La m¨¢quina del tiempo dominicana
El tribunal dominicano viaj¨® al a?o 1930 y le quit¨® la nacionalidad a decenas de miles de dominicanos
En El ruido de un trueno de Ray Bradbury, Travis organiza safaris para cazar dinosaurios usando una m¨¢quina del tiempo. El ¨²nico requisito para viajar era comprometerse con no modificar el pasado para no alterar el presente. A juzgar por sus ¨²ltimas decisiones, algunos miembros del Tribunal Constitucional de Rep¨²blica Dominicana, parecen ser m¨¢s asiduos lectores de Ray Bradbury que de las aburridas enciclopedias de derecho que seguramente acumulan polvo en sus despachos.
En una decisi¨®n de ciencia ficci¨®n, el 23 de septiembre del 2013, el tribunal dominicano viaj¨® al a?o 1930 y le quit¨® la nacionalidad a decenas de miles de dominicanos, modificando arbitrariamente los criterios para obtener la nacionalidad que se aplicaban desde hace ocho d¨¦cadas. Para lograr ese objetivo el Tribunal ignor¨® los est¨¢ndares dominicanos, una decisi¨®n de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, principios b¨¢sicos del derecho internacional de los derechos humanos y la pr¨¢ctica reiterada del propio gobierno dominicano.
La Corte Interamericana, que felizmente no utiliza la m¨¢quina del tiempo, se mantuvo firme en su posici¨®n y le reiter¨® al gobierno dominicano la obligaci¨®n de cumplir con sus decisiones. Ante la insistencia de la Corte Interamericana para que se le reconozca la nacionalidad a miles de dominicanos, al Tribunal Constitucional se le complic¨® su obsesi¨®n de ser el ¨¢rbitro en la determinaci¨®n del ser dominicano. En efecto, el expresidente Leonel Fern¨¢ndez acept¨® en 1999 la competencia de la Corte Interamericana, obligando al Estado dominicano a cumplir con todas sus decisiones. Pero no s¨®lo acept¨® la jurisdicci¨®n de la Corte Interamericana, tambi¨¦n deposit¨® el instrumento de ratificaci¨®n en la Secretar¨ªa General de la OEA y realiz¨® numerosos actos jur¨ªdicos ratificando la voluntad de cumplir con las decisiones de la Corte Interamericana.
Pero para el Tribunal dominicano y su m¨¢quina del tiempo no existen obst¨¢culos insuperables. All¨ª partieron nuevamente los Ilustres Jueces al a?o 1999, y con una segunda sentencia de ciencia ficci¨®n pretenden borrar de la historia el instrumento de ratificaci¨®n de la competencia de la Corte Interamericana, la Secretaria General de la OEA, todos los actos realizados por el Gobierno dominicano ante la Corte Interamericana, a la misma Corte Interamericana y todos los casos contra Rep¨²blica Dominicana.
Tal vez sea suficiente decir que el 99.9% de las personas que perdieron la nacionalidad dominicana son de origen haitiano
Solo se salv¨® Leonel Fern¨¢ndez, quien casualmente acaba de dar un discurso en la sede de la OEA en Washington, donde hizo gala de su conocimiento sesgado de la historia latinoamericana, para criticar a la Comisi¨®n y Corte Interamericanas, invocando un concepto autoritario de soberan¨ªa para no tener que cumplir con sus decisiones. Lo que ignoraron Leonel y varios gobiernos latinoamericanos, sin embargo, es que la enorme deuda pendiente que tiene la regi¨®n con los derechos humanos solo se va a resolver con una ampliaci¨®n en la protecci¨®n de los derechos de las personas, no con m¨¢s garant¨ªas para los Estados. La enorme pobreza y discriminaci¨®n que existe en nuestra regi¨®n es responsabilidad de los gobernantes, no de la Comisi¨®n y Corte Interamericanas. Matando al cartero solo van a lograr aumentar las violaciones a los derechos humanos.
Con esos dos viajes en el tiempo los iIlustres jueces dominicanos pueden descansar tranquilos. Parece que su obsesi¨®n de quitarle la nacionalidad a miles de dominicanos est¨¢ cumplida. El lector se preguntar¨¢ porque tan desmedido af¨¢n del Tribunal. Tal vez sea suficiente decir que el 99.9% de las personas que perdieron la nacionalidad dominicana son de origen haitiano. Prefiero no usar la palabra discriminaci¨®n por temor a que los ilustres jueces quieran borrarla del diccionario de la Real Academia para evitar ser acusados de racistas y discriminadores.
No quiero aburrir con doctrinas de derecho, pero tal vez los ilustres jueces faltaron a clase el d¨ªa en que se ense?¨® la Doctrina de los Actos Propios. Seg¨²n este Principio General del Derecho, el Estado no puede ir contra sus propios actos. Es decir que si un Estado realiz¨® actos que crearon consecuencias jur¨ªdicas, por ejemplo otorgando derechos a las personas, no pueden caprichosamente de un d¨ªa para el otro modificar todo y dar marcha atr¨¢s.
Los ilustres jueces deber¨ªan saberlo ya que no se trata de una doctrina muy reciente. El primer caso que se conoce proviene del jurista romano Ulpiano. Tal vez un viaje al a?o 215 para tomar clases de derecho con el mismo Ulpiano (y quedarse un tiempo prolongado), podr¨ªa ser una salida elegante para resolver el mamarracho jur¨ªdico creado por los Ilustres Jueces.
El viajero de Bradbury regres¨® al presente con una mariposa muerta debajo de su bota y un mundo distinto. Lamentablemente el tribunal dominicano regres¨® pisoteando los derechos humanos de millones de dominicanos. Esperemos que los l¨ªderes respondan con la madurez que requiere el momento y pongan fin a uno de los casos m¨¢s graves de discriminaci¨®n sistem¨¢tica e institucional que no s¨®lo desprestigia a Rep¨²blica Dominicana, sino tambi¨¦n a toda Am¨¦rica Latina.
El reciente discurso de Leonel Fern¨¢ndez tambi¨¦n va por la senda equivocada. Le recomiendo que le pida prestada la m¨¢quina del tiempo a los ilustres jueces y recupere sus sue?os de una Am¨¦rica Latina m¨¢s justa y con igualdad de oportunidades para todos, antes de que el abrazo con Joaqu¨ªn Balaguer modificara sus ideales.
Santiago Canton es Director Ejecutivo del Centro Robert F. Kennedy para la Justicia y los Derechos Humanos y Profesor de Derecho de la Universidad de Georgetown.
Twitter @SantiagoACanton
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