¨¦n con los nordestinos que alcanzaron esa regi¨®n del Alto Tapaj¨®s atendiendo la llamada de los seringalistas, los propietarios de las plantaciones de caucho, o seringales, que necesitaban mano de obra para extraer la leche de la seringa y abastecer el entonces lucrativo negocio del caucho. Las condiciones eran brutales y todo lo que ganaban, en realidad no lo ganaban porque se cambiaba por los productos necesarios para sobrevivir en la selva y que solo vend¨ªan los patrones. Trabajar era tambi¨¦n comenzar una deuda que los esclavizaba. Estaban all¨ª como siempre, ejecutando un proyecto del Gobierno brasile?o. Eran la carne necesaria que costaba poco. La carne de los desesperados.

Los pueblos ind¨ªgenas de la regi¨®n, entre ellos los Munduruku, eran los Otros que contemplaban con pavor la invasi¨®n de su territorio ancestral. A falta de las mujeres que dejaron atr¨¢s, los seringueiros comenzaban una familia robando a las ind¨ªgenas. La violencia del rapto y de la violaci¨®n y del casamiento forzado se grab¨® en la memoria de las generaciones que fueron fruto de ese abuso como relatos folcl¨®ricos, m¨¢s divertidos que tr¨¢gicos. Se registraron como an¨¦cdotas repetidas de generaci¨®n en generaci¨®n las historias de la bisabuela o la abuela robadas. Pero si la mayor parte de los de hoy tiene antepasados ind¨ªgenas, eso no significa que sean indios. La identidad del ribere?o, o beiradeiro, es otra. Es la expresi¨®n de una s¨ªntesis que refleja su propia complejidad. As¨ª, entre los ribere?os de Montanha-Mangabal y las aldeas ind¨ªgenas se instal¨® una cierta distancia regulada; una convivencia desconfiada.

En este sentido, el momento hist¨®rico es interesant¨ªsimo. Cuando el actual gobierno comenz¨® a tratar a todos los que all¨ª viven como no gente, las comunidades ind¨ªgenas y ribere?as consumaron una alianza in¨¦dita. Comenzaron a frecuentarse, tanto en reuniones oficiales para discutir qu¨¦ hacer frente a la amenaza de las hidroel¨¦ctricas, como en acontecimientos sociales e incluso en visitas informales de margen a margen, margen aqu¨ª entendido en m¨¢s de un sentido. Comienza a ser normal escuchar en el discurso de los ribere?os la menci¨®n a una ¡°sangre¡± com¨²n con los indios, que de hecho tienen, como se ha visto, pero que hasta entonces ten¨ªa un significado totalmente diferente. Los Munduruku se volvieron ¡°parientes¡±, los ribere?os se descubrieron ¡°indios¡±. El reconocimiento de una identidad com¨²n, positiva, se produce como la consecuencia de la identidad negativa otorgada por los de fuera del Tapaj¨®s, el Gobierno brasile?o. Tan es as¨ª que en este momento, ribere?os e ind¨ªgenas tratan de forjar una estrategia compartida de resistencia.

En 2013, Francisco Firmino da Silva, 62 a?os, m¨¢s conocido como Chico Caititu, fue el enviado especial de la comunidad de Montanha-Mangabal para participar de la ocupaci¨®n de la zona de obras de Belo Monte con los Munduruku, en Altamira. Acabaron en Brasilia. Chico, un hombre de negro sobre blanco, regres¨® de la experiencia hermanado con los indios; el cuerpo pintado con jenipapo y mucho m¨¢s opinador. ¡°Fui porque quer¨ªa traer la verdad sobre la presa. El ministro Gilberto Carvalho dijo al cacique general que la presa se iba a hacer porque Dilma la necesitaba. El cacique dijo entonces que la guerra ya hab¨ªa comenzado. Amiga m¨ªa, yo no s¨¦ leer bien, pero burro no soy. Nosotros existimos aqu¨ª. Probamos que existimos aqu¨ª¡±.

