Brasil no tiene due?o
Un solo voto, sea de un millonario o del m¨¢s pobre, ser¨ªa capaz de decidir unas elecciones
En estas elecciones, el nombre de Brasil y de qui¨¦n deber¨¢ gobernarlo en los pr¨®ximos cuatro a?os ha sido pronunciado m¨¢s que nunca. ?De qui¨¦n es, sin embargo, este pa¨ªs de m¨¢s de 200 millones de habitantes, coraz¨®n del continente y en donde, hasta el domingo, tendr¨¢n puestos los ojos buena parte del mundo?
?Es de los pol¨ªticos que se arrogan a veces su derecho de propiedad? ?Es del Gobierno que administra y a veces saquea sus riquezas para su provecho personal o de grupo? ?Es de los bancos y empresas? ?De las fuerzas del orden? ?De los jueces? No. Brasil no tiene due?o. No lo tienen sus inmensas riquezas materiales y culturales; no tienen due?o sus gentes, que son ciudadanos libres de pensar y votar y no aceptan ning¨²n tipo de esclavitud.
Hombres y mujeres, ni?os, j¨®venes y jubilados tienen el derecho de sentirse due?os de Brasil
Ese Brasil tan codiciado estos d¨ªas por todos no es de nadie y de todos. Due?os del pa¨ªs son todos los que en el nacieron y trabajan. Es de la gente: son los hombres y mujeres, ni?os, j¨®venes y jubilados quienes tienen el derecho de sentirse due?os de Brasil.
De esos millones de ciudadanos, ninguno es mejor ni m¨¢s poderoso que otro. Lo revela el hecho de que un solo voto, sea el del mayor millonario o del m¨¢s pobre ribere?o de la Amazonia, ser¨ªa capaz de decidir unas elecciones presidenciales. Es la grandeza de la democracia, que concede a cada ciudadano, sin distinci¨®n, un voto con el mismo peso y la misma fuerza de decisi¨®n.
Son las dictaduras las que despojan a los ciudadanos del derecho de votar y de decidir su futuro. Las dictaduras o los gobiernos que llamamos democr¨¢ticos se las arreglan para comprar los votos al precio de la corrupci¨®n. En los gobiernos tiranos son los pol¨ªticos y no la gente los due?os del pa¨ªs y se arrogan el derecho de usarlo a su gusto y antojo.
Son las dictaduras las que despojan del derecho a decidir
Brasil es un pa¨ªs que tiene hoy en el mundo el privilegio de gozar de una democracia que, aunque muchas veces enferma y sofocada, es real y en la que sus gentes tienen voz y voto. Quiz¨¢s sea poco, pero es cierto que es mejor que en muchos de los pa¨ªses dictatoriales del mundo entre los que se incluyen algunos del continente. Y es la democracia la que otorga no s¨®lo igual dignidad a cada ciudadano sin que pese su cuenta en el banco o sus t¨ªtulos de estudio, sino tambi¨¦n el derecho de sentirse due?o del pa¨ªs.
Considero cierta la afirmaci¨®n que he le¨ªdo en no pocas cartas de lectores en peri¨®dicos y redes sociales de que Brasil es mayor, m¨¢s importante, m¨¢s rico y hasta m¨¢s ¨¦tico que sus pol¨ªticos y que todas sus elecciones. No deber¨ªan olvidar los que pretenden gobernar el pa¨ªs y que a veces caen en la tentaci¨®n de sentirse sus due?os y herederos que los verdaderos propietarios, los que lo construyen d¨ªa a d¨ªa, los que hacen que crezca, que se modernice, que haya comida y libertad para todos, que se viertan menos l¨¢grimas o que se enjuaguen mejor, son la gran masa de trabajadores.
Nos olvidamos que los que construyen este pa¨ªs no son s¨®lo los poderosos
Los due?os de Brasil son esa caravana inmensa de personas de todas las edades y categor¨ªas, desde las m¨¢s humildes a las m¨¢s favorecidas, que cada d¨ªa dedican su jornada laboral para sustentar a su familia, para hacer avanzar su peque?a o gran empresa. A veces me encuentro pregunt¨¢ndome a m¨ª mismo qu¨¦ ser¨ªa de una ciudad sin aquellos que realizan las tareas m¨¢s ingratas, desde los que recogen la basura a los que tienen que dormir de d¨ªa porque necesitamos que vigilen o se encarguen de que tengamos temprano en la mesa el pan caliente para el desayuno.
Nos olvidamos a veces que los que construyen este pa¨ªs no son s¨®lo los poderosos, los ingenieros o arquitectos, los m¨¦dicos famosos, sino esa multitud sin nombre de trabajadores de la construcci¨®n o del campo, esos miles y miles de enfermeros y enfermeras que vigilan d¨ªa y noche nuestra enfermedad; esa masa de profesores que con sueldos a veces de hambre (mis padres pertenec¨ªan tambi¨¦n a esa categor¨ªa nunca justamente valorizada) cuidan de lo m¨¢s precioso que tenemos como lo es la mente de nuestros hijos.
La grandeza de la democracia concede a cada ciudadano un voto con el mismo peso
Los ciudadanos con nombre y apellidos, incluidos los pol¨ªticos, que aparecen en los medios y de los que podr¨ªamos creer que son los propietarios del pa¨ªs constituyen s¨®lo un pu?ado. Los brasile?os due?os de esta tierra rica y generosa, bendecida por los dioses, sin guerras y sin hambre, son en su inmensa mayor¨ªa an¨®nimos. Son los que trabajan una vida sin que muchas veces se les agradezca. M¨¢s a¨²n, sobre quienes acaba pesando la idea injusta y cruel de que m¨¢s que due?os del pa¨ªs con los mismos derechos que los que se consideran importantes, son simples cartas de un juego de p¨®quer. Cartas de p¨®quer de las que se pueden befar quienes se arrogan el derecho de propiedad sobre ellos. Sobre sus vidas y sus sentimientos.
Que cada brasile?o vaya a votar con la conciencia de que ¨¦l y nadie m¨¢s que ¨¦l es due?o del pa¨ªs porque lo construye cada d¨ªa con fatiga y con orgullo. A veces con dolor, otras con alegr¨ªa. Resignado a veces y tambi¨¦n airado e indignado, pero siempre con el coraz¨®n puesto en conseguir un pa¨ªs mejor del que nadie, dentro o fuera de ¨¦l, tenga que avergonzarse.
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