Una ins¨®lita amistad
Una historiadora chilena revive los v¨ªnculos que unieron a la dictadura de Franco y la democracia socialista de Salvador Allende
Resulta desconcertante mirado desde nuestra ¨¦poca, pero nunca fue un secreto: la dictadura de Francisco Franco en Espa?a y la democracia marxista de Salvador Allende en Chile gozaron de estupendas relaciones entre 1970 y 1973, hasta que el golpe de Estado acab¨® con el Gobierno socialista de la Unidad Popular (UP). ¡°Es un momento en el que se unen los opuestos radicales. Esta historia se produjo en un periodo absolutamente vertiginoso de Chile y de Espa?a y entra?a una contradicci¨®n que es muy dif¨ªcil de digerir, tanto para la izquierda como para la derecha. Por tanto, se impuso la amnesia, el olvido¡±, se?ala la historiadora chilena Mar¨ªa Jos¨¦ Henr¨ªquez, que acaba de publicar en Chile el libro ?Viva la verdadera amistad! Franco y Allende, 1970-1973 (Editorial Universitaria), una investigaci¨®n extensa en la que relata pasajes inc¨®modos y exquisitos de esta extra?a cofrad¨ªa.
En diciembre de 1972, el presidente Allende realiz¨® una gira mundial que incluy¨® Naciones Unidas y la Uni¨®n Sovi¨¦tica. El Gobierno de Franco, que hab¨ªa concedido a Chile un in¨¦dito cr¨¦dito de 40 millones de d¨®lares, estaba dispuesto a entregar otros 100 a cambio de un gesto complejo, seg¨²n inform¨® el presidente del Banco Central chileno de aquella ¨¦poca, Alfonso Inostroza. Los espa?oles ped¨ªan que el m¨¦dico socialista hiciera una parada en Madrid para saludar al General¨ªsimo frente a un mill¨®n de personas en La Castellana. La Administraci¨®n chilena a esas alturas enfrentaba fuertes problemas econ¨®micos y la oferta resultaba tentadora. ¡°Allende dud¨® mucho¡±, dice la historiadora. Y su entorno estaba dividido. Por una parte, el Gobierno de la UP necesitaba el dinero: ¡°Presidente, ?es mucha divisa!¡±, le dec¨ªan sus consejeros m¨¢s pragm¨¢ticos. Por otra, la se?al pol¨ªtica hubiese sido impresentable. ¡°La Guerra Civil y Franco eran un s¨ªmbolo nefasto para la izquierda chilena. Pablo Neruda era embajador en Francia. La decisi¨®n estaba cruzada por muchas consideraciones¡±, se?ala Henr¨ªquez. Por eso, finalmente, Allende se neg¨®. ¡°He sido un dem¨®crata toda mi vida, no puedo saludar a ese se?or¡±, dijo el mandatario.
El inter¨¦s de los chilenos por establecer v¨ªnculos con el franquismo era evidente y pragm¨¢tico: la UP necesitaba ayuda econ¨®mica. El franquismo, en tanto, buscaba oportunidades de negocios y promover su industrializaci¨®n en Am¨¦rica Latina a trav¨¦s de Chile. Pero tambi¨¦n exist¨ªa el inter¨¦s pol¨ªtico de mostrar que pod¨ªa desempe?ar un papel en el escenario internacional, evitando que Chile se transformara en Cuba: Europa le daba la espalda a la dictadura espa?ola y el Gobierno de Franco pretend¨ªa presumir de las mejores relaciones con Allende, uno de los referentes de su continente en aquella ¨¦poca. ¡°La imagen de los dos en La Castellana habr¨ªa dado la vuelta al mundo. La reacci¨®n de Francia, de Reino Unido, habr¨ªa sido de desconcierto total¡±, se?ala Henr¨ªquez, doctora en Historia por la Universidad Aut¨®noma de Madrid y docente de la Universidad de Chile.
