El Berl¨ªn en peligro
Los lugares y personajes que han hecho de la ciudad la m¨¢s atractiva y ¡®cool¡¯ de Europa y que pueden desaparecer
Nietzsche ha muerto. Su ideal del hombre como "lago que levant¨® un dique all¨ª donde antes se derramaba", creciendo cada vez m¨¢s fuerte "a trav¨¦s de su propia renuncia", desapareci¨® con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, el 9 de noviembre de 1989. Hoy, a escasos metros de la casa donde Christopher Isherwood escrib¨® la historia de Cabaret, un ex parlamentario del Partido Verde alem¨¢n y antiguo taxista del Berl¨ªn occidental, Uwe P. Tietz, dialoga con el periodista y dj Guido Schirmeyer sobre el rumbo del Berl¨ªn que se adapta, de nuevo, a un escenario contempor¨¢neo de h¨¦ctareas, antes ocupadas por aquel dique del comunismo tan mortal e inmediato.
Una r¨¢faga de luz intermitente y silenciosa anuncia la llegada de Uwe y Guido a la puerta del Green Door cocktail bar de Sch?neberg, barrio de la bohemia cl¨¢sica berlinesa donde Kennedy apel¨® a las libertades individuales y tambi¨¦n vivieron Einstein, Billy Wilder, Iggy Pop y David Bowie. Es un distrito de la capital al que no le queda mucho por reformar, el centro de la vida comercial occidental recuperada tras la Segunda Guerra Mundial y la meca del morbo sexual en los a?os veinte con El Dorado, un club transformista al que acud¨ªa la aristocacia europea y hasta el jefe de las SA, Marlene Dietrich y los expresionistas alemanes.
La concurrencia a la capital de moda ha creado fen¨®menos ins¨®litos, como la fama internacional del portero de discoteca, Sven Marquardt
El Muro, sus tanques y los soldados alrededor de la Puerta de Brandenburgo han estado siempre m¨¢s all¨¢, al otro lado de los ¨¢rboles del Tiergarten. La vida se hizo bajo nuevos techos y alejada de los prism¨¢ticos militares en cada franja. Por ello, Sch?neberg sigue siendo el Chueca berlin¨¦s, a tan solo diez minutos a pie de la avenida de las tiendas caras del Kudamm. No hay casi gr¨²as en el horizonte y los asistentes al festival gay del Folsom van a veces disfrazados de perros, exhibi¨¦ndose sin prejuicio a cuatro patas, con unas graciosas colitas de cuero en el recto. Pero el actual avance del otro lado de la metr¨®polis supera esta escena con creces. Una vor¨¢gine de acontecimientos, como ese lago que, roto el hormig¨®n, vierte explosivamente sus aguas, han dado origen a un Berl¨ªn oriental algo m¨¢s alocado, donde los precios aumentan sin parar. En cambio, Berl¨ªn occidental, aunque interrumpida por la barbarie nazi y ciertamente afectada por sobrevivir aislada tras el tel¨®n de acero, nunca sufri¨® semejante contenci¨®n: hoy se presenta como la hermana sosa de otra ciudad, joven y mucho m¨¢s fuerte de lo que Nietzsche jam¨¢s pudo imaginar.
La Berl¨ªn reunificada cuenta con casi 800 hoteles y un 15% de poblaci¨®n procedente de 190 pa¨ªses. Los alquileres para residir en el antiguo barrio comunista de Prenzlauer Berg han subido un 62% desde la ca¨ªda del Muro, precio que pagan muchos de los 60.000 j¨®venes trabajadores de las emergentes start ups. La zona denominada Kreuzk?lln, otra de las preferidas por j¨®venes solteros y artistas, ha otorgado 260 licencias para nuevos bares y restaurantes en los ¨²ltimos cuatro a?os. Mientras tanto, al Berl¨ªn cl¨¢sico occidental han llegado multitud de adinerados rusos que viven en un distrito al que ya se le llama Charlottengrad.