Chico alza la voz, Chico incluso se crece: ¡°Todos aqu¨ª somos seres humanos. Acabar¨¢ toda nuestra felicidad por vivir en la selva. Es como los indios dijeron: no queremos coche nuevo, no queremos canastas de v¨ªveres, queremos nuestra selva viva. Desde ni?o siempre he vivido en la selva brasile?a. Nunca imagin¨¦ tener un gobierno que cometiera un crimen as¨ª. Este horror de la presa no es para Brasil, es para fuera. Es acabar con nosotros para beneficiar a otros¡±. Y termina, el delgado pecho en peligroso jadeo: ¡°Es importante que todo Brasil sepa lo que est¨¢ sucediendo con nosotros. No es solo aqu¨ª en Tapaj¨®s, es en la cabecera de la Amazonia entera. No quieren tratarnos como brasile?os, sino como simples objetos¡±.

Chico Caititu
Chico CaitituLilo Clareto

A comienzos del siglo XX, cuando el caucho dej¨® de ser lucrativo, la mayor¨ªa de los seringalistas se fue con las ganancias que hab¨ªan amasado en d¨¦cadas de explotaci¨®n. Los seringueiros se quedaron porque ya hab¨ªan alcanzado su ¨²ltima frontera y no ten¨ªan ad¨®nde ir, ni c¨®mo volver, pero tambi¨¦n porque ya pertenec¨ªan al lugar. Porque ya eran otros. El hecho de pertenecer a un lugar m¨¢s que el lugar les pertenezca, es una marca de la identidad ribere?a que indica una relaci¨®n profunda, visceral, con el territorio. Aunque circunscrita a un espacio determinado cuyas fronteras cada uno lleva como una informaci¨®n casi innata, la mayor¨ªa de las familias va migrando dentro de ¨¦l, viviendo ahora en un sitio, ahora en otro del r¨ªo. Montanha-Mangabal forma una geograf¨ªa f¨ªsica y sentimental conjugada en el colectivo. Ser¨¢ solo m¨¢s adelante cuando para lograr un documento de propiedad tuvieron que quedarse cada uno en su sitio, obedeciendo, para sobrevivir, a la l¨®gica del estatuto agrario brasile?o que entiende la tierra como mercanc¨ªa.

A partir de la decadencia del caucho y del abandono de los patronos, el pueblo sigui¨® en la orilla del Tapaj¨®s a lo largo del siglo XX, manteniendo gente en la selva y siendo moldeados por ella. El Estado, que ya no precisaba de ellos como mano de obra de ning¨²n ¡°proyecto nacional¡±, simplemente se olvid¨® de aquellos hombres y mujeres. Y ellos se apa?aron como pudieron y se apa?aron bien, a la deriva de un Brasil que los negaba, pero no a la deriva de s¨ª mismos.

Solo fueron redescubiertos por el Estado en los a?os setenta del siglo pasado. Para crear el Parque Nacional de la Amazonia, el Gobierno los expuls¨® de parte de su territorio con enorme brutalidad. De nuevo resistieron como pudieron y se reagruparon m¨¢s arriba, en la margen izquierda del r¨ªo. El Estado, para ellos, como para la mayor parte de los pueblos de la selva, es una fuerza violenta que interfiere en su existencia de cuando en cuando para aniquilarlos. Fue as¨ª, en los setenta, durante la dictadura c¨ªvico-militar, y ha vuelto a ser as¨ª ahora, cuando el gobierno democr¨¢tico del PT anunci¨® las grandes hidroel¨¦ctricas del Tapaj¨®s. Lo curioso es que para facilitar el camino para la implantaci¨®n de S?o Luiz do Tapaj¨®s, la presidenta Dilma Rousseff sencillamente arranc¨®, en 2012, una franja de 18.700 hect¨¢reas del Parque Nacional de la Amazonia, reduciendo el ¨¢rea de preservaci¨®n ambiental. El trozo amputado era justamente la parte del territorio de donde el pueblo de Montanha-Mangabal hab¨ªa sido expulsado. Resulta f¨¢cil percibir por qu¨¦ los designios del Estado son inaccesibles para las poblaciones afectadas por ellos.

