La dif¨ªcil misi¨®n de arreglarse en Venezuela
La escasez de productos de belleza e higiene en el mercado hacen del cuidado personal una lucha cotidiana
La legendaria Barber¨ªa Rox de Caracas, establecida en 1956 por Tony y Damiana Cirroco, una pareja de inmigrantes napolitanos, donde orgullosamente han afeitado a expresidentes y diplom¨¢ticos, tiene problemas ¨²ltimamente para encontrar un material b¨¢sico: cuchillas de afeitar. Tanto que incluso algunos clientes se las regalan para que puedan trabajar. ¡°Encontrar las hojillas es muy ca¨®tico¡±, dice Damiana. Les quedan pocas reservas de jab¨®n de barba, que traen de Italia, y se quejan de que tampoco queda mucho champ¨².
Jab¨®n, champ¨², desodorante, afeitadoras, toallas sanitarias no son art¨ªculos de belleza, son necesarios para la higiene personal y todos escasean en Venezuela seg¨²n el ¨²ltimo informe del Centro de Documentaci¨®n y An¨¢lisis Social (Cendas). El Gobierno manten¨ªa un control de precios sobre estos productos desde 2012. Su valor era muy econ¨®mico para el consumidor, pero estaban ocasionando p¨¦rdidas a los importadores y fabricantes. La Superintendencia de Precios Justos (Sundee) autoriz¨® el aumento hace 15 d¨ªas. Algunos incrementaron hasta en un 130%.
Habr¨¢ que esperar a ver si la medida ayuda a mejorar la escasez, pero por ahora no se ve. Robinson Gonz¨¢lez, un trabajador de la construcci¨®n, visit¨® en la ma?ana del martes cinco farmacias distintas buscando cuchillas de afeitar. ¡°Donde veo que llega el cami¨®n, entro¡±, afirma. Como ¨¦l fueron entrando decenas de personas a una de las megafarmacias de Caracas, en donde no esperaron a que sacaran los desodorantes a los anaqueles. R¨¢pidamente armaron una fila y a cada persona le autorizaron llevar dos.
Al lado de Gonz¨¢lez estaba Betty Someso esperando a ver qu¨¦ sacaban de la bodega. ¡°Productos de belleza ya no busco, porque con 500 bol¨ªvares que me cuesta una crema humectante compro 2 kilos de pollo¡±, cuenta. La peor parte de la escasez de productos de aseo y cuidado personal la llevan los m¨¢s chicos y los ancianos. Es dif¨ªcil encontrar pa?ales desechables y toallitas h¨²medas. Someso dice que tampoco hay cremas antiescaras para su padre que est¨¢ en cama. Por eso ha optado por recetas caseras con c¨¢scaras de papa y avena.
Los medios de comunicaci¨®n locales est¨¢n publicando trucos de belleza naturales: c¨®mo hacer desodorante con bicarbonato y lim¨®n, mascarillas con frutas, y otros consejos que a mujeres como Adriana, una estudiante de 21 a?os, no le sirven porque tiene problemas de piel. No encuentra la crema que usa y no hay maquillaje que valga. ¡°Esto es un desastre, me dan ganas de llorar¡±, dice antes de salir de la farmacia.
Venezuela acumula t¨ªtulos en cert¨¢menes y concursos internacionales de belleza como Miss Universo. Las misses son factor de orgullo patrio y, a pocos d¨ªas del reinado nacional, las aspirantes no descansan. Tampoco lo hacen las manos de cirujanos pl¨¢sticos, estilistas, maquilladores, dermat¨®logos, manicuristas para asegurarse que no les falte nada. Para el resto de venezolanas, que no tienen patrocinio, la situaci¨®n es m¨¢s complicada.
Durante los ¨²ltimos meses ha habido dificultades para importar implantes mamarios de algunas marcas y tallas. ¡°Hay un poco de alarmismo, hubo un momento de crisis pero ya se est¨¢ solventando¡±, dice el cirujano pl¨¢stico Edmundo Henr¨ªquez. Ha sido m¨¢s arduo conseguir los repuestos de aparatos moldeadores de la silueta o para tratar la piel. Tanto las cirug¨ªas como estos procedimientos son costosos, y con una inflaci¨®n anualizada superior al 60%, son un lujo. Pero seg¨²n el doctor Henr¨ªquez, ¡°la mujer venezolana hace infinitos sacrificios para su cuidado personal¡±.
Los precios en las peluquer¨ªas tambi¨¦n han aumentado, pero la clientela permanece, dice Juan Manuel Campuzano, cuyo sal¨®n de belleza en los Palos Grandes, un sector acomodado del este de Caracas, es un refugio de modelos, reinas y actrices. ¡°Es darle un toque bonito a tanto caos¡±, dice. El problema para Campuzano es que se est¨¢ viendo en aprietos para satisfacer la clientela. Le cuesta conseguir laca, ganchos, pesta?as postizas, cera para peinar y algunos tintes.
Lo mismo dice Rosa La Riva, administradora de un sal¨®n de belleza que atiende a todo tipo de p¨²blico, desde funcionarias del Estado a amas de casa. Tuvo que lanzar una promoci¨®n de un tratamiento capilar para atraer clientes. Le ha resultado, pero muchos pagan a cr¨¦dito y a veces con dos o tres tarjetas. Los estilistas de su sal¨®n se han convertido en qu¨ªmicos, mezclando y adaptando los tintes y rindiendo al m¨¢ximo el agua oxigenada. ¡°Le damos la vuelta para evitar que los clientes se nos vayan, pero eso es lo malo. Nos estamos acostumbrando¡±, afirma.
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