El Gobierno espa?ol concedi¨® a Chile un cr¨¦dito de 40 millones de d¨®lares y pensaba entregar otros 100
La relaci¨®n entre ambos Gobiernos se hab¨ªa consolidado desde 1970 con m¨²ltiples gestos que, en buena parte, se explican por el papel que desempe?¨® el canciller espa?ol Gregorio L¨®pez Bravo, ¡°un hombre que se defin¨ªa p¨²blicamente como un liberal reprimido y que lleg¨® a Asuntos Exteriores en 1969 a subrayar la neutralidad de Espa?a en el contexto bipolar y a privilegiar las relaciones comerciales¡±, explica la investigadora. En septiembre de 1970, ante el triunfo de Allende, una cantidad importante de personas lleg¨® hasta la Embajada de Espa?a en Chile para pedir asilo pol¨ªtico. ¡°Hubo que pedir refuerzos al consulado de Espa?a en Mendoza (Argentina)¡±, relata ?Viva la verdadera amistad! El que calm¨® al embajador espa?ol fue el propio L¨®pez Bravo desde Madrid, que opinaba que no exist¨ªa un peligro de socializaci¨®n inmediata. ¡°Tengo la impresi¨®n de que las gentes ah¨ª se han alarmado demasiado¡±, escribi¨® el ministro.
En marzo de 1971, L¨®pez Bravo aterriz¨® en Santiago de Chile y de inmediato fue recibido por Allende en el palacio de la Moneda. Fue una conversaci¨®n sumamente cordial. El socialista, en un momento, le sugiri¨® la posibilidad de que Espa?a asumiera ¨ªntegramente todos los proyectos de desarrollo en el norte de Chile. El ministro espa?ol, impresionado, se comprometi¨® a consultarlo con su Gobierno. Pero Allende tambi¨¦n habl¨® de otros temas: ¡°Nos quedamos sin t¨¦cnicos y no queremos ligarnos a un sector del mundo socialista, pasar de un bloque a otro (¡). Es fundamental la colaboraci¨®n de Espa?a y latinos¡±. L¨®pez Bravo recogi¨® el guante: ¡°Espa?a por Chile est¨¢ dispuesta no s¨®lo a lo que puede y debe, sino a un poquito m¨¢s. Tenemos distintas soluciones, cosa que las grandes potencias no comprenden¡±, le se?al¨® el ministro de Franco al socialista Allende, alcanzando una complicidad inmediata. Prueba de ello fue lo que ocurri¨® por la noche: fuera de todo protocolo, el presidente chileno se person¨® en la recepci¨®n de bienvenida que la canciller¨ªa chilena le ofrec¨ªa a L¨®pez Bravo.
¡°Aunque no he sido invitado a esta cena, no pude resistir el deseo de tomar un trago con usted y reiterarle mi intenci¨®n de mantener con el Gobierno del general¨ªsimo Franco las mejores relaciones¡±, se?al¨® Allende para explicar su visita. En los meses posteriores, se?ala el libro, no era raro que el presidente llegara hasta la sede de Espa?a en Santiago para tomar whisky con el embajador, Enrique P¨¦rez Hern¨¢ndez.
