El cambio tendr¨¢ que esperar
El miedo entre los m¨¢s pobres a perder lo conseguido ha prevalecido sobre la inc¨®gnita de apostar por el cambio
La mayor¨ªa de los brasile?os ha decidido dar su confianza al partido de los Trabajadores (PT) al reelegir para otros cuatro a?os como presidenta de la Rep¨²blica a su candidata, Dilma Rousseff.
El miedo entre los m¨¢s pobres a perder lo conseguido en los 12 a?os de Gobierno petista ha prevalecido sobre la inc¨®gnita de apostar por el cambio. Ello, a pesar de que Rousseff ha acabado sus cuatro a?os de presidencia con peores ¨ªndices econ¨®micos de los que hab¨ªa recibido en 2010 de su antecesor, el expresidente Lula da Silva.
Las cifras de las elecciones presentan, en efecto, a un pa¨ªs profundamente dividido, lo que constituir¨¢ un plus de dificultad para gobernar estos pr¨®ximos a?os. Con sus 50 millones de votos -solo tres menos que la ganadora Rousseff-, A¨¦cio Neves hab¨ªa enarbolado la bandera del cambio apoyado por la ambientalista Marina Silva y se convierte ahora en un fuerte l¨ªder de la oposici¨®n, algo que no exist¨ªa desde que Lula lleg¨® al poder.
El hurac¨¢n de novedad del presidente extornero, las conquistas sociales que consigui¨® aprovechando tambi¨¦n una positiva coyuntura hist¨®rica, su innegable carisma y su positiva proyecci¨®n internacional, acabaron amedrentando y anulando a la oposici¨®nen sus dos gobiernos.
Ni siquiera en 2005, cuando surgi¨® el esc¨¢ndalo de corrupci¨®n del 'mensal?o', que afectaba a cargos del PT, la oposici¨®n se atrevi¨® a enfrentarse a Lula. Entonces, sus rivales tuvieron miedo a que los movimientos sociales, dominados por el presidente, pudieran echarse a la calle creando un caos institucional. En aquel momento fue el mismo expresidente Fernando Enrique Cardoso, lider del PSDB, qui¨¦n aconsej¨® a su partido no atacar a Lula, que consigui¨® as¨ª volver e reelegirse.
La fuerza popular de Lula no solo consigui¨® elegir como su sucesor a su exministra, Rousseff, sino que la protegi¨® tambi¨¦n a ella de los tiros de la oposici¨®n. Y ha acabado consiguiendo su nueva victoria.
El nuevo triunfo del PT retrasa por otros cuatro a?os el movimiento de un cambio pol¨ªtico que tuvo inicio en las manifestaciones de protesta de 2013 y que acabaron perdiendo los tres personajes pol¨ªticos que le hab¨ªan dado vida en esta pugna electoral: el socialista del PSB, Eduardo Campos, que acab¨® v¨ªctima de un accidente a¨¦reo; la ecologista Silva y por ¨²ltimo Neves, que acab¨® derrot¨¢ndola por el camino. La diferencia esta vez es que la victoria de Dilma tiene lugar con un pa¨ªs dividido tras una de las campa?as electorales m¨¢s duras entre los candidatos.
La reelegida Rousseff tendr¨¢ ahora que hacer cuentas con una mitad del pa¨ªs, la m¨¢s pr¨®spera y rica que, aunque perdedora, dif¨ªcilmente desistir¨¢ de seguir luchando por un cambio en el pa¨ªs. Su estrategia deber¨¢ convencerles de que ella va a ser la presidenta de todos los brasile?os y no solo de la mitad victoriosa. Necesitar¨¢ cambiar la estrategia del miedo usada en las elecciones con los m¨¢s pobres, que se vieron amenazados con perder el bienestar social conseguido en estos 12 a?os de gobierno del PT y enarbolar tambi¨¦n la otra bandera, la de un cambio que han pedido el 70% de los ciudadanos.
Esto supone convencer a los que la votaron que las ventajas de un cambio profundo de su Gobierno y de su modelo econ¨®mico en crisis ser¨¢ beneficioso no solo para los m¨¢s pudientes, sino tambien para esa nueva clase media que, salida de la pobreza, es la primera en desear sentarse tambi¨¦n en la mesa de los que (en el calor de la disputa electoral) se bautiz¨® negativamente de ¨¦lite social, enemiga de los pobres. Hoy, en verdad, nadie se resigna m¨¢s a ser pobre en Brasil.
Dilma deber¨¢ esta vez saber convivir con una oposici¨®n fuerte y organizada, con un l¨ªder reconocido por la mitad del pa¨ªs. De su capacidad de saber convivir con ella, instrumento fundamental en cualquier democracia para que no acabe corrompi¨¦ndose, depender¨¢ el futuro de su nuevo Gobierno.
Brasil ha decidido las elecciones en plena libertad democr¨¢tica, con un ejemplo limpio de respeto ciudadano, sin violencia y sin poner en tela de juicio los resultados. Ahora toca a la presidenta elegida y a la nueva oposici¨®n nacida de las urnas tener la sabidur¨ªa de, juntos y respetando sus respectivos papeles democr¨¢ticos, hacer m¨¢s pr¨®spero al pa¨ªs, sin volver a caer en las tentaciones vividas durante la campa?a de convertir la democracia en una guerra de descalificaciones personales.
El 70% de los brasile?os (incluidos muchos de los que han dado el voto de confianza a Rousseff) exigen cambios para que el pa¨ªs siga creciendo econ¨®mica, social y democr¨¢ticamente.Y ese Brasil que ha apostado por la democracia y por un salto en el camino de su modernidad tendr¨¢ puestos los ojos hoy m¨¢s que nunca en el Gobierno y en una nueva e in¨¦dita oposici¨®n.
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