El pasado mes de octubre se inaugur¨® un complejo comercial de 76.000 metros cuadrados a pocos metros de la Puerta de Brandenburgo donde caben todas las franquicias de ropa y comida, ya extendidas por el resto de Europa. El c¨¦lebre bulevar de la Unter den Linden permanece semi cortado por la gran obra de una nueva l¨ªnea de suburbano y culmina en un ramillete de m¨¢s de quince gr¨²as que trabajan en la reconstrucci¨®n del palacio real prusiano, a raz¨®n de 600 millones de euros. El m¨²sico por antonomasia de la vanguardia berlinesa, Blixa Bargeld, registr¨® sonidos del Berl¨ªn de hace dos d¨¦cadas y hoy dice no reconocer ni un ¨¢pice de la nueva grabaci¨®n que ha realizado. Y, por su parte, Bowie narr¨® en su ¨²ltimo v¨ªdeo Where are we now?' (?D¨®nde estamos ahora?) un paseo por los lugares hoy liberados de aquel Muro, frente al que grab¨® su himno Heroes, y en el que aparece con una gran bolsa que reza 'shopping' a sus pies.
Precisamente de compras, en los almacenes de lujo KadeWe, se encontraba el viernes pasado el todav¨ªa carism¨¢tico alcalde de Berl¨ªn, Klaus Wowereit. Eran las cuatro de la tarde, a apenas una semana de las celebraciones por los 25 a?os de la ca¨ªda del Muro - una fecha presumiblemente repleta de citas en la agenda del pol¨ªtico - y Wowi paseaba relajado con su pareja por la secci¨®n de vinos de importaci¨®n. El aniversario ser¨¢ uno de los ¨²ltimos actos p¨²blicos del alcalde tras su dimisi¨®n ante las presiones de su partido, el socialdem¨®crata SPD, debido a los esc¨¢ndalos de gesti¨®n del nuevo aeropuerto de Berl¨ªn. "Las decisiones aqu¨ª van cambiando como el viento" - apunta Guido.
La construcci¨®n del nuevo aeropuerto, cuya fecha de inauguraci¨®n a¨²n es incierta, implicaba el cierre del hist¨®rico Tegel, otro m¨¢s pr¨¢ctico, construido con ayuda de 20.000 voluntarios cuando Tempelhof se ocup¨® por los estadounidenses para el "Puente ¨¢ereo" que salv¨® a Berl¨ªn occidental del bloqueo de la Alemania oriental de 1949. "Ahora parece que se est¨¢ estudiando no cerrarlo" - dice Uwe. La decisi¨®n, como muchas otras relativas a terrenos disponibles o lugares hist¨®ricos de la capital, correr¨¢ a cargo del nuevo alcalde y actual consejero de Urbanismo, Michael M¨¹ller, que tanto la ciudadan¨ªa - sobre todo la homosexual, muy seguidora del encantador alcalde saliente -, como alg¨²n diario alem¨¢n, ya aventura ser¨¢ un pol¨ªtico aburrido, con el que la "fiesta se acabar¨¢" en Berl¨ªn.
La permisividad, los espacios creados por iniciativa ciudadana entre la maleza o sobre las ruinas de la divisi¨®n ideol¨®gica, y la cultura tantas veces denominada underground o trash que ha hecho de Berl¨ªn unas de las ciudades m¨¢s llamativas del mundo, resisten "a duras penas frente al avance de lo comercial", dice Rebecca Lilliecrona, portavoz del patio de Schwarzenberg? el ¨²nico del distrito hist¨®rico de Mitte sin renovar, creado por iniciativa de artistas, y donde los turistas contemplan boquiabiertos paredes cubiertas de street art, un cine al aire libre y los museos de Anna Frank o del Schlinder berlin¨¦s Otto Weidt. El contrato de alquiler de este espacio, cuyo vecino es un gran Starbucks, expira el a?o que viene y Rebecca confiesa a¨²n no saber si podr¨¢n quedarse. Muy cerca de all¨ª cay¨® recientemente, y por desidia de sus habitantes, el ex centro ocupado de Tacheles, cuyo esqueleto arquit¨¦ctonico ser¨¢ aprovechado por un inversor privado para un complejo que transformar¨¢ por completo la fisonom¨ªa de la esquina con la Friedrichstrasse.
