Deconstrucci¨®n del sue?o
La p¨¦rdida de poblaci¨®n fuerza a las ciudades del viejo coraz¨®n industrial de EE UU a destruir viviendas vac¨ªas
La gr¨²a devora la casa a dentelladas. Golpea las paredes, el tejado, la chimenea. En unos minutos todo habr¨¢ terminado. S¨®lo quedar¨¢n los escombros.
¡°Meses para construirla y media hora para derribarla¡±, dice Rick Whetstone, miembro del equipo de demoliciones del Ayuntamiento de Youngstown, vieja capital sider¨²rgica en la cuenca del r¨ªo Mahoning, en el estado de Ohio.
En los a?os del esplendor, los altos hornos de Youngstown produc¨ªan acero 24 horas al d¨ªa y compon¨ªan un paisaje de ¡°chimeneas alz¨¢ndose como los brazos de Dios, hacia un magn¨ªfico cielo de holl¨ªn y barro¡±, como cant¨® Bruce Springsteen en la balada Youngstown. Desde entonces ha perdido m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n. Hace cuarenta a?os, en v¨ªsperas de la desindustrializaci¨®n, ten¨ªa 140.000 habitantes. Ahora tiene poco m¨¢s de 60.000. Y un problema: miles de casas vac¨ªas y abandonadas a las que jam¨¢s nadie regresar¨¢.
Youngstown es el coraz¨®n del rust belt, el cintur¨®n de la herrumbre, la regi¨®n que se extiende de Pensilvania a Minnesota y que es lo m¨¢s parecido en Estados Unidos a la cuenca del Ruhr alemana. Son lugares con una mitolog¨ªa particular: el orgullo blue collar, de clase obrera, que Springsteen refleja en sus himnos. Hay una mitolog¨ªa de Detroit y el autom¨®vil como la hay de Youngstown y el acero.
Estas ciudades fueron el ¡°arsenal de la democracia¡±, seg¨²n la expresi¨®n que el presidente Franklin Roosevelt us¨® en diciembre de 1940, 22 d¨ªas despu¨¦s del ataque japon¨¦s a Pearl Harbor. Aqu¨ª se fabricaron las armas, los aviones, los barcos que derrotaron a Hitler. Aqu¨ª, despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, se cre¨® la vasta clase media ¡ªla casita con jard¨ªn, el salario digno, el acceso de los hijos a la mejor educaci¨®n: el sue?o americano¡ª que empez¨® a desintegrarse precisamente en los a?os setenta, con el inicio del cierre en cadena de las plantas acereras. Porque el orgullo de ciudades como Youngstown ¡ªla excelencia en un ¨²nico sector¡ª fue su condena: cuando, por la competici¨®n extranjera o por las pol¨ªticas p¨²blicas, este sector entr¨® en declive, la ciudad carec¨ªa de alternativa.
El primer golpe, para Youngstown, ocurri¨® el 19 de septiembre de 1977, cuando se anunci¨® el cierre de Sheet and Tube¡®s Campbell Works, la mayor planta de la cuenca del Mahoning. ¡°En Youngstown, ese d¨ªa acab¨® conoci¨¦ndose como el lunes negro. Nadie lo vio venir¡±, escribe el periodista George Packer en The unwinding, un libro publicado en 2013 que aborda el declive de la clase media y la desigualdad creciente. ¡°En los meses siguientes 5.000 trabajadores perder¨ªan el empleo¡±, explican Sherry Lee Linkon y John Russo, de la Universidad Estatal de Youngstown, en el ensayo Steeltown U.S.A. ¡°En cinco a?os, m¨¢s de 50.000 personas acabar¨ªan desplazadas por los cierres de plantas acereras en el ¨¢rea de Youngstown y Warren¡±.
