Recetas para dejar el astillero
Gdansk, la ciudad que tumb¨® el comunismo, transita hacia la econom¨ªa del conocimiento
El principio queda lejos. El primer signo es el Muro de Lech Walesa. Un coche se llev¨® por delante este oto?o el fragmento conmemorativo que sobreviv¨ªa. Descansaba en una esquina de la calle Waly Piatowskie frente a otro s¨ªmbolo, un pedazo del Muro de Berl¨ªn, la aut¨¦ntica cerradura del Tel¨®n de acero, cuya ca¨ªda encontr¨® un impulso definitivo en las revueltas de los trabajadores del astillero de Gdansk que llegaron hasta 1989. Pero ya no queda nada de la pared que un d¨ªa salt¨® Walesa para encabezar una protesta del sindicato Solidaridad. S¨®lo una marca en el suelo.
Con 456.000 habitantes y al norte del pa¨ªs, Gdansk es una capital hanse¨¢tica de ¨¢mbar y tradici¨®n marinera. A su belleza g¨®tica se suma la purpurina del capitalismo liberal: centros comerciales de cristal, restaurantes de sushi, intensa vida cultural... La ciudad en la que perdi¨® pie el comunismo quiere ser la met¨¢fora de Polonia, un pa¨ªs de 38 millones de habitantes y un PIB que creci¨® el 25% desde 2008, en contraste con el menguante de la UE. Es el milagro polaco que ha elevado a Donald Tusk, otro hijo de Gdansk y del sindicato de Walesa, a la presidencia del Consejo Europeo.
Pero a medida que el visitante se acerca a los astilleros donde comenz¨® todo, el aire se enfr¨ªa. Primero es la ausencia del Muro de Walesa. Enseguida las casas de ladrillo cerradas, despu¨¦s vac¨ªas y finalmente con los vidrios rotos. El astillero es una zona casi boscosa por la que camina alg¨²n obrero aislado. En una hora s¨®lo dos gr¨²as se desplazan en un movimiento coordinado que deja al resto envidiosas. El astillero se ha declarado dos veces en bancarrota. Tras una semana de gestiones, en sus oficinas se excusan porque no haya nadie a quien entrevistar.
Las factor¨ªas fueron engullidas por el capitalismo que ayudaron a alumbrar
En la sede local del sindicato Solidaridad, el dirigente Marek Lewandowski es quien da las explicaciones. Soldador en una familia con cuatro soldadores, relata c¨®mo todos los grandes astilleros polacos han ido cerrando. Y apunta que el hecho de que el paro en la ciudad sea s¨®lo del 6% se explica porque otros sectores en expansi¨®n (especialmente la construcci¨®n) absorbieron a los despedidos. ¡°Y por la emigraci¨®n. Noruega, Dinamarca, Suecia y Alemania quedan cerca. Nuestros trabajadores est¨¢n formados y se cotizan. Si hemos evitado el paro es porque somos emprendedores, no porque hubiera un plan del Gobierno. Se olvid¨® de nosotros tras entrar en 2004 a la Uni¨®n Europea¡±, se queja Lewandowski. Tanto ¨¦l como la traductora se emocionan casi hasta las l¨¢grimas al hablar del fin de los astilleros: ¡°Eran el orgullo del pa¨ªs. Nadie pod¨ªa alcanzar nuestro nivel tecnol¨®gico; ni los coreanos ni nadie. Es algo que hemos perdido para siempre¡±. Los viejos astilleros fueron engullidos por el capitalismo que ayudaron a alumbrar, y ahora Gdansk se enfrenta al mismo declive industrial que el resto de Europa.
En el sector trabajan unas 6.000 personas, cuando antes el astillero principal empleaba ¨¦l solo a m¨¢s de 20.000. La excepci¨®n es el astillero de reparaciones Remontowa, un estable negocio que re¨²ne a casi todos los empleados navales que quedan en la Triciudad (como llaman en Gdansk a la conurbaci¨®n que forma con las localidades de Gdynia y Sopot), y no construyendo barcos, sino repar¨¢ndolos.