Pero no todo son malas noticias, porque en la misma zona permanecen a¨²n dos recientes hitos culturales: la antigua sede de la asociaci¨®n de artesanos de Berl¨ªn - por donde pasaron Rosa Luxemburgo o Joseph Goebbels - Sophiensaele, hoy referente de la danza contempor¨¢nea europea, bajo la direcci¨®n de la core¨®grafa Sasha Waltz, y el antiguo sal¨®n de baile del Cl?rchens Ballhaus, donde los hombres del lado occidental acud¨ªan a ligar con las berlinesas orientales, extendiendo r¨¢pidamente sus permisos a otras 24 horas en caso de ¨¦xito. Aquella noche de las mujeres durante el Berl¨ªn dividido, la de los mi¨¦rcoles en Cl?rchens, es hoy una de las m¨¢s famosas para bailar swing en la capital. Ambos lugares son el ideal de una metrop¨®lis alemana que s¨ª aprovecha su pasado - sus due?os han elegido mostrar las paredes y fachadas hist¨®ricas, sin restaurar - para celebrar el vivo presente sin parar de bailar.
Guido recuerda ir hace m¨¢s de tres d¨¦cadas a la Colina del diablo o Teufelsberg "hasta arriba de LSD" con sus colegas. Les encantaba el aspecto fantasmal y terror¨ªfico del fort¨ªn estadounidense de bolas blancas gigantescas, dispuestas para la escucha del estornudo de un soldado sovi¨¦tico a kil¨®metros de distancia. "Aquello parec¨ªa Guant¨¢namo", dice Guido, "lleno de miles de soldados, perros en la niebla y varias vallas de alambre". Al desaparecer la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, el lugar cay¨® en desuso y, parad¨®jicamente, se convirti¨® en un coladero de turistas que hasta hace poco fotografiaban sus tecnol¨®gicos restos.
En 2007, David Lynch, convencido de la meditaci¨®n trascedental, realiz¨® all¨ª una pantomima sectaria proclamando la construcci¨®n de un templo sanador de los esp¨ªritus que, seg¨²n ¨¦l, vagan por el Berl¨ªn de tantas cicatrices. En realidad, un inversor privado acaba de iniciar conversaciones con el gobierno berlin¨¦s para que a lo alto se construya un complejo museo con hotel. Mientras tanto, no se sabe muy bien c¨®mo, un grupo autodenominado como "artistas" se ha hecho con la gesti¨®n provisional del cerro, cobrando a cada visitante casi veinte euros por una breve exploraci¨®n. "En cambio, a nosotros nos encantaba ir drogados solo para provocar a los militares", recuerda Guido.
El declive del orden igualitario es visible en los vagones del tren fantasma del Spreepark, donde solo asusta ya un c¨²mulo de telara?as
La concurrencia a la capital de moda tambi¨¦n ha creado fen¨®menos ins¨®litos como el de la fama internacional del portero de discoteca Sven Marquardt. La pila del bestseller autobiogr¨¢fico del guardi¨¢n de Berghain, en la que recuerda su vida como punk en el distrito comunista de Pankow y las noches de la Berl¨ªn reci¨¦n reunificada, en emplazamientos de Mitte, sin controles, ni freno por parte de las autoridades, luce prominente en la librer¨ªa m¨¢s importante de Berl¨ªn. Su cara perforada y tatuada es la ¨²nica que se conoce en medios del equipo del "templo" o "lo oscuro", como lo llaman sus asiduos, y al que este a?o ha dedicado un reportaje hasta la prestigiosa revista The New Yorker. Marquardt ha pasado noches y ma?anas decidiendo qui¨¦n es apto para entrar al club y qui¨¦n no, pero tambi¨¦n ha ejercido como fot¨®grafo en sus ratos libres. Desde que apareci¨® en toda la prensa nacional, con motivo del d¨¦cimo aniversario de Berghain, no se le ha vuelto a ver a la entrada de esta antigua sede energ¨¦tica que hoy es una colosal pista de baile, libre de prejuicios y sin apartado VIP, y donde el primer motivo para echar a alguien es si le pilla tomando fotograf¨ªas en su interior.