Los ni?os de Montanha e Mangabal
Los ni?os de Montanha e MangabalLilo Clareto

Mauricio Torres, doctor en Geograf¨ªa por la Universidad de S?o Paulo y uno de los pocos investigadores brasile?os que conoce la realidad agraria de Par¨¢ en profundidad y sobre el terreno, describe as¨ª la trayectoria de la comunidad: ¡°La poblaci¨®n de Montanha-Mangabal tuvo su origen en los tiempos de la intensificaci¨®n de la extracci¨®n del caucho, a mediados del siglo XIX, cuando parte de sus ascendientes se instal¨® en aquellos m¨¢rgenes del Alto Tapaj¨®s. Desde entonces, resistieron la esclavitud por la deuda contra¨ªda con los patrones que les vend¨ªan las herramientas, vencieron las incertidumbres surgidas con el final de la seringa, encontraron soluciones cuando acab¨® el comercio de pieles de animales (jaguares, venados, maracay¨¢s, etc.), sobrevivieron a la llegada y al colapso de las minas de oro, a la malaria, a la contaminaci¨®n por mercurio o a lo que fuera preciso. En los setenta, muchos de ellos fueron expulsados con refinada brutalidad de parte de su territorio por la creaci¨®n del Parque Nacional de la Amazonia. Pero la gente de Montanha-Mangabal resisti¨® a eso tambi¨¦n y se reagrup¨® r¨ªo arriba. En los setenta se intensific¨® la usurpaci¨®n de tierras, incentivada por la miner¨ªa y por las obras de la carretera BR-163. Los ribere?os se concentraron en la margen izquierda del r¨ªo Tapaj¨®s y unidos, resistieron. Entonces apareci¨® Indussolo, una empresa del Estado de Paran¨¢, autora de la m¨¢s grandiosa y sofisticada estafa de terrenos de las tantas que la Amazonia ha sido escenario. Se invent¨® tener la propiedad de la impresionante suma de 1.138.000 hect¨¢reas, que se tragaban Montanha-Mangabal enteras¡±.

Es entonces, en 2004, cuando las trayectorias de Mauricio Torres y de la comunidad se cruzan, en una de las andanzas del investigador por la regi¨®n. Es tambi¨¦n entonces cuando entra en escena un tercer personaje, el fiscal de la Rep¨²blica Felipe Fritz Braga, uno de los hombres m¨¢s notables de la Fiscal¨ªa Federal, hoy en Brasilia. Juntos protagonizan una de las m¨¢s bellas historias de documentaci¨®n de la identidad de Brasil; un libro a¨²n por escribir.

Hist¨®ricamente, la palabra escrita ha sido un instrumento de dominaci¨®n de los pobres por las ¨¦lites. Vale el papel en detrimento de la oralidad. Para esas poblaciones durante siglos la forma de transmisi¨®n del conocimiento fue ¨C y a¨²n es en muchos casos ¨C a trav¨¦s de la narrativa oral. En un acto de extrema violencia, todo el conocimiento de esos pueblos se interpreta como algo sin valor por aquellos que dirigen el pa¨ªs, hacen las leyes y deciden lo que es justicia. As¨ª, innumerables veces, los documentos falsos de especuladores se impusieron a la memoria oral de los ind¨ªgenas, ribere?os y quilombolas, arranc¨¢ndolos de tierras habitadas por ellos desde hace decenas de generaciones. Fue as¨ª como la especuladora Indussolo pretend¨ªa, una vez m¨¢s, vencer.