Las chimeneas ya no echan humo. Gasolineras y centros comerciales en ruinas flanquean las avenidas que llevan al centro. Youngstown es un puzzle de casas todav¨ªa habitadas, casas deshabitadas y huecos verdes, donde una vez hubo una casa que fue derribada. Esta es una ciudad de ausencias.
En su despacho del Ayuntamiento, el alcalde, John McNally, evoca aquel invierno de 1977. ¡°Recuerdo que mis padres me explicaron que muchos amigos m¨ªos quiz¨¢ no tendr¨ªan unas grandes Navidades aquel a?o porque alguien de su familia, un padre, una madre, se hab¨ªa quedado sin trabajo. Lo recuerdo bien¡±, dice.
El lunes negro y sus consecuencias ¡ªla fuga de la poblaci¨®n, el deterioro urbano, el cierre de escuelas, las casas vac¨ªas¡ª define cada una de las acciones del alcalde. ¡°El 40% o 50% de las llamadas que recibimos son preguntas del estilo: ¡®?Cu¨¢ndo se derribar¨¢ esta casa?¡±
A una manzana del Ayuntamiento, Phil Kidd ¡ªactivista vecinal, propietario de un comercio con merchandising local y resistente que sigue creyendo en la ciudad¡ª compara el abandono de las casas con un c¨¢ncer. Una casa vac¨ªa atrae las ratas y aumenta el riesgo de incendio. A veces se convierten en refugio de negocios il¨ªcitos. ¡°Cuando una casa queda vac¨ªa en una calle, deval¨²a las otras¡±, dice Kidd. Por eso los vecinos suelen ser los primeros interesados en que se derriben.
En 1990, hab¨ªa en Youngstown 3.763 viviendas vac¨ªas; en 2010 era 6.289, un 19% del total, seg¨²n un informe del laboratorio de ideas Brookings Institution. A la desindustrializaci¨®n se sum¨® un segundo choque: la gran recesi¨®n de 2008, que se origin¨® en una burbuja inmobiliaria, y provoc¨® una marea de desahucios que engros¨® el inventario de viviendas vac¨ªas. ¡°Entre 2000 y 2010, el n¨²mero total de unidades de vivienda vac¨ªa en Estados Unidos creci¨® en m¨¢s de 4,5 millones, un aumento de 44%¡±, se lee en el citado informe.
El fen¨®meno no es ¨²nico de Youngstown: ocurre en Detroit, en Cleveland, en Baltimore. Ni siquiera es ¨²nico de EE UU: los paisajes del cintur¨®n de la herrumbre recuerdan a los de la Alemania del Este o el bloque sovi¨¦tico, bastiones industriales que, con la ca¨ªda del comunismo, tuvieron que echar el cierre y perdieron poblaci¨®n.
Hace unos a?os, las gr¨²as desmontaban bloque a bloque edificios de pisos en lugares como Hoyerswerda, antigua ciudad modelo del socialismo de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana. El m¨¦todo es distinto en Youngstown, ciudad modelo del capitalismo industrial del siglo XX. Entre otros motivos, porque aqu¨ª la mayor¨ªa de viviendas son unifamiliares y hay pocos edificios de pisos.
Sale m¨¢s barato sacar la gr¨²a. Y esto hacen Tom Sakmar ¡ªM¨ªster Derribos en Youngstown¡ª y su equipo, que incluye a Pat Menanock, el operario de la gr¨²a, y a Rick Whetstone, que conduce el cami¨®n que se llevar¨¢ los restos. Frente a una casa en la calle East High, en el East Side de Youngstown, Sakmar ense?a una libreta con sus deberes para las pr¨®ximas semanas: 21 casas.
Florence Blackshear, una mujer de 77 a?os, mira desde la puerta de su vivienda c¨®mo la gr¨²a lanza las ¨²ltimas dentelladas contra la casa vecina. Cuenta que all¨ª hab¨ªan vivido drogadictos y que una vez hubo un incendio.
¡°Me alegro de que caiga¡±, dice Blackshear.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.