Los grupos de hasta seis personas entran en sus cuartos oscuros o sus ba?os, a la par que cualquier Dj de su aclamado sello discogr¨¢fico, Ostgut Ton, puede llegar a pinchar diez horas seguidas, a veces rozando los 111 decibelios. Marqardt ya tiene contratos frimados con Hugo Boss y una exposici¨®n individual de sus fotograf¨ªas en Tur¨ªn. Y a pesar de que probablemente ¨¦l ya no ser¨¢ visible en la puerta en mucho tiempo, Berghain mantiene y acrecenta cada vez m¨¢s su fama como "algo m¨¢s que un club", capaz de atraer al a?o a miles de j¨®venes. Sin embargo, otros espacios, menos h¨¢biles, han ca¨ªdo con el tiempo o lo har¨¢n, como Bar 25, Morlox, Kater Holzig o Sysiphos. Pero, de momento, su desaparici¨®n no constituye ning¨²n drama, porque la escena nocturna de Berl¨ªn est¨¢ siendo el atractivo m¨¢s constante de Berl¨ªn oriental y la ¨²nica con capacidad para mutar r¨¢pido, a base de buenas dosis de imaginaci¨®n y un potente sistema de sonido.
Quiz¨¢s la ciudad acabar¨¢ un d¨ªa votando como alcalde a alguno de los empresarios de la noche. El problema de Berl¨ªn - seg¨²n Uwe y Guido ¨C es que sus pol¨ªticos "son tecn¨®cratas, gente sin apertura de mente, que no tienen ning¨²n plan estrat¨¦gico para la ciudad, y quiz¨¢s s¨ª su propia estrategia personal". La transformaci¨®n de la ciudad sigue los dictados de sus amantes, ya sean turistas o residentes. Es cierto que las estimaciones iniciales de crecimiento preve¨ªan una capital de multinacionales, con los espectacuales edificios contempor¨¢neos de la Potsdamer Platz a la cabeza y un centro comercial, el Arkaden, que pronto cerrar¨¢ eclipsado por la nueva gran superficie inaugurada a escasos metros. A pesar de ello, la consejer¨ªa de Urbanismo a¨²n exhibe las maquetas con otras construcciones proyectadas en los 90, a la espera de promotor.
En ellas luce espectacular una serie de futuros rascacielos que cubrir¨¢n casi por completo el que hoy es el s¨ªmbolo m¨¢s reproducido de la ciudad: la Torre de la televisi¨®n. Romper¨¢ el hielo Frank Gehry con una torre de viviendas gigantesca, un rascacielos igual de novedoso que un segundo, cerca de la estaci¨®n de Zoo, por el que se demoler¨¢ el obsoleto edificio del Museo Er¨®tico berlin¨¦s. M¨¢s abajo, en Friedrichshain, donde se centra la historia de Goodbye Lenin se ultima otra torre a la ribera del Spree.
A pesar de ser el ansiado lugar de recreo para todos los berlineses que sufrieron veintiocho a?os de Muro sin acercarse al agua, las autoridades idearon la venta de esos solares a corporaciones de la comunicaci¨®n que nunca han llegado. En su lugar, los ciudadanos han sido testigos de la ca¨ªda parcial de la East Side Gallery para edificar una torre de apartamentos de lujo y otro hotel. De todos modos, y a pesar de las protestas, poco hay que salvar cuando miles de turistas arruinan, a diario, las pinturas sobre el tramo del Muro con dibujos de dudoso gusto, o testimonios al estilo "Fulanito ha estado aqu¨ª" o "Catalonia is not Spain", y tampoco las autoridades se molestan en instalar un metacrilato o guardias que lo protejan.
