¡°Nuestros hijos est¨¢n vivos hasta que se demuestre lo contrario¡±
Las familias s¨®lo se f¨ªan de las pruebas de ADN para dar a los estudiantes por muertos
El d¨ªa ha amanecido despejado en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. En el patio, voluntarios universitarios venidos de todo M¨¦xico preparan el desayuno comunal, reparten v¨ªveres y algunos j¨®venes m¨¦dicos, como Jaime G¨®mez, del Instituto Polit¨¦cnico Nacional, atienden desde una mesa atiborrada de medicinas a los familiares de los estudiantes. Minerva, vestido azul, ojos llorosos, es una de las pacientes. Ha ido a tomarse la tensi¨®n. El doctor G¨®mez concluye que la tiene demasiado alta. ¡°Claro, es que despu¨¦s de que la fiscal¨ªa dijera que los estudiantes fueron asesinados no he podido dormir¡±, dice Minerva. Para ella, como para el resto de padres, la esperanza, aunque muy debilitada, no ha desaparecido.: ¡°Tenemos que creer que est¨¢n vivos hasta que se demuestre lo contrario¡±.
Esa prueba, esa confirmaci¨®n oficial de que los restos hallados en el basurero de Cocula son de sus hijos, se ha convertido en la piedra angular de la protesta. Las muestras que se han recuperado est¨¢n, seg¨²n la fiscal¨ªa, en p¨¦simas condiciones debido al fuego. Para su an¨¢lisis, el Gobierno mexicano consult¨® a los centros de referencia mundial, finalmente s¨®lo uno acept¨® el caso: el Instituto de Medicina Forense la Universidad de Innsbruck. All¨ª ser¨¢n estudiadas por el equipo dirigido por el profesor Parson Walther, que ha llevado a cabo investigaciones conocidas, como la identificaci¨®n de los hijos perdidos del zar o la del mito del monta?ismo G¨¹nther Messner. La posibilidad de que estas pruebas despejen los ¨²ltimos flecos resulta, seg¨²n fuentes de la fiscal¨ªa, muy remotas. Aunque la Procuradur¨ªa mexicana ha decidido, por orden presidencial, no escatimar en medios para resolver todos los detalles del caso, considera que las confesiones y las periciales obtenidas ofrecen un relato claro y fiable de lo ocurrido. A falta de algunas detenciones clave, como la del jefe de sicarios o el director de la Polic¨ªa Municipal de Iguala, lo dan por aclarado.
No piensan as¨ª los familiares. Para ellos el dolor sigue abierto. ¡°Est¨¢n vivos, hasta que no se demuestre lo contrario. Y no podemos fiarnos del Estado porque aqu¨ª es una misma cosa que el narco¡±, dice Horacio Valencia M¨¦ndez, de 72 a?os. Acaba de llegar a la escuela de Ayotzinapa, de donde se licenci¨® en 1964, casi al mismo tiempo que el legendario guerrillero Lucio Caba?as. ¡°Ojal¨¢ hubiera guerrilleros aqu¨ª, nos tratar¨ªan con m¨¢s respeto¡±, sentencia.
La escuela est¨¢ m¨¢s concurrida que nunca. Los estudiantes universitarios que llegaron del DF para unirse a las protestas han desplegado sus tiendas de campa?a en las canchas de f¨²tbol. Voluntarios, trabajadores de ONGs internacionales y simpatizantes de la lucha campesina asisten a los padres de familia y programan actividades. Hilda, la madre de Jorge Antonio Tizapa, uno de los muchachos desaparecidos, no est¨¢ especialmente desanimada pese a la versi¨®n sobre el asesinato de los 43 normalistas que ofreci¨® el viernes el procurador general, Jes¨²s Murillo Karam. ¡°Primero nos dijeron que los metieron en fosas, y resulta que esos no eran. Ahora que est¨¢n en bolsas de basura y que solo son ceniza. Como usted comprender¨¢, no me f¨ªo nada¡±, se?ala Hilda. Como otros padres de desaparecidos, ha perdido la fe en el Gobierno y esperar¨¢ el dictamen de los forenses austriacos y tambi¨¦n de los argentinos que apoyan la investigaci¨®n. El equipo austral ha intervenido en otras pesquisas de gran relieve en M¨¦xico, como el caso Heaven, 13 j¨®venes que fueron secuestrados en pleno coraz¨®n de la Ciudad de M¨¦xico y posteriormente asesinados a tiros. Los especialistas argentinos posiblemente emitir¨¢n un veredicto dentro de una semana. Ser¨¢ un momento clave de esta tragedia.
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