Trabajando con la comunidad y, en especial, con una ribere?a llamada por todos Do?a Santa, el investigador y el fiscal fueron descubriendo pistas para que la oralidad pudiese ser probada tambi¨¦n por los documentos escritos. Do?a Santa, fallecida en 2009, era la memoria del pueblo de Montanha-Mangabal. Ciega, ten¨ªa grabada en la cabeza la narrativa de generaciones; desde los hechos y an¨¦cdotas, hasta los nacimientos y muertes. Y con su voz de vieja, timbrada por la autoridad que de ella emanaba, iba desgranando los acontecimientos que podr¨ªan probar la existencia de su gente sobre aquella tierra. A partir de esas pistas, Mauricio Torres buceaba en los archivos para buscar la comprobaci¨®n en los documentos y Felipe Fritz Braga organizaba una acci¨®n jur¨ªdica que ser¨ªa venerada como una obra maestra.

Cada fragmento de palabra escrita se suma. El 24 de febrero de 1875, por ejemplo, Fray Pelino de Castrovalvas escribe en sus memorias los nombres de ¡°aquellos generosos que, con tanto peligro y sacrificio, salvaron la vida de un pobre misionero y de 17 indios en circunstancias tan desesperadas: Antonio Martins de Bragan?a, Ant?nio Siqueira dos Anjos y otros dos llamados Jo?o Siqueira¡±. En su diario de viajes, el naturalista franc¨¦s Henry Coudreau registr¨® haber sido ¡°hidalgamente¡± recibido por Matheus Pimenta el 12 de septiembre de 1895. Hoy, uno de los descendientes de este Pimenta es el presidente de la comunidad. Navegando por el Tapaj¨®s, Coudreau describi¨® el paisaje as¨ª: ¡°Cielo de dulzura infinita: los rayos de oro se elevan sobre el suave azul y hasta las 9 todo permanece tierno y dulce¡±.

Do?a Santa
Do?a SantaMauricio Torres / Archivo Personal

Algunos documentos que ahora se guardan revelan las entra?as de Brasil. Como el de Lausminda de Jesus, de 74 a?os, que prob¨® la antig¨¹edad de su linaje con una escritura en la que sus antepasados aparec¨ªan enumerados como patrimonio del due?o del seringal. Con el documento de propiedad del cuerpo de sus abuelos, ella prob¨® su pertenencia al cuerpo de la tierra, el ¨²nico donde puede ser libre. De documento en documento, la comunidad de Montanha-Mangabal consigui¨® probar en el mundo del Otro, en el mundo de los letrados y de las notar¨ªas, que est¨¢n all¨ª desde hace casi un siglo y medio: ocho generaciones nacidas y enterradas en las m¨¢rgenes del Tapaj¨®s.

En aquel momento de fiesta, due?os de una victoria in¨¦dita en la justicia brasile?a, el pueblo de Montanha-Mangabal crey¨® que su existencia estaba garantizada y que bastar¨ªa ahora con vivir. Por primera vez, el Estado aparec¨ªa sin ser una fuerza de aniquilaci¨®n. Se volvieron visibles. Se hicieron documentos de identidad y algunos, como Chico Augusto, se sacaron su certificado de nacimiento con casi 80 a?os de edad. Los m¨¢s viejos comenzaron tambi¨¦n a recibir la pensi¨®n de jubilaci¨®n agraria. Tomaron un avi¨®n y fueron a Brasilia a defender la transformaci¨®n de su territorio en una Reserva Extractivista; una aventura recordada para siempre como asombrosa. Don Toti Geraldo, por ejemplo, intent¨® embarcar con un cuchillo y un saco de hojas, hierbas, lianas y ra¨ªces. El cuchillo le serv¨ªa para arrancar las c¨¢scaras, cortar las hojas, manipular su rico arsenal. Al ser retenido, intent¨® explicar a una at¨®nita funcionaria que aqu¨¦l era su neceser de medicamentos: ¡°?Soy un hombre muy enfermizo!¡±.