Venir a Berl¨ªn se puso de moda a partir de los Mundiales de f¨²tbol y los primeros vuelos low cost del 2006. Pintar sobre el memorial del Muro o fotografiarse con soldados de mentira en el Checkpoint Charlie, son solo algunos de los riesgos que amenazan con convertir la ciudad, como califican muchos berlineses, en un Disneyland a base de franquicias. De los 45.000 segmentos que integraban el Muro de la "verg¨¹enza" solo quedan tres en posesi¨®n de la municipalidad y, de hecho, hoy se puede comprar un cuarto a un particular en eBay por quince mil euros. El resto andan repartidos por la ciudad y el mundo como souvenirs, incluso con una placa incrustada que lo define como "propiedad privada" a la entrada de alg¨²n hotel de lujo.
El af¨¢n por recuperar o poseer art¨ªculos del pasado comunista, la c¨¦lebre 'Ostalgie', no ha sido capaz de salvar uno de los iconos de la vida en el sureste de la ciudad. El Spreepark, ¨²nico parque de atracciones de la metr¨®polis alemana, fundado en 1969 por las autoridades para conmemorar la constituci¨®n del orden en consonancia con los dictados de Marx, ha resultado ser el paradigma de la torpe gesti¨®n administrativa actual. El declive del anterior orden igualitario es visible en su noria paralizada o los vagones de un tren fantasma donde solo asusta ya un c¨²mulo de telara?as. Las autoridades del Berl¨ªn reunificado otorgaron la concesi¨®n de explotaci¨®n del parque a un feriante que vi¨® como, poco despu¨¦s, se declaraba la zona contigua de protecci¨®n medio ambiental.
La imposibilidad de construir el necesario parking para las visitas de ciudadanos de ambos lados de la ciudad, por un nuevo gestor que, de por s¨ª, ya hab¨ªa adquirido amplios cr¨¦ditos bancarios para la modernizaci¨®n del centro de ocio, acab¨® en una huida a Per¨² con parte de sus atracciones m¨¢s valiosas. Un intento de creaci¨®n de otro parque, llamado Lunapark, en Lima, y la devoluci¨®n del nuevo dinero prestado de la mafia del narco latino, trajo de vuelta a Alemania al feriante con m¨¢s de cien kilos de coca¨ªna escondidos en los tubos de las ¡®Alfombras voladoras¡¯. A d¨ªa de hoy, y a pesar de la fascinaci¨®n que despierta el lugar entre turistas, nuevos residentes y antiguos usuarios, el abandonado parque est¨¢ vigilado por una empresa gestora de deudas bajo la que, misteriosamente, se ha incendiado gran parte del espacio hace un mes. Otro incendio, semanas despu¨¦s, a los pies de las m¨ªticas obras murales del artista Blu, al otro lado del puente Oberbaumbr¨¹cke, en un solar de la din¨¢mica Curvystrasse, a la ribera del Spree, ha resultado igualmente en cercamiento de vallas y la probable desaparici¨®n de las obras del artista por la inminente edificaci¨®n de un complejo de oficinas.
