La crisis de Iguala se convierte en una tormenta pol¨ªtica en M¨¦xico
La desaparici¨®n de los estudiantes genera una oleada de consternaci¨®n sin precedentes en el mandato de Pe?a Nieto
La cuenta atr¨¢s se ha acelerado en M¨¦xico. El descubrimiento de otras cuatro fosas clandestinas en Iguala y las nuevas confesiones de sicarios van despejando las ¨²ltimas dudas sobre el paradero de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos. Todo est¨¢ listo para estallar. Solo falta la confirmaci¨®n oficial de que los cad¨¢veres calcinados y enterrados de mala manera en las afueras de la peque?a ciudad de Guerrero pertenecen a los alumnos de magisterio detenidos por la Polic¨ªa Municipal la noche del 26 al 27 de septiembre tras una salvaje persecuci¨®n que acab¨® con seis muertos y 17 heridos. Pocos dudan de este desenlace, pero mientras llega, el pa¨ªs asiste a una oleada de consternaci¨®n sin precedentes en el mandato del presidente Enrique Pe?a Nieto.
A las multitudinarias manifestaciones de los padres y compa?eros de los estudiantes, amparadas en una fort¨ªsima marea de solidaridad, han seguido las exigencias de organizaciones internacionales, entre ella la propia ONU , para que se resuelva con celeridad el caso. Los nubarrones han adquirido un color pol¨ªtico oscuro. Intelectuales y empresarios se han sumado al malestar. Y han apuntado al coraz¨®n del problema: la incapacidad de las fuerzas de seguridad de domar la violencia, lentas y torpes a la hora de detener a criminales que se permiten secuestrar y hacer desaparecer estudiantes por decenas.
El Gobierno, consciente del terremoto que se avecina, se ha puesto manos a la obra. El pasado lunes el propio Pe?a Nieto, en un mensaje televisado, se mostr¨® ¡°indignado¡± por los hechos y anunci¨® que no dejar¨ªa el m¨¢s m¨ªnimo resquicio a la impunidad. Acto seguido, envi¨® a la Gendarmer¨ªa, la nueva fuerza de choque contra el narco, a tomar el control de Iguala. El mismo camino sigui¨® el director de la Agencia de Investigaci¨®n Criminal, Tom¨¢s Zer¨®n, el hombre que captur¨® a El Chapo Guzm¨¢n, el narcotraficante m¨¢s buscado del planeta. Pero estas medidas no han logrado calmar los ¨¢nimos.
El presidente, una figura que en M¨¦xico suele planear por encima de los vendavales cotidianos, ha tenido que insistir otra vez en que los culpables caer¨¢n y que nada le torcer¨¢ el pulso en su persecuci¨®n. ¡°Tenemos que ir en profundidad y, paso a paso, llegar hasta los responsables, aquellos que por negligencia o por su actuaci¨®n permitieron que esto ocurriera y que lamentablemente, de confirmarse, permitieron que perdieran la vida j¨®venes estudiantes. Se trata de un hecho verdaderamente inhumano, pr¨¢cticamente un acto de barbarie, que no puede distinguir a M¨¦xico¡±, ha declarado Pe?a Nieto. A sus palabras se han sumado, en rigurosa cadena, las m¨¢s altas instancias de la seguridad mexicana. Uno tras otro, han intervenido para mostrar el denuedo gubernamental en la resoluci¨®n del caso.
El volc¨¢n, pese a esta movilizaci¨®n oficial, no ha dejado de humear. La onda expansiva generada por la desaparici¨®n de los muchachos, de extracci¨®n humilde, las im¨¢genes de sus padres destrozados y la c¨®lera de numerosos intelectuales y amplios sectores sociales amenaza con traspasar los diques de contenci¨®n y alcanzar la fibra m¨¢s sensible y mimada del Ejecutivo: la econom¨ªa. Hasta el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, poco dado a tratar sobre cuestiones de seguridad, ha advertido p¨²blicamente que cualquier percepci¨®n negativa sobre M¨¦xico puede afectar la atracci¨®n de capital, el principal empe?o de esta Administraci¨®n.
El esc¨¢ndalo por el secuestro y m¨¢s que posible asesinato de los normalistas no nace solo, sino que recoge un malestar previo, difuso, pero amplio, del que ya dio aviso la llamada matanza de Tlatlaya. Una operaci¨®n militar contra el narco, en la que a finales de junio murieron 22 personas. La sangr¨ªa se present¨® a la opini¨®n p¨²blica con una inveros¨ªmil versi¨®n, que sosten¨ªa que las muertes hab¨ªan sido fruto de un enfrentamiento a tiros. El relato fue avalado, pese a sus innumerables contradicciones, por la escala completa de autoridades encargadas de la investigaci¨®n oficial. Toda esta defensa salt¨® por los ares cuando, gracias al testimonio de una superviviente, se descubri¨® que los militares hab¨ªan matado a sangre fr¨ªa a 21 de los supuestos narcos. Este brutal episodio de la guerra sucia, aunque fue sancionado con una fulminante reacci¨®n presidencial, que condujo al encarcelamiento de los militares implicados, abund¨® en la erosi¨®n que sufren los responsables de la seguridad. A esta desconfianza se ha a?adido la raqu¨ªtica reacci¨®n pol¨ªtica en el propio estado de Guerrero, gobernado por ?ngel Aguirre, un dinosaurio de modos caciquiles durante cuyo mandato el territorio ha ca¨ªdo bajo el imperio del narco, convirti¨¦ndose en el m¨¢s violento de M¨¦xico. Su resistencia a abandonar el cargo ha aumentado la tensi¨®n, enlodado a su propio partido, el PRD (izquierda), y catapultado la sensaci¨®n de que nada ha cambiado.
En esta olla a presi¨®n, las investigaciones avanzan con exasperante lentitud. De momento, la procuradur¨ªa ha detenido bajo la acusaci¨®n de homicidio a 34 personas, entre polic¨ªas municipales y sicarios (indistinguibles en muchos casos). Pero ninguno de los arrestados dejan de ser m¨¢s que peones de un juego mayor y oscuro. Los autores intelectuales siguen libres. Tanto el alcalde de Iguala como el jefe de la Polic¨ªa Municipal est¨¢n en paradero desconocido. En el caso del regidor, cuyos v¨ªnculos familiares con el narcotr¨¢fico emergen d¨ªa a d¨ªa con m¨¢s claridad, se ha descubierto, para mayor esc¨¢ndalo, que goza de un blindaje judicial, concedido por un magistrado federal a los dos d¨ªas de los hechos. Esta salvaguarda reafirma su aforamiento e impide detenerle hasta nueva orden. Tampoco ha ca¨ªdo ning¨²n cabecilla del sanguinario cartel de los Guerreros Unidos, la organizaci¨®n que controla Iguala y cuyos sicarios, en connivencia con la Polic¨ªa Municipal, dieron muerte, seg¨²n las confesiones de dos detenidos, a los estudiantes, que simplemente se hab¨ªan apoderado de tres autobuses y reventado un acto de la esposa del alcalde. Una demostraci¨®n de poder enloquecida y criminal que a¨²n no ha sido sancionada. La cuenta atr¨¢s no ha terminado.
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