Lausminda de Jes¨²s
Lausminda de Jes¨²sLilo Clareto

El viaje al centro del poder fracas¨®. El pueblo de Montanha-Mangabal descubri¨® una vez m¨¢s que su sino era ser un Brasil al margen de Brasil. La petici¨®n fue rechazada porque su territorio se encontraba en el camino del Complejo Hidroel¨¦ctrico de la Cuenca del Tapaj¨®s. Intentaron entonces un Proyecto de Asentamiento Agroextractivista (PAE) que fue archivado. Solo el 3 de septiembre de 2013 se crear¨ªa el PAE Montanha-Mangabal, una forma de asignaci¨®n territorial m¨¢s f¨¢cil de ser cancelada que una reserva extractivista. El PAE lo firm¨® un administrador regional del Instituto Nacional de Colonizaci¨®n y Reforma Agraria, el INCRA, despu¨¦s de haber sido presionado para presentar n¨²meros que sirviesen para refutar el conocido fiasco del actual gobierno en la reforma agraria. Cuando los asesores en Brasilia repararon en la localizaci¨®n ya era demasiado tarde para echarse atr¨¢s: la creaci¨®n de un proyecto de asentamiento para la poblaci¨®n agroextractivista en la Amazonia era tan sorprendente, en un gobierno que se hab¨ªa destacado por el retroceso en ese ¨¢rea, que ya se hab¨ªa convertido en noticia incluso de la prensa internacional. Ese proyecto, creado un a?o antes, fue curiosamente incluido en la ceremonia del 27 de agosto en la que se anunci¨® la inversi¨®n del Gobierno en la preservaci¨®n de la Amazonia.

En el Informe de Impacto Ambiental (RIMA) de S?o Luiz do Tapaj¨®s, hecho por un consorcio de empresas interesadas, entre ellas la constructora Camargo Corr¨ºa, se afirma que ¡° la interferencia de la presa¡± sobre la comunidad de Montanha-Mangabal ser¨¢ ¡°muy peque?a¡±, ¡°permitiendo la reorganizaci¨®n de las propiedades sin remoci¨®n de las familias¡±. Resulta siempre curiosa la elecci¨®n de las palabras en ese tipo de informes. ¡°Reorganizaci¨®n¡±, por ejemplo. Como si la transformaci¨®n de un r¨ªo en un lago fuese un mero cambio de denominaci¨®n. Como si la radical transformaci¨®n de un ecosistema, en torno del cual se construye todo el modelo de vida agroextractivista, no alterase la propia vida all¨ª.

Vilinha, en Montanha e Mangabal
Vilinha, en Montanha e MangabalLilo Clareto

Parece que nada se aprende del pasivo ambiental y humano dejado por hidroel¨¦ctricas como Balbina y Tucuru¨ª, en las que poblaciones oficialmente ¡°no afectadas¡± fueron obligadas a abandonar sus tierras, sin recibir un c¨¦ntimo del Gobierno, por la total imposibilidad de seguir viviendo en ellas a partir del momento en el que se alter¨® el ciclo de la naturaleza. La comunidad de Montanha-Mangabal podr¨¢ incluso ser partida en dos con la instalaci¨®n de la segunda hidroel¨¦ctrica planeada para la regi¨®n, la de Jatob¨¢. De hecho, no es que nada se aprenda, sino que para sectores de Brasil no importa el destino de esas poblaciones, como prueba la Historia. Esos sectores est¨¢n siempre bien representados en los m¨¢s variados gobiernos, como tambi¨¦n est¨¢ probado.

Es escandaloso que la subasta de licitaci¨®n de S?o Luiz do Tapaj¨®s haya sido marcada antes incluso de haber puesto en marcha el proceso de consulta a las comunidades afectadas. La consulta previa, libre y comunicada, est¨¢ prevista en la convenci¨®n 169 de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo. No se cumpli¨® en Belo Monte, lo que provoc¨® un gran da?o a la imagen del pa¨ªs tambi¨¦n en ¨¢mbito internacional. Al marcar la licitaci¨®n, el gobierno del partido que se construy¨® teniendo como base los movimientos sociales demuestra que la implantaci¨®n de la hidroel¨¦ctrica ya est¨¢ decidida y que escuchar a las poblaciones es solo un formalismo. Solo existe una opci¨®n: o la subasta se suspende o, una vez m¨¢s, Brasil violar¨¢ todas las reglas y no habr¨¢ consulta previa.