S¨ªmbolos del Este, como aquella librer¨ªa de la escena final de La vida de los otros, la Karl Marx Buchhandlung, han logrado conservar su apariencia aunque no su esp¨ªritu. El librero de obras completas de Marx o Brecht, incapaz de asumir el aumento del alquiler impuesto por una nueva inmobiliaria, se march¨® hace m¨¢s de un a?o a un local m¨¢s modesto. Muchas de estos adquisidores en la avenida m¨ªtica de los desfiles del 1 de mayo, llamada Karl-Marx-Allee, han aprovechado ese romanticismo por los aspectos de la vida en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana para, sin apenas restaurar fachadas o interiores, explotar la zona con alquileres que hoy son descaradamente caros. "Cre¨ªamos que este iba a ser el primer bulevar importante del nuevo Berl¨ªn" - comentan Uwe y Guido. En su lugar, aceras rotas, accesos llenos de maleza y negocios de escaso atractivo. El empe?o de Daniel Br¨¹hl por ocultar a su madre el fin de un sue?o subvencionado es aqu¨ª a¨²n posible, aunque sin apoyo estatal: un apartamento de una sola habitaci¨®n cuesta, seg¨²n la p¨¢gina de alquileres para turistas Airbnb, 300 euros a la semana.
Los osos de pl¨¢stico a colores invaden la cosm¨®polis, pero pocos conocen a los osos reales de la ciudad, Schn¨¹tte y Maxi, tributo al s¨ªmbolo de la Berl¨ªn naciente, pre medieval, all¨¢ donde el r¨ªo se bifurca formando una isla y donde se asentaron los primeros habitantes del lodo que era Berl¨ªn. Su morada es una caseta de escasos cien metros para ambas, madre e hija. Hoy, Schn¨¹tte deambula por el enano parterre exterior sin prestar ya atenci¨®n a los ni?os que acuden a verla. Est¨¢ triste, sucia y sola. La m¨¢s joven del par muri¨® en agosto del a?o pasado por causas naturales, quiz¨¢s - seg¨²n las quejas de algunos ciudadanos y asociaciones de protecci¨®n de animales - a causa de las pobres condiciones de vida en las que estaban. A la madre le faltan todav¨ªa, como a la propia cosm¨®polis vibrante y en b¨²squeda de su identidad, metros cuadrados para ser feliz.
El verdadero drama de la Berl¨ªn en transformaci¨®n es la escasez de viviendas asequibles. Una primera euforia constructiva permiti¨®, a trav¨¦s de exenciones fiscales, la edificaci¨®n de muchos de sus m¨¢s llamativos ejemplos arquitect¨®nicos para el a?o 2000. Pero, seg¨²n Uwe, hoy un exitoso agente inmobiliario, hubo "un par¨®n importante de diez a?os sin desarrollo urban¨ªstico". De hecho, el empresario dice que cuando anuncia un piso de uno o dos dormitorios tiene "a cientos de candidatos". Berl¨ªn sigue siendo barata, comparada a Londres o Nueva York, "y adem¨¢s es muy verde y segura; hay buena calidad de vida" - ampl¨ªa Uwe. Tanto ¨¦l como el promotor espa?ol ?ngel Nieto, son de la opini¨®n de que para 2030 habr¨¢ m¨¢s de 250.000 nuevos habitantes en la capital alemana, superando las previsiones del futuro alcalde. "La gente se mete mucho con el tema del desarrollo urban¨ªstico y la famosa gentrification, pero lo que le est¨¢ ocurriendo a esta ciudad es que, finalmente, lleva a cabo un proceso de maduraci¨®n o normalizaci¨®n" - explica Nieto. "Hemos pasado de la nada absoluta, a rellenar el centro de la ciudad. Y todo de manera equilibrada, porque el gobierno berlin¨¦s sigue prestando gran apoyo al sector art¨ªstico y cultural." ¨C opina. "Soy partidario de que esta ciudad lidere el mundo en cambio, pero apoyado en un criterio econ¨®mico que apele a la calidad y, por tanto, beneficie a los ciudadanos".
