El duelo final entre Dilma y A¨¦cio
No es f¨¢cil para ninguno de los dos calcular si la t¨¢ctica usada conducir¨¢ a la victoria
La noche del martes, quien asisti¨® en la TV Bandeirantes al tenso debate entre los candidatos a la presidencia Dilma Rousseff y A¨¦cio Neves, no tuvo dudas de que est¨¢ en curso un duelo mortal. La confrontaci¨®n ya preconiza lo que podr¨¢n ser los tres debates a¨²n en espera, que quiz¨¢s ser¨¢n, m¨¢s que el griter¨ªo de las calles, los que decidir¨¢n el resultado final que, seg¨²n los pron¨®sticos, podr¨ªa ser por un pu?ado de votos.
No es f¨¢cil para ninguno de los dos candidatos calcular hasta qu¨¦ punto la t¨¢ctica usada hasta aqu¨ª puede conducir a la victoria o a la derrota. Pocas veces los brasile?os han estado tan divididos y tensos en unas elecciones como en estos d¨ªas que faltan para decidir la contienda.
?Le dar¨¢ frutos a Dilma el trabajo de demolici¨®n sin escr¨²pulos que utiliz¨® contra Marina Silva esta vez con A¨¦cio??Podr¨¢ A¨¦cio caer en la tentaci¨®n de usar las mismas armas para intentar golpear la credibilidad personal de Rousseff a¨²n a sabiendas de que hoy casi la mitad de Brasil la sigue prefiriendo a ella al tim¨®n del Estado? Desde la calle y a trav¨¦s de las redes sociales se sigue insistiendo en que la gente prefiere propuestas concretas de los candidatos para mejorar sus vidas y se dicen cansadas de que los que se disputan el mando del Gobierno pierdan tiempo y energ¨ªas en echarse en cara racimos de acusaciones.
El ciudadano que sale temprano de casa en las grandes ciudades a veces para un trabajo que ni le gusta y que s¨®lo volver¨¢ a su casa a la noche, perdiendo horas en el caos del tr¨¢nsito y lo que gana no le basta para acabar el mes; la madre de familia que sale en busca de un mercado con ofertas para conseguir gastar un poco menos porque con cien reales de hoy no compra lo que ayer les bastaban 50; el peque?o empresario que se ve ahogado en impuestos y burocracia en los que gasta a veces m¨¢s tiempo que en realizar su trabajo; el joven que se est¨¢ abriendo camino en la vida y quiere poder formarse en una buena escuela t¨¦cnica o en una buena universidad donde lo m¨¢s importante en ella no sea las luchas pol¨ªticas, sino una ense?anza de excelencia; el jubilado que ve perder cada a?o el peso de su pensi¨®n; todo ese mundo que lucha y pelea por triunfar o simplemente sobrevivir, ?prefiere que los candidatos se tiren de los pelos en los debates o les digan con credibilidad lo que les ofrecen para mejorar su existencia real, la de cada d¨ªa?
Es cierto que en ese caso, para la candidata Dilma, por ser la del Gobierno y de la continuidad la tarea le es m¨¢s dif¨ªcil ya que sus promesas de cambio pueden ser contestadas con un ¡°?por qu¨¦ eso no lo realiz¨® cuando ten¨ªa el poder en sus manos?¡±. Para el candidato de la oposici¨®n puede resultar m¨¢s f¨¢cil pues le basta decir: ¡°Yo voy a hacer lo que ella fue incapaz de hacer acontecer¡±, o acusarla de saber s¨®lo usar el ¡°espejo retrovisor¡± mirando al pasado cuando a los ciudadanos lo que les interesa es el futuro.
Dilma es como la esposa que despu¨¦s de a?os de matrimonio tiene que esforzarse por demostrar lo que se sacrific¨® por la familia y los hijos y explicar lo que fue incapaz de darles y por qu¨¦. A¨¦cio es como el novio que llega fresco lleno de entusiasmo con los ojos puestos en la novia que le espera llena de esperanza y que tiende a ver en ¨¦l s¨®lo cualidades porque el tiempo a¨²n no lo ha desgastado. Se dice, en efecto, que en la fase de enamoramiento hasta los defectos del amante se ven como virtudes y al rev¨¦s, en el amor m¨¢s maduro, las virtudes de ayer acaban siendo vistas como defectos.
Ayer, en el debate, Dilma parec¨ªa entenderlo cuando ante un A¨¦cio con aire de conquistador de la novia en espera de algo nuevo, sonriente, que aparec¨ªa como promesa, ella con su cara de esposa cansada por la fatiga de lo ya realizado y con el peso encima de lo que no consigui¨® hacer, tent¨® con todas sus fuerzas hacer comprender a la novia que espera el ¡°cambio¡± y lo nuevo, que su contrincante ya fue tambi¨¦n esposo, ya se desgast¨® tambi¨¦n en el Gobierno de su regi¨®n y no es tan virgen como podr¨¬a parecer. A¨¦cio le pidi¨® a Dilma que fuera m¨¢s ¡°generosa¡± con todos los que hasta ahora han contribuido, cada uno a su modo, en construir un Brasil mejor.
Tiene raz¨®n, y los brasile?os le piden a los dos que sean capaces de mirar hacia delante y de reconocer que nadie tiene el monopolio de lo absoluto; que en la pol¨ªtica, como en la vida, todo es relativo. Y que ninguno de los dos se olvide que en definitiva, los que decidir¨¢n qu¨¦ novio o novia escoger, si prefieren la seguridad de lo conocido aunque con defectos, como la esposa ya madura pero con el desgate inevitable del tiempo, o el temblor de lo nuevo aunque pueda ser m¨¢s arriesgado, son solo los ciudadanos. La democracia, al final, es eso, la voluntad en absoluta libertad de poder cada uno, con su voto, escoger bajo qu¨¦ techo prefiere seguir protegido para mejorar su vida, a sabiendas que no existen soluciones milagrosas pero s¨ª unas que, en cada momento hist¨®rico, le resultan m¨¢s adecuadas a su presente. Y todo eso, poder hacerlo, en total libertad sin que nadie sea considerado ni como traidor ni como desagradecido. La vida es eso, la posibilidad en lo personal y en lo colectivo de escoger hasta el riesgo de poder equivocarse. El resto es totalitarismo.
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