¡°Remontowa lo ha hecho muy bien¡±, aprueba Peter Horsten, un emprendedor holand¨¦s con mujer e hijos polacos que fund¨® en 2006 Goyello, una firma tecnol¨®gica puntera en Gdansk. Para ¨¦l, la capacidad de adaptaci¨®n es parte del ¨¦xito de la ciudad. Se ha convertido en un centro log¨ªstico sobresaliente, con el mayor puerto de Polonia (30 millones de toneladas de carga en 2013); aparte, es un gran centro tur¨ªstico, con cruceros del B¨¢ltico e impolutas instalaciones en las playas abiertas a dentelladas por los glaciares. Y por ¨²ltimo est¨¢ la carta de la modernidad, la que juega Horsten.
Su oficina en un edificio inteligente es la carta de presentaci¨®n de su empresa de consultor¨ªa y software, con 85 empleados. ¡°Cuando llegamos, no hab¨ªa oficinas. Ahora crecen como setas. Las nuevas tecnolog¨ªas en Gdansk se est¨¢n disparando¡±, r¨ªe.
Horsten ha sido uno de los motores de ese salto, pero asegura que el m¨¦rito es de los polacos: ¡°Su nivel tecnol¨®gico es alt¨ªsimo. Hay mano de obra barata, buenas infraestructuras, estabilidad, un mercado grande, y es la puerta del Este¡±. En el horizonte ve grandes oportunidades, especialmente en la biomedicina, pero tambi¨¦n peligros: falta de compromiso de las empresas que llegan y pelean por la mejor mano de obra; y sobre todo, el fin de las subvenciones europeas en 2020, que han supuesto m¨¢s de cien mil millones de euros para Polonia.
La alta formaci¨®n de los trabajadores impulsa el avance tecnol¨®gico hoy
El ¨²nico futuro posible pasa por la innovaci¨®n, asegura Horsten: ¡°Gdansk se sum¨® un poco tarde al movimiento de las nuevas tecnolog¨ªas que empez¨® en Cracovia, pero los pol¨ªticos ahora quieren convertirlo en un Silicon Valley. Yo les digo que hacen falta 20 a?os y un buen proyecto¡±. Esta urgencia es la respuesta a una evidencia: a pesar de ser el alumno aventajado del Este, el crecimiento del pa¨ªs se va acompasando con el de sus vecinos europeos (en 2011 fue del 4,5%; en 2013, del 1,6) a medida que suben los precios.
Contemplando desde la distancia estos n¨²meros vive Robert Sochacki, un artista reputado de la Triciudad y uno de sus grandes conocedores. Son habituales sus proyecciones de videoarte sobre los edificios de la costa; y en el lado m¨¢s prosaico de la vida, tambi¨¦n est¨¢ tras la decoraci¨®n de algunos de los centros comerciales m¨¢s elegantes de la zona. Con 43 en¨¦rgicos a?os y melena rubia, su voz tiene un deje de dios tonante de la mitolog¨ªa escandinava. Dice que, en esta reencarnaci¨®n, Gdansk est¨¢ conociendo cosas buenas y malas que van de la acumulaci¨®n de riqueza a la mayor desigualdad, pero mira las oficinas que proliferan en el horizonte y se desespera sin matices: ¡°Al principio al menos eran negocios que quer¨ªan hacer las cosas bien. Ahora son chapuzas en manos de fondos de inversi¨®n¡±.
?Siente nostalgia de los viejos tiempos? Se apoya sobre la baranda del paseo mar¨ªtimo de Sopot y responde: ¡°Ni de broma. La tiene mi madre, una extrabajadora de los astilleros que dice que ya no sabe para qu¨¦ luch¨®. Pero yo no: hay que darle tiempo a muchas cosas, pero es incre¨ªble que esto est¨¦ pasando¡±.
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