Una de las reci¨¦n llegadas a la ciudad es Natalia Ib¨¢?ez Lario, artista espa?ola anteriormente afincada en Nueva York y M¨¦xico DF, donde ha desarrollado una importante carrera dentro de la nueva generaci¨®n creativa denominada post Internet. Su trabajo se exhibe actualmente en la Bienal del Museo Tamayo, en M¨¦xico, donde tambi¨¦n est¨¢ representada por la prestigiosa Galer¨ªa Yautepec, as¨ª como en el Museo Pablo Serrano IAACC de Zaragoza. Su mudanza en curso se debe a un inter¨¦s por "la escena art¨ªstica berlinesa, en consonancia con la m¨ªa" pero, adem¨¢s, la artista siente una atracci¨®n por ese Berl¨ªn "que parece estar fuera de este mundo" - dice. "Me interesa como esta capital se mantiene al margen del capitalismo agresivo" - un concepto en torno al que ella dedica parte de su trabajo - "y c¨®mo todav¨ªa hay una herencia comunista por la que se sobrevive al margen del sistema crediticio".
Quiz¨¢s Natalia, al igual que el resto de los futuros habitantes de Berl¨ªn, acabe por habitar en una zona que hoy es la mayor en construcci¨®n de Europa. Agua, matorrales, una antigua Torre de vigilancia comunista, los restos del Muro divisorio con el distrito franc¨¦s de Wedding y las caravanas del Circo Krone, se entremezclan con los obreros y camiones circulando tras la nueva estaci¨®n principal de Hauptbahnhof, donde ya se ha inaugurado un Spa gigante. Est¨¢ en el deprimido barrio de Moabit, que incluye un memorial a la prisi¨®n m¨ªtica de la Gestapo - cuya secci¨®n de mujeres est¨¢ a la venta por la inmobiliaria BIMA -, y donde familias turcas y de refugiados, reci¨¦n llegados de Siria, Ucrania y Afganist¨¢n, a¨²n conviven con los berlineses del centro alternativo Kulturfabrik y, a pocas manzanas, est¨¢ la canciller¨ªa de Merkel.
Para el crecimiento de la ciudad, el futuro alcalde se enfrenta, seg¨²n Guido y Uwe, a un interesante proceso de renovaci¨®n democr¨¢trica. El referente es el referendum que tuvo lugar, hace pocos meses, sobre el futuro del antiguo aeropuerto de Tempelhof. "A partir de la decisi¨®n y movilizaci¨®n ciudadana se han frenado los planes para construir en el parque " - cuenta Uwe - "y los pol¨ªticos han empezado a darse cuenta de que no hay modo de desarrollar la ciudad sin dar suficiente informaci¨®n a los ciudadanos; que hay que contar con su opini¨®n". Gracias a estas din¨¢micas, 25 a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del Muro, se respetar¨¢n espacios de iniciativa p¨²blica como los Prinzessin Gartens, o se construir¨¢ un proyecto integrador, asequible y cultural denominado Holzmarkt, bajo la gesti¨®n de una fundaci¨®n ciudadana, en pleno Spree.
El pasado mes de octubre, uno de los grupos constructores m¨¢s importantes, Groth, tuvo que exponer sus planes - incluso repartiendo 60.000 folletos explicativos - sobre el c¨¦lebre mercadillo y karaoke de los domingos del Mauerpark a representantes y ciudadanos del distrito. El escutrinio de cada metro a edificar en el m¨¢s c¨¦lebre parque - por el que antes pasaba aquel dique pol¨ªtico, que conten¨ªa las libertades y asfixiaba a la ciudadan¨ªa - est¨¢ siendo seguido al detalle por la misma Alianza cuidadana, impulsora del referendum de Tempelhof. Por primera vez, un proyecto tan ambicioso no ser¨¢ aprobado hasta contar con el acuerdo entre los ciudadanos y los intereses empresariales, en una reuni¨®n de ambos, este mes.
Est¨¢ claro que los berlineses ganaron a partir del 9 de noviembre, y durante estos ¨²ltimos veinticinco a?os, el mayor impulso de su historia: han pasado de ser dos a ser muchos, tan diversos como sus barrios. Pero, sobre todo, han aprendido a enfrentarse a sus l¨ªderes; no est¨¢n dispuestos ya a renunciar a su ciudad. La aman y disfrutan, precisamente, por su peculiar proliferaci¨®n de orden y caos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.