El l¨ªder de la UP acept¨® la ayuda econ¨®mica por necesidad, pero se neg¨® a aparecer en p¨²blico con el dictador
Fue una amistad por conveniencia. La empresa Ford hab¨ªa regresado a Estados Unidos y Chile hab¨ªa abierto una licitaci¨®n para instalar una f¨¢brica para el ensamblaje de camiones y motores di¨¦sel en el pa¨ªs. En la pr¨¢ctica, quien la ganara ten¨ªa la opci¨®n de ingresar sus productos en el llamado Pacto Andino, que comprend¨ªa a 54 millones de personas de la regi¨®n. Y Espa?a mov¨ªa todas sus fichas para que Pegaso se quedara con el negocio, frente a la italiana Fiat. Fue por eso que en operaciones lideradas por L¨®pez Bravo, el Gobierno de Franco realiz¨® gestos in¨¦ditos con el r¨¦gimen de Allende: en plenas negociaciones, le regal¨® el reactor nuclear de Lo Aguirre, en las afueras de Santiago, y en febrero de 1972 realiz¨® un intenso lobby en el Club de Par¨ªs para que Chile lograra renegociar su deuda externa. La discusi¨®n fue dura, relata Henr¨ªquez, y Espa?a se enfrent¨® incluso a Estados Unidos para defender al Gobierno de la UP: ¡°Vi documentos que demuestran c¨®mo delegados norteamericanos presionaban a los espa?oles para que no siguieran abogando por Chile¡±. Pero la operaci¨®n result¨® ser un ¨¦xito: Chile pudo renegociar hasta los intereses. Y la noticia, fuera de todos los canales formales, se la entreg¨® el embajador espa?ol en Santiago. Fue entonces cuando Allende exclam¨® en agradecimiento: ¡°?Viva la verdadera amistad! ?Viva Espa?a!¡±.
En septiembre de 1972, Espa?a gan¨® la licitaci¨®n con Pegaso. Y seg¨²n la investigaci¨®n de la historiadora, se trat¨® de una decisi¨®n que pas¨® directamente por Allende. Lo cont¨® el embajador espa?ol en Santiago: ¡°El presidente me dijo: ¡®Yo decid¨ª, porque no me vendo al mejor postor¡±.
El acuerdo comercial, que se firm¨® en diciembre de ese a?o, contemplaba el cr¨¦dito comercial de 40 millones de d¨®lares: 25 para la f¨¢brica automotriz y otros 15 de libre disposici¨®n. ¡°El 51% lo ten¨ªa que poner la CORFO chilena, y el 49%, el Instituto Nacional de la Industria espa?ola (INI), pero finalmente el Gobierno de Franco puso el 100% del dinero porque en Chile no hab¨ªa divisa¡±, relata Henr¨ªquez. La situaci¨®n de la Unidad Popular era tan compleja, se?ala, que utiliz¨® parte del dinero de libre disposici¨®n para comprar cebollas y az¨²car. Pero el franquismo, que confiaba en la destreza pol¨ªtica de Allende, y no necesariamente en su Gobierno, a comienzos de 1973 comenz¨® a perder la fe en el presidente: el ambiente pol¨ªtico se hab¨ªa radicalizado, el golpe de Estado era m¨¢s que una sospecha, y hasta la coalici¨®n de izquierda estaba quebrada. Probablemente fueron las razones por la que Espa?a, esta vez, desech¨® la propuesta chilena para que Allende visitara Madrid para saludar a Franco. El socialista buscaba respaldos internacionales para hacer frente a la delicada situaci¨®n de pol¨ªtica interna.
Pese a lo que se podr¨ªa pensar, la relaci¨®n entre las dictaduras de Chile y Espa?a fue compleja en sus primeros meses
La alianza franco-allendista no tard¨® demasiado en desvanecerse. En junio de 1973 quitaron a L¨®pez Bravo del Gobierno. Y el 11 de septiembre se produjo el bombardeo de La Moneda, la muerte del mandatario chileno y el horror de la historia oficial.
?Viva la verdadera amistad! Franco y Allende, 1970-1973 muestra que el Gobierno socialista apenas alcanz¨® a utilizar el 7% del cr¨¦dito espa?ol. El resto lo comenzaron a gastar los militares chilenos, que no quisieron reconocer el triunfo de Pegaso en la licitaci¨®n ni la instalaci¨®n de la f¨¢brica, que nunca se lleg¨® a concretar. Pese a lo que se podr¨ªa pensar, la relaci¨®n entre las dictaduras de Chile y Espa?a fue compleja en sus primeros meses: el conflicto por el pr¨¦stamo escal¨® hasta el propio Pinochet y Franco, que era uno de los personajes m¨¢s admirados por el chileno. Luego llegaron a normalizar las relaciones, pero el apoyo del franquismo a la UP nunca se olvid¨® del todo.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.