Las intenciones se volvieron a¨²n m¨¢s expl¨ªcitas cuando Dilma Rousseff acus¨® a Marina Silva, su principal adversaria en estas elecciones, el jueves 11 de septiembre, de haber provocado el retraso de las hidroel¨¦ctricas de Jirau y Santo Antonio, en el r¨ªo Madeira, al demorar el proceso de concesi¨®n de licencias ambientales en la ¨¦poca en que era ministra de Medio Ambiente. El hecho de haber otorgado licencias a Jirau y Santo Antonio, otras dos plantas hidroel¨¦ctricas pol¨¦micas que vienen causando un serio d¨¦ficit ambiental y humano, es una de las decepciones y motivo de desconfianza de parte de los movimientos ambientalistas y de derechos humanos con Marina Silva. Pero, a¨²n m¨¢s, Dilma Rousseff se siente c¨®moda criticando la inversi¨®n del tiempo necesario en el proceso de licencia ambiental de obras que afectan a la vida de millares de seres humanos; como siempre, los m¨¢s desamparados.

En este simulacro de consulta nada previa para la instalaci¨®n de S?o Luiz do Tapaj¨®s, solo los Munduruku van a ser o¨ªdos. Tal y como denunci¨® la Fiscal¨ªa Federal, comunidades agroextractivistas y ribere?as no van a ser consultadas. ¡°Ribere?os y agroextractivistas son tan sujetos de derecho de la convenci¨®n 169 como los ind¨ªgenas, y deben tener derecho tambi¨¦n a ser consultados de forma apropiada. Afirmar lo contrario es una vez m¨¢s incidir en un discurso hegem¨®nico, en el que los diferentes modos de vivir y relacionase con la selva no son considerados¡±, critic¨® el fiscal de la Rep¨²bica Cam?es Boaventura. En la reuni¨®n de comienzos de septiembre para discutir el proceso de consulta hab¨ªa representantes de Montanha-Mangabal, pero el Gobierno quiso recalcar que estaban all¨ª invitados por los indios.

Los indios, en mayor n¨²mero y con mayor poder de presi¨®n, obtuvieron temporalmente el estatuto de ¡°gente¡± en la pr¨¢ctica gubernamental. Los ribere?os mantienen un no ser, escuchados. Al observar el actual momento hist¨®rico, el investigador Mauricio Torres dice: ¡°El enemigo ya no es el pistolero del usurpador, que puede ser mirado a los ojos y enfrentado. Todos ahora se sienten impotentes ante la acci¨®n del Gobierno en beneficio de las hidroel¨¦ctricas. El enemigo ahora es mayor¡±.

Esta es la historia de Montanha-Mangabal. Tal vez el comienzo del fin de la historia.

Lilo Clareto

Nota al pie: El d¨ªa 16 de septiembre el Ministerio de Minas y Energ¨ªa anunci¨® que la subasta de la Hidroel¨¦ctrica de S?o Luiz do Tapaj¨®s, marcada para el 15 de diciembre, se pospone. Seg¨²n la nota del Gobierno, el atraso se decidi¨® con base en la ¡°necesidad de adecuaci¨®n de los estudios asociados al tema del componente ind¨ªgena¡±.

*Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n: ¡®Coluna Prestes ¨C o Avesso da Lenda¡¯, ¡®A vida Que Ningu¨¦m V¨º¡¯, ¡®O Olho da Rua¡¯, ¡®A Menina Quebrada¡¯, ¡®Meus Desacontecimentos¡¯ y de la novela ¡®Uma Duas¡¯. Web: elianebrum.com; correo electr¨®nico: elianebrum.coluna@gmail.com Twitter: @